El encuentro con un Amo (5)
Acostúmbrate a sus gustos, te ira mejor, y te será mas fácil. Contesta solo cuando te pregunte, con frases claras y sencillas, y sobre todo con la verdad, no dudes, eso delata la mentira y serás castigada.
El encuentro con un Amo - V
Nunca un beso me gustó tanto, nunca una caricia fue tan placentera, ni el deseo tan profundo y salvaje.
Aquel hombre era maravilloso, terrible, pero maravilloso. Acabé el café y salí en dirección a la oficina. De nuevo no fue una tarde de trabajo positiva.
Al filo del final de la jornada, recibí una llamada: "Buenas tardes, soy la enfermera del Doctor Gómez, tiene cita para una consulta mañana a las 16,30, simplemente era para confirmarla, anoté la dirección". Y cortó
Juraría que yo no tenia cita con ningún doctor y no me sonaba para nada el nombre de Gómez.
Instantes después sonó de nuevo mi móvil: "Atiende, -- voz inconfundible acabas de recibir la llamada de un médico, te he concertado una cita con él, es un amigo, harás todo lo que te diga, sin rechistar, es una orden". Y colgó.
Alucinada no sería la expresión. Abrí mi agenda y apunte la cita. Cerré los ojos y analice mis sensaciones. Estaba excitada, su voz, su tono, su recuerdo, el olor de su cuerpo junto al mío, su encendedor, me muero de ganas por ser suya.
El día siguiente se me hizo eterno, fui a comer sola de nuevo al restaurante, pero él no estaba, apenas probé bocado y al salir paré un taxi y me dirigí a la consulta del doctor.
Era una pequeña clínica privada, ginecológica fundamentalmente, limpia y con una simpática chica en recepción. "Pase a la sala 3, por favor, desnúdese completamente y pongase la bata que allí encontrará, el doctor irá en seguida; antes por favor llenará este bote, si es tan amable"
Me dirigí a la sala indicada, solo había una camilla de ginecólogo, una silla y una percha, un espejo en la pared frente a la camilla y la puerta de un baño; me desnude, colgando la ropa primorosamente en la percha, me puse la bata de suave color rosa y entre al baño, llenando el recipiente con mi orina.
Cuando salí, había una enfermera de mas edad, cara seria, con un carrito tapado con un paño verde.
"Desnúdate y tumbate en la camilla". Su tono, su tuteo, su mirada, me helaron la sangre. Me subí, sin contemplaciones, me ató los pies y las piernas en los brazos elevados de la maquina de tortura que siempre me ha parecido la cama del ginecólogo. Iba a protestar cuando su mano tapó mi boca y puso una mordaza con una maestría que me hizo entender que no era la primera vez que hacía aquello. Luego ato mis manos por encima de mi cabeza. Recogió mi pelo en una coleta para dejar a la vista mi cuello, mi nuca, mis orejas y toda la cara. Me excito su habilidad, debo confesarlo.
Y se fue; empecé a mirar alrededor para hacerme idea de la situación y me di cuenta de que estaba completamente inmovilizada y expuesta frente al gran espejo de la pared. Podía ver mi sexo depilado, mi culo aplastado sobre la camilla, , el carrito con el paño verde sigue junto a la puerta. No puedo ver lo que contiene.
Al cabo de un rato que parece interminable, entra un médico, es un hombre evidentemente, aunque lleva la mascarilla puesta, el gorro de operar y una bata que le cubre hasta los pies, de las que se atan detrás.
Se sitúa entre mis piernas, y como si yo solo fuera un objeto, sin hablarme, ni siquiera un saludo, empieza su trabajo. Quita el paño del carrito, está lleno de aparatitos de aluminio brillantes. Toma nota de reojo que le observo, sus ojos son fríos, negros, penetrantes, . Puedo imaginar su cara de sádico bajo la mascara, solo con ver la forma con la que se enfunda las manos en los guantes quirúrgicos, con ese sonido que siempre impresiona. Primero uno, después el otro.
