El encuentro esperado 1
Continuación de "UNAS JORNADAS EN EL CAMPO".- Por fin se produce el tan ansiado encuentro entre mi madre y John Thompson. El final, en la segunda parte de este capitulo, puede ser sorpendente.
- I -
Era jueves, y a eso de las 5:30 h. de la mañana me desperté con el ruido de la maquina de afeitar de mi padre. Esa mañana madrugó más que de costumbre para ir a trabajar. Durante el tiempo que duró su acicalamiento me mantuve en la cama aguantando una fuerte erección de mi polla. Tenía ganas de orinar pero esperé a que él se marchara por no cruzarmelo.
Cuando se marchó me levanté rápidamente hecho un potro en celo. Fui al baño y evacué largamente. Al terminar la erección continuaba. No había perdido ni una pizca de dureza, y entonces me acordé de que tenía la puta en casa.
Me asomé a su habitación y en la penumbra vislumbré su cuerpo metido entre las sabanas. No se si fue una sensación, pero me pareció que mi polla aumentó aún más de tamaño. Mi madre dormía plácidamente, pues su respiración pausada y tranquila así lo indicaba. Me acerqué sigilosamente y me metí en la cama.
Mamá estaba de lado, dándome la espalda, así que solo tuve que pegarme a ella y rozar mi polla con su culo, pero no reaccionó. Con mucha lentitud comencé a acariciar su linda barriguita. Luego subí mi mano hasta alcanzar sus esplendidas tetas que descansaban una sobre la otra sin sujetador. Me entretuve acariciándolas suavemente, disfrutando de la suavidad de su piel mientras empujaba con mis caderas para apretar mi polla contra su trasero.
Al principio no me había percatado de ningún relieve en sus senos, pero en una nueva tanda de caricias noté como sus pezones ya estaban deliciosamente duros. Me di cuenta de que se había despertado porque su respiración dejó de ser profunda para ser más normal, y porque percibí una ligera resistencia por parte de su culo cuando yo me apretaba a ella.
Así que mi dediqué a pellizcar suavemente sus ricos pezones e hice más intenso el abrazo. Un abrazo que tenía, a partes iguales, erotismo y un profundo amor que yo sentía por aquella mujer, mi diosa creadora.
Esto lo notó mi madre y ya dejó de fingir que dormía. Comenzamos a rozar nuestros cuerpos ansiosamente, mientras yo no sabía donde poner las manos. Quería acariciarla toda a la vez, así que me limité a recorrer su cuerpo con exagerado deseo.
Deslicé mi mano por su vientre hasta alcanzar el vello de su pubis, al tiempo que besaba su cuello y lamía el lóbulo de su oreja. Me entretuve un instante acariciándolo antes de buscar con dedo corazón su raja sagrada. Mi madre echó un poco su pierna sobre mi y se colocó ligeramente oblicua, despejándome así el camino para que yo pudiera masturbarle el coño como a ella le gusta.
- ¡Mmmm...., mi niño! ¡Que bien que hallas venido, amorcito!
Froté la entrada de su vagina suavemente, impregnado mis dedos con el flujo que empezaba brotar de su interior, y me dedique devotamente a acariciar con la suavidad donde a mi madre le gusta, su clítoris ya excitado.
-¡ Siiii...! ¡Que despertar más rico, mi amor! - Dijo mi madre a modo de buenos días.
- Quiero que la mejor madre del mundo empiece el día feliz y contenta. - Le deseé yo susurándole al oído.
- ¡Así, así... mi vida! ¡Que bien me tocas el chochito hijo mio... sigue asíiiii...! - Continuó mi madre poniéndome aún más cachondo.
Mientras yo masajeaba su clítoris, ella había agarrado mi polla y la meneaba lentamente. Solo de saber que le estaba dando placer a mi madre ya era suficiente como para que me hubiese corrido solo con sus caricias, pero me aguanté. Quería seguir disfrutando dándole más placer a esa pedazo de puta que es mi madre.
- ¡Como me gusta hacer que te corras, puta mía! - Dije yo tremendamente excitado.
