El enfermero

Después de una operación el enfermero le calma a un adolescente otras dolencias.

EL ENFERMERO

Esto me sucedió a los 17 años. Era un invierno bastante crudo y me había agarrado anginas. Cuando el médico vino a mi casa a revisarme, les preguntó a mis padres si no me habían extraído nunca las amígdalas. Ellos le contestaron que no, que no había hecho falta, así que el galeno les dijo que cuando me curara, me llevaran a un especialista para que él decidiera si hacía falta que me las quitaran o no. Esto a mí no me gustaba demasiado, nunca me habían operado, así que le tenía un poco de miedo a la anestesia, pero mis padres me calmaron y me dijeron que no pasaba nada, que era solamente anestesia local y que me quedaría en el hospital entre uno y dos días nada más. Así que cuando estuve restablecido del todo y me llevaron al especialista, el mismo dijo que efectivamente necesitaba una operación. Por un lado estaba contento, porque faltaría a clases para la operación pero por el otro lado, no me gustaba, porque varios me dijeron que el postoperatorio era bastante doloroso... Pero bueno, otra no me quedaba, así que la operación se fijó para un martes a las cinco de la tarde.

Ese día llegué del colegio, comí muy poco, mi madre ya me había arreglado un bolso con un pijama nuevo y otras cosas. Yo le pregunté para qué pijama, si nunca usaba. Pero mi madre me dijo que no podía andar en pelotas en la habitación de un hospital. Así que le tuve que hacer caso porque me pareció que tenía razón. Me llevaron al hospital y allí se quedaron mis padres hasta que a eso de las cuatro y media de la tarde me llevaron a cirugía. Me habían desnudado, puesto una bata blanca y un camillero me llevó hasta el piso en una silla de ruedas. Allí me hicieron acostar en una camilla y me pusieron una mascarilla en la boca y nariz y me dijeron que respirara y contara desde cien hasta cero... hice un esfuerzo por contar, pero, los números no querían aparecer en mi cabeza... cien, noventa y nueve, noventa... y ocho... noventa y siete... noventa y.. seis... noventa...

Lo próximo que recuerdo es que estaba acostado en mi cama de la habitación  con el pijama puesto y mi madre estaba leyendo una revista. Traté de hablar, pero me dolió mucho, así que me dijo que me callara y si necesitaba algo, le hice por señas que quería agua. Me llenó un baso de agua mineral y me la dio. Me costó tragar, pero la sed era mucho mayor que mi dolor. Mi madre me dijo que tratara de dormir, que el sedante me duraría por lo menos unas horas más y que cuando despertara, ella estaría a mi lado. Cuando volví a despertar ya era de noche y estaban mis padres y mis hermanas en la habitación. Me habían traído algunas revistas para leer y (cuando no) los deberes del colegio... Me comenzaron a hablar, que como me sentía que si necesitaba algo, que si tenía hambre... todavía estaba bastante confundido por la anestesia y necesitaba tranquilidad, así que le escribí a mi madre en una pizarra que me había llevado que quería quedarme solo. Ella me dijo que bueno, que se quedaría ella toda la noche. En eso entra un enfermero y empieza a echar a toda la familia del lugar, diciendo que era la hora de comer y que me dejaran descansar un rato tranquilo. Mi madre le dijo que ella se quedaría toda la noche a mi cuidado, pero como yo reaccioné diciéndole que no, que al otro día tendría que ir a trabajar y todo eso, el enfermero le dijo que no era necesario que ella se quedara, que había cinco enfermeros en el piso para cuidar a los enfermos y que no ganaba nada quedándose. Mi madre me volvió a preguntar si no quería que se quedara y yo le contesté que no. Que para mí iba a ser peor pensando que ella se quedaba sentada en una silla toda la noche sin poder dormir, así que mi padre se la llevó junto a mis dos hermanas.

