El encuentro esperado 2
Continuación de "UNAS JORNADAS EN EL CAMPO".- Mi madre está absolutamente bajo el control de John Thompson...
- II -
Nos sentamos en una mesa al fondo del restaurante, apartados del resto de comensales. Algunas mujeres de mediana edad, acompañadas de sus maridos e hijos, miraron de reojo al atractivo John, e hicieron que el ego de mi madre se elevara. Mi madre se sintió una mujer privilegiada al lado de aquel hombre. Ella tampoco le desmerecía, por supuesto. John eligió personalmente el menú y el vino de la carta que nos ofrecieron. Sorprendentemente acertó plenamente en nuestros gustos culinarios.
Durante la comida, tranquila y sosegada, John fue explicando a mi madre lo que esperaba de ella. Yo, simplemente, era un testigo, un mero acompañante que no intervino en ningún momento.
-Inés, eres una mujer extraordinaria, hermosa y maravillosa, y deseo, o mejor quiero que ingreses en mi comunidad. - Dijo él mirándole a los ojos.
- Haré lo que tu me digas John. ¿Que es lo que tengo que hacer?
- No tienes que hacer nada en especial. Simplemente dejar que tus deseos y emociones se expresen con total libertad. Sin miedos. No temas a las consecuencias de tus decisiones y entregate en cuerpo y alma al disfrute de los placeres de la vida como si fuera el último día de tu existencia. Yo, esteré siempre a tu lado. - Dijo John en un tono pausado y solemne sin dejar de mirarle a los ojos.
- Pero cariño, no se como romper con esta vida de engaño y encuentros furtivos a espaldas de mi marido. Gracias a que cuento con la complicidad de mi hijo, no me he vuelto ya loca por esta doble vida agotadora. - Dijo ella con angustia.
- Lo se mi amor. - dijo él cogiéndole las manos. - Para eso he venido, para liberarte de este tormento.
Mi madre pareció conmoverse con aquellas palabras, pues sus ojos comenzaron a brillar emotivamente.
- Mira Inés. Tu cuñado Salvador y su primo Paco, pertenecen desde hace tiempo a mi comunidad. Ellos te guiarán durante la iniciación y te mostrarán la nueva vida de gozo y placeres de los que puedes disfrutar, una vez hallas comprendido y aceptado libremente la filosofía de mi comunidad. Y cuando ya estés preparada, te aseguro que serás mi favorita, de entre todas las que me sirven. En cuanto a que hacer con tu marido, tu cuñado ya te dirá lo que tienes que hacer. Yo me encargaré de los demás.
Sus palabras encerraban un misterio extraordinario que me produjeron un cierto temor. Me encontraba en guardia, expectante por el cariz que estaba tomando aquella conversación.
- Para tu tranquilidad, Inés, te diré que no tienes que renunciar a nada, ni apartarte de ninguna de las personas que significan algo para ti. Ni tampoco tienes que cambiar especialmente tus costumbres ni tu forma de vida, solo tienes que vivir con plena conciencia de tu nueva realidad personal.
- Pero..., no entiendo, creía que tus negocios estaban relacionados con la prostitución, pero tus palabras... Me tienes confundida John. - Dijo mi madre desconcertada.
- Cariño, yo tengo muchas clases de negocios, la prostitución es uno de ellos. Pero en mi comunidad todos hacen lo que quieren voluntariamente. Si tu quieres dedicarte a la prostitución, adelante. Que quieres hacer otra casa, puedes hacerlo. Se trata de complacerte a ti misma en tus deseos y disfrutar de lo que te gusta sin ningún tipo de limites. Los limites te los pones tu.**
Se hizo un breve silencio, en el que mi madre bajó la cabeza como meditando sobre aquellas palabras que John le había dicho, y que en nada se parecían a lo que ella..., ni yo, habíamos imaginado. Cuando ella terminó de pensar, alzó la cabeza y le miró a los ojos con cara enamorada.
- Estoy dispuesta a ingresar en tu comunidad. - Dijo con voz firme y convencida de la decisión tomada, mientras dos lágrimas resbalaban por sus mejillas.
- ¡Me encanta tu actitud y determinación Inés. Eres una mujer valiente. - Dijo él visiblemente satisfecho. -¿Y tu Andrés, deseas unirte a la decisión de tu madre, e ingresar en la comunidad? - Me preguntó John directamente.
