El engaño que he sufrido

El engaño que he sufrido......., nunca en la vida lo he podido imaginar

Lo que les voy a comentar, sucedió hace ………, bueno  no es así como debería de comenzar.

En realidad, creía que sólo se trataba de un episodio  que pasó hace algo más de un mes y medio, y que había marcado nuestras vidas de una forma rotunda.

Perteneceos a una clase alta, dado a mi  trabajo, soy arquitecto y la verdad es que me va muy pero que muy bien.

Gracias a pertenecer a una familia de clase alta, de muy buena posición y muy buenas relaciones, cuando acabe la carrera, solo bastaron unos contactos para entrar en uno de los despachos más importantes del país.

Naturalmente, mi valía personal también influye para que pudiese prosperar en este negocio.

Mis buenas ideas plasmadas en planos de edificios, hicieron que subiese como la espuma, y haciendo que los ingresos de la empresa fueran enormes, y naturalmente, pudiendo subir mis honorarios por ello.

Me casé con Isabel, una mujer de bandera. De verdad que sí. Fue un matrimonio de compromiso, también pertenecía a la clase alta, médico de profesión. Y como digo una belleza.

Está a punto de ascender  de categoría profesional, aunque no sé muy bien a cual.

Ahora que lo pienso, como en todo, es posible que su ascenso se deba más a los contactos que a su valía en sí, pero lo que es cierto es que de tonta no tiene un pelo.

Yo no soy demasiado alto, mediré sobre un metro setenta y dos cm. Y empiezo a perder pelo, aunque de momento lo noto yo sólo y ya he tomado medidas para ello, puedo pagar lo mejor y naturalmente lo hago.

Me puse a régimen al notar que empezaba a engordar, y mandé instalar un gimnasio en uno de los pisos del edificio de mi propiedad donde tengo instalado los despachos, el mío en el último piso y los de los empleados distribuidos por el resto de las ocho plantas.

Como he dicho no me va nada mal.

Ahora el cuerpo está proporcionado, y comienzo a tener unas abdominales, que me gustan.

Soy de ojos castaño oscuro, no llegan a ser negros, y el pelo si es negro, con alguna cana que empieza a salir, y me preocupo de disimular. Gracias a tratamientos con los mejores dermatólogos, y las cremas que hacen especialmente para mí, no aparento los 38 años que tengo, parezco más joven, bastante, lo que me permite “dejarme” mirar por jovencitas encantadoras, aunque nunca he pasado de tonteos, que no se pueden decir que llegasen a filtreos.

Isabel tiene un color de ojos difícil de explicar, grandes, y parecen tener un brillo especial gracias a los retoque de maquillaje que usa.

El rímel y el color de lápiz de labios. En la cara una sombra aquí y otra allá hacen que parezca más afilada de lo que en realidad es, y resaltan muchísimo esos ojazos que se gasta, un tono entre verde y azul. Y además es de piel tostada, gracias a sesiones de spa, y de solárium.

Su pelo es de color castaño, diría que de color tabaco, es un  poco más alta que yo, uno o dos cm todo lo más.

Un pecho prominente y terso, duros, sin operaciones. Una tentación en la que me pierdo siempre que puedo.

Su cintura es estrecha, y ayuda a marcar unas caderas, que perecen ser mas grades de lo que son, sus medidas son alrededor de 105.65-90, y su culo es muy duro gracias a sesiones de gimnasio. Para mi es perfecta.

En el terreno del amor, no es muy activa, se deja hacer. Aunque si le gustan ciertos juegos sexuales, y participa haciéndome mamadas, que no le he enseñado yo, aprendió de alguno de los novios que ha tenido.

Cuando nos casamos no era virgen, ya había “estrenado” su vagina, y no sé muy bien las veces que la estrenó, ni con cuantos hombres habría estado.

Llegamos a un acuerdo de fidelidad, acuerdo prematrimonial que redactaron mis abogados, y que perdería mucho si no lo mantenía, entre otras cosas, naturalmente.

