El enfermerito

Un chico cuenta su inusual paso por un centro de atención a personas mayores...

EL ENFERMERITO

Don Salazar, el dueño de aquel sitio para mayores, me hablo muy bien desde el primer día en que me conoció

__¡Y bien muchacho eres joven, los viejos de aquí solo quieren un poco de respeto y comprensión, es un trabajo difícil, y ellos te lo harán fácil si te haces querer, de lo contrario será un infierno!

__¡Esta bien don Salazar, no seré un problema aquí, seré la solución!

__¡Así me gusta muchacho, esa confianza hará que todos aquí te quieran y respeten, es gente que te dará mucha satisfacción y cariño!

__¡Sera reciproco se lo aseguro!__ dije yo sin saber donde me estaba metiendo.

Comencé mis días en aquel internado para mayores solitarios, que iban, la mayoría por motus propio. Cansados de atender una casa, todos eran viudos y habían ido formando con el paso del tiempo una especie de cofradía de hombres solos.

El primero de todos en darme su confianza fue Jeremías. Andaría cerca de los setenta.

__¡Así que tu eres el enfermerito!__ así me bautizo de entrada

__¡Si don Jeremías!

__¡Ah sabes mi nombre!...eso es bueno, el ultimo chico que anduvo por aquí no sabía nada y menos que menos nuestros nombres!

__¡Bueno me alegra que eso le parezca bien!

__¡Claro muchacho!¿cuántos años tienes?

__¡Veinte!

__¡Ohhh que jovencito!__ dijo mirándome con un brillo especial en sus ojos, casi de lujuria, pude apreciar. Me miro de arriba abajo.

__¡A lo mejor ustedes son muy exigentes!

__¡Para nada… lo tratábamos con amor y cariño, con delicadeza, pero se ve que a él algo no le gusto, no sé!

__¡Bueno Jere ¿puedo llamarte Jere?

__¡Me encanta chiquillo, me encanta!__ dijo el viejo con un brillo zalamero en sus ojos vivaces.

__¡Mira, Jere, aquí tengo un cronograma de actividades y dice que debes darte un baño y que yo tengo que ayudarte!

__¡Sí, si claro!

__¡Bueno vamos al baño entonces, no demoremos más!__ dije con resolución y firmeza. Llegamos al baño de la habitación, porque allí cada habitación tenía su baño privado. Entramos y Jere prontamente con mi ayuda se quito la ropa. Algunas arrugas surcaban su cuerpo. Una hermosa verga bamboleaba entre sus piernas con unas bolas dignas de cualquier macho cabrío. El se dio cuenta de donde estaban mis ojos.

__¡Ohh cariño, veo que te gusta lo que ves!__ y acariciaba mis cabellos mientras decía aquello. Yo me ruborice y nada dije. Abrí el grifo. Empezó a caer el agua tibia y confortable por su cuerpo.

__¡Debes ayudarme, no puedo agacharme mucho!

__¡Bien, espera, te arrimare un silla así estas más cómodo!__ traje una silla y la deje debajo del agua, noté que su paquete estaba creciendo, como si buscara erectar de un momento a otro. Jere se sentó y su vara apuntaba hacia arriba.

__¡Mira como se está poniendo, eso haces tú!

__¿Yo?

__¡Claro no vas a meterte en la ducha vestido!__ entendí perfectamente cuál era mi rol. Que era eso de satisfacción y trato bueno. Así es que empecé a desvestirme, y quede en bóxer. Jere se relamía. Observando cada movimiento. Cada prenda que volaba por el aire, el sonreía. La baba le caía. Su poronga tomaba vida. Me acerqué para  poner champú en sus pocos y raleados cabellos. El tomo mi cintura y metió el bóxer ya húmedo en la zanja de mi ojete. Acarició y apretó mis nalgas duras.