La pregunta, tan directa y expeditiva, me descolocó un poco, pues me encontraba absorto escuchado aquella increíble conversación.
- Si, si..., yo... iré donde quiera que valla mi madre. - Dije casi sin pensar lo que decía, pero convencido de mi respuesta.
Mi madre me miró con una sonrisa orgullosa y, cogiéndome la barbilla, me besó en los labios con la ternura de una madre.
- Estupendo. Inés, Andrés, bien venidos. Tu cuñado Salvador y Paco ya saben lo que tienen que hacer. - Dijo John cogiéndonos a cada uno de la mano. - ¡Camarero, por favor...!
John pidió una botella del mejor cava de la casa y brindamos por nuestro nuevo futuro. Tras terminar la botella entre los tres, y reírnos divertidos de nuestros comentarios e ironías durante un rato, John abonó la cuenta y nos marcharnos a casa.
Mi madre y yo salimos de allí conscientes de haber dado un paso trascendental, pero aún desconocíamos hacia donde nos dirigíamos tras aquel hombre misterioso.
Fuimos paseando. Mi madre le cogía a él por la cintura y John había pasado su brazo rodeando sus hombros. Caminaban muy juntos y ella recostaba ligeramente su cabeza sobre él. Yo iba unos pasos por detrás y podía verlos como dos novios enamorados. Me sentí feliz de ver a mi madre en aquella actitud, pues hacía muchísimo tiempo que no la veía tan romántica con un hombre, y esto me gustaba enormemente.
Serían sobre las cuatro y media de la tarde cuando llegamos a la casa de mis abuelos paternos. No hubo formalismos de ningún tipo y directamente se fueron a la habitación de la cama grande, con la clara intención de aprovechar al máximo las horas que tenían por delante.
Naturalmente la puerta se quedó abierta, pero esta vez sin ningún disimulo. Creo que ambos deseaban que yo fuera testigo de esa unión y de su pasión desenfrenada.
John se sentó en la cama, y mi madre, conocedora ya de sus gustos, comenzó a desnudarse de forma muy sensual. Contoneaba su cuerpo con una gracia natural, cargando el ambiente de un erotismo especial. Tras quitarse primero el grueso jersey de cuello alto quedándose en sujetador, comenzó a desabrochar el botón de su pantalón baquero, y de una forma muy sexy fue bajándose el pantalón hasta dejarlo a la altura de sus rodillas. John la miraba con cara de satisfacción, y yo... había cogido tal erección que la polla me dolía por la presión dentro de los pantalones.
Antes de sacarse del todo sus baqueros, mi madre desabrochó hábilmente el sujetador que guardaban sus hermosas tetas y tras quitárselo lo tiró al suelo. Continuó contoneando su cuerpo, al tiempo que con sus manos estrujaba sus tetas y se pellizcaba los pezones, que ya estaban tiesos y duros como piedras. Se acercó lentamente hasta donde estaba John y se las ofreció para que las chupara. Él las tomó en sus manos y las apretó fuertemente haciendo que mi madre cerrara los ojos, echara su cabeza hacia atrás y se mordiera el labio inferior de su boca. Se quejó ligeramente cuando sintió los pequeños mordiscos que él le daba en los pezones, para continuar gimiendo de placer.
John se levantó de la cama y, abrazándola, la besó apasionadamente en la boca. Mientras intercambiaban su saliva, ella le quitó el jersey y desabrochó los botones de su camisa, dejando su torso velludo al aire. Mi madre se agachó ligeramente hasta coger con su boca los pezoncillos de él y comenzó a chuparlos y a morderlos con los dientes como si fuera una leona devorando su presa. John disfrutaba, pues apretaba su cabeza contra si mismo. Mi madre continuó besando su estómago mientras le desabrochaba el pantalón. Cuando tiró de él hacia abajo pude contemplar algo que me dejó atónito.
Bajo sus calzoncillos se adivinaba algo descomunal. Parece que exagero, pero el bulto que hacía aquel aparato bajo la prenda no era normal. Mi madre comenzó a acariciar ese bulto con la cara llena de lujuria y los ojos abiertos como no queriéndose perder detalle. Cuando bajó su prenda interior, la polla que de allí surgió era formidable. Mi madre la tomó en sus manos y la acarició asombrada. Aquella polla era la cosa más grande que yo había visto jamás. Viéndola en todo su esplendor, puedo entender porqué mi madre no se dejó encular en aquella ocasión. Debía medir, por lo menos, veintidós o veintitrés centímetros y tenía un grosor que no se abarcaba fácilmente con una mano masculina. Verdaderamente, aquella polla daba miedo.