Puesto a mi lado, cerca de mi cara su cuerpo, puedo olerlo, una colonia dulce, masculina, pero intensa, sus manos tocan mi cuello, mis orejas, coge un aparato, y mira dentro; sin contemplaciones abre mi boca, retirando la mordaza, metiendo los dedos entre mis labios y obligándome a abrir mis dientes, con un palito de dentista, aplasta la lengua y mira en mi garganta, mete el palo más, hasta casi provocar la arcada. Dándome un cachete, oigo su risa, corta, tajante, seca, sádica. De nuevo coloca la mordaza, pero más fuerte.
Se acerca a mis pechos, los tantea, los sopesa, los soba y después los aprieta sin compasión; al sentir mi gemido, golpea con la palma de su mano mi vientre y me deja oír su voz que me hiela aun mas la sangre: "La ultima vez!!!!"
Reanuda el tocamiento de mis pechos, de mis pezones, retorciéndolos, estirándolos, , no me atrevo a quejarme nuevamente. Pasa lascivamente sus manos por mi estomago por mi vientre, y clava sus dedos en mi sexo, mirando fijamente al espejo.
Instantes después otro hombre entra, se sitúa entre mis piernas sentado en un taburete con la cara a la altura de mis muslos, apenas veo su cabeza, está enmascarado con el mismo tipo de mascarilla y gorro que el primero. Siento unos fríos aparatos meterse en mi coño, untados de algo gelatinoso, vaselina quizás?, unos dedos que estiran mis labios, unos dedos que tocan dentro, unas varillas frías, siguen dilatando, .. un sencillo "bien" llega a mis oídos.
De pronto un dolorcito agudo, siento algo que entra en mi ano, frío, húmedo, y una de las voces, creo entender la del segundo hombre dice: "Esto habrá que trabajarlo mucho, es muy estrecho, esta perra no ha sido enculada debidamente, pero lo será" Una risa a dúo sale de las dos mascarillas, miró a los dos hombres y unos de ellos cachetea mis muslos.
"¿Tu que miras? Puta, ¿quien te ha dado permiso para mirarnos? Ahora veras
Simplemente, de un tirón, coge el paño verde que cubría antes el carrito de los instrumentos y me tapa la cara. No ver es peor que mirar.
Y creo que ellos lo saben. Las risas aumentan y los dedos, no se cuantos, tocan mis muslos, mis labios exteriores, mis labios interiores, mis piernas,
Me duelen los brazos y las piernas de la postura incómoda y expuesta. Como si hubieran leído mi pensamiento, me desatan, primero los brazos, luego las piernas; siento unos brazos cariñosos que me apoyan en un pecho pero sigo con la cara tapada por el paño verde. Pero la dulzura dura poco; me ponen boca abajo en la camilla con el culo expuesto, siento una mano recorren mi espalda.
"Que piel mas suave, da gusto, me estoy excitando solo de tocarla, y sentir el sudor de su piel, y su olor, el olor del miedo!" De nuevo las risas.
La otra voz contesta: "Si, miedo, pero la muy puta está empapada, mira!" y siento unos dedos entrar y salir de mi interior, con maestría, sin apenas rozar las paredes al entrar y abriéndose al salir. Me estremezco, indudablemente de placer.
De nuevo siento algo a la entrada de mi ano, está frío, da vueltas en mi agujero, y con pequeños empujoncitos, va abriéndose camino, es más gordo cada vez, creo imaginar, siento, , recuerdo, todas las imágenes de sodomía que he visto en el cine acuden a mi mente e imagino un dildo, un tapón anal metálico, lo veo plateado de aluminio y frío; por fin se estrecha y se adapta a mi ano. Siento varios tirones.
"Ves?. Encaja perfectamente, pero es mejor ese otro, para empezar".
Siento un ligero tirón y el dildo sale, prácticamente sin ayuda, produciendo un placer nuevo, algo que nunca había sentido.
Mi experiencia anal se limita a la lengua y a un dedo tímido, un par de veces. Nunca he permitido que mis parejas me penetraran con su polla. Y ahora ...
Mi ultima pareja manejaba la lengua bastante bien, él había humedecido un día tanto mi ano que su dedo, largo y gordo, entró hasta el fondo; al salir su lengua me penetró y casi llegué al orgasmo. Recordaba aquello con mucha excitación algunas noches.
