El encuentro con un Amo (6)

“Abre la boca y trágatela, quiero conocer la media exacta de tu agujero”. Abrí todo lo que pude y aun así él empujo mi cabeza y la sujeto allí hasta casi ahogarme, mientras su otra mano, metida entre mis piernas, arrancaba las bolas de mi sexo, sin contemplaciones, y empezaba a meter uno tras otro los dedos hasta fondo

El encuentro con un Amo – VI

He llegado a casa con la maleta sin abrir, pero fuertemente asida. Voy directamente al dormitorio y suavemente la deposito en la cama. La acaricio, la toco, no pesa mucho, es negra, fuerte, presiono los cierres y estos saltan sin ningún problema.

Dentro hay una falda preciosa negra, suave, de mi talla, sin forro y una camisa de seda roja pálida, con botones negros, el conjunto de ropa interior mas bonito y delicado que había visto en mi vida (sin duda este hombre tiene buen gusto), suave satén negro mezclado con encaje del mismo color, casi transparente, y bordados en forma lunas y estrellas; un par de medias de rejilla negras, el collar elegido (¿Cuándo lo metieron?).

Empiezo a probarme la ropa. Una tras otra, las prendas van ocupando su lugar en mi cuerpo. Me contemplo en el espejo, me sientan perfectamente, todo es de mi talla, excepto el sujetador que parece un poco apretado. Al fondo, en un pequeño neceser hay un teléfono móvil, con una nota: "Enciéndelo" y el PIM de acceso. Nada mas encenderlo, suena. En la pantalla aparecen las palabras: TU AMO.

Contesto y una voz, su voz, me dice: "iPerra, como se te ocurre ponerte la ropa sin mi permiso? Desnúdate, ahora mismo". Cumplo rápidamente, como si un resorte me impulsara. Cuando termino un sencillo "Ya, Amo" sale de mi garganta.

"Zorra asquerosa, crees que todo eso es para tu placer? Tú no tienes derecho a más placer que el que yo quiera darte y cuando yo lo decida. Quiero que te familiarices con todos y cada uno de los objetos que encontraras en la maleta. Tampoco llevaras la ropa durante tu jornada laboral, no quiero que la ensucies. Te lo pondrás todo, excepto el collar, un momento antes de bajar. Llegaré a las dos y media en punto, no me hagas esperar ni un segundo, o lo pagaras."

"No uses ninguno de los objetos, yo lo notare y serás duramente castigada. Eres mi perra, solo mi perra, y como se te ocurra desobedecerme, lo sentirás. Mañana castigaré tu osadía de esta noche, no se te ocurra masturbarte, LO TIENES TERMINANTEMENTE PROHIBIDO y … ahora (y cambiando el tono de la voz hasta alcanzar una dulzura increíble), que descanses".

No podía creerlo. Era como si me viera, como si supiera todo de mi, como si me conociera mejor que yo misma.¿Como habria sabido lo de la ropa?. Aquel hombre parecía el diablo.

Abrí la maleta y extendí todos los objetos sobre la cama. Había un neceser rojo con varios vibradores, todos lubricados, se veían brillantes y nuevos, los había de varios tamaños y formas, eran siete en total, y todos me excitaban, pase la yema de mis dedos por todos ellos, por todos y cada uno, imaginándomelos dentro de mi, manejados por aquellas manos expertas que me habían llamado tanto la atención en su momento. Aquellas manos que me darían placer pero también dolor, estaba segura, pero ambas cosas ahora me parecían asumibles, aceptables, e incluso … deseables.

Había un par de dildos, uno pequeño como un chupete de bebe con su asidero y otro mas grande de color azul brillante y con un compartimiento en el centro para una pila y un interruptor de velocidad regulable, tenia un empuñadura como un florete.

El collar y la correa estaban allí, la cadena brillaba y junta a ella dos cadenitas más pequeñas y con una pinza al final de cada ella. Mi imaginación voló hasta una película porno algo subida de tono que había visto un día. Eran pinzas para pezones. Estaba segura. Y además, graduables.

La maleta también tenía juegos de esposas, de cuero, de metal, fuertes. Segura estaba que con ellas puestas no podría moverme. Un antifaz, una fusta y un látigo de cuero negro cuyo mango tenía forma de pene de considerable tamaño y colas de varios tipos.

Solo pasar mis dedos por todos esos objetos me excitó sobremanera; entendí entonces la clarísima prohibición de no masturbarme. El sabia que yo acabaría empapada, deseosa, salida. Sentía palpitar mi sexo de deseo, de deseo por ser usada por el Amo para su placer con todos aquellos aparatos.

Consciente de mi propio pensamiento, me di una ducha fría y me acosté. Se que soñé con él, se que él estuvo presente en todos mis sueños y por la mañana, de nuevo, estaba empapada.