- ¡Si hijo, si, haz que se corra la puta de tu madre, canalla! - Me dijo ella muy un tono muy caliente.
- ¡AHHH... MMMMH... AHH, SIIIIII, SIIIII....!
Mi madre gemía y se retorcía entre mis brazos sintiendo como el placer de su sexo excitado embargaba todo su cuerpo. Y por fin le vino un intenso orgasmo que la hizo temblar de gusto.
Cuando se recuperó, ella misma se colocó a cuatro patas, como una perra, y abriendo sus nalgas me pidió que se la metiera en el coño.
Como un buen hijo, obedecí el mandato de mi madre, no sin antes frotar el glande por toda su raja chorreánte. Pero mi madre, ansiosa por sentir en su interior la dureza de mi polla, hizo un movimiento maestro con sus caderas y consiguió que mi polla se le colara dentro.
- ¡Así, empuja mi vida, follame...!
Y la follé. La follé despacio, como a mi me gusta follarla, pero dando, de cuando en cuando, fuertes golpes para que sintiera en lo más profundo de su vagina mi polla a punto de reventar. Conseguí que se corriera de nuevo justo en el momento en que ya no pude aguantar más.
- ¡ME CORRO, MAMÁ....!
-¡No, espera hijo, acaba en mi boca, dame tu leche cariño...!
Mi madre se revolvió como una gata y consiguió meterse mi polla en la boca en el momento en que comencé a soltar chorros de semen que vinieron a estrellarse en su garganta. Luego siguió chupándome la polla dándome un placer indescriptible.
Una vez satisfecho, me sentí la necesidad de seguir dándole gusto a mi madre y cuando consideré que me había dejado la polla suficientemente limpia, hice que se acostara boca arriba y que abriera las piernas. Contemplé un instante su raja maravillosa y metí tres dedos en su vagina. Moví mi mano simulando una follada y empapé mis dedos con sus fluidos para luego chupármelos ávidamente. Después me aplique a lamerle el coño a mi madre como a ella le gusta. Recogí su delicioso jugo con la lengua y volví a saborearlo. Luego me dediqué a lamer suavemente su clítoris hasta que al cabo de un rato noté como se ponía a temblar cuando el orgasmo le sobrevino. Permanecí un ratito más chupando los fluidos de mi madre y luego me tumbé a su lado.
- ¡Que rica estás mamá. Me vuelve loco el sabor de tu coño! - Le dije al tiempo que la besaba en los labios.
- ¡Sabes que puedes comerte mi coño siempre que quieras, hijo mio! Es tu coño y lo sabes. Siempre estaré dispuesta para mi niño . - Me dijo mi madre con mucha ternura. Me sentí orgulloso de oír aquello y me relajé a su lado.
Sin darnos cuenta se echó encima la hora de levantar a mis hermanos para que fueran al colegio. Tras levantarnos, le indiqué a mi madre que se duchara primero, que yo vestiría a los niños y les daría el desayuno. Después me duché yo, y cuando terminé llevé a mis hermanos al colegio. Cuando volví salimos a hacer la compra del día y luego, de vuelta a casa le ayudé a hacer la comida.
A eso de la una de la tarde fui a recoger a mis hermanos al cole y cuando llegamos mi padre ya había llegado. Comimos todos juntos y cuando mi madre recogía la mesa ayudada por los niños sonó el teléfono. Lo cogí yo.
- ¿Si?
- ...
- ¡Ah hola tío, que tal!
- ...
- Si si, claro que está. Te lo paso.
- Papá, es el tío Salvador. Quiere hablar contigo.
Cuando mi padre cogió el teléfono mi madre y yo nos miramos y sonreímos ligeramente, pues intuíamos de que se trataba. Estuvieron hablando un rato hasta que colgó el teléfono.
- ¿Que quería tu hermano, Pepe? - Preguntó mi madre, sabiendo de antemano la respuesta.
- Nada, que el próximo fin de semana hay una cacería en la finca y quiere vaya. También me ha dicho algo de hacerme una propuesta para, no se qué de un seguro de vida. Este Salvador es un liante. Verás como al final se sale con la suya.