Os repito que no me va nada mal , y desde el principio.

Es una feminista capaz de rebatir la razón con tal de dejar a los hombres en el barro. Discute como digo sin tener razones para ello, y yo no soy de los que piden explicaciones y creo que el matrimonio ha de ser basado en la plena libertad de cada uno.

Vivimos en una urbanización privada, y de muy alta clase, muy, muy alta clase.

Un jueves a la noche estábamos viendo la televisión, y vimos luces de coches de policía, muchos coches de policía, que se paraban en una casa que estaba a unos quinientos metros de nosotros, también había motos de policías que realizaban un reconocimiento a muy poca velocidad.

Al menos habría unos 60 policías por los alrededores practicando un reconocimiento.

Estábamos asomados al ventanal, antibalas como todas las ventanas, y la verdad es que nos llamaba la atención tanto movimiento, y nos hacía gracia tanto despliegue.

Veíamos como llamaban a cada casa, intentando recabar información.

El chalet que creíamos habrían entrado, estaba sin habitantes. Era de un médico, cirujano plástico, que me caía fatal, y a Isabel tampoco le hacía mucha gracia tampoco, por lo que me ilusionaba con que le hubiesen robado o roto su colección de juego de té chino, que era milenario, y valía una pasta gansa. Si el ladrón lo vendiera, podría comprar un chalet de 150 m por planta y un terreno de más de 2.000 metros libres para jardín, o para plantar patatas, que en realidad le iba más a su forma de ser, con perdón de los jornaleros.

Yo tenía puesto una camiseta y un pantalón de pijama, y mi mujer tenía una camiseta que le llegaba justo por debajo del culito, cuyas nalgas estaban al aire, pues tenía un tanga.

Estábamos mirando por la ventana, como decía, cuando escuchamos un ruido detrás de nosotros.

Al volvernos, nos encontramos con un hombre enorme de alto, pasaría de los dos metros, sería de 2,05 ó 2,10. Era muy musculado. Nada de grasa, y cada brazo, era como una de mis piernas.

Moreno, afeitado, de los que cuidan su aspecto. Iba vestido completamente de negro, y tenía un pasamontañas, de los que sólo dejaban ver sus ojos. Calzaba unas zapatillas de deporte negras también, y por lo que vi, había pintado las pocas marcas de otro color que hubiese en ellas.

Nos apuntaba con una pistola, hacía juego con su tamaño, pues era enorme también.

Se llevó un dedo a la boca a modo de que mantuviésemos silencio, y en voz baja, grava, muy grave, con tono de autoridad, y rabia contendía, dijo señalándome,

-          Tú, cierra las persianas y corre las cortinas. Y tú échate en el suelo boca abajo, y pon las manos sobre la cabeza. No hagáis ruido ni movimientos bruscos.

Hicimos lo que dijo en completo silencio, y naturalmente aterrorizados.

-          Bien, lamento interrumpir así, pero las circunstancias obligan. Y cuando digo que obligan me refiero a que haré todo lo necesario para salir de esta, con o sin vuestra ayuda.

Si es con vuestra ayuda, os prometo que no vais a sufrir daño alguno, y si es sin vuestra ayuda, intentaré convenceros de alguna manera, y será matando a uno de vosotros, así el que quede, será más sumiso y cumplirá todo lo que le diga. Lo habéis entendido?

-          Si

-          Si.

Contestamos casi al unisonó u con voz clara.

-          Estupendo. Veo que nos vamos a entender. Tú –dijo señalándome- siéntate en esa silla.

Lo hice, estaba cerca de la pared, y encarada hacia el pasillo que daba a nuestro dormitorio.

-          Chica! Cómo te llamas?

-          Isabel

-          Bien Isabel, quiero que cojas una cuerda o algo que sirva para atar a tu hombre, que supongo que es tu marido, verdad?

