El encuentro
El encuentro de dos mujeres en un aeropuerto, donde solo hubo atrasos.
¡Estoy contenta de volver a casa, después de dos semanas, de dar vueltas por un estado que no es el tuyo... Harta de dormir en camas ajenas... en sabanas prestadas, siempre del mismo color... de secarme con toallas rasposas con olores a recalentones de secadora... de comer comidas continentales... De ir de un lado para el otro... De hablar y hablar, con infinidad de intransigentes!. Soñaba, desde hacía una semana, en darme un baño de burbujas, en mi bañera. Si cerraba los ojos, sentía el perfume a lavanda de la casa y mi ropa. Quizás fuera un poco exagerada, pero ese olor me relajaba... ¡Y por fin, llegaras... Alexa... a tu morada... a tu guarida!. Cada minuto que pasaba me acercaba más y más a ella. Posesa miraba el reloj, como intentando con ello que corriera más deprisa.
Entre como desesperada en la cafetería, con el bolso colgado de mi hombro derecho, el portátil en la mano derecha y el abrigo de la otra parte libre del hombro, en total cinco kilos, pero cuando llevar tiempo con ello parece que llevas toneladas. Me rugían las tripas, necesitaba comer algo y sobre todo una copa de vino, era un poco temprano para whisky. Frente a la barra, pedí algo ligero, un sándwich y una copa de tinto. Tenía que bajar unos kilitos ganados, con tantas comidas, en estas dos semanas, aunque sabía que al final los mantendría. Era muy disciplinada. Deje de fumar, de comer grasas, pero con respecto a adelgazar, no lo era tanto, me gustaba mucho el dulce, sobre todo el chocolate que era mi perdición. Ya lo dicen... es el sustituto del sexo y de eso... hacia tiempo que no tenía. Había asistido hace un año a un gimnasio, pero lo deje a los pocos meses. No conseguí bajar más de un par de Kilos. Cuando salía de las clases, iba corriendo a mi casa a comer dulce... Lo necesitaba, así que lo deje, fue mejor para mí figura. Ahora sentada en una de las innumerables mesas ovaladas de mármol jaspeado, con pie de hierro pintado de negro martele que había en cualquiera de los innumerables aeropuertos del mundo. La mayoría de ellas, descascarilladas o con pequeñas brechas en algunos de sus rodeados bordes, consecuencia de algún mal choque con objetos contundentes, como copas, tazas o platos... Los mismos objetos, que habitualmente hacían servir como ceniceros improvisados, los pasajeros. Lo encontraba bastante antihigiénicos, pero la gente es así. Estaba apartada, unos cinco metros, de la barra central, en la que tres camareros, se encargaban de ir de arriba a bajo, rellenando las distintas neveras. Mire a mí alrededor, estaba todo tranquilo en estos momentos, pero hacía 15 minutos... esto era un hervidero. Pedí una copa de tinto, con el dedo, a uno de los camareros de la barra, que me lo trajo enseguida. Observe mientras tanto, como la gente se movía en manada, arrastrando sus maletas y objetos personales de un lado al otro, intentando pasar el tiempo. Otros sentados en fila de sillas blancas de plástico, pintadas y rayadas por gamberros, en las diferentes puertas fotovoltaicas de las entradas/salidas. Pensé que era un privilegio poder observar, todo el ajetreo de la cafetería y los pasillos colindantes. Se escuchaba una envolvente música ambiental, probablemente del hilo musical. Mire el reloj de la barra, ¡hora de comer!. La gente iban entrando y saliendo, a medida que tenían hambre o sed, en los pequeños departamentos utilizados como diferentes fast food. Otros pasajeros estaban, como yo, sentados tranquilamente en alguna mesa colindante a la mía, leyendo o escribiendo para pasar el rato. Por su actitud, eran los habituales de la espera, tampoco les preocupaban mucho los atrasos o las anulaciones.
