El engaño

Era una chica de unos cuarenta años, muy atractiva, con ojos negros, tez morena y una larga melena negra.

Yo tenía por aquel entonces 22 añitos, era un chico bien parecido, por no decir guapo, con un buen físico, además, de tener una complexión atlética, estaba bastante musculado debido a que entrenaba en un gimnasio. También he de destacar que la naturaleza se había portado bastante bien conmigo, dotándome de un buen aparato reproductor (23’50 cm) y una fogosidad bastante elevada como para darle un buen uso.

Por regla general no solía tener problemas para ligar, aunque no tenía novia, no por que no me hubieran surgido candidatas, sino porque yo no había encontrado a esa chica que me llenara lo suficiente como para mantener una relación seria.

Es el caprichoso destino el que hizo que apareciera una chica en mi vida, que fuera la que yo estaba esperando, y que no pudiese tener la posibilidad de tenerla como compañera sentimental. Me explico: Yo vivía con mi familia en el cuarto piso de un edificio y en el quinto se acababan de mudar unos nuevos vecinos, un matrimonio sin hijos de unos cuarenta y tantos años. La primera vez que me crucé con ella estaba subiendo su equipaje, me quedé tan impresionado que no fui capaz de articular palabra ante su cordial saludo.

Era una chica de unos cuarenta años, muy atractiva, con ojos negros, tez morena y una larga melena negra. Era alta, con una figura muy estilizada, un pecho abundante y que se adivinaba muy firme, sus piernas delgadas eran largas y esbeltas. Era mi tipo ideal de mujer, y además muy simpática.

A partir de ese momento no pude volver a quitármela de la cabeza, pero era mi vecina y una mujer felizmente casada, yo tenía claro que ella no cambiaría a su marido, que por otra parte era un tipo atractivo y con un buen físico, por un chico al que le doblaba la edad y que aún estaba estudiando en la universidad.

Pasaron un par de meses, entre ellos y yo se había creado la típica relación de vecinos que se cruzan en el portal y coinciden en el ascensor.

Un día de esos, mientras bajábamos en el ascensor, Juan, el marido, me pregunto, al verme con un bolso de deporte, si estaba entrenando en algún gimnasio de la zona, yo le respondí que sí, y el me contestó que estaba pensando volver a entrenar y le gustaría que lo yo lo acompañase a conocer el gimnasio. A la semana ya habíamos estrechado nuestra amistad e incluso entrenábamos juntos en el gimnasio. Yo solía subir a su casa a buscarlo para bajar juntos y allí, Maria, su mujer y mi amor platónico, nos preparaba un batido de proteínas antes de salir.

Pasaron así varias semanas y nuestra relación de amistad se fue intensificando. Un día, después de salir del gimnasio, Juan me preguntó directamente y sin rodeos: ¿Qué te parece Maria? Yo me quedé algo descolocado ante esta pregunta, pero reaccione: es una chica muy simpática y agradable. El volvió a preguntar: ¿No te parece atractiva? Yo me atreví a responderle: si, es muy guapa. El sonrió y ahí quedó todo ese día, pero a partir de entonces empecé a notar como Maria me miraba de diferente manera, mas directamente a los ojos y con una expresión entre sensual y pícara.

Una tarde, como yo solía hacer, subí a buscar a Juan a su casa para ir al gimnasio. Maria me abrió la puerta y me convidó a entrar. Estaba vestida solamente con una especie de camisón que al trasluz dejaba adivinar su espectacular figura. Se fue a la cocina y al momento volvió con un batido de proteínas en una bandeja: Juan ha tenido que salir, le ha surgido un imprevisto y no irá al gimnasio, pero yo te he preparado tu batido. Yo me quedé un poco cortado pero accedí a tomarme el batido, mientras, ella me miraba muy interesada. Cuando terminé la bebida hice ademán de incorporarme para marcharme, pero ella me preguntó: ¿Tienes prisa por marcharte o estas incómodo conmigo? Yo respondí: en absoluto, es por no molestarte. Ella respondió: pues quédate sentado y hazme compañía, me encuentro muy sola.

Luego prosiguió preguntándome: ¿Que te parezco? ¿Crees que soy atractiva como mujer? En otras circunstancias se me hubiesen salido los colores y me hubiera quedado sin palabras, pero el batido de proteínas debía de llevar algo mas que las mencionadas proteínas y que me hacía comportarme mas desinhibidamente. Le respondí algo que en circunstancias normales no habría ni imaginado decir: Eres una chica muy atractiva, tienes un cuerpazo, y tengo que reconocer que me atraes mucho. Ella volvió a preguntarme, esta vez con cara falsamente compungida: ¿Sólo te atraigo? Vaya, que pena.

Yo me lance: Creo que tu sabes que estoy loco por ti desde el primer día en que te vi, desde entonces no he dejado de desearte ni un momento.