-          Si, es mi marido

-          Bien busca algo para atarle, y para amordazarle.

-          Tenemos una cuerda en el garaje, es bastante grande, y servirá

-          Mejor busca algo que esté en esta sala, y después veremos lo de ir al garaje.

Buscó por varias partes, pero no veía nada, se impacientó, y casi gruñendo le dijo

-          Rápido, no hay nada?

-          No, intento hacer lo que me pide, pero no encuentro nada!

-          Ese pasillo a donde va?

-          Al dormitorio

-          Bien ve y coge una sábana, de la cama misma, si tardas más de 20 segundos la armo.

-          Voy! – dijo Isabel

-          Tranquilo, estamos haciendo lo que nos pide,. Estamos nerviosos, pero no estamos perdiendo tiempo. Es una situación difícil e intentamos no hacer nada malo

Respiró profundamente, negando con la cabeza.

-          Verá, yo también estoy nervioso. Y si veo que están haciendo las cosas como les indico. Por su bien no pierdan los nervios. Sólo les pido eso, no sé lo que vamos a estar en esta situación, y espero poder marcharme sin más historias. Pero esto es lo que hay, así que intenten estar tranquilos, que de verdad que no pretendo hacerles daño.

-          Bueno dentro de lo malo, eso tranquiliza algo! – dije con un tono de nerviosismo en mi voz

En ese momento entró mi mujer en la sala de nuevo con un juego de sábanas limpio y planchado

-          Estas sábanas no son las de la cama! –dijo el asaltador con tono crispado

-          No, son limpias, las dejo la chica sin guardar encima de un sillón, me gusta guardar a mí la ropa a mi gusto, siempre lo hace así

-          Bien, luego comprobaremos esto. Ahora quiero que las estires lo más posible, y las enrolles lo más delgado que puedas.

Isabel hizo lo que le pedía, y con los movimientos dejaba al descubierto su culito, y al parecer, el asaltador de vez en cuando, miraba con unos ojos que dejaban adivinar que le gustaba lo que veía.

-          Ya está

-          Bien, y ahora ponte de nuevo en el suelo como antes, boca abajo, y las manos en la cabeza, mientras ato a tu marido. Y tú, no intentes hacer nada de nada, pues haré lo posible para, lo necesario, para aplacar tus ansias de heroísmo.

-          Tranquilo hombre – le dije – Te prometo que no intentaré nada extraño

-          Mejor!

Me empezó a atar y para facilitar la acción me eché hacia adelante, no sé qué es lo que pensó el mal nacido, que sentí un golpe enorme en la cabeza

-          AAAAAAHH! -  me quejé – pero si no hice nada, estoy ayudando!!

-          Joder!, lo siento muchísimo de verdad, creía que….. Mierda! Te hice sangre, te he hecho una herida, vas a tener que ir al médico

-          Yo soy médico – dijo mi mujer

-          En serio, lo dices de verdad!

-          Pues cuando lo ate le echas un vistazo

-          Serás bestia!

-          Sigue en el suelo, no te levantes, acabo en seguida ya verás

Yo me encontraba algo atontado, pero controlaba los movimientos y la conversación, aunque con los ojos cerrados fuertemente, y con la cabeza inclinada hacia adelante. Noté un goteo en una de mis rodillas, abrí los ojos, y era sangre que goteaba en abundancia.

Terminó de atarme, y se dirigió a mi mujer

-          Levántate, y mira la cabeza de tu marido. Joder tío, cuanto lo siento, creía…., lo siento de verás, tienes que perdonar

Mi mujer estaba mirando la cabeza y le dijo

-          Necesita puntos, y algo para calmar el dolor, desinfectante y todo eso.

-          Tienes algo en casa?

-          Si, lo necesario

-          Vamos a buscarlo

Se dirigieron a una sala, donde se guardaban todos los artilugios medicinales, instrumental quirúrgico, y una silla como de dentista, incluyendo unas potentes luces como de quirófano. Al volver a la sala mi mujer dijo

-          Hay sangre en el suelo y no puede ser de mi marido!