Siento un par de cachetes en el culo. "Buena potra, con doma adecuada, dará gusto montarla. Lo que daría por estrenar ahora mismo su boca con una buena corrida, tiene cara de hacerlo de vicio. ¿Has visto como me miraba al principio?, la muy perra!"
"¿Verdad?, perra". Asiento con la cabeza como puedo. Deseo que el "examen" termine, me siento vejada, utilizada, pero sobre todo enfadada conmigo misma, estoy excitada, empapada, el flujo de mi sexo moja la sabana que cubre la camilla.Y deseo sentir dedos, manos, boca, lengua, corriendo mi cuerpo, incluso atada, incluso amordazada, inmóvil y disponible.
Los pasos se alejan, una puerta se abre, y una voz dice: "Ni se te ocurra moverte, perra, ahora vendrán a por ti"
Al cabo de un tiempo que se me hace largo, interminable, la misma enfermera seria que me había atado, regresa para "ocuparse" de mí. Sujetándome por la cuerda que ata mis muñecas me lleva al baño y me mete en la ducha, agua fría recorre mi cuerpo, y sus manos me enjabonan, incluso en mi sexo, con una delicadeza que no cabía esperar de su mirada fría.
"Has pasado el examen satisfactoriamente. Acaba de adecentarte y te espero en mi despacho, al final del pasillo. Tomate tu tiempo, no tengas prisa, aun no hemos acabado".
Me he duchado con agua caliente, he reconfortado mi cuerpo, entumecido por el rato de camilla y me he vestido en la habitación, mirando el espejo, segura, de ser observada, analizada, vigilada, Me he puesto las medias descaradamente situada en la dirección de "esa ventana indiscreta", de forma sensual y provocativa.
Me he peinado lentamente delante de ese mismo espejo, no había ninguno en el cuarto de baño, y retocado el ligero colorete de mis mejillas (casi no hace falta, he estado tan excitada tanto rato, que mi rostro muestra dos preciosos rosetones a pesar de la ducha fría).
Recogido mi bolso, me he encaminado hacia el despacho de la enfermera. "Sientate". Está de pie delante de la mesa, indicándome una silla frente a ella. Me siento e inmediatamente recibido un golpe con una fusta en las rodillas. "Las piernas siempre abiertas!!!. El Amo que te ha enviado aquí recibirá el informe de tu exploración, pero estoy autorizada a decirte que has sido declarada satisfactoria para sus deseos. Tengo orden de entregarte algunas cosas y escuchar a todas las preguntas que quieras hacerme, contestare aquellas que crea oportuno y lo demás lo iras descubriendo tu sola o con el consentimiento del Amo".
"Debo decirte que el camino que inicias solo tiene una puerta. Una vez iniciada la subida de la escalera a la que te va a llevar tu nueva situación, solo después de la primera sesión, la que tendrá lugar en este fin de semana, según se me ha informado, podrás irte y volver a tu vida normal; si por el contrario, decides seguir adelante, solo podrás dejar de ser lo que ya eres, si él te abandona, bien por aburrimiento, por otra esclava o simplemente porque ya no le pareces adecuada para estar a su servicio"
"Cuando el viernes seas recogida por el Amo, subirás a su coche, vestida con la ropa que ahora voy a entregarte, no llevaras nada, todo lo necesario lo tendrás en el sitio que vas y se te dará si te lo mereces o te lo ganas. No hablaras. No le miraras. No juntaras las piernas. Las manos permanecerán todo el rato a la vista de tu amo, en la posición que él te indique. Acostúmbrate a sus gustos, te ira mejor, y te será mas fácil. Contesta solo cuando te pregunte, con frases claras y sencillas, y sobre todo con la verdad, no dudes, eso delata la mentira y serás castigada".
"El objetivo de este fin de semana es tu iniciación, tu entrega, y es voluntaria, firmaras un contrato, ahora, antes de salir, que indica mas o menos las circunstancias que te estoy relatando".