Abrí mi bolso y saque una hoja de periódico doblado en cuatro partes. Era un autodefinido, con un bolí enganchado en el pliegue central de la hoja. Tenía la intención de terminarlo hoy. Percibía que sería un larguísimo día y probablemente noche, para todos nosotros. Lo había empezado el lunes, pero hasta hoy, viernes, no tuve tiempo de volver a cogerlo. Era una aficionada, no una de esas adicta que rara vez se pude resistir a uno de ellos. Rellenaba hasta los de la cafetería a la que iba habitualmente. Confieso que era el sustituto del sexo, mí droga, una chiquillada quizás, pensarían algunos. Pero los domingos... hay los domingos, era peor... en medio del periódico... mis favoritos... más grandes, más complejos... Éste, en concreto lo era. Compre el periódico en un kiosco cercano al hotel, donde me hospedaba. El sábado había sido una jornada dura, que se alargo hasta casi el amanecer... Pues estuve despierta observando, más bien, controlando al kiosquero... nada mas vi dejar los periódicos... Salí ascensor a bajo, disparada a comprar el ejemplar, no quería quedarme sin él. Cuando lo tuve en mis manos, lo apreté contra mí pecho y volví a la habitación a dormir. No era él rellenarlo, si no él tenerlo.
Lo extendí y volví a doblar por la mitad, era pequeña la mesa y se salía por delante. Estaba contenta de tener tiempo para mí. Fue muy duro esta vez, más que cuando lo presente en Chicago, pero no quería pensar en ello, ahora. Tendría tres días para hacerlo, pero hoy... no. Megafonía anuncia que debido al mal tiempo se atrasarían todos los vuelos hasta nuevo aviso. ¡Que disculpásemos las molestias... Jajajaja!. Dije irónicamente, sin levantar la vista del autodefinido. ¡Lo peor no eran los atrasos... sino la posibilidad de que fueran anulados en él ultimo momento... Tendríamos que quedarnos otro día más... resople... Con la cantidad de cosas que tenia que preparar para los próximos días!. Levante una ceja, por no llorar. Era inútil enfadarse... de todas formas no tenía la culpa ni nosotros, ni la dirección, solo el tiempo, la climatología invernal del Medio Oeste. Mire al reloj de la pared... ¡Las 4 de la tarde... Llevamos ya 5 horas apalancados aquí!. Ya me era familiar esta situación, últimamente viajaba regularmente por esta ruta. Desde que me nombraron director medico y fichada por el concejal de sanidad. Volaba regularmente dos veces al mes y nunca más de una semana, pero esta vez fue diferente... se alargo un poco. En realidad me suponía un desbordamiento y una dedicación casi absoluta. No tenía tiempo para disfrutar de una vida privada, pero era un trabajo que me gustaba, actualmente no tenía a nadie que me esperara en casa, era libre dentro de lo que cabía... y no tenía que hacer tantos turnos en urgencias. ¡Pensándolo bien... estos parones inesperados... me daban un poco de asueto y tranquilidad adicional... Cuando era jefe de urgencias, siempre tuve la sensación de estar encerrada, atada a unos horarios muy estrictos y tenía la sensación de que me faltaba algo, pero no supe el que... hasta que ascendí, automáticamente supe que esto era lo que quería... con todas sus consecuencias!. Al levantar de nuevo la vista y dar una rápida ojeada, todo continuaba igual. Se podían ver caras de pocos amigos pululando y blasfemando entre dientes. Era el segundo atraso y parecía que habría más... En la mesa de a lado, había cambiado la situación. Una mujer guapísima, con una larguísima trenza negrísima, sentada, dándome la espalda. Quede, unos segundos, mirando a su espalda. Trabajaba tecleando algo en su Pc. ¡Esta guapa!. Pensé, moviendo la cabeza. Aproveche que estaba el camarero cerca de mí mesa, para pedirle otra copa y continué con lo mío. Absorta en la lectura y siguiendo mentalmente las letras de las canciones de los años 60... Un ruido seco, a