__¡Ohhh mírate que belleza eres enfermerito, mira como me pones!__ decía en tanto su pedazo de carne se levantaba poco a poco tomando un tamaño inquietante. Enjuagaba sus cabellos sacando hasta el último resto de champú. El en tanto ya sobaba mi verga que se había puesto dura como roca. Bajó poco a poco mi prenda, y mi poronga salto hacia adelante. Ahí hundió un dedo en mi cola que ya estaba mojada, lo metió sin miramientos y su poronga estaba como hierro.

Los dos calientes, yo pasaba suave mis manos por los hombros de Jere, el maduro vejete besaba mi pija, le pasaba la lengua, la tragaba, la dejaba y la volvía a comer, en tanto metía un dedo, lo paseaba por mi túnel que se iba agrandando despacio.

Los gemidos aturdían el espacio.

__¡Ahhh enfermerito tu colita es tan estrecha, me encanta, siii, nos vamos a llevar tan bien!!__ el viejito maduro se tragaba mi sable, y mi cuerpo se llenaba de ardor. Caliente, a pesar del agua cayendo sobre nuestros cuerpos.

Dos dedos agrandaban mi túnel muy caliente. Mezclando con el jabón, el champú, haciendo de crema, el viejo Jere, me cogía con los dedos. Explotaba mi culo, haciéndome gemir y desear que su grueso perno entrara en mí.

__¡Ohhh enfermerito, voy a meter mi pijota en tu culito!¿quieres cariño?¿quieres?

__¡Claro, ay, ay, si, mételo me va a gustar Jere, anda, mételo!

__¡Siéntate cariño, siéntate en el pedazo!__ lentamente me fui sentando en el mástil. Iba a cabalgar a Jere por vez primera. La poronga se fue perdiendo dentro de mi carne. Me sacudía con la espalda dando para el lado de su frente. El abría mis nalgas con sus manos, unos instantes para luego atrapar mis pezones duros y alzados. Ya cabalgaba, mientras el agua tibia recorría los cuerpos. Jere, el viejo, gruñía de placer y a la vez me daba placer a mí, metiendo su pedazo hasta el fondo. Mordía mi nuca. La chupaba y besaba mi cuello. Era un animal sexual. Un desaforado. Yo apretaba sus bolas y me masturbaba con mi verga dura.

El agua dejo de caer, no sé como había hecho el viejo para cerrar los grifos. Yo subía y bajaba por la barra del hombre añejo.

__¡Ohhh bebe te voy a largar mi leche!¡Ohhh eres un demonio, ese culito tan apretadito, ohhh, ohhh!!__ y empezó a largar su semen en mi cola fogosa y tragona. Me lleno desbordando mi ojete. Comencé a chorrear jugos por todas partes y el viejo resoplaba y mordía hasta casi lastimar mi nuca.

Después de unos momentos me puse de pie y la poronga desinflada salió del estuche.

Termine de jabonar y limpiar la espada de Jere, antes le di una mamada de limpieza, dejando su aparato limpito.

Me retire luego dejando a aquel viejo que me dio la bienvenida al lugar podría decirse.

Me tocaba atender a Gerónimo. En la habitación siguiente, pegada a la de Jeremías. Entré.

__¡Ohhh por fin llegas cariño!¡Te necesitaba tanto!¡Tu eres enfermerito!

__¡Sí, bueno, así me llaman, tú ya sabes!

__¡Aquí se sabe todo cariño, todo!¡Ahhh ven por favor, ven a lo tuyo!__ yo miraba extrañado y un poco confundido. Qué era lo mío. Aún sentía en mi cola chorrear el semen de Jere y seguía tan caliente. Avance y el corrió la sabana que lo cubría y pude observar un pedazo de carne brioso, venoso, parado, rocoso.

__¡Ohhh veo que no sabes, debes ordeñarme, así de simple, debes ordeñarme y sacarme hasta la última gota con tu boquita, hazlo bebe, ven, ven!__ me decía casi suplicante. Estaba completamente desnudo. Era tal vez de la misma edad de Jere. Pero se notaba en forma. Con ganas. Obviamente que se había clavado alguna pastillita, pero mi hambre no iba a reparar en eso.

