El entrenador (2)
Continuación de mi anterior relato.
Esa noche no pude dormir. Después de la cena, desde mi casa en el complejo del colegio, llame a Daniel. Mi intención era asegurarme que todo estaba en orden y que no había tenido problema alguno desde que le deje dormido.
Todavía somnoliento me contó como le acababa de despertar. Había dormido desde que le deje. Ni siquiera había cenado. Me despedí hasta el día siguiente. Todavía no empezaban las clases, por lo que los entrenamientos estaban programados desde por la mañana. Mi intención era acompañarle a su primer entrenamiento en su nuevo equipo. Llame a la cocina para que le llevasen algo de comer y me metí a la cama más tranquilo.
Por la mañana bien pronto decidí empezar mi trabajo, para dejarlo terminado pronto y poder acompañar a Dani sin problemas. A las nueve en punto se presento en mi despacho. Venia con su inseparable mochila y vestido esta vez de jugador. El conjunto de camiseta de tirantes roja y pantalón hasta por debajo de la rodilla de fina tela de nylon, le daba una imagen deliciosa. Cada gesto de su cuerpo se translucía en su ropa marcando su adorable silueta que conocía de memoria desde el día anterior. No puede evitar emitir un suspiro, que respondió con una de sus preciosas sonrisas.
Cuando salimos del despacho hacía las canchas, me recrimino que no le hubiese dado ni un beso de buenos días, por lo que no dude en volver a saborear su boca durante unos segundos.
El resto de los chicos del equipo ya estaban correteando por el campo. Nos dirigimos donde estaba el entrenador y presente a Dani. La extrañeza inicial de este, la disipe comentándole que el chico era una apuesta personal de futuro. Me quede todo el entrenamiento viendo flotar a mi niño por el campo. No podía apartar ni un segundo la vista de él.
Terminada la sesión y cuando los chicos se retiraron al vestuario, el entrenador del equipo se acerco y me comento que realmente era una incorporación magnifica. Se deshizo en halagos para con mi chico, lo cual me congratulo aún más, ya que así las sospechas serían menos claras.
Cuando volvió Dani del vestuario, traía puestos de nuevo los mismos pantalones del día anterior, con los que simplemente de verlo, me excitate de increíble manera. Comento que tenía ganas de que su padre se acercase por fin para traerle más ropa. Ante mi extrañeza, me contó que el resto de chicos se habían burlado por ir vestido como una chica o un bebe. Le hice saber que a mi su atuendo me parecía perfecto, es más, le conté como me excitaba solo pensar que de nuevo pudiese ir sin ropa interior. Su respuesta fue acercarse e inclinarse un poco hacia delante, permitiendo que desde mi posición más alta debido a la diferencia de estaturas, pudiese ver por el hueco entre su prenda y su cuerpo, como efectivamente su sexo estaba libre de cualquier atadura. Se explico diciendo que solo tenía una muda y el día anterior había quedado demasiado manchada como para usarla de nuevo sin lavarla. Por supuesto, le pregunte que le habían dicho el resto de chicos al verle ponerse el peto sin nada debajo y si se habían seguido burlando. La respuesta fue negativa, en ese momento, según me contó, los chicos se habían quedado callados. Eso me hizo pensar, que seguramente no era el único que deseaba a aquel prodigio de la naturaleza.
Efectivamente, su padre apareció a la hora de la comida. Nos presentamos. Por supuesto no le dije nada de que me estaba beneficiando a su angelito. Tras ponerle al día del resto de pormenores e indicarle que tenia un prodigio de hijo, en todos los aspectos, se despidió hasta la siguiente visita.
Daniel llevo sus cosas a la habitación y regreso rápidamente, ya que le ofrecí salir a comer fuera del recinto, lo que acepto encantado. Al volver me extraño que no se hubiese cambiado de ropa. Únicamente había añadido a su atuendo una camisa sin abotonar, que permitía ver perfectamente el juego de su babero al caminar. Cuando le comente esto, me respondió que había entendido que me gustaba así, lo que le confirme. Entonces me dijo que si a mi me gustaba, ya no le importaba que pudiesen decir los demás. Así que sin más dilación nos fuimos al restaurante.
Terminada la comida le comente que debía irse a su cuarto a descansar, ya que la sesión de la tarde iba a ser dura. El asintió y dándome la espalda se pavoneo en dirección a su cuarto. Antes de girar la esquina donde le iba a perder de vista, su mano derecha se poso en su lindo culo frotándoselo sensualmente. Se giro hacía mi, y con un imperceptible gesto de cabeza, me invito a acompañarle. No pude evitarlo. Hipnotizado le seguí de nuevo a su habitación. Al cerrar la puerta desde el interior, fui consciente de que ya no podía vivir sin tocar ese cuerpo durante muchas horas.
Entre caricia y caricia, me susurro que necesitaba que le volviese a llenar por dentro, para poder dormir bien un rato, antes de entrenar. No podía soportar más tiempo sin besarle. Estaba en el cielo. Que más se podía pedir a la vida aparte de aquel amor incondicional. Con toda la pasión me trabaje su cuerpo centímetro a centímetro, para finalmente poseerlo una vez más, como si fuese la primera.