Pero mi madre no se amedrentó ante semejante portento, sino que comenzó a besar apasionadamente el pedazo de carne para luego dedicarse a lamerlo y chuparlo. En un momento dado. él se cogió la punta y la alzó hacia su vientre con la intención de permitirle a mi madre comerle sus colgantes cojones. Aquel nabo superaba la altura de su ombligo. Mi madre le comió los huevos con ansia y gula, llegando a meterse los dos juntos en la boca. Luego continuó un buen rato más mamando aquella polla hasta que él la tomó por los hombros e hizo que tumbara en la cama.
Una vez acostada, John terminó de quitarle los baqueros y las braguitas a mi madre. Ella comprendió lo que él quería y separó sus piernas todo lo que pudo. Con sus dedos se abrió los labios del coño para ofrecérselo por entero al hombre que de verdad le ha hecho sentirse plenamente feliz. John le besó primero toda la parte externa del chocho, mordiendo sus labios mayores, así como el interior de los mulos, el pubis y su ombligo, provocandole a mi madre unas descargas eléctricas que recorrieron todo su cuerpo estremeciéndolo. Mi madre gemía de puro placer.
Pero cuando él se dedicó por entero a comerle el coño, mi madre comenzó a retorcerse en la cama gimiendo de placer mientras le garraba por los pelos para que no dejara de meterle la lengua en su vagina. Al poco de comenzar, mi madre comenzó a chillar, pues el orgasmo había sido especialmente intenso y duradero. Su cuerpo se estremecía bajo el dominio de aquel hombre. Mi madre se corrió dos veces más solo con la lengua de John, que ya debía tener empapada la boca con los jugos de mi madre.
John terminó de desnudarse, y colocándose sobre mi madre agarrándole las muñecas por encima de la cabeza, comenzó a jugar con la punta de su polla en la empapada raja de mi madre, que comenzó a suplicarle que se la metiera ya.
- ¡Clavamela ya mi amor! ¡Meteme tu polla y destrózame! ¡Ahora soy tuya. Seré tuya para siempre cariño! ¡Follame, follame ya!
-¡Quieres que te la meta en el coño, Inés. Dime quieres que te la meta!
-¡Si, si, por favor metémela ya joder!
-Dime que soy tu amo. Que soy tu Señor.
-¡Pero como puedes dudarlo mi amor, soy toda tuya.
-No puta, dímelo.
-¡METEME LA POLLA, MI SEÑOR, FOLLAME AMO. FOLLAME, FOLLAME YA HIJO DE PUTA!
En ese momento John dio un golpe seco, y más de la mitad de su polla se clavó en el coño de mi madre. Ella gritó tras sentir como se le abrían las entrañas con aquella enorme polla. Pero sus gritos no cesaron ya que John comenzó a follarla frenéticamente. No recuerdo que la follara con esa intensidad la primera vez. Pero lo cierto es que ahora parecía otra persona.
Mi madre se retorcía gritando y gimiendo bajo el dominio de aquel hombre, que le estaba provocando una cascada de orgasmos casi insoportable para ella. Nuevamente me pareció que volvía a entrar en ese estado de semi catalepsia, pues su cuerpo temblaba compulsivamente y su respiración se entre cortaba entre suspiros y sollozos. Aquello era más de lo que podía soportar.
Viéndola en ese estado, John dejó de bombear y le sacó lentamente la polla del coño. Mi madre quedó en aquella postura, expuesta, y de su coño vi brotar nuevamente ese liquido espeso e incoloro que manaba de sus entrañas. Cuando su respiración se fue normalizando, él la colocó de lado y, desde atrás, se la volvió a meter en el chocho. Mi madre gimió al sentir la penetración, pero su cara seguía congestionada, roja y sudorosa.