__¡Ven, vamos, que esperas!

__¡Si señor allí estoy!__ me acerqué y acaricie su poronga. El se movió gruñendo. Saco la lengua y la paso por sus labios. Gimiendo de manera caliente. Se acaricio sus pezones, que extrañamente no tenían ningún vello alrededor. Eran gorditos y parecían pechos de mujer, pequeños, pero seguramente deliciosos.

Tome su carne y la mame, la bese. Empecé a masajear los huevos pesados y redondos. Aquel vejete se retorcía de gusto.

__¡Ahhh sabes hacerlo tan bien!...entiendo que estuviste con Jeremías!

__¡Si, sí, ya estuve!__ dije sacando de mi boca aquel hermoso mástil.

__¡Yo soy Julián, ohhh, como tragas está verga, eres muy bueno, ohhhh, siii, ay, ay!__ continué con lo que intuí era lo que tenía que hacer, y que no me desagradaba en lo más mínimo. Aquella poronga de ese viejo estaba muy dura, con mi lengua llegaba a las bolas gordas, las lamía, después, se las levante y las metí en mi boca, tragando.

El viejo no sé quedaba quieto y bajando el pantalón que había colocado así nomás, por supuesto sin ropa interior, hurgaba en mi hoyito, húmedo, abierto, chorreando.

__¡Veo que te han agrandado el agujerito…ese Jeremías es un diablillo, ahhh,  chupa, cariño, chupa que tendrás premio!!__  los dedos de Julián se perdían adentro de mi cola, caliente, babosa, receptiva. Seguía engullendo su tripa gruesa y venosa, a él, le gustaba que le mamaran la pijota, que  la sobaran y que tragaran sus bolas, con deleite, con devoción, como lo hacía yo. Emputecido. Afiebrado. El gruñía de felicidad y placer, lo sentía, el me lo hacía sentir, mientras su dedos resbalaban por mi túnel, me escarbaba, haciendo que mi pija también se pusiera dura otra vez, luego del encuentro con Jeremías.

Sobaba mis huevos, un poco más calmados pero no tanto. Mis hormonas se revolucionaban con facilidad.

__¡Ohhh enfermerito…eres muy putón…eso me gusta mucho…me vas  a sacar la lechita…¿la tomarás?¿quieres beberla?__ yo atragantado no podía contestar, pero esperaba que me diera su leche, quería tragar todo, lo quería vaciar de una buena vez. Su pedazo latía y se inflamaba en mi bocota tragona. Sentía que prontamente me daría su jugo. Masajeaba su vergota, el susurraba pidiendo por más, muy ardido, muy caliente, seguía con sus dedos jugando en mi colita infernal.

__¡Ohhh amorcito…ya viene…ay, ay, si, si…ya viene mi leche…ahhh cómela toda, traga, ahhh, traga!!__  casi a los gritos chillones el viejito Julián empezó a largar potentes chorros de su leche y yo tragando insaciable. Extasiado y desinflándose aquel hombre sacó los dedos de mi cola dilatada y perforada y me los metía en la boca para que también los chupara. Limpié su vara por completo, haciendo que los suspiros de Julián retumbarán en toda la habitación. Poco a poco la poronga se fue cayendo hacia un costado. El macho maduro buscaba un poco de aire. Cansado, casi agotado, pero muy conmovido y feliz. Satisfecho.

__¡Eres un amante increíble…hacía rato que no me vaciaban así, con tanta devoción y experiencia…eres un muchachito increíble…!

__¡Estoy aquí para ti, para lo que necesites!

__¡Ya lo creo…mañana te espero cariño!¡Ven aquí dame un besito!__ acercamos nuestras bocas y nos fundimos en un beso fogoso. Su saliva lleno y chorreó en mi boca, chupo unos momentos mi lengua, de manera perversa y explosiva.

La hora del almuerzo llegó y luego de darme un baño profundo comimos. La hora de la siesta llegó. Y algunos dormían, otros se reunían en el salón a leer y jugar cartas y otros juegos.

Pero según la orden de trabajo tenía que atender a Lorenzo. Era a la hora de la siesta. Estaba escrito expresamente. Fui hasta la habitación de Lorenzo. Por supuesto, sin ropa interior, solo con el pantalón celeste y liviano y la camisita de mangas cortas. Golpee y entré, sin más.