-          Debe de ser mía

-          Estás herido?

-          Si

-          Que tienes?

-          Me dispararon los muy bestias, bueno uno, pero le he dado un golpe más fuerte que el que le he dado a tu marido, ha venido una ambulancia para atenderlo

-          Déjame ver!

-          Primero a tu marido

-          Ya lo he visto, y primero será lo más urgente, que no quiero que te mueras en mi casa, no vayas a atarme a mí también, y no nos descubran hasta pasado el fin de semana que venga la chica. Como comprenderás no me apetece pasar por esto sin agua ni nada! No lo hago por ti, lo hago por mí. Bueno por los dos. Y por lo que veo hay mucha sangre

-          Desde luego piensas en todo

-          En todo lo que me interesa

Me puso una compresa en la cabeza,  y una venda para sujetar

-          Desnúdate!

-          Sólo la parte de la herida.

La herida estaba en la parte superior del muslo, y se bajó los pantalones.

Mi mujer, tal y como aprecié, se fijó también en los calzoncillos, tipo bóxer, que dejaba a las claras el tremendo paquete que se calzaba.

Sin cortarse le dijo

-          No te habrán dado en la poya?

-          No, creo que no, me dieron en la parte interna, pero no me duele la poya, me duele la pierna. Pero ahora que lo dices, creo que le hijo de uta apuntaba a las pelotas.

-          Pues por poco!

-          Te hace gracia?

-          No, bueno ahora no, cuando pase todo tendré tiempo de reírme si me hace gracia

-          Eres algo cabrona no?

-          Y lo dices tú?

Isabel se puso unos guantes y lo empezó a mirar con sumo cuidado, abriendo la herida para ver mejor los tejidos dañados, lo que provocaba que pusiese unas muecas de dolor.

Se dio cuenta, y profundizó más en la herida metiendo un dedo por la parte por donde había salido la bala

-          Joder que duele! Para ya!

-          Jódete! Hay que coser, la herida está limpia, no hay daños nada más que en el músculo. Desde luego has tenido suerte, mucha suerte. Si no tienes hijos por poco te dejan sin ellos!

-          Tengo tres, dos niños y una niña

-          Estás casado!

-          Viudo

-          Lo siento

-          Quedé en paro, y no puedo fallarles, tengo que buscar dinero, por eso …., me veo en estas

Mientras le ponía dentro de la herida unas gasas estériles, seguían manteniendo la conversación

-          En qué trabajabas?

-          Llevaba la contabilidad de una empresa, presentó un ERE, y después un expediente de quiebra.

-          Pues vaya.

-          Tengo el Doctorado en Económicas….., y ahora en esta situación

-          Pues de ladrón lo que se dice doctorado….,

Por primera vez sonrió

-          Ahora deja de momento y atiende a tu marido. De verdad que estoy fastidiado por lo que hice. Creía que quería escapar, y le golpeé

-          Si, voy a ponerle una inyección para calmar el dolor, que debe ser de lo grande

-          No, inyecciones no, me haces la cura y listo, que ya tengo bastante.

-          Te voy a anestesiar, coser, y poner un inyección para evitar infecciones

-          Vale

Me dio cinco puntos, después de rasurar el pelo alrededor de la zona afectada, puso desinfectante, y me puso la dichosa inyección de antibiótico para que no hubiera infección. La muy puta en vez de antibiótico como decía, me puso un relajante que provoco en mí un aturdimiento.

En un momento estaba dormido, y al siguiente estaba despierto, aunque lo que veía parecía como si estuviese soñando.

En esas estaba cuando veo a mi mujer como a través de una niebla, inclinada sobre la pierna, a la altura de sus ingles, y de algo más de un aparatoso tamaño

Inclinada como estaba, se le había subido por completo la camiseta dejando al descubierto por completo, su culo.