Una vez finalizada nuestra batalla amorosa, fundidos nuestros cuerpos en uno le fui contando, mientras con mi rostro atusaba su dorado cabello, como había cambiado mi vida en esas pocas horas y lo feliz que era. El escuchaba todas mis palabras con la mirada perdida y rostro sereno. Volteándose, coloco su pierna sobre mi muslo, de forma que su sexo rozaba mi piel, para rozar mi cara con sus labios en pequeños besos. Finalmente me comento que quería regalarme algo. ¿Algo más? No necesitaba nada más. Lo tenía todo o por lo menos todo lo que podía desear. Pero el insistió. Quería compartir algo más conmigo. Entendí su mensaje. Nos volvimos a abrazar y en unos breves minutos, mi bebe, se quedo profundamente dormido. Con mucho cuidado de no despertarle, me levante para volver a mis obligaciones. Le deje en la mesilla mi cartera, para que pudiese comprar lo que quisiese, y le deje descansando.
Diez minutos antes del nuevo entrenamiento desde mí despacho telefonee a su habitación por si seguía dormido. No contesto nadie, por lo que entendí que ya habría salido. No podía pasar sin verle entrenar, por lo que me fui a las pistas de nuevo. Allí estaba efectivamente, disputándose el balón con el resto de los chicos. Ahora llevaba un conjunto de una pieza de nylon azul claro, parecido a esos que se usan en lucha, muy ceñidos al cuerpo. Desde luego, si su intención era provocar, lo conseguía ampliamente, por lo menos a mí me provocaba. Su respingón culito y su virilidad se marcaban ahora como si estuviese en cueros. Al advertir mi presencia, me dedico una sonrisa y continúo con su trabajo. Hay que reconocer que en todo pone un empeño extraordinario. Tras la ducha, volvimos a reunirnos y ya en un banco del patio, volvimos charlar. Me contó que los chicos ya se habían acostumbrado a sus sugerentes atuendos y que ya no le hacían bromas al respecto. También que el entrenador le había metido entre los cinco mejores del equipo. Mientras me contaba todas esas cosas, que yo escuchaba muy interesado, admiraba como los rayos del sol se entrelazaban con su pelo revuelto y como su piel refulgía en contacto con la luz. Sus sonrosados labios se veían sedosos como algodón con los contraluces que producían sus leves movimientos al hablar. Aunque estábamos muy a gusto allí, le pedí que nos fuésemos, ya que no era conveniente que nos viesen siempre juntos. Así que le invite a pasar un par de horas con sus compañeros de equipo para no levantar sospechas y después reunirnos en la cena, lo que acepto no antes sin indicarme que con quien quería estar era conmigo y patalear un buen rato.
No es que yo quisiese distanciarme de él, pero tampoco era correcto dedicarme en exclusiva y no atender mis obligaciones. Así que a partir de ese día nos marcamos unos momentos para nosotros dos y otros para nuestras obligaciones. Nos separamos no sin despedirnos, como si no nos fuésemos a ver en un mes. Eso si, antes de irse, me comento que me había dejado en mi despacho mi cartera y mi regalo.
No pude más que ir todo lo rápido que mis piernas y las formas me permitieron hasta mi despacho. Mi secretaria, me puso al día de los recados y también me comento, como un chico había dejado un paquete y le había pedido que me diese las gracias por prestarle aquella ropa hasta que se instalo. Este chico era un demonio.
Efectivamente encima de la mesa había una bolsa con un paquete. Lo estuve observando unos momentos. El chico se había referido a ropa. ¿Qué me podía haber comprado? Tras imaginarme cualquier cosa de ese pícaro me decidí a abrirlo. El envoltorio era bastante simple pero eso no le quitaba encanto. La verdad que no recuerdo el ultimo regalo que había recibido. ¡Vaya! El muy diablo me compro unos pantalones. Unos pantalones vaqueros como los que usaba él cuando le vi por primera vez. Estos eran de marca Tommy Hilfiger. Me sonreí, ya que me imagine que el regalo me habría salido algo caro, pero que demonios, estaba claro que tenia buen gusto.
Me quede un poco frió, ya que aunque la idea me había encantado, no tenía para nada claro que me atreviese a usarlos. Durante bastante tiempo estuve allí sentado observándolos, para finalmente decidirme a probarlos. Quizás no los usase en publico, pero la tentación de sentir las sensaciones que mi niño me describía cuando los llevaba puesto pudo con mis reticencias.