mi lado, me sobresalto, di un grito. Algunas personas al oírme, se giraron, espantadas, hacia mí, pero ella no. Una copa, en la mesa de a lado, se había caído al suelo, dejando gran parte del liquido sobre la mesa. Pensé que a consecuencia de mover su Pc para atrás, tropezó con ella. Las bases de estas copas son muy pequeñas, y cualquier toque, por muy leve que fuera, daba como resultado un desastre. Con una mano sostenía su portátil, abierto, en el aire, intentando salvarlo. Con la palma de su mano, inútilmente, intentaba contener la avalancha de líquidos que se la acercaba peligrosamente, pero fue inútil. Vi como la fue goteando sobre su falda. Murmuro algo entre dientes, no entendí muy bien que, pero supuse que serían algunas palabrotas. Cuando por fin se levanto, tenía una gran mancha uniforme roja en el centro de su falda. Llevaba un traje color marfil muy ajustado, observe que también había goteado sobre uno de sus zapatos marrones. Sonreí maliciosamente, al ver su contrariedad. ¡Hasta hace unos segundos... Eras la gran ganadora... La única que llamaba la atención de tíos y tías en este recinto... Pero ahora guapa... has perdido puntos frente a una cantidad innumeral de otras mujeres normalitas... como yo... Por fin se ha hecho justicia... Las guapas habían caído... viva la fealdad!. Dije entre dientes. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, escondida entre mís hombros... Si me hubiera podido verme en un espejo... seguramente tenía la expresión máxima de satisfacción... el orgasmo de la felicidad... en el rostro. Pero ella si que se dio cuenta y me sonrió. Probablemente se lo imagino, por mi cara de felicidad. Rápidamente aparte la mirada, al darme cuenta que ella me miraba a su vez, pero me dio igual en el fondo... Habíamos vencido... igualmente... Hurra. Con el portátil bajo el brazo y sin decirme nada, se acerco a mi mesa, apoyada ligeramente sobre sus nudillos, dejando que su colgante, del cuello, se columpiara alegremente por su escote. Lo mire balancearse. ¿Le ha gustado... Eh?. Dijo irónicamente, mientras movía la cabeza arriba y abajo rítmicamente, como los perritos de peluche de detrás de los coches. Tenía una expresión dulce. Dejo su portátil y se coloco el bolso delante de la falda, en un intento por disimular su desdicha. Quede sorprendida. Alejándose rápidamente, taconeando pasillo abajo. Se dirigía al lavabo de señoras más cercanos. La seguí con la mirada, hasta que desapareció tras una puerta giratoria. ¡Pues no esta nada mal... Pero que nada mal!. Mire su portátil. ¿Cómo podía dejar algo tan personal?. ¿A alguien... en su sano juicio... sin conocerte... lo abandona así?. ¡Me habrá visto... con cara de buena persona!. Sonreí... ¿Y si ahora me levanto y me lo llevo?. ¡La pegaría el susto de su vida, probablemente... En el mío llevó el trabajo de todo el año!. Enfrascada en estos pensamientos, ya ni me acordaba de ella, ni de mi autodefinido, al que estuve dibujando ojos y bocas, en las partes libres. Cuando volví a oír su taconeo acercarse rápidamente, volví a mirla, disimuladamente observe su falda... La mancha era algo menor, pero no tenía la misma intensidad. ¡Solo es agua!. Se acerco de nuevo a mi mesa y se apoyo en ella, inclinándose bastante más. Su camisa se abrió ligeramente y dejaba entrever su sujetador claro de encaje con puntilla, a su alrededor, con dos protuberancias aprisionadas en ellos. ¿Te parece divertido... las desgracias de las demás?. Dijo esbozando una sonrisa picara. Quede mirando dentro su escote, eran preciosos, tenía la sensación de que debían ser duros y muy manejables. Por vergüenza deje de mirarlos y la mire a los ojos, nos sonreímos. Con la cabeza me dio las gracias, al coger su portátil. La devolví el saludo de igual forma. Con aire de ingenuidad, volvió a su anterior