Al llegar a la oficina, ni siquiera el ritmo del trabajo consigue calmar la excitación y el deseo. Las horas pasan lentamente, y ni el momento del descanso para el desayuno puede aliviar la necesidad de que el tiempo vuele, se diluya, pase y llegue el momento deseado. ¿Deseado?, curioso pensamiento para

A las dos en punto el personal empieza a desfilar de la oficina, y aprovecho para dirigirme al baño. Saco las prendas de la maleta y me las voy poniendo una a una, acariándolas suavemente y sintiendo el contacto con mi piel; me he refrescado como he podido en el lavabo pero mi cuerpo tiene ese sudor excitante, preludio de una placentera sesión de sexo (pero ¿será placentera? y en todo caso ¿Para quién?).

Retoco mi pelo, cepillándolo lentamente, la larga melena acaricia la blusa. El sujetador aprieta mi pecho de una forma que casi molesta pues junta ambos senos de una forma provocadora y excitante formando un canalillo entre ambos, pero algo forzada.

Falta un minuto cuando salgo por la puerta del edificio donde se encuentra ubicado el despacho; en ese momento un BMW de color oscuro, aparca junto al bordillo, de él, solícito, baja el hombre con el que voy a pasar el fin de semana. Abre el maletero y pone la maleta junto a otras dos y un maletín de cuero negro. Me abre la puerta y con voz seria y tono bajo dice: "Sube".

El coche tiene los asientos de cuero, que se adaptan rápidamente a mi cuerpo, acogiéndolo confortablemente.

Cuando sube y cierra la puerta, su voz cambia: "Buenos días, perra, a ver si recuerdas mis instrucciones, que ya veo que no" Con un golpe seco entre las piernas me obliga a separar los muslos. "Quiero esas piernas bien abiertas, zorra, quiero sentir tu rodilla junto al cambio de marchas y la otra pegada a la puerta, y la falda mas arriba, enseñándome las ligas, pon tu culo de guarra sobre el cuero para que vayas conociendo su tacto, ya que mi fusta y mi látigo van a "pulir" tus pequeñas deficiencias y así te vas acostumbrando, quiero ver asomar tu carne por encima de las medias, y no te preocupes si te ven los de la calle, ese debe ser tu menor problema". Su risa me daba tanto miedo como me excitaba, pero cumplí sus órdenes. "Ponte el cinturón".

Arranca el coche. Y durante más de un cuarto de hora lo único que oigo es la música que suena en el vehículo. Al detenerse en un semáforo su mano va rápidamente a mis muslos, apretándolos, pellizcándolos y llegando hasta mi sexo. "Abre esas piernas, puta, échate un poco mas para adelante". Inmediatamente con indudable maestría, aparta la braga y mete un dedo entre los labios, recorre el clítoris, el agujero y llega hasta el ano. "Guarra, estas empapada", Saca el dedo y lo pone en mi boca. "Límpiamelo". Sin pronunciar palabra, lamo el dedo con avidez. De nuevo el coche arranca.

Su voz suena de nuevo, fria, dominante, retumbando en mis oidos. "Cuando te de una orden, contesta siempre Si, Amo o Ya, Amo, dependiendo de lo que proceda. No debes hablar a menos que yo te haga una pregunta directa pero tampoco permanecer muda, quiero oír tu demostración de respeto continuamente, y no vuelvas a mirarme directamente, jamás, si yo no te doy permiso, mira mis manos, pues de ellas sacaras mas información que de mis ojos, y ahora, abre la guantera". "Si, Amo"

En la guantera, había un paquetito envuelto como si fuera un regalo. "Cógelo". "Si, Amo". Lentamente abrí el paquete, quitando el papel de un brillante dorado, y descubriendo una caja, dentro de la cual aparecía otra de plástico en forma de concha de color marfil. Como si de un joyero se tratará tenia un cierre en la parte delantera. Al abrirlo quedaron al descubierto dos bolas chinas de color dorado. "Mete eso en tu coño, a ver si calmamos tus ardores o los aumentamos". Si, Amo". Detenidos de nuevo en un semáforo y mientras la gente pasaba por el paso de peatones, y sintiendo su mirada fija en mis manos, subiendo la falda, aparté la braga y empecé a meter la primera de las bolas, estaban frías, eran de metal duro pero la vibración que sentía ya en mi mano me excitaba más; dentro de mi cuerpo aquello podía ser algo explosivo. "Vamos, zorrita, el semáforo no dura todo el día". Meto la segunda bola y antes de arrancar él baja la mano entre mis piernas y usando dos dedos, las introduce hasta el fondo, sin miramientos. Al sacar los dedos, y ante mi sorpresa, pues ya tenia mi boca preparada, se los llevó a la suya y los saboreó. "Hhhmmmm, no sabes nada mal, zorrita".

