El entrenador (10)

Mi más sinceras disculpas a todos por este estupido e imperdonable error. Como los buenos seguidores de esta saga habeis notado faltaba una parte. Siento en el alma haber estropeado la historiade esta manera. Imperdonable.

La semana avanza. Este fin de semana es especial. Nos toca jugar el partido contra el rival más alejado, por lo que el viaje será largo. Normalmente en este caso, salimos el viernes, para hacer noche en el camino y estar en nuestro destino a media mañana. Después del partido nos alojamos en un hotel de la ciudad para al día siguiente viajar de regreso durante toda la jornada.

Con mis colaboradores atamos todos los detalles. En el momento de repartir las habitaciones, la costumbre hace que un veterano comparte habitación con un novel y que los entrenadores disfruten el privilegio de una habitación individual.

Más o menos esta todo decidido, pero, esta vez debido a las lesiones el numero de jugadores es impar, por lo que uno deberá de dormir solo. Para no alterar mucho al grupo, impongo, tras analizar detenidamente la lista, que se respeten en lo posible las parejas del último viaje, a sabiendas que en ese caso, el que dormirá en solitario sea Daniel.

Mis asesores están de acuerdo, y así se cierran los preparativos.

Parece que todo va sobre ruedas. Mi intención es la de repartir las habitaciones de forma que la de Daniel y la mía sean contiguas y a poder ser al final del pasillo, de forma que si nos vamos a la más alejada, nadie escuche lo que pasa en ella, ya que tendremos en medio una vacía.

Una hora antes de partir, recibo por fax en mi despacho el alta de uno de los jugadores lesionado. Rápidamente mis ayudantes se afanan por incluirle en el viaje, ya que es uno de los importantes. Creo que mi plan se acaba de ir a la mierda. Lógicamente Daniel acaba de ganarse un compañero de cuarto. Cristian.

El viaje en autobús se hace tedioso. Los chicos se entretienen con todo tipo de juegos de mesa o aparatos electrónicos de juegos o música. Por mi parte, repaso mis notas sobre el rival para evitar que se escape el más mínimo de los detalles. Menos mal que para aligerar la ida, como os decía, a mita de camino paramos para hacer noche.

Tras repartir las habitaciones según lo acordado, me instalo en la que me toca, resignado a dormir solo, mientras en la contigua se acomodan Daniel y Cristian.

Durante la noche me cuesta conciliar el sueño. La verdad que ya no estoy acostumbrado a una cama vacía sin mi niño al lado dándome calor. Durante las primeras horas se escuchan a los lados los típicos ruidos de risas y bromas, hasta que por fin se hace el silencio. Finalmente me duermo.

Tras realizar el resto del viaje y acomodarnos en el nuevo hotel, aún nos queda tiempo para dar un paseo por los alrededores antes de la hora programada para comer.

El grupo se aleja del hotel dicharachero, mientras me quedo leyendo la prensa en la recepción. No me apetece andar y los chicos van bien acompañados por mis ayudantes.

Pasados unos minutos, uno de los chavales regresa al hotel en dirección a los ascensores. Por el rabillo del ojo, mientras leo, la indumentaria del equipo llama mi atención centrada en la lectura. Es Daniel quien sonríe desde la plataforma del elevador cuando se cierran las puertas. Rápidamente, me dirijo a su encuentro.

Allí esta, sentado en el pasillo frente a la puerta de mi cuarto. Tras abrir, pasamos.

¿Qué te apetece? – le pregunto mientras observo, como tranquilamente se sienta en la cama, sin desnudarse, para variar.

¡Que tonterías preguntas! – me responde – estar contigo.

Bien – le comento intrigado - ¿Qué tal has pasado la noche?

Ha sido curiosa – contesta risueño, pero pasivo – Pero he dormido bien, gracias.

¿Curiosa? – añado extrañado.