-          Esto es de lo más incomodo, has debido de dejarme hacer la cura en la otra sala, sobre la silla, así no estaría así.

-          Bueno, pero así me alegro la vista. Al final voy a tener que darle las gracias al carbón que me disparó!

-          Porqué?

-          Por lo que se ve desde aquí

-          El qué

-          Bueno lo que me dejas al descubierto

En ese momento se dio cuenta de la situación y bajo la camiseta, sentándose sobre ella, para que no se subiese.

-          Eres un cerdo!

-          No lo creo, solo veo lo que me enseñan, y cojo lo que me dan, y toco lo que me dejan

En ese momento, posó su mano en una pierna de mi mujer, y ascendió despacio pero sin pausa, hacia las ingles, y buscando el sexo de Isabel

Con las pinzas sujetó el miembro del hombre, y con las tijeras hizo ademán de cortarle la poya, colocando está entre las hojas.

-          Qué bien te explicas hija!

-          Parece mentira, de que con la que llevamos, tengas ganas de bromas

-          Hace mucho que no echo un buen polvo. Y mucho mas que no veo el culo de una mujer tan buena como tú!

-          Gracias por el cumplido

Al sacar la mano de entre sus muslos, intencionada mente, rozo con sus dedos el clítoris a través del tanga, provocando en mi mujer un gesto de placer

-          Estate quieto, que voy a coser

Terminó de coser y ayudo a levantar al hombretón, pasándose uno de sus brazos por encima de sus hombros, dejando que su mano rozase su pecho y se entretuviese con su pezón, que se puso durísimo.

Le ayudo a sentarse, y al estar inclinada cerca de su cara, él le dijo

-          Me dejas que te de un beso en agradecimiento?

Mi mujer no contestó, y él le tomó por la nuca y acerco la boca de Isabel a la suya, pero antes de que le diera el beso, me miró y vio que yo tenía los ojos entrecerrados, cosa que provocó una sonrisa y acto seguido besó y metió su lengua dentro de la boca de mi mujer.

Fue un beso largo, húmedo, y mi mujer acepto sin reparo, al principio parecía esquivar el beso, pero después lo acepto de buen grado, y correspondió con gusto.

Una vez finalizado el beso, o mientras lo finalizaba, deslizó su mano por la espalda, y acarició las piernas, subiendo por el culo por debajo de la camiseta. Mi mujer lo miraba y no decía nada.

Acarició entonces los muslos, y puso su mano entre ellos acariciando su clítoris de nuevo, y cambio para acariciar por delante de las piernas. Ascendió por su vientre y llegó sin dificultad, y sin reparos por parte de mi mujer, a sus pechos que acariciaba cambiando de uno a otro, y que sobaba con la plenitud de su mano, y el consentimiento de mi mujer.

En esto hizo algo que me sorprendió, mi mujer descendió de nuevo y besó al hombre, con una entrega que para mí fue todo un descubrimiento.

Se levantó de repente, y tomó a mi mujer del brazo guiándola al dormitorio

-          Llevo un montón de tiempo sin poder tocar a una mujer. Y tú parece que no te cueste mucho. Así que voy a echarte un buen polvo, lo quieras o no, que creo que sí. Y después si quieres puedes decir que fue una violación

-          No , mi marido…

-          Tu marido está grogui por la droga que le has metido, y creo que lo has hecho apropósito

-          No, era por el dolor. Yo no quiero esto!

-          Pues yo sí. Adelante!

Le dijo a la entrada del dormitorio que veía perfectamente por estar justo al final del pasillo y se encontraba, como dije, justo frente a mí.

-          Desnúdate

Isabel se le quedó mirando fijamente, en silencio. Estaba completamente tensa.

El ladrón, que no conocía su nombre aún, levantó la mano en actitud amenazante como para abofetearla.