Me libre de mi ropa, y sin pensarlo dos veces, abrí los botones y solté los tirantes, para tras introducir mis piernas en las perneras, subirlos hasta mi cintura, donde con mucho cuidado, prendí los botones. En el espejo del baño, se dibujaba mi figura con el pecho descubierto y el pantalón con el babero colgando en la parte delantera y los tirantes por detrás. El siguiente paso, sujetar el tirante derecho con una mano pasándolo por encima de mi hombro. Con la otra mano subí el babero y ate el tirante a el. Ya se sostenía solo. Tras colgar el otro tirante, me quede contemplando mi reflejo. La verdad que no es que me gustase mucho, no era mi estilo, sin duda a mi niño le lucia mucho más ese tipo de ropa, pero me sentía realmente cómodo. Caí en la cuenta de que no me había quitado la ropa interior, y no dude en probar sin ella. Me volví a desvestir, esta vez sin soltar los tirantes. Simplemente desabroche los cierres laterales, y deslice los tirantes por mi costado. Los pantalones cayeron al suelo y con un simple paso, me libere de ellos. Ese gesto se lo había visto hacer a Daniel muchas veces para después dirigirse erecto hacia mi. Me quite los bóxer y volví a prenderme el peto. Ahora si que me sentía genial. Al momento estaba al palo. No pude evitar darme un paseo por el despacho. Tras varios minutos dando vueltas, agarre el teléfono y le ordene a mi secretaria que llamase inmediatamente a Daniel a mi despacho. En breves instantes se escucho el aviso por la megafonía del centro. A los pocos minutos sonó el timbre del interfono. Me anunciaron que Daniel había llegado. Pedí que le hicieran pasar, mientras me escondía en el baño. Cuando entro en la sala, le pedí que cerrase la puerta. Al asomarme, me encontré a mi chico, que me recibía con una de sus mejores sonrisas. Me pregunto si me había gustado. Yo señalándole mi erección le respondí que no me podía dejar así. Se acerco y sin preámbulos, desabotono la bragueta de mi vaquero y extrajo mi duro pene, y sin preámbulos se lo introdujo entero en la boca, completando con ella el placer que ya estaba sintiendo con la prenda encima.
Sin duda este ha sido el mejor regalo que nunca me hayan podido hacer.
Finalizada la mamada, me dispuse a cambiarme de nuevo de ropa. Daniel me recrimino la actitud como una muestra de que no me había gustado el regalo. Así que no me quedo más remedio que negociar con él. Conseguí que al menos me dejase usar mi camisa por encima del babero. Accedió, pero a cambio abandono mi despacho con mi bóxer en su bolsillo, para asegurarse que lo llevaría todo bien sueltito. Quedamos para cenar en la cafetería del colegio unas horas mas tarde.
No me quedo más remedio que usarlos en la nueva cita. Me arme de valor y tras mirarme repetidamente en el espejo, convenciéndome de que para nada se notaba que llevaba un pantalón de ese tipo, me lance al ruedo.
No notaba ninguna reacción especial a mi paso, así que poco a poco fui cogiendo confianza y disfrutando de las nuevas sensaciones, que verdaderamente me resultaban placenteras. Al llegar a la mesa donde me esperaba mi chico, me senté frente a él, para dedicarle unas palabras de agradecimiento de nuevo, por su detalle. El sin dejar de sonreír y dar cuenta de su hamburguesa, me comento que estábamos marcando estilo en el colegio. No entendí muy bien a que se refería, cosa que adivino al ver mi expresión interrogante. Sin decir nada, dirigió la mirada hacia la mesa de al lado, donde dos chicos de su equipo estaban también cenando. En un principio no me di cuenta, pero tras un pequeño examen visual, adivine debajo de la camisa abierta del chico que tenia enfrente lo que se adivinaba como el final de un babero. Cuando se incorporaron para vaciar en el cubo sus bandejas pude confirmar, que ambos chicos iban vestidos con prendas similares. Mi niño, se acerco más a mí, para con voz baja hacerme saber que Aarón, el moreno de ojos claros, no se había puesto ropa interior. Me puse cachondo al momento. Seguía embobado observando como se alejaban los dos muchacho. Al ir a salir por la puerta del comedor, Se giraron hacia nosotros, despidiéndose con el brazo. Gesto que Daniel respondió. Yo no podía ni moverme. El pareció adivinar mi estado, por que inmediatamente con su pie descalzo, acaricio mi bulto por debajo de la mesa, volviéndome a la realidad. Este chico es un verdadero canalla, pensé.
La cena acabo sin más incidentes. Daniel me comento que había quedado con los chicos del equipo para ver una película tras la cena. No tenía muchas ganas, pero prácticamente le habían obligado y tampoco era cuestión de hacer sospechar a la gente. Una noche de descanso tampoco nos vendría mal, así que le anime a pasárselo bien con sus amigos. Hay que tener en cuenta que solo pocas horas antes ya me había ordeñado bien mi niño. Podría aguantar hasta el día siguiente sin problemas. Finalmente nos despedimos y me fui a mi casa a descansar. Demasiadas emociones para un par de días.
Los días fueron pasando y nuestra relación en lugar de enfriarse crecía por momentos. La moda del peto iniciada por mi ángel se fue imponiendo cada vez más entre el alumnado y los miembros del club, por lo que finalmente cedí a sus presiones y comencé a usar su regalo en público. La verdad que nadie se hubiese atrevido a comentar nada, pero tampoco observe ningún gesto de desaprobación por parte de nadie. Es más, varios chicos de diferentes equipos, me inquirieron donde había conseguido un ejemplar tan admirable, diría yo que envidiosos.
Hasta aquí esta segunda parte. Recuerden, si quieren que continúe, háganmelo saber.
msn: ikeradan@hotmail.com