Volvió el enfermero con una bandeja en la que había helado... Yo no lo podía creer! Helado en un hospital? El enfermero al ver mi cara de asombro se río y me dijo que era para que se bajara la inflamación que tenía por la operación. Me acercó el control remoto del televisor y me dijo que si necesitaba algo que lo llamara marcando el botón que estaba sobre mi cabeza. Le agradecí y se retiró. Puse un poco del noticiero, porque a esa hora lo único que había en la tele era eso. Cuando terminé de comer, toqué el timbre y me vino a retirar la bandeja. Era un hombre agradable de aproximadamente 25 años cabello castaño, ojos marrones, algo rellenito, y por sobre su camisa de hospital afloraban unos pelos ensortijados... Pero lo más lindo que tenía eran sus dientes, blancos, perfectos y su sonrisa alegre... Estuvimos charlando un rato, me contó que cuando me habían bajado mi madre había querido ponerme el pijama, pero que como yo tenía una fuerte erección le dijo que no se preocupara, que él mismo se encargaría de hacerlo... Al escuchar sus palabras me puse rojo como un tomate! Cómo era posible que dormido y todo, tuviera una erección? Me dijo que no me preocupara, que a muchos les pasa, cuando están bajo el efecto de la anestesia. Le agradecí como pude y se retiró llevándose la bandeja vacía.

Seguí mirando algo de tele, estaba aburrido, no había nada que me interesara. La apagué. Tomé una revista y me la puse a ojear, pero tenía la mente en otro lado, en la erección que había tenido esa tarde. Fantaseé con la idea de que el enfermero al cambiarme me hubiera tocado, la hubiera probado, y solo con eso comencé a tener otra.

Pensé en llamarlo para que me diera algo para dormir. Pulsé el llamador. Enseguida llegó. Me preguntó que quería y le escribí en la pizarra, si no tenía algo para dormir, porque estaba bastante inquieto y no podía conciliar el sueño. Me dijo que era muy joven para tomar algo y que por el efecto de la anestesia no me podía dar nada. Me arregló un poco la cama me acomodó las almohadas y por sobre las sábanas no se podía ocultar la nueva erección que tenía. No me dijo nada, pero me di cuenta de que se había enterado de lo que me sucedía. Me preguntó si yo quería que se quedara un rato charlando conmigo para ver si me venía el sueño. Obviamente le dije que sí. Me empezó a preguntar cuantos años tenía, que era lo que hacía, si tenía novia, todas las preguntas casuales que se suelen hacer. Se sentó en mi cama. Apoyó su mano muy cerca de mi pierna. Cuando hablaba, me la tocaba como al pasar y yo cada vez estaba mas excitado. Se sentó mejor en la cama y abrió las piernas. Yo ya había visto que tenía un bulto bastante considerable, pero el bulto que tenía en este momento, era más que notorio, es más con una mano incluso se tocó un poco, como al pasar, pero en sus ojos yo noté la excitación. Como vio que yo estaba colorado me dijo que si tenía calor me podía ayudar a sacar la manta de la cama. Yo le agradecí. Me destapó y supuestamente vio, lo ya notorio. Cuando corrió las sábanas, pasó su mano como por casualidad sobre mi erección.

-         Bueno, voy a dejar que te duermas, tratá de relajarte y ya sabés si necesitás algo, pulsá el llamador que vengo enseguida – me dijo guiñándome un ojo – Igualmente voy a venir dentro de un rato para ver si estás dormido.- y diciendo esto se fue.

Hubiera tenido ganas de que me siguiera tocando, así también poder tocar yo la suya, que se me hacía grandota. Apagué la luz. Traté de dormir, pero no pude, la excitación que tenía era mayor. En el piso casi no había ruidos, salvo alguna camilla que pasaba y nada más. Con los ojos cerrados traté de imaginarme que podría haber sucedido con el enfermero y poco a poco fui entrando en el sueño.