Mi mujer le llegaba a la altura de los hombros, y se encogió temerosa. Él bajo la mano y le repitió con un tono amenazante, que su voz grave añadía más respeto, y lo hacía lentamente

-          Des-nú-da-te y haz-lo ya!

Mi mujer lo miraba en silencio, parecía no poder aguantar su mirada, que la tenía fría. Bajó la cabeza para esquivar esos ojos. Parecía que las lágrimas corrían por sus mejillas.

Sus manos tomaron la camiseta y comenzó a subirla para sacarla por la cabeza.

Se quedó sólo con el tanga a los ojos de aquel hombre que la devoraba con los ojos.

Le tomó de un hombro y le obligó a girar sobre sí misma para observarla mejor.

Cuando la tenía de espaldas, su mano la poso en una de sus nalgas, la apretó y dio unas palmaditas, como comprobando sus dureza.

-          Dios mío! –exclamó

Acariciando su nalga, subió y metió la mano por una de las tiras del tanga, la agarro y tiró fuertemente del arrancándolo y tirándolo al suelo.

Mi mujer se quejó con un grito, por las molestias que le provocó en las ingles, aunque parecía más por la impresión, aunque llevó sus manos a ese punto que parecía dolerle.

-          Eres un bestia inaguantable!

El hombre tomó la mano de mi mujer y se la llevó a su poya que la tenía empalmada, y en comparación con el tamaño de su mano, parecía de juguete.

-          Espero, por tu bien, que puedas aguantarme

Ella lo miro con la boca abierta de asombro, y los ojos abiertos de incredulidad.

Le acarició los pechos y pellizcó los pezones, dio un tirón de ellos, y las tetas de Isabel subieron prendidas de esas dos puntadas. Recordaba lo sensibles que tenia los pechos, y lo fácilmente que se excitaba cuando se los acariciaba.

El hombre caminaba hacia atrás tirando de Isabel por sus pezones, y ella lo seguía de puntillas. Sujeto con sus manos los brazos del hombre, imagino que con intención de hacérselos bajar. El hombre paró en seco y le espeto

-          Suéltame los brazos inmediatamente

-          Me duele

-          Ya!

Isabel obedeció, y con los brazos doblados por los codos, y de puntillas siguió los pasos del hombre.

Desde mi posición, veía el lado de la cama donde dormía mi mujer, pues el cabecero daba hacia la pared del fondo, y los pies de la cama hacia la puerta.

El hombre caminando hacia atrás, se dirigía hacia ese lado, y de espaldas a la pared por el lado de la cama. Sin ninguna dificultad me miraba por encima de la cabeza de mi mujer, que seguía mirando lo estiradas que tenía las tetas por la tracción que hacia sobre ellos.

De pronto el hombre paró, bajó los brazos, pues mi mujer ya no estaba de puntillas. Volvió a mirar por encima de la cabeza de mi mujer, y me sonrió. Sin duda se dio cuenta de que yo no estaba dormido. Estaba como en un sueño, pero no estaba dormido. Me esforzaba por estar despierto, pero me costaba muchísimo. Imagino que la excitación de todo lo que estaba viviendo, influía en que no hubiese hecho el efecto deseado de aquella inyección que me había puesto mi mujer.

Veía como se meneaban los glúteos de mi mujer a cada paso. Era una mujer excitante sin duda alguna.

Llegado a la mitad de la cama, el hombre sin dejar de mirarme giró a mi mujer y le obligo a sentarse en ella. Soltó los pezones, que veía ahora estaban hinchadísimos, y se sacó los pantalones y calzoncillos. La poya del hombre cayó sobre la frente de mi mujer que se sorprendió. Y se deslizó sobre su mejilla.

-          Isabel –era la primera vez que la llamaba por su nombre- que no tenga que decirte lo que tienes que hacer.

-          Pero yo no –se cayó de golpe y miró al hombre- yo….., está bien

Lo dijo con resignación, y agarró con sus dos manitas el tremendo garrote y acercó su boca para empezar a chupar y besar.