John volvió a bombear a ritmo moderado, suficiente para que mi madre pudiera soportar ese nuevo ataque. Con una de las piernas ligeramente levantada, pude ver lo enrojecido de su vulva. Mientras John la seguía penetrando, con una de sus manos comenzó a estimular su hinchado clítoris haciéndola gritar de nuevo. Esto hizo que él aumentara el ritmo de la follada, lo que provocó que pronto una nueva oleada de orgasmos se apoderaran del cuerpo de mi madre que entre gemidos y gritos parecía desvanecerse. De pronto, sintió un tremendo calor en sus entrañas, fruto de los chorros de semen que John le estaba echado tras correrse endemoniadamente. Fue tanta la cantidad de leche que le inundaba el coño que, aún con la polla dentro se le salia por los lados.
La tarde se había echado en cima y la oscuridad de la noche se ceñía sobre el pueblo. Mi madre y su amante continuaban follando sin descanso. Yo me había hecho dos pajas durante la tarde y él solo se había corrido una vez en las tres horas y pico que llevaban enganchados como perros. Mi madre debía tener ya el chocho dolorido y extremadamente sensibilizado, pues al mínimo roce su cara se crispaba en una mueca de dolor. Pero la muy puta aguantaba con tal de que él siguiera dándole placer.
-Noto que tu coño ya tiene suficiente, así que colocate como una perra que ya es hora de hacer posesión de lo que me pertenece. - Dijo él lacónico.
Mi madre no pudo, no quiso o no tuvo fuerzas para negarse, pero fue consciente de que el momento que tanto había ansiado, había llegado. Se colocó como él le dijo, y cerrando lo ojos le ofreció su trasero para que hiciera con él lo que quisiera. John escupió varias veces sobre el ano, y utilizando su dedos comenzó a penetrarlo lentamente. Primero uno, luego dos. Al final estuvo jugando con su agujero con tres dedos. Esto a mi madre le gustó mucho, pues se la oía dar ligeros gemidos de placer. Ella intentaba relajar su esfinter lo más posible, y a juzgar con que facilidad que se lo dilataba con los dedos todo parecía que iba bien.
- ¿Quieres que te la meta por el culo, Inés?
-¡Si John, metémela en el culo!
-¡Mmm...., dime que quieres que te rompa el culo, Inés!
-¡Oh si, mi dueño, rompeme el culo...!
-¡Pídemelo Inés, suplícame que te parte el culo, zorra!
-¡Por favor mi señor, rómpeme el culo! ¡Meteme tu enorme polla en culo y reviéntamelo, por favor! ¡Es tuyo, tómalo como más te plazca, mi amo!
Él, satisfecho por la suplicas, se colocó sobre ella y colocó la punta de su gran pollón sobre el ano, ligeramente abierto, de mi madre, que espera ansiosa que John clavara el mástil de su bandera en su cuerpo e hiciera posesión formal de ella.
John volvió escupir sobre el agujero y comenzó a apretar su polla hasta meter la mitad de su glande. Vi como mi madre cerraba los ojos y crispaba el rostro, pues intuía que en cuanto aquello la penetrara no le iba a resultar fácil aguantarlo, pero aún así esperó estoicamente, notando la presión que ejercía, y la resistencia que su culo, pese al intento de mantenerlo relajado, le oponía. Él continuó empujando hasta que introdujo por completo su glande. Entonces mi madre dio un grito desconsolado, y por su cara comenzaron a caer lagrimas de dolor.
Pero el sacrificio no había hecho más que empezar. Cuando John tuvo el capullo metido, la cogió por las caderas y apretó, fuerte pero lentamente, haciendo que mi madre sintiera como su cuerpo se abría de una forma que jamás había sentido. El dolor que sentía en su culo se fue haciendo más y más intenso y pensó que la desgarraría literalmente. Gritó con fuerza. Era un grito claro de dolor. Creo que en ese momento no había placer. Mi madre mordió la almohada pues el sufrimiento era más de lo que podía soportar.
Lloraba y gritaba desconsolada mientras aquel portentoso macho seguía empalándola sin piedad. Su quejas de dolor no le conmovía lo más mínimo, más bien lo excitaba más y aumentaba la fuerza de la enculada.
-¡Toma hija de puta, esto es lo que siempre has deseado, verdad perra! - Comenzó a decirle él.
- ¡No lo aguanto... me vas a matar, cabrón! - Balbuceó mi madre quejándose inútilmente.
- ¿Quieres que te la saque ahora, puta?