- Y tu que vas ha hacer ¿irás a la cacería? - Dijo ella sin dar importancia a lo del seguro.
- No se. Quizás si. Llevo un tiempo bastante estresado. Me vendría bien un par de días en el campo.
- ¿Te ha dicho algo de si podemos ir nosotros? - Preguntó mi madre.
- No. No me ha dicho nada, pero supongo que solo irán los hombres.
- Ya. Pero si no te importa podríamos ir nosotros también, aunque nos quedemos en casa de mis padres. - Dijo ella.
- Bueno, no me importa. Podéis venir si los niños no me dan el coñazo. - Dijo él
- Vale, no te preocupes. No te daremos el coñazo. - Contestó mi madre.
Cuando mi padre se marchó, mi madre llamó a mi tío Salvador. Le comentó que ella no iría a la casa del campo, pues su hermano no quería que le incordiáramos, así que le pidió que le dejara las llaves de casa de sus padres. Mis abuelos paternos habían fallecido hacía tiempo y la casa solía estar cerrada. Quedaron en que mis hermanos se quedaría con los padres de mi madre, que creerían que ella y yo estaríamos en la casa del campo. Y mi padre pensaría que estamos en casa de mis abuelos. Mi madre le encargó que estuviese atento para evitar sorpresas.
El viernes por la tarde cargamos el equipaje para el fin de semana en el coche y nos marchamos para el pueblo. El viaje transcurrió como siempre, aunque esta vez yo notaba a mi madre especialmente tensa. Estaba tan nerviosa como una novia virgen esperando la noche de bodas, eso se notaba. El único que parecía no darse cuenta era el cornudo de mi padre.
Nos dirigimos directamente a la casa del campo para que mi padre se quedara allí, y nosotros, después, nos iríamos al pueblo. Cuando llegamos ya era de noche y hacía frío. En el porche nos recibió mi tío Paco que tras saludarnos cogió la bolsa de mi padre y nos indicó que pasásemos dentro. En el salón, que tenía la chimenea encendida, estaba mi tío Salvador tomando una copa. Mi padre y su hermano se saludaron. Mi madre también saludó a mi tío Salvador, pero con una actitud algo distraída, pues de lo que ella estaba pendiente era de ver si aparecía John.
Ya estábamos a punto de marcharnos cuando oímos una puerta en parte de arriba de la casa. Mi madre y yo nos volvimos espectantes hacia la escalera y, casi sin darnos cuenta John bajaba lentamente. En esta ocasión parecía más apuesto. Aunque con un ligero cambio en el diseño de su ropa, el color seguía siendo negro. Mi madre se quedó mirándole con una expresión en su cara de mujer enamorada que nunca había visto, y una sonrisa complaciente se dibujó en sus labios. Ambos se miraron durante un largo instante hasta que él bajó las escaleras. Luego él se acercó a mi madre y le dio un beso en cada mejilla, pero juntando ligeramente la comisura de sus labios.
En ese momento salió mi padre y su hermano del salón y le saludaron.
- Supongo que ya os conocéis. - dijo mi tío.
- ¡Ah si... el alemán. ¿como dijo que se llamaba? - Preguntó mi padre haciendo un ademán de indiferencia.
-J ohn, John Thompson. Y usted debe ser Pepe, el marido de Inés. - Contestó John devolviéndole la misma indiferencia.
- ¿Creí que a usted no le gustaba la caza? ¿No es así? - Replicó el idiota de mi padre.
- Efectivamente, no me gusta la caza. Prefiero degustarla. Hay conejos salvajes que... bien guisados están riquísimos ¿No cree, Inés? - Dijo John mirando a mi madre, mientras mis tíos esbozaban una sonrisa picara.
Ella se sintió algo turbada pero no perdió la compostura.
- Claro, claro, si el conejo se guisa bien está muy bueno. - Dijo ella con un nudo en el estomago.
- Ala ya, dejemos los fogones que se está haciendo tarde y mañana tenemos que madrugar. - Dijo mi tío Paco a modo de quite.