No solía hacerlo conmigo, pero las veces que lo hizo, el placer que me proporcionó, no estaba lejos del que ahora sentía el hombre, dueño de la situación, que de vez en cuando me miraba para comprobar si me estaba o no, perdiendo detalle de todo lo que ocurría.

Siguieron durante unos minutos, y veía como mi mujer intentaba tragarse el máximo de poya, y cuando digo tragarse me refiero a tragarse, pues la cantidad de poya que desaparecía en su boca, indudablemente, no cabía solo en ella. Se la estaba tragando.

Su garganta se inflaba con el paso de esa tranca, y era algo digno de admirar.

El hombre soltó unos suspiros, y separó a mi mujer

-          No quiero correrme en tu boca. Quiero correrme en tu coño.

La empujo por los hombros, haciendo que recostara en la cama. Subió sus piernas abriéndolas, encima del colchón y se agachó para comerle la vagina.

Isabel permanecía con los ojos tremendamente cerrados y de vez en cuando los abría con una mueca de sorpresa. De pronto arqueó su espalda, y acercó los nudillos de su mano a su boca.

Al cabo de unos minutos, en los que su cabeza variaba de posición, de mirar a la cabecera de la cama, a mirar a los pies de la cama, y por ello a mi dirección. De pronto su cuero comenzó a agitarse. Y a temblar presa de sacudidas espasmódicas, que sin duda eran fruto de un orgasmo.

El hombre se separó y levantándose le indicó con el índice de la mano izquierda el cabecero de la cama.

Mi mujer no dijo nada y comprendió sus intenciones. Se acostó boca arriba con la cabeza en la almohada, y sin que le dijese nada abrió al máximo sus piernas, mostrándome su vagina, cuyos labios estaban completamente húmedos.

El hombre le puso unas almohadas más para que se recostase, y para que yo no me perdiera la cara de mi mujer. Ella no dejaba de mirarlo a los ojos mientras el hombre se colocaba entre sus piernas.

-          Verás no me gusta hacer lo que voy a hacer. Lo hago por dos razones. La primera es que hace muchos años que no estoy con una mujer, y tú me levantaste las ganas de una manera que ninguna otra me lo hizo. La segunda es que, sinceramente, creo que me van a apresar, y me pasaré una temporada enorme en la cárcel. Me consolaré a pajas pensando en ti. Claro que sería un detalle que me vinieses a ver y pidieras un bis a bis especial si esto ocurre.

Mi mujer no dejaba de mirarlo con la boca entreabierta.

-          No digas nada. Ahora no digas nada y escúchame.

-          De acuerdo

-          No soy un violador, y no creas que esto es una violación, no se los motivos, pero te has fijado en mí desde casi el principio. Y te has regalado la vista cuando me dabas los puntos y me hacías la cura. Por cierto tengo que darte las gracias. La verdad es que lo has hecho muy bien…., y no sólo la cura. Me gustaría dejar claro esto. Has drogado a tu marido para hacer esto, para que te follara y que él no se enterase. Será el morbo de la situación pero estas deseando que te folle, y yo te agradezco el favor, y lo voy a hacer de muy buena gana. Y si da tiempo lo haremos varias veces.

Cuando se calme todo, me marchare. Pero para estar tranquilos, mejor me voy a quedar un par de días, ya que has dejado caer que la chica no volverá hasta el lunes. Te acuerdas de eso verdad?

-          Si

-          Y estas de acuerdo en lo que te he dicho?

Mi mujer se cayó y giró su cabeza hacia el armario.

-          No, no mires a otro lado. Mírame a mí

Dicho esto vi que una mano se apoyaba junto el lado izquierdo de de mi mujer, y con la otra mano sujetaba la poya y apuntaba a su, ya lubricada vagina, comenzando a presionar con firmeza, para entrar en mi mujer que abría la boca con los ojos entrecerrados, mirando la cara del hombre.

**CONTINUARÁ**