- ¡Ohhh... No. Pero hazlo más despacio, por favor!
- ¿Más despacio puta. Así es como te gusta zorra! - Dijo él mientras, en un gesto de piedad, aflojó la intensidad de sus embestidas.
- ¡Ahh... si. Así, así por favor, despacio, despacio! - Seguía suplicando mi madre.
Ahora se le hizo algo más soportable, y sus gritos y lloros se fueron convirtiendo en sollozos y gemidos. Ahora parecía que volvía a sentir placer. Entonces pudo centrarse más en sus sensaciones y comenzó a notar como sus intestinos se llenaban y vaciaban al ritmo de las penetraciones. Volvió a sentirse excitada, y deslizando una de sus manos comenzó a masturbarse el coño. Los colgantes cojones de John golpeaban sobre su mano, mientras ella volvía a tener nuevos orgasmos que la hacían tiritar.
John la estuvo enculando de esta manera durante un buen rato. En ocasiones llegaba sacarle la polla, pese a que ella le pedía que no lo hiciera, y esto me permitía ver lo extremadamente dilatado que tenía el culo. El color rojo vivo, delataba lo irritado y dolorido que lo tenía. Pero llegó un momento en que ella parecía no notarlo. Y mientras él seguía follándole el culo, ella seguía masturbando su coño hasta que de pronto John aumentó el ritmo inesperadamente, haciéndola gritar nuevamente. Mi madre empezó a notar como se llenaba de una nueva riada de semen que le abrasaba los intestinos.
Él sacó su polla de aquella cueva abierta en el cuerpo de mi madre y un borbotón de leche salió tras ella manchando las sabanas de la cama. Ella se dejó caer boca abajo exhausta, y él se tumbó a su lado con su polla aún dura, sudoroso y jadeante. El culo de mi madre aún permaneció algún tiempo dilatado hasta que fue tomando su forma natural.
Cuando recuperaron el aliento, mi madre continuó acostada, relajada y feliz, pero John se levantó con la intención de ir a la nevera. Tenía hambre y sed. Yo me acerqué a mi madre y me recosté sobre ella.
- ¿Que tal, mamá? - Pregunté mirándola sonriente.
-¡Es fantástico cariño, que manera de follar! - Dijo ella en un susurro, denotando asombro.
- Pero... parece que esta vez ha sido algo más rudo que la anterior.
- Si, lo ha sido, pero eso lo ha hecho aún más excitante. Me ha dejado los agujero doloridos, destrozados. No se si aguantaré la noche.
- Procura tomarte tu tiempo mamá. No te dejes avasallar.
- Pero es que, cuando estoy a su merced no me puedo resistirme a complacer sus deseos. Es superior a mi, hijo.
-¿Quieres que te traiga algo de comer?
- No. Solo quiero que vuelva él. - Dijo mi madre con impaciencia.
Ya era tarde, así que, con el permiso de John, me metí en la cama junto a ellos. No quise estorbar demasiado, pero también participé en aquella gloriosa follada que el alemán se estaba dando a mi madre. Ella, mientras seguía siendo penetrada por John, me obsequiaba mamándome la polla, cuando no tenía necesidad de gritar o gemir. Me corrí varias veces a lo largo de la noche, mientras mi madre..., vamos que no había manera de contar los numerosos orgasmos y situaciones de desvanecimiento producidos por el intenso placer que estaba recibiendo. Aquel hombre era incansable. Él se había corrido, igualmente, varias veces, pero su polla no perdía potencia en ningún momento. Era portentoso.
No sé cuando nos quedamos dormidos, pero lo cierto es que cuando despertamos John no estaba. Mi madre intentó levantarse para ver si andaba por la casa, pero sintió un terrible dolor en su bajo vientre, y un fuerte escozor en sus partes más íntimas. Se quejó y tuvo que incorporarse lentamente. Cuando se sentó en la cama vio una nota en la mesilla de noche.
"Inés, ha sido una maravillosa noche. Deseo hacer esto contigo durante toda la eternidad.
Me he marchado temprano para no levantar las sospechas de tu marido. Nos encontraremos pronto.
Descansa amor. 666 "
Continuará...
El próximo capítulo de esta saga, por su temática, será publicado en la sección Control Mental. No encuentro otro sitio donde ponerlo. Gracias a todos.