"Si al final del fin de semana has superado la prueba serás la esclava, la perra, la sumisa (el nombre lo elegirá él dependiendo del momento) de un Amo, que es duro, inflexible, pero justo. Si le obedeces, no te castigara inmerecidamente; debes hablarle con respeto en el tono y en el trato, en tus frases siempre incluirás la palabra Amo,; al principio solo Amo, luego podrás gozar del permiso de llamarle Mi Amo, como un honor y un privilegio, ganatelo, será buena señal"
"El Amo al que te vas a entregar voluntariamente desea que elijas tu collar entre estos que tienes sobre la mesa y, creeme, es un privilegio, debes haberle gustado mucho, no muchas perras pueden elegir este símbolo de entrega, pero te aviso, también es una prueba, seguramente de tu elección dependerán muchas cosas".
Escuchaba ensimismada, sin interrumpir ni siquiera con la mirada la charla que aquella mujer me estaba dando. Mire los collares, eran todos de perro, menos uno, quizás algo mas pequeño, como de seda roja, que parecía de gato. Meditando deseche inmediatamente ese porque no me pareció adecuado para "una perra". Había varios muy parecidos de diferentes colores, pero me gusto uno negro (era el color predominante en la forma de vestir de "el amo") con remaches en forma de cabeza de clavo, y dos argollitas en la parte de delante, que llamaron mi atención. Sin hablar, lo señale y me fue entregado.
"Puedes hablar, ahora, luego puedes pasar muchas horas en silencio este fin de semana, y si no te portas bien, amordazada como hace un rato o peor"
"Serás azotada. No conozco los gustos exactos del amo que te ha traído aquí, pero puede ser con fusta, con látigo, con palmeta o con varas finas que cimbrean y pondrán tu bonito culo como una hamburguesa"
"Me consta que "tu" Amo no es partidario de la sangre, ni de medidas extremas de castigo, y que no le gustan demasiado los espectáculos públicos, salvo presenciarlos, ni los intercambios o las entregas. Has tenido suerte, según mi opinión."
"Le perteneces y te entregas voluntariamente, así que si en algún momento escapas o te comportas de mala manera serás castigada a tu regreso, si es voluntario."
"El Amo que te ha traído aquí es persona educada, culta, pero exigente, extremadamente limpio y exige lo mismo de sus esclavas, no eres la primera, pero no tendrás que compartirlo, si no le complaces, te echará y buscará a otra. Es amo de una sola esclava."
"El símbolo de su posesión sobre ti no es el collar que acabas de poder elegir, ni siquiera tu actitud, bastante adecuada, debo decir, es ese encendedor que te ha sido entregado. El anagrama de tu Amo es una fusta y un látigo entrelazados, puedes verlo en la cara superior, es un Amo experto, en eso también tienes suerte, sin embargo me consta que es inflexible, no le hagas enfadar o lo lamentaras. Te permitirá conservarlo mientras te ganes su afecto, cuando te lo pida, todo habrá acabado; si después del fin de semana, crees que no podrás servirle adecuadamente como se merece, devuelveselo y te dejará ir, pero solo podrá ser esa vez. Si alguna otra vez consideras, en tu profunda estupidez de perra, que no puedes servirle, quitatelo inmediatamente de tu mente porque si le entregas el encendedor, te expondrás a su ira"
"Este Amo es profundamente celoso, no tengas trato cordial ni sexual con otros hombres a partir de este momento, él lo sabrá y pagaras duro tu insulto, tu falta, será implacable, y de nuevo tu culito, o cualquier otra parte de tu suave anatomía, sufrirá las consecuencias."
"Alguna pregunta?"
No me salían las palabras, demasiados datos, demasiadas instrucciones; simplemente negué con la cabeza.
"Firma aquí y dame el collar, te lo entregará el Amo cuando lo considere oportuno. Recoge la maleta que hay en recepción a tu nombre y sal de aquí, Espero no volver a verte salvo en las revisiones sanitarias que toda buena perra cuidada debe tener. Si te portas mal, vendrás mas a menudo. Hasta la vista"
Me levante despacio, enderece mi ropa, y salí con actitud lo mas autosuficiente posible, no cabía en mi de asombro, pero aquella mujer no tendría el gusto de verme descompuesta. Recogí la maleta, sencilla pero de calidad, rígida, con ruedas, de las de tamaño fin de semana y salí a la luz de la tarde.
Me fui directamente a casa. Mañana era viernes.