Me sorprendía a mi mismo de lo que decía, aquel batido obraba milagros. Ella se levantó del sillón, su bata se entreabrió, dejando ver su cuerpo totalmente desnudo, sus preciosos pechos y su rasurado sexo. Con un pequeño movimiento hizo caer la bata al suelo y se quedó totalmente desnuda frente a mí. Yo también te deseo! Me comentó.

Lo que siguió luego es de imaginar, hasta cierto punto. Nos abrazamos, nos besamos, ella me ayudó a desnudarme, y luego nos fuimos al dormitorio. Comenzó comiéndome el rabo y exclamó: menuda polla tienes! Luego fui yo quien el comió el coño a ella, ese coño que tanto ansiaba probar. Tras un largo rato, en el que estuvimos degustando nuestros cuerpos, ella se abrió de piernas y exclamó: follame! Me coloqué sobre ella y con un suave empujón le introduje mi polla hasta el fondo de su coño, me parecía un sueño poder tener en mis brazos a la chica que tanto había deseado. Llevábamos un buen rato en esta postura, ella ya había tenido varios orgasmos, cuando escuché un ruido que provenía de la entrada de la habitación. Me volví y menuda sorpresa, Juan estaba en el umbral de la puerta, debía llevar algún tiempo allí mirando, estaba totalmente desnudo y masajeándose la polla. Yo casi pierdo totalmente la erección, pero Maria ni se inmutó, al contrario exclamo: Vamos, sigue follándome, cuando termines Juan ocupará tu lugar, no preguntes nada mas ahora.

Seguí montándola, tras el susto inicial, con nuevos bríos, el sentirme observado por Juan, mientras me follaba a su mujer, me dio mas morbo aún. María volvió a correrse y luego me tocó a mí el turno, eyaculé dentro de su coño, fue una gran descarga, mi esperma caliente salía a borbotones inundando su vagina, mientras ella tenía enganchadas sus preciosas piernas alrededor de mi cintura obligando a mi rabo a permanecer hundido en su coño hasta el cuello del útero. Después de terminar, la besé apasionadamente y me aparté, Juan ocupó mi lugar y comenzó a follarla, ni siquiera se molestaron en limpiar el semen que yo había depositado en el coño de Maria, follaron como locos. Ella volvió a correrse en varias ocasiones mientras me miraba, hasta que el eyaculó en medio de unos leves gemidos de placer.

Después de terminado el encuentro me volví a casa. Al día siguiente, por la tarde, Juan llamó a la puerta de casa, yo abrí: ¿Qué te pasa? Maria y yo estamos esperando a que subas. Yo estaba desconcertado, pero volví a subir a su casa y volvimos a tener otro encuentro sexual.

Pasamos toda la tarde follando los tres, en vez de ir al gimnasio. Juan y yo nos turnábamos para montar a su mujer, uno y otro consecutivamente, primero haciendo el misionero, luego a cuatro patas. Después le hacíamos un sanwich, en una doble penetración, uno por el culo y otro por el coño, luego cambiábamos de agujero. Nosotros gozábamos del exquisito cuerpo de Maria, pero ella estaba como loca al tener a dos buenos sementales a su disposición, dándole polla de todas las maneras imaginables, aunque eso sí, siempre terminábamos igual, yo me corría en su coño y luego lo hacía Juan.

Estuvimos así casi dos meses, follando casi todas las tardes, compartiendo a Maria, gozando de su hermoso cuerpo y dándole todo el placer que podíamos. A pesar de esta situación a mí me faltaba algo, yo estaba enamorado de ella, y aunque aceptaba follarla a medias con su marido, como algo habitual y entre comillas normal, me hubiera gustado tener una relación de pareja con ella, ya que después de cada uno de nuestros maratonianos encuentros sexuales, ellos se quedaban juntos en su casa y yo volvía solo a la mía.

Un día, o mejor dicho, una tarde, me cansé de tocar en su casa, nadie respondió. La vecina de enfrente abrió la puerta de su casa: No te molestes, se han marchado, me comentó. Yo no entendí: Ah, han salido. No, exclamó ella, se han mudado, ¿es extraño verdad? Luego siguió poniéndome al corriente: Al parecer hacía tiempo que querían ser padres, pero él no podía dejarla embarazada, es estéril o algo así. Creo que estaban intentando algo para que ella pudiera quedar embarazada, igual se han cansado de intentarlo y por eso se han marchado.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo y un mal pensamiento me vino a la cabeza. En los días siguientes y tras indagar mucho, conseguí enterarme de que ellos llevaban tiempo queriendo ser padres sin conseguirlo, y aunque a los vecinos les habían dicho que Maria seguía un tratamiento de fecundación in vitro, la verdad era que no estaban acudiendo a ningún centro para ello. La conclusión era clara: me habían utilizado como semental, necesitaban a un hombre joven, sano, guapo y con estudios. Además sabían que debido a mis sentimientos hacia ella, caería mas fácilmente en la trampa. Ahora entendía porque terminábamos siempre igual nuestros encuentros, yo corriéndome dentro del coño de Maria y luego Juan ocupando mi puesto para hacer lo mismo. Así tenían la sensación de que era él y no yo el que la dejaba embarazada.