Al rato escucho que abren la puerta de la habitación. Sigo con los ojos cerrados. Me hago el dormido. Siento que me acomodan un poco la almohada y las sábanas. La erección que tenía no había desaparecido, solo amainado un poco. Cuando siento que me la tocan como al pasar. Me quedo quieto. Me vuelven a tocar. No hago nada. Siento una mano que por el costado de la cama se mete bajo las sábanas, se acercan lentamente y me tocan la cadera. Como no me doy por aludido, la mano sigue su camino hasta mi entrepierna. Agarra mi verga por sobre el pantalón del pijama. Noto que con la otra mano me destapa suavemente. Cuando las sábanas ya están a la altura de mis rodillas para. Me desabrochan el botón de la cintura. No llevaba slip, así que estaba desnudo. Una mano experta me agarra la verga y me comienza a masturbar suavemente. Yo trataba por todos los medios, que no notara que estaba despierto. Siento un cálido aliento junto al miembro y enseguida una lengua que me empieza a lamer la cabeza. Abro los ojos lo suficiente para ver quien era el que estaba conmigo. Por supuesto era el enfermero. Se metió entera mi verga en la boca y comenzó a succionar, mientras con una mano me masajeaba los huevos y con un dedo trataba de llegar a mi ano. Abrí las piernas haciéndome el dormido... Esa noche, me parece me consagré como actor. Su mano siguió inspeccionando mi culo. Sentí un dedo humedecido tratando de ingresar en mi culo, abrí más las piernas. Su lengua estaba haciendo estragos con mi verga, la movía vertiginosamente, me chupaba, la largaba, se la volvía a meter... Mi mano estaba fuera de la cama. Noto como su entrepierna empieza a restregarse sobre ella. Quiero moverla, pero no deseo que se de cuenta  que estoy despierto. Hice un esfuerzo magnánimo para dejarla quieta. Una de sus manos la dejan al descubierto, toma mi mano y la pasa por sobre toda su extensión por sus bolas, por su culo... Cierra mi mano con la suya sobre su verga y así comienza a masturbarse, con su mano sobre mi mano, obligándome a algo que deseaba hacer, pero no podía. El dedo había ingresado íntegramente en mi culo, empezó a moverlo, me gustaba. Su boca se fue a encontrar con mis huevos, metiéndoselos en la boca, mordisqueándolos suavemente, tomando uno y luego el otro. Mientras yo lo seguía masturbando con su mano sobre la mía. Volvió a mi verga. La chupaba cada vez más rápido, me encantaba. Otro dedo ingresó en mi culo y los empezó a mover como si me estuviera penetrando, al mismo ritmo de su masturbación. Su boca se empezó a mover con más rapidez. Sus dedos a entrar más hondo y su masturbación se aceleró al ritmo de nuestras respiraciones que ya estaban entrecortadas. Quería gemir de placer, pero el placer mismo me detuvo. Por ningún medio debía saber que estaba despierto, se rompería el encanto. No pude más y empecé a descargar mi esperma sobre su boca que lo recibió golosamente sin dejar escapar una sola gota. El ritmo de su mano sobre la mía se aceleró y por su respiración noté que llegaba al orgasmo. Sacó sus dedos de mi culo y con su otra mano frenó la descarga para que no ensuciara la cama. Mi respiración se había hecho normal. Mi verga ya había perdido toda su rigidez. Me lamió nuevamente, me volvió a subir el pantalón del pijama, subió las sábanas hasta mi pecho, me acomodó las almohadas y como vino, se marchó silenciosamente...

Al otro día cuando me revisó el médico, les dijo a mis padres que ya podía volver a casa, que a la noche no había tenido ninguna hemorragia y que no veía por qué debía quedarme en el hospital.

Yo estaba confundido, no sabía a ciencia cierta si lo que había sucedido era real o había sido un sueño maravilloso. Cuando me visto y nos dirigimos a la salido, encuentro al enfermero en ropa de calle, mis padres lo saludan, le agradecen el haberme cuidado toda la noche y cuando nos despedimos, me guiña un ojo y me hizo una de esas sonrisas que a mi me habían gustado tanto...

NICK: CHENY

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