Veras, -cuenta – todo empezó normal. Sorteamos las camas y tras colocar las cosas, me puse el pijama para variar. Entonces Cristian, me comento que le sorprendía que usase pijama. Cuando le pregunte por que le parecía raro, me dijo que alguien que no usa ropa interior se contradice si usa pijama. Le di la razón, alegando que lo hacia para que no se sintiese violento. Entonces me comento que se iba asentir mas violento si me sentía incomodo por compartir cuarto, así que me quite el pijama para dormir como siempre. Pasado un rato, ya con la luz apagada, empezamos ha hablar. Enseguida salio el tema de mis pelotas rasuradas y me pregunto si mi propuesta de enseñarle a hacerlo era seria. Le explique que no hacia falta que le enseñase, que con que lo viese una vez y con las herramientas adecuadas, podía hacerlo él mismo. Entonces me pidió que le enseñase. Y allí nos pusimos manos a la obra. Le explique la primera parte de la maquinilla eléctrica, pero en mi caso nos la saltamos ya que no tenia casi bello aún. Después si que me rasure todo, para que viese como iba.

¡Jope Dani!, - le interrumpí – te he dicho mil veces que no te rasures antes de un partido. Con el sudor te va a picar todo y vas a estar molesto todo el rato.

Ja, ja, ja. – responde divertido – espera y veras esta tarde, que esa parte no se la he contado a Cristian. Total – prosigue relatando - que al acabar le llego el turno. No estaba muy convencido, pero finalmente se metió la maquinilla. Que desastre. No acertaba a cortar donde debía, pero finalmente hizo un trabajo digno. Cuando llego el turno a la cuchilla, no se atrevía. Decía de dejarlo así, que era suficiente. Pero le convencí a rasurarse, ofreciéndome a hacérselo. Le embadurne bien toda la entrepierna y con delicadeza, como sabes, le afeite toda la zona. Cuando terminamos, le extendí el gel para que no se le irritase. Estaba encantado. Con una erección terrible, pero encantado, se fue al baño a mirarse al espejo, y creo que a algo más.

Vaya – hable – que se le ponga dura es normal.

Como tardaba en salir del baño – continuo – me metí en la cama y me quede sobao antes de que volviese. Hasta esta mañana.

La entrepierna de Daniel me indica que esta bastante excitado por el relato, pero decido dejarlo correr. Su pantalón de chándal muestra un bulto exagerado, cuando se recuesta hacia atrás sobre sus manos.

¿Sabes? – añadió – creo que estoy madurando. Hace un tiempo, me la hubiese comido allí mismo sin quitarle el jabón. Pero anoche, en ningún momento me apeteció hacer nada con Cris.

¿En serio? – le dije mientras con mi mano palpaba su bulto. – tu amiguito no dice eso.

Soltando la cuerda de su elástico, no me resistí más y deje al aire su conocido miembro, para pasar a devorarlo. No hay cosa que más me guste que saborear un pene recién rasuradito. La suavidad de la piel, los pliegues limpios de cualquier obstáculo.

¿Me crees cuando te digo que no me lo he montado con Cris? – interroga.

Por que no iba a creerte –le respondo dejando a un lado mi manjar y atacando su boca – tengo plena confianza en todo lo que haces y sabes que no soy celoso. Además, es un chico guapo y no estaría mal probarlo.

No te preocupes – añade pasando a la acción, desnudándome – si se pone a tiro, lo disfrutaremos ambos.

Cada sesión de sexo con Daniel es un nuevo descubrimiento. Siempre apasionadas y satisfactorias.

Tras la comida programada, cada uno se retira a su habitación a descansar un rato, antes de salir hacia el estadio.

En los vestuarios, los chicos ya vienen preparados del hotel. Solo les falta vendar sus tobillos a los que lo requieren y colocarse las zapatillas de juego.

Tras una nueva victoria, con gran aportación de Daniel, de nuevo en el vestuario, todo el mundo se dispone a ducharse. Es en ese momento cuando el resto del equipo se percata de la ingle de Cristian y las bromas no se hacen esperar. Los veteranos le echan en cara haberse dejado influir demasiado por los mocosos. Y Daniel le defiende como puede, aunque como era de esperar, entre risas, Cristian se queja de los picores que ha tenido durante todo el partido. Finalmente y tras estar todos ya listos, regresamos al hotel.

Una vez cada uno en su cuarto, cuando ya no se escuchaba ruido alguno, alguien toca sigilosamente en mi puerta. No me lo puedo creer, este muchacho es insaciable y no para de ponerme en compromisos. Me dirijo a la puerta dispuesto a espantar a Daniel, cuando al abrir me encuentro con un asustado Cristian. Le hago pasar preocupado. Inmediatamente viene a mi cabeza la intención de Dani de atacarle y un escalofrió recorre mi cuerpo.

Discúlpeme entrenador – comenta – tengo que hablar con usted, si no le importa.