Esta historia me dejó marcado durante mucho tiempo, no podía quitarme de la cabeza a Maria, y que el hijo o hija que habría dado a luz era también mío y no de Juan. A pesar de sentirme utilizado la seguía queriendo y deseando. Pero la vida da muchas vueltas, y un día, pasados un par de años, me tropecé a Maria en plena calle. Ella se quedó muy cortada, yo la saludé: Hola Maria. Hola, respondió ella. Yo seguí: ¿Cómo está nuestro hijo o quizás hija? Ella exclamó: Te has vuelto loco! Pero siguió hablando: es una niña preciosa. Yo respondí: si se parece a la madre, tiene que ser la niña mas bonita del mundo.

En medio de esta tensión nos fuimos a tomar un café y hablar. Ella lo confesó todo: tenían pensado hacer algo así, aunque no estaban seguros de poder llevar su plan a la practica, pero cuando me conocieron, Juan maquinó todo para hacerlo conmigo. Maria me reconoció que aunque todo lo hizo Juan con su consentimiento, siempre disfrutó conmigo, ya que realmente se sentía atraida por mí y realmente me deseaba, cosa que molestaba mucho a Juan, que me veía solamente como un instrumento para ser padre. Por eso precipitaron su marcha, Juan vió muy cerca la posibilidad de que Maria le dejase finalmente y optase por iniciar una relación conmigo, ya que además de haberse enamorado de mí, se había quedado embarazada, y no precisamente de él sino de mí.

Salimos de la cafetería, yo le pregunté: ¿Qué quieres hacer? Ella respondió: Ahora que ya lo sabes todo, solamente quiero cumplir tus deseos, aunque no lo creas nunca he dejado de pensar en ti, en nosotros, en fin, siempre creí que lo nuestro sería un sueño imposible de realizar, yo casada, la diferencia de edad, Juan, yo que se que mas excusas, con el tiempo lo vi todo mas claro, pero demasiado tarde para volver.

Nos fuimos a un pequeño hostal, muy cerca de donde nos encontrábamos. Alquilamos una habitación y subimos a ella. Nada mas entrar comenzamos a comernos a besos, nos manoseábamos y terminamos desnudándonos. Su cuerpo no había perdido ni un ápice de su encanto, a pesar de haber dado a luz a nuestra hija. Nos tumbamos en la cama y ella se apresuró a tomar mi enorme rabo, comenzó a chuparlo con desesperación, como si fuese una drogadicta a la que le permiten disfrutar de una dosis en pleno síndrome de abstinencia. Mamaba mi polla con mucha pasión, su lengua repasaba los bordes de mi glande en busca de mi sabor a macho, nadie, incluso la misma Maria en nuestra etapa anterior, me había dado tanto placer al comerme la polla. Luego tomé yo el relevo comiéndole el coño, saboreándolo y bebiendo hasta la última gota de flujo que emanaba de su interior, dejándolo tan seco que nadie que lo observase en ese momento podría darse cuenta que había tenido varios orgasmos con mi boca y en mi cara.

Luego la tomé, esta vez de pié, la sujeté con mis fuertes brazos y nos incorporamos juntos, mi polla entró con fuerza hasta el fondo de su coño mientras la mantenía suspendida en el aire, pero ella ni siquiera se quejó, asimiló la fuerza de mi grande y gorda polla con total sumisión. Comencé a sacar y meter mi polla, mientras ella se sujetaba con sus brazos a mi cuello y con sus piernas alrededor de mi cintura. Sus jadeos comenzaron ha ser mas continuos e intensos, y terminó profiriendo gritos de placer. Luego la deposité suavemente en la cama, coloqué mi rabo a la altura de su cara y comencé a masturbarme, quería hacer algo que siempre tuve vetado en nuestra relación anterior, ya que su marido nunca quiso que yo lo hiciera. Esta vez podría hacerlo, quería sentir el placer de eyacular en su cara, de correrme ante su precioso rostro y dejarlo empapado de mi blanco semen. Se notaba que Maria también lo deseaba, comentó: por fin voy a poder degustar tu leche. No pudo decir mas, un chorro de esperma cayó sobre su boca entreabierta, manchando sus labios e introduciéndose dentro. Maria comenzó a degustarlo, a catar el sabor de mis fluidos, mientras los siguientes chorros de mi leche caían sobre su cara, sus ojos, su pelo y nuevamente dentro de su boca. Yo terminé de eyacular entre gemidos mientras Maria recogía con sus dedos los restos de mi semen diseminados por su cara para llevarlos hasta sus labios para saborearlo y tragarse hasta la última gota.

Nos tumbamos juntos en la cama a descansar, allí comenzamos a hacer planes sobre nosotros.

Hoy día somos pareja estable, Maria se divorció de Juan, yo reconocí legalmente a nuestra hija, y formamos una familia, a pesar de que Maria es 20 mayor que yo, somos una pareja muy unida y ella sigue manteniendo su espectacular figura y belleza.