mesa, hizo un amago de sentarse, pero se lo pensó mejor y volvió a la mía. Si poder reaccionar se sentó a mí izquierda, dejando todos sus trastos en la otra silla libre. Me encogí de hombros, más por sorpresa, que por su descaro. Sonrió. ¡Perdone!... ¿No tendría fuego?... ¡Me he quedado sin gas!. Sujetaba el mechero y un cigarrillo entre sus dedos, en una actitud muy sensual. Respire profundamente antes de poder contestar. ¡Lo siento... hace muchos años que lo deje!. Me había quedado embobada, mirando sus enormes ojos azules y las larguísimas pestañas pintadas de azul. Contrastaban con su larguísima melena. Reaccione a tiempo y mire al horizonte. ¡Que vergüenza... como puedes mirarla así... te la estabas comiendo con los ojos!. Esperaba que no se hubiera dado cuenta. ¡Hizo muy bien... Sí que lo hizo!. Dijo dejando el cigarrillo sobre su pitillera y quedando muy pensativa frente a mí. ¡Solo trae problemas médicos... sociales... personales y un... etcétera de otros problemas... Pero junto con el vino y las malas compañías... ya me entiende... son los únicos vicios que tengo... Por el momento... naturalmente... Soy joven... Puedo tener infinidad de ellos... nuevos... todavía!. Sonrió. Tenía una sonrisa muy dulce, casi inocente. Cautivada por el sonido de su dulce voz, volví a mirar su collar y su escote. ¿Los tengo guapos... Verdad?. Me ruborice, al oír su pregunta. Era muy evidente mi descaro. ¡Se había dado cuenta de todo... hubiera sido raro que no!. Pensé. Sus piernas cruzadas bajo la mesa, acariciaron suavemente mis rodillas. Supuse que fue casual. Mire debajo de la mesa. Pude comprobar en toda su extensión esas larguísimas y preciosas piernas, chocando con la base de la mesa. ¡La pobre casi no tenía espacio... A mí me era estrecho si las cruzaba... Para alguien que me sobrepasaba unos 15 cm, sin tacones, sería peor!. Ella observaba cada una de mis expresiones fascinada, pensativa. Al girarse, hacia la barra, pidió dos copas más y fuego. ¡No se moleste... No hace falta... de verdad!. Como por resorte, dije muy nerviosa. ¡Se lo debo... Me ha cuidado bien, al pequeñín... De otra forma me lo hubiera tenido que llevar al baño... y sabrá... porque tiene uno... lo incomodo que resulta, transportarlo continuamente!. Señalando a mi Pc. ¡No fue una molestia... Fue un accidente, que le puede pasar a cualquiera!. Intentaba disculparme, por mí descaro, inicial. ¡La tengo que confesar algo... No me gusta mucho volar... sobria... bueno necesito ese puntillo... haciendo una señal con los dedos, se me hace más corto el viaje!. Estiro su boca hacia un lado para que se abriera. A sabiendas que lo que contaba era una mentira. Hacía años que tenía carnet de piloto, pero esta vez, no quise volar por el más tiempo. ¡Vaya morro que se gasta... el bombón!. Pensé... ¡Parece que es algo... viciosa... No!. Al oírme y ante mí falta de tacto... me ruborice. ¿Cómo podía ser tan poco delicada?. Sonrío complacida, al darse cuenta de mi nerviosismo. ¡Tiene toda la razón... soy una viciosilla... pero soy inofensiva... Se lo prometo!. Dijo picaramente. Nos echamos a reír. En estos momentos estaba muy aturdida. Sabía que era mucho más peligrosa de lo que ella pretendía mostrarme. Lo llevaba escrito en su mirada de tigresa, en esos ojos azules que no dejaban de moverse... En esa sabrosa y jugosa boca roja... en todo su cuerpo... en una palabra. ¿Cómo una... tía como esta... iba a ser inofensiva?. Era más peligrosa que una gripe en invierno... Más que una pesadilla. Probablemente era más puta... que las gallinas, cuando veían un gallo pavonearse ante ellas. ¿Pero por qué yo... No era bella, ni joven, ni siquiera era atrevida... Quizás por qué era una presa fácil, que se dejaría convencer?. Fruncí el ceño... Si que ahora era una presa fácil. Tenía ese hormigueo propio del deseo.