Adelante Cristian – respondo intrigado invitándole a pasar y cerrando la puerta – ¿pasa algo grave?

No, no – responde tras entrar– si tiene un minuto, me gustaría que hablásemos.

Claro – le tranquilizo – que es tan importante que no e deja dormir.

Vera. – relata – últimamente no me encuentro bien. Están pasando cosas y creo que necesito ayuda.

A ver – le ruego sentándome en la cama – Si no eres más claro, no creo que pueda ayudarte.

Creo que siento algo por alguien – sentencia – pero ese alguien ya esta con otro, así que no se que hacer.

Ya veo – añado distrayendo la atención – así que crees que te has enamorado de una chica que tiene novio. Espero que no sea nadie del equipo, sería un verdadero problema.

No, vera – explica con voz dubitativa – es más complicado que todo eso. De quien me he pillado es de un chico.

¡Vaya! – no pude evitar exclamar – Así que de un chico.

Si – responde más decidido – y tiene pareja, o eso creo. Ayer cuando salimos de paseo, al de un rato le eche en falta, así que me volví al hotel por si le había pasado algo. Como no le encontraba, subí a la habitación y tampoco le vi. Cuando ya me dirigía al grupo otra vez, de la habitación contigua escuche su voz. No estaba solo.

Entiendo –interrumpí el relato ahorrando detalles.

Estaba claro que nos había pillado. Pero, ¿Cuál es su intención? ¿Que hace aquí contándomelo? Dice estar enamorado de Dani. Tengo que ser cuidadoso.

No se que es lo que crees saber – comento – pero nada tiene por que ser lo que parece.

Señor – despacha convencido – se que ayer se lo montaron en esta habitación. Entiendo su recelo a ser sincero e incluso que lo niegue a toda costa, por lo delicada de la situación. Por mi parte no se apure. Les respeto e incluso le envidio a usted por tener su cariño. Pero necesito ayuda.

Cuéntame – respondo sorprendido ante tanta seguridad.

Tengo que quitarme esta terrible duda de encima – concluye – siempre he sentido cosas enfrentadas, que no he sabido interpretar, pero desde que llego Daniel mis sentimientos se han desbocado. Necesito aclararme y estoy convencido de que solo hay una forma.

Comprendiendo a que se refiere, agarro el teléfono de la habitación dispuesto a marcar el número de Dani.

Entenderás que esto no lo puedo decidir solo yo – le comento mientras pido a mi niño que abra la puerta que une nuestras habitaciones interiormente.

Al abrir la que da a mi lado, allí aparece un sorprendido y somnoliento ángel desnudo.

¿Qué sucede? – Pregunta.

Con calma, mientras Cristian no hace más que mirar al suelo, le pongo en antecedentes.

Eso se arregla con un buen polvo – sentencia convencido.

Ante tal afirmación y desparpajo del muchacho, incluso Cris no puede evitar una sonrisa.

Bien – les comento – será mejor que durmamos un rato. Ya veremos como resolvemos este embrollo, pero desde luego que hoy no es ni el día ni el mejor momento.

Si queréis, yo duermo aquí – se ofrece gustoso Cris.

Así las cosas, con la puerta interior abierta, recupero a mi ángel a mi lado esa noche, dejando que Cristian reflexione sobre lo que esta buscando.

La vuelta en autobús, al hacerse de un tirón se hace agobiante por momentos. Ya ni las películas, ni los juegos, ni la música entretiene al personal.

La parada para estirar las piernas e ir al baño rompe un momento el tedio del viaje.

Los más necesitados salen disparados a los baños a vaciar sus vejigas, mientras que el resto se afana en asaltar la tienda de golosinas o comida.

Daniel y Cristian están hablando en una mesa del rincón. No me parece correcto acercarme, así que me sitúo en otra yo solo a tomarme un café tranquilamente.

Observo a los dos chavales charlar amigablemente. Se que hay se esta cociendo algo y que pronto sabré de buena mano que es y eso me excita. Daniel se levanta y se dirige a los baños. Sin poder evitarlo, abandono mi mesa y le sigo. Cristian me dedica una mirada cómplice.

¿Estamos solos? – le susurro colocándome a su lado para orinar.

Todo despejado – confirma Dani – pero puede entrar cualquiera.

¿Que tal Cristian? – me intereso.

Creo que lleva empalmado todo el día – responde jocoso – no hace más que hablarme de las ganas que tiene de que lleguemos a casa.