Por supuesto, el gilipollas de mi padre no pillo el sentido metafórico de la frase y eso ayudó a rebajar la tensión creada. Mi tío Salvador se ofreció a acompañarnos al coche, y una vez nos habíamos subido me entregó disimuladamente la llave de la casa.
-T oma Andresín. Vigila mañana a tu madre no sea que se nos pierda. La calefacción está encendida y en la nevera hay comida. Suerte. - Dijo de forma enigmática y en voz baja mi tío.
- No te preocupes tío, estaré al tanto. - Contesté yo.
Mi madre no dijo nada. Me daba la sensación de que su mente ya estaba en otro sitio. Entre los brazos de aquel hombre tan misterioso.
Nos marchamos y nos dirigimos a casa de los abuelos. Allí cenamos un poco y dejamos a los niños diciéndoles que volvíamos a la casa del campo. Llegamos a la otra casa y nos acomodamos. Hacía ya tiempo que no iba por allí y no recordaba lo confortable era.
Vimos un poco la televisión y al cabo de un rato decidimos irnos a la cama. Escogimos la habitación que siempre habían usado mis abuelos pues tenía una gran cama de matrimonio antigua, y nos acostamos. Fue la primera vez que mi madre y yo nos metíamos en una cama completamente desnudos y con toda una noche por delante para nosotros dos solos. Me sentí el hijo más dichoso del mundo por tener una madre como ella.
- Mamá, tengo el presentimiento que algo extraordinario va a ocurrir. - Dije yo acariciando suavemente sus pechos.
- ¿Que dices hijo? Me asustas. ¿A qué te refieres? - dijo mi madre algo sorprendida.
- ¿No has oído al tío Salvador cuando nos ha dado la llave?
- Si. Nos ha deseado suerte. Normal, en vista de lo de mañana ¿no?
- Y aún así, no te parece raro que a estas alturas nos desee suerte. ¿Que espera que pase? O mejor ¿Que es lo que te propondrá John?
- Andrés, te estás poniendo muy enigmático. Tampoco será para tanto. Probablemente quiera que trabaje con él en alguno de sus negocios como prostituta. Y estaré dispuesta a hacerlo si me lo pide, ojalá así sea, el único problema es que hacer con tu padre para no perder su dinero.
-Ese es el asunto. Tienen que quitar de en medio a ese estorbo. Y no imagino como lo harán.
-Bueno, seguramente mañana lo sabremos. Si te soy sincera...
-Si mamá, dime lo que piensas.
-No me importa nada lo que tengan pensado hacer con él. La vida a su lado se me está haciendo insoportable.
-¡Como me gusta oírte decir eso mamá! Realmente eres esa gran puta que siempre soñé que fueras. - Dije yo bastante excitado.
- ¿Haber? ¿Que es lo que noto en la pierna? - Dijo ella fingiendo curiosidad.
Mi madre alargó su mano y cogió mi polla que se me había puesto tremendamente dura al oírla decir eso.
- ¡Mmmm....! ¡Que cosita más linda tiene mi niño aquí! Ven cariño, dásela a mamá en la boquita. - Dijo ella.
No me lo tuvo que repetir. Me coloqué a horcajadas sobre su pecho, apoyando mi peso sobre mis rodillas, y comencé a frotar mi polla suavemente por su cara. Ella sacaba la lengua con la intención de cazarla. Le golpee las mejillas con mi duro rabo antes de metersela en la boca. Me la chupó despacio, como solo ella sabe hacerlo. De cuando en cuando se sacaba la polla de la boca y hacía que se entretuviese con mis huevos lamiéndolos y chupándolos suavemente.
Cuando mi polla volvía a su boca, yo se la follaba lentamente, metiéndosela hasta la garganta y apretando hasta que comenzaba a ahogarse, entonces me daba palmaditas en el culo y yo la sacaba. Pero no me quería correr todavía. Ahora quería ser yo el que se comiera su coño.