Durante un rato y mientras conducía me explicó, como si de una excursión de amigos se tratara, que íbamos a la sierra a una casita de campo donde pasaríamos el fin de semana los dos solos, que tardaríamos en llegar alrededor de una hora y media. Dicho lo cual no volvió a hablar de nuevo hasta que, ya en carretera, la velocidad y la circulación permitían relajar la conducción.

"¿Va a gusto la perrita con su coño relleno de bolitas?". "Si, Amo". Su mano acariciaba mi muslo, libre de la necesidad de estar sobre el cambio de marchas.

"Creo que el sujetador te molesta, ¿es así?" y sin esperar mi contestación, "Esta elegido con esa intención, tus tetas deben acostumbrarse a estar apretadas, atadas y siempre dispuestas a mis deseos, luego cuando estés desnuda las cuerdas harán la función del sujetador y no serán tan …. Suaves". Su risa, sádica pero excitante llenó el coche.

De pronto y tras una pronunciada curva, el coche enfiló una zona de descanso en la carretera, que estaba absolutamente desierta. Paró el coche y detuvo el motor, sin apagar la música.

"Vamos a ver como está ese coño". Y soltando el cinturón que le sujetaba, se volvió hacia mí. Instintivamente levante la vista para mirar su rostro, lo que me granjeó un golpe en los muslos. "Puta, no me mires, la mirada baja, y las manos a los lados de tus piernas, que no me estorben."

Y empezó una exploración. Abriendo la camisa hasta dejar al descubierto el sujetador, y sacando las tetas. "Me gustan tus pezones, y veo que responden, bien, eso te ahorrará castigos". De nuevo su risa. Magreo como si fuera un tratante de mercancía sopesando la calidad de lo adquirido y fue hasta los muslos, los pellizcó, y los manoseo hasta que, de pronto, como si se le hubiera olvidado algo, cogió mi mano y la puso en su entrepierna.

"Mira, puta, esta es mi polla, tu reina y señora, tienes que besarla, lamerla, chuparla, succionarla y tenerla siempre contenta porque de ello depende mi estado de animo, y de mi estado de animo depende de estado "físico". ¿Entiendes?. Ahora la voy a sacar y tú la vas a atender hasta que yo te diga, pero te vas a poner a cuatro patas como la perra que eres para que yo pueda seguir tocando mis posesiones. VAMOS".

Rápidamente cumplí la orden, su mano desabrochó los botones y sin dejarme casi mirarla, empujó mi cabeza entre sus piernas, restregándome la cara por una polla dura y unos huevos grandes. Sentí su glande en mi cara, en mis labios, en mis mejillas, estaba húmedo y apetecible.

"Abre la boca y trágatela, quiero conocer la media exacta de tu agujero". Abrí todo lo que pude y aun así él empujo mi cabeza y la sujeto allí hasta casi ahogarme, mientras su otra mano, metida entre mis piernas, arrancaba las bolas de mi sexo, sin contemplaciones, y empezaba a meter uno tras otro los dedos hasta fondo mientras contaba: "Unooo, doosss, tressss (sentía sus dientes apretados al hablar) cuatroooooooo." "Tienes un coño de viciosa, mira, empapado y con cuatro dedos fácilmente y sin trabajarlo. Conseguiré meter mi mano entera ….. y mas cosas". Su risa me excitó más que sus palabras. Me imaginaba empalada con el brazo entrando en mi cuerpo y retorciéndome de placer.

"Bésala con reverencia, y guárdala. Ya tendrás tiempo de atenderla debidamente con tu boca y con otras partes de tu cuerpo". Parecía imposible meter aquello de nuevo en el pantalón, e impacientemente, él me retiró las temblorosas manos y se la guardó, abrochándose todos los botones. "Tienes que aprender a manejarla en cualquier momento y situación. Te has ganado un castigo". "Si. Amo.

Me explicó que los castigos podían ser impuestos inmediatamente o "aplazados", aplicados individualmente o sumados para dar placer al ejecutor, en virtud del estado de ánimo, que los castigos serían variados y que me serian explicados en su momento.

Ante de arrancar y cuando yo ya había recuperado mi postura, volvió a meter las bolas de golpe y hasta el fondo, introduciendo después de nuevo, los dedos en mi boca y sin necesidad de nueva indicación por su parte, se los limpie saboreando mis propios jugos.

"Cuando lleguemos a la casa sabrás lo que es bueno, ahora, relájate y disfruta del paisaje".

De_mi_Amo1

(siento la tardanza en proseguir el relato pero he estado castigada por mi Amo, justamente, y ahora con su benevolencia, me da permiso para continuar el relato. Gracias, Amo)