Efectivamente aparece un desconocido por la puerta, que acaba nuestra conversación. Daniel se retira y tras lavarse las manos sale del baño, no sin antes dedicarme una sonrisa a través del espejo.

De nuevo en ruta y ya con ganas de llegar, consigo conciliar el sueño hasta destino.

Me preocupa en exceso que mi casa sea visitada por tantos jugadores. Además de Daniel, Aarón y Jacob entran y salen habitualmente. Sus encuentros son si no diarios, dejémoslo en frecuentes. Cuando a Jacob le apetece que le perforen su culo Aarón necesita ayuda, por lo que es habitual que nos lo acabemos montando los cuatro en mi cama.

Debido a esto y para no levantar suspicacias, el tema de Cristian decido afrontarlo de forma distinta. El reside en la residencia, por lo que no tiene un control de sus padres. Tras hablarlo con Daniel, llegamos a la conclusión que lo mejor será alquilar una habitación para ese día especial. Así se lo hace saber al muchacho y quedamos en vernos en ella tras las clases de la mañana.

Hacia allí me dirijo, cuando recibo el mensaje en el móvil de que ellos ya han llegado y esperan en un bar cercano a que recoja las llaves. El motel deja bastante que desear, pero tampoco es cuestión de pasar allí un mes, sino más bien unas horas de lujuria total.

Una vez instalado y acomodado, es remito la situación y el numero de habitación. Sin esperar mucho, llaman a la puerta. Tras un dicharachero Daniel, aparece un asustado Cristian.

Este viene cagado – dice divertido el rubito.

Que dices – contesto rompiendo el hielo – si es él quien ha montado este lio.

Solo estoy nervioso – acierta decir Cris.

Lo que te digo, cagado – sentencia Daniel arrojándose a la cama según esta.

¿Por donde quieres empezar? – le doy pie al muchacho.

No se – responde - es la primera vez que hago esto.

Alguna cosa te apetecerá más – exclama el de la cama, mientras se deshace de su chamarra, dejando al aire su desnudez bajo el peto.

¡Hoy también vienes en pelotas! – le recrimino molesto – me vas a meter en un lío.

Pues no se – contesta Cris entre carcajadas por la naturalidad de Daniel – me apetece ir probando y ver si me va el rollo.

Ok – sentencio – pues a la faena.

Y acercándome al chico, le planto un suave beso en sus labios, que sorprendido, no rechaza, si no que más bien se queda con ganas.

Desnúdale – le ordeno a Cris señalando al rubito.

Este dubitativo, se desprende de su cazadora, para a continuación acercarse a la cama y desabrochar los tirantes del pantalón de Daniel, apartando el peto y dejando al aire su pecho. Tras esto, con delicadeza y desde los pies de la cama tira de las perneras de los pantalones, dejándole totalmente al aire.

Por mi parte ya me he desecho de la ropa y solo me queda un diminuto slip.

Acerándome de nuevo al muchacho, le despojo de su camiseta, para tumbándole en la cama, empezar a juguetear con sus pezones, su ombligo, mientras Daniel trabaja ávido su boca, como rebuscando en su interior el caramelo que no encuentra.

El bulto de su entrepierna me hace saber que la cosa no va mal, pero para que no se sienta violento, prefiero que fluyan las palabras.

¿Que tal va? – pregunto.

Bufff – exclama, en una tregua que le da Daniel a su boca – esto es muy fuerte.

¿Quieres que sigamos? – le cuestiono mientras mis manos delicadamente desabrochan los botones de su bragueta.

Las palabras sobran. Bajo el pantalón aparece un bóxer rojo fuego, que marca una erección palpitante y cuya cabeza esta coronada por una gran mancha.

Creo que me he corrido – acierta a decir avergonzado el chico.

Daniel salta felinamente sobre el bulto y a través del bóxer saborea la mancha goloso.

Que va – afirma – es solo que babea más que un San Bernardo.

Entre risas se deshace de la prenda, dejando al aire el cuerpo del nervioso aún Cristian. Su verga desprovista de bello, en erección se ve aún más apetitosa si cabe.