Me agaché hasta que tuve mi cabeza entre sus muslos, y un ligero olor a mujer inundó mi olfato. Aquel olor me excitó aún más y me dispuse a lamerle el coño y recoger con mi lengua el delicioso jugo de sus entrañas. Especial atención dediqué a su excitado clítoris, pues como ya sabéis, es una fuente inagotable de orgasmos para mi madre. Se corrió dos veces antes de que yo decidiera follarla.
Me alcé de nuevo y tal cual estábamos le metí la polla a mi madre en el coño y comencé a follármela lentamente. Quería que sintiera la dureza de mi polla abriéndose paso a través de su divina vagina. Mi madre gemía de placer.
- ¡Ahhh...! ¡Si... sigue, cariño! ¡Llename el coño con tu polla hijo mio... si, si, follame, follame bandido! - Balbuceaba la puta de mi madre.
Me ponía cachondo oír a la perra de mi madre decir esas cosas. Así que besé su bendita boca y metí mi lengua buscando las suya amortiguando sus gemidos. Su saliva es dulce y deliciosa.
- Espera cachorrito... - Dijo mi madre cuando nuestras bocas se separaron. - Follate a la perrita de mamá desde atrás.
Y se colocó de la manera que a mi más me gusta. A cuatro patas, que es el estado natural de una zorra. Abrí sus nalgas y froté la punta de mi polla por su raja y se la metí sin miramiento. Su coño estaba tan mojado que casi ni me di cuenta de que se la había metido. Ella soltó un ligero grito cuando notó que mi polla llegaba al fondo. El grito se transformó en gemidos conforme la fui follando lentamente al principio, para luego aumentar la intensidad de las embestidas hasta que volvió a gritar, pero esta vez de gusto cuando le sobrevino otro orgasmo. En ese momento yo no podía más y, dándole unas palmaditas en el culo, le indique que su leche esta a punto de salir.
Con una rapidez asombrosa se giró y se metió la polla en la boca. Yo la agarré por el pelo y comencé a follarla hasta que mi leche salió a chorros, haciendo que casi se atragantara pues no le daba tiempo a tragar tan rápido. Siguió chupándomela hasta que sacó la última gota de semen y la dejó limpia y lista para la siguiente.
Os preguntareis porqué no le he dado ya por el culo. Pues os recordaré que desde que John intentó encularla con su enorme pollón, no ha dejado que nadie profane su agujero hasta que él no se lo rompa definitivamente. Antes si le habían dado por el culo, pero con pollas normales, casi dedos gordos comparados con la polla de John. Desde entonces quiso conservar su agujero rectal lo más virgen posible, si cabe, para él. Quería sentir de nuevo como ese hombre le desvirgaba el culo. Y, al menos yo, lo respeté.
Fue la noche más maravillosa que yo había pasado nunca. Dormir con mi madre, desnudos y en la misma cama, como dos enamorados, sin ningún temor a ser descubiertos, siempre había sido un sueño para mi. Pero era cierto, este hecho se estaba produciendo.
Durante toda la noche estuvimos follando. Llegué a correrme en su coño que fue para mi un acto de sublime placer. Entre polvo y polvo nos quedábamos adormilados, y al más mínimo roce ya estábamos otra vez liados. Uno de esos gratos momentos fue cuando me desperté sintiendo una presión sobre mi bajo vientre. Mi madre apoyaba su cabeza sobre mi ombligo y con una de sus manos jugueteaba con mi polla, semi flácida, y con mis huevos. En seguida, mi nabo adquirió de nuevo una dureza extraordinaria que provocó que mi madre se aplicara a chupármela otra vez.
Mi glande ya estaba muy sensibilizado, debido a la magnífica noche que llevábamos, así que su lengua, que recorría húmeda toda la cabezota, me hacía sentir intensas descargas eléctricas que me hacían encoger el alma. Mi madre lo notaba y ponía más énfasis en su mamada llevándome al cielo del placer. Lo hizo con una dulzura tal, que pese a todo me corrí de nuevo soltando otra buena cantidad de semen en su boca que, tras saborearlo como a ella le gusta, lo tragó con placer.