Allí estaba el hombre. Estaba cubierto con una bata sedosa y oscura. Fumaba un habano enorme.

__¡Pasa, pasa chiquillo!__ dijo en tono cariñoso.

__¿Lorenzo?

__¡Así es, cariño, ven, te esperaba enfermerito… y no me han engañado, pero mírate te ves esplendoroso!

__¡Gracias señor!

__¡Eres muy lindo…ya me estas calentando cariño!¿quieres ver?

__¡Ohhh claro!__ se abrió la bata y su manguera estaba cabeceando, moviéndose de un lado a otro.

__¿Te gusta amorcito?

__¡Claro Lorenzo, se ve que es muy bella y potente tu poronga y está sin un pelito!

__¡Todo mi cuerpo esta así, mira!__ dijo y se quitó la bata, dejándola caer al piso. Tenía una barriguita sobresaliente aunque no deforme, ni ampulosa. Los huevos le colgaban casi rosados, mezclados con un tono blanquecino. Se notaban pesados y cargados. Se giro mostrando una espalda ancha y fuerte y unas nalgas apetitosas y aún en forma.

Con sus manos, se abrió las nalgas mostrando orgullosos el ojo de su ojete brillante.

__¡Ven acércate un poco más…necesito tu lengua en mi anillo, quiero que lo explores!__ me fui acercando con mi baba cayendo al suelo. Estos hombres me deparaban una sorpresa tras otra. Cada uno tenía sus gustos y yo estaba allí para complacerlos, a la vez, ello me complacerían a mí.

Lamí sus nalgas, el se inclinó un poco sacando la cola, suspiro complacido y caliente. Giré con mi lengua alrededor del agujero que se notaba tenía una suave crema en todo el anillo. Hundí mi lengua, bese el anillo y el gimió alzado, mis manos fueron a por su juguete tenso y rocoso. Las bolas las estrujé con gusto, en tanto el, solo gemía y gruñía como perro bravío. Mi chupada era feroz y ruidosa.

__¡Ohhh enfermerito…eres una delicia…ahhh, tu lengua es maravillosa…y tus manos inquietas, ohhh, cariño!__ chupé besando ese ojete, mi verga se alzó rápidamente ardiendo. Entre chupada y chupada me fui quitando la ropa. Hundí un dedo en ese ojete implorante de sexo. Luego dos. Lorenzo gozaba placenteramente. Se quejaba y gruñía.

__¡Ven conmigo, ahhh…vamos a la cama, ven enfermerito!__ Lorenzo se tiro boca arriba. Yo comprendí enseguida y me lance sobre su mástil gordo y venoso. Abrí la boca y en un instante la tragaba a su espada de forma golosa, como estaba en dirección de su cara, el tomo mis nalgas, las abrió, y enseguida hurgo con sus tremendos dedos, a la vez, que engullía mi pija dura y caliente. Era un concierto de gemidos y suspiros, yo había llegado al punto de lloriquear como una nena emputecida. El viejo besaba mis bolas, y chupeteaba con fervor y locura mi verga. Sus dedos abrían mi ya usado y probado ojete volcánico, enloquecido por una verga.

Su vara estaba férreamente alzada. Unas gotitas pegajosas salían del ojo rabioso, espuma. También mis dedos inquietos entraban y salían de su ojete explosivo.  Lorenzo gemía. Yo gemía. Las caricias eran desquiciadas. Altamente eróticas y sexuales.

__¡No quiero que acabes…ahhhh…ven…ven cariño… tienes que penetrarme con tu verga…la quiero en mi cola…soy un macho muy vicioso…ohhh…dame tu pija en la cola!!__ casi fue un ruego de Lorenzo. Me coloque entonces detrás de el que se puso de costado. Entendí que quería que lo cogiera así. Mi verga como piedra no tardó en penetrar en su cola jugosa y húmeda y caliente. El lanzó un gritito corto.