Daniel no se lo piensa y se la traga entera. El chaval se contrae al contacto de la boca con su sensible miembro. Mientras Dani juega a su juego favorito, aprovecho para abrir camino. No creo que Cristian se deje penetrar tan fácil, así que decido facilitar el camino. Seguro que si presencia como goza Daniel cuando es cogido, no tiene tantos reparos a probar. Lo primero, comerme un buen rato el culo de Dani mientras este chupa. Una vez bien lubricado, mi verga recorre el conocido camino del placer hacia el interior del chico. En breves embestidas, Dani se abandona al placer que le doy y con cara desencajada y ojos cerrados no puede centrarse en la mamada, por lo que la abandona momentáneamente. Cristian como me esperaba no pierde detalle. La mano de Daniel justito acierta a masajearle la entre pierna. Esta en trance. Rebajo el ritmo de la embestida, para que recupere el aliento. Sin dejar de bombear, le animo a que siga con su trabajo pendiente. Daniel y yo estamos muy compenetrados ya, por lo que en lugar de tragarse de nuevo el sable de Cris, lo que se mete en la boca son sus huevos, que saborea gustoso, para ir bajando hasta encontrar el tesoro buscado y quedarse allí un buen rato, mientras Cris de nuevo se retuerce de gusto.

Abandonando el culito de Dani, me dispongo a verificar el estado del hoyo del novato. Daniel, como siempre, ha realizado un trabajo exquisito. Esta perfectamente abierto y ansioso, por lo que sin más, mis dedos irrumpen el terreno calido de sus entrañas. Un nuevo virgo va a perderse esa tarde. Este chico se hace menos remolón que Jacob, por lo que mis embestidas en su culo no se hacen esperar. Con las piernas en alto, boca arriba, como me gusta, para poder ver su cara mientras le entra la primera polla de su vida, adivino lo que disfruta. En cuanto el ritmo es constante y el chaval suspira rítmicamente, mi hambriento ángel decide participar en la jugada.

Sin sacar mi estilete, me dirige al final de la cama, arrastrando a mi amante hasta ella. De rodillas en el suelo, penetro ahora unas nalgas al límite del colchón. Mi querido rubiales, con cuidado de no dañar al ensartado, se las ingenia para con cuidado, clavarse el duro miembro de Cris en su abierto ano y comenzar un sube baja suave. Cristian no se lo cree. Mientras su culo recibe verga, su polla esta enterrada en el objeto de su deseo y sin poder aguantarse más inunda las entrañas de mi chico.

Ahora sí que te has corrido – le suelta el satisfecho jinete sin cesar en sus movimientos.

Cristian sigue en trance. Su culo virgen se va a resentir de este momento durante un par de días, pero de su boca no sale el menor quejido, sino más bien todo lo contrario.

Desde mi posición puedo ver perfectamente como la verga de Cris pierde tamaño y se escurre entre las nalgas de un Daniel abandonado a su suerte. Ya es suficiente para Cris. Sacando mi pene de su culo, sujeto las caderas de Daniel para devolverle lo que antes le quite, complaciendo así sus ansias de polla. Cristian mientras se escurre debajo de nosotros, apartándose y facilitando que Daniel se tumbe, aprovechando así mejor mis embestidas. Este chico se esta volviendo insaciable. O eso me lo parece.

¿Quieres terminar? – me pregunta mientras comprime su esfínter.

Su control del esfínter es increíblemente bueno, provocándome mayor placer si cabe. Tras dos o tres apretones, mi verga no resiste más e inunda su interior de mi copiosa leche. Derrotados, nos revolcamos en la cama durante unos minutos.

Cristian ha abandonado la estancia para ducharse. A la vuelta nos encuentra todavía retozando en el lecho.

Tengo el culo roto – exclama alegremente mientras se tumba nuestro lado – me escuece un montón.

Y más que te escocerá si eliges el lado oscuro – bromea Daniel.

¿Ha sido como esperabas? – le cuestiono acurrucado a mi ángel.

Para nada – responde exultante – ni en el mejor de mis sueños imagine algo así.

¿Y ahora? – pregunta Daniel.

Pues no se – responde reflexivo – imagino que esperar el chico adecuado. Por que ya tengo clarísimo por donde van los tiros. Muchas gracias por todo chicos – nos dedica mientras se viste para salir y volver a la residencia.

Daniel y yo aún nos quedamos un rato más juntos tras la marcha de Cristian.

No se porque me da que no nos vamos a libras tan fácil de este – le comento.

Si se deja follar así, habrá que aprovecharse – sentencia Daniel mientras se levanta para asearse.

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