Luego le devolví el placer que me había dado y me dispuse otra vez a comerle el coño. Su chocho me parecía el manjar más exquisito, pues a sus fluidos se unían los restos de mi propio semen de una corrida anterior, haciendo que sus labios menores estuvieran suaves y melosos como a mi me gusta. Volví a comerle el coño a mi madre con ansia, yo diría que con renovada desesperación, hasta que conseguí que ella volviera a temblar de gusto.
Así pasó la noche hasta que, casi despuntando el día nos quedamos profundamente dormidos, agotados por la frenética actividad sexual que habíamos tenido. Nos despertamos a eso de las doce del medio día. Mi madre se alarmó por la hora.
- ¡Oh joder, que tarde es! Quizás John ha estado aquí ya.
- No creo mamá, habría llamado.
-Si. Tienes razón. Pero entonces ¿porqué coño no ha venido ya?
-No te preocupes mamá, vendrá. seguramente esta mañana habrá tenido que estar con los cazadores. Ya vendrá.
Mi madre fue a darse una ducha mientras yo preparé un ligero desayuno para los dos. Café con leche y unos zumos. Cuando ella terminó fui a ducharme yo. Cuando salí mi madre estaba en la puerta de la casa, mirando la calle para ver si venía su amando. Se había puesto unos pantalones vaqueros muy ajustado y un jersey de cuello alto. Estaba preciosa.
- ¿Que haces mamá?
- Este hombre me está poniendo de los nervios. A qué coño espera para venir ya. - Dijo ella entono enfadado, volviendo a entrar en la casa.
- ¡Hola Inés! Perdona la tardanza cariño, pero me han entretenido en la casa del campo. - Oímos esa voz con acento extranjero desde el quicio de la puerta.
Una vez más, aquel hombre había surgido como de la nada. Mi madre dio un suspiro profundo, y abrió al máximo sus ya grandes ojazos, y se giró rápidamente hacia la puerta.
- ¡John, cariño, que alegría me da verte! - Dijo ella abrazándose a él con desesperación.
Sus bocas se unieron en un frenético beso en el que sus lenguas se entrecruzaban enérgicamente. Era mi madre la que ponía más énfasis, mientras él la apretaba contra sí fuertemente y acariciaba su espalda. Aquel beso me pareció eterno. Hasta el punto que noté como mi polla volvía querer endurecerse dentro del pantalón, debido al erotismo que aquel ansiado abrazo desprendía. No intervine para nada. No quise romper a aquel mágico encuentro. Simplemente les observé con alegría.
Cuando por fin se despegaron, pude ver que por las mejillas de mi madre corrían lágrimas de alegría. John se las limpió y tomando su cara con ambas manos volvió a darle tiernos besitos en los labios.
- ¡Te he echado mucho de menos John! ¡He sufrido mucho por no poder verte, mi amor!
-Lo se preciosa, lo se. Yo también te he echado de menos.
-¡Te quiero John, y quiero entregarme a ti plenamente!
-He venido a tomarte cariño. Se que ahora me perteneces y no pienso dejarte marchar. Eres una mujer extraordinaria Inés. Hay pocas como tu.
¡Si mi amor, en lo más hondo de mi corazón ya soy tuya. Pero quiero serlo plenamente y no veo la manera.
-No te preocupes princesa. Yo te allanaré el camino para tu solita vengas a mi dócilmente y sin nada ni nadie que se oponga.
-¡Que alegría me da oírte decir eso cariño! ¡Estoy temblando de la emoción!
-Bueno, tomémoslo con calma. Iremos despacito, haciendo las cosas bien. Luego te explicaré los planes que tengo para ti preciosa. Ahora vamos a comer a algún sitio.
Aquella situación me había emocionado de tal manera que no pude reprimir las lagrimas viendo a mi madre haciendo esa declaración de amor y entrega.
Decidimos ir a un restaurante nuevo que habían abierto a las afueras del pueblo. Un lugar tranquilo y selecto en donde gozaríamos de intimidad y anonimato. Estábamos en nuestro pueblo, y allí nos conocía mucha gente. Continuará...