__¡Así, enfermerito, ohhh, si, así, despacio, sin apuro, gózame, como te gozo yo, ohhh cariño…!!__ me aferré a sus pezones gordos, sus pechitos eran rozagantes y estaban duros. Los pellizque y jugué con ellos. Eran una delicia. Iba y venía empujando, bombeando. Mordía su nuca, y el clamaba por más. Me detenía en su cola abierta. El gruñía y decía palabras incoherentes. Seguía serruchando, sabiendo que acabaría en cualquier instante. Acariciaba su serpiente que no dormía, siempre estaba alzada, esperando por mi ojete seguramente.

Apuré las embestidas, bombeaba más y más veloz, el clamaba, encendido, muy caliente.

__¡Dame tu lechita enfermerito, si, la quiero, es la lechita de la siesta, la quiero, dámela cariñito, si, si!!__ con una explosión inusitada le fui llenando el ojete con mis jugos, una abundante cantidad, como catarata, como río, lo fui llenando entre mordidas y lamidas en sus orejas y su cuello.

Agradecido Lorenzo, quitó mi verga flácida de su cola ardiente y que chorreaba leche. Nos tiramos uno al lado de otro, por otra parte como ya estábamos. El con su pedazo aún duro, yo lo acariciaba con los dedos y el suspiraba, aguantando mis caricias rapaces.

Así estuvimos un rato, yo sentía la humedad que chorreaba del ojo de su pijota.

__¡Quédate así amorcito, pero mira pon tus piernas en mis hombros!!__ dijo el poniéndose en cuatro patas pero de frente a mí. Se agachó con gran elasticidad y practica y abriendo mis nalgas se metió con su lengua de lleno en mi caliente agujerito, lamiendo, escarbando, abriendo esa entrada que no necesitaba tanto para que ello ocurriera.

Su saliva me encantaba y yo lloriqueaba como perra, eso lo ponía más caliente, y metía su lengua en lugares insospechados, atragantándose con mi ojete, besándolo, dilatándolo  a máxima extensión, estirando aquel agujero.

Lentamente se fue levantando, subiendo mis piernas en sus hombros mientras se arrodillaba y jugaba con su pedazo en mi entrada totalmente receptiva y entregada.

Empujo una vez y otra, y fue entrando, sus quejidos se hacían cada vez más potentes. Y fue entrando, penetrando, horadando mis carnes hasta que sus bolas chocaron con mis nalgas abiertas y preparadas. Empezó a acelerar sus movimientos. Acercó su cabezota a mi cara y se perdió en un beso furioso, comiendo mi boca, mientras gruñía como un salvaje, haciéndome sentir su pedazo entero clavado en mi cola.

__¡Ahhh cariño, que ojete tienes, ohhh, siii, me gustas tanto, dime si te gusta que te coja amorcito, dímelo, ohhh eres una belleza….ahhh!!!

__¡Si…ahhh…me gusta que me des tu verga…si papito…eres un demonio…ohhh. Sigue, sigue!!__ decía yo, rogaba al punto del llanto, estaba tan caliente, sintiendo como me serruchaba sin descanso. Su boca me mordía las mejillas. Su lengua me lamía. Yo me aferraba a sus pechos gorditos, lo pellizcaba haciendo que empujará más y más, clavando su daga hasta el infinito.

Era un macho caliente, voraz, feroz. Me hacía poner duro otra vez, mientras él me ensartaba sin miramientos. Disfrutaba de mi cola bufarrona, juguetona, yo daba alaridos de placer, el apretaba las mandíbula y me llenaba la cola de su leche.

Una catarata de jugos. Rebalsando mi túnel volcánico y caliente.

Suspiraba besándome. Metía su lengua desaforada en mi boca. Nos abrazábamos con pasión, con devoción. Sacó su vergota lánguida y desinflada, babeante. Sus dedos se apretaban en mis nalgas duras y jóvenes y que Lorenzo gozaba porque era su momento.

Me quedé allí por mucho tiempo, dando y recibiendo placer de aquellos machos viejos que aún sentían el deseo vivo en sus carnes.-