¡ Natallene ,, pero llámame Natal !. Dijo, mientras me agarro y acariciaba con sus labios, mi mano derecha, dándola un beso. Quitándome el bolí y lo dejo sobre la mesa. ¡ Alexa !. Respondí. Nunca ninguna mujer me había besado en la palma de mi mano. Todo mi cuerpo empezó a temblar ante su contacto húmedo. La aparte rápidamente y escondiéndola entre mis piernas, empecé a sudar. No sabía que hacer. ¡Mucho... gusto!. Conteste con un hilito de voz casi inaudible. Quedando con la boca abierta, necesitaba aire. Mientras veía como se inclinaba hacia mí su boca, hipnotizada... recibí su beso suave, delicado... tierno. Rozo con su lengua húmeda, mis labios resecos. Me sentí forzada... violada... Dándola un empujón, me separe de ella. Imagine que todo el mundo nos había visto y estaba susurrando a nuestras espaldas. Disimuladamente, mire a mí alrededor... nadie pareció percatarse. Fue una actitud muy descarada... pensé. No era propia de una mujer de mi edad, ni de la suya, aunque fuera joven, alocada y estuviera caliente. No me gustaba tantas confianzas. Siempre había intentado guardar las formas, por el que dirán, por supuesto... no porque no me gustara, ser un poco loca. Me recorría un sudor frió por la espalda. ¿Estaría flirteando, descaradamente conmigo?. Tenía mis dudas. No podía ser... Podía ser su madre... Pero... ese beso... Hacía tanto tiempo... años, que no me sentía así... nerviosa, asustada, aturdida... feliz. Fui ha hablar, pero de mi boca, abierta, no salió ni un solo sonido. Quise darla una torta... no pude, estaba chocada. Rodeándome con uno de sus brazos la cintura, me pegó a su pecho, mientras sujetaba mi abdomen y con los dedos de la otra mano, acariciaba mi cara. Olí su piel, sentí uno de sus pezones, en la cara, a escasos milímetros del canalillo, eran las tetas más firmes que tuve el placer de tener cerca de la cara. Su perfume tenía esencias de lavanda y era un poco dulzón. Cerré los ojos. ¡Mierda!. ¿Qué pasara ahora?. ¡Tranquila... nadie se ha dado cuenta de nada... Respira hondo o te dará un infarto... Me daría mucha pena... tenerte que hacer... un masaje cardiaco... delante de todo el mundo... Eres preciosa... para morir así!. Realmente tenía que relajarme, estaba hiperventilandome. ¡Sabes lo seductor... que resulta ver a una mujer guapa como tú... sonrojada y temblorosa... como una hoja... por un simple beso inocente!. Sonreía, cerca de mi cara. Me soltó e yo recupere mi posición iniciar en la silla. No entendí nada. ¿Qué esta planeando la niñata... Dejarme en evidencia... por mirarla las tetas, unos segundos?. ¿Estas tirandome los tejos?. La dije, sin poderla mirar. Ahora estaba segura. No podía ser... ¡Es increíble el morrazo que se gasta!. Mire al suelo avergonzada. ¡Sí!. ¿Té molesta?. Contesto con cara inocente, muy pegada, sobre mi hombro. ¡Soy muy apasionada... y siempre me salgo con la mía!. No me lo podía creer. La cabeza me daba vueltas, con infinidad de respuestas. Ella seguía hablando y hablando, pero no podía entender ni una palabra de lo que salía de su sabrosa boca. Estaba mareada, bajo la influencia del percodan... Su contacto furtivo con mis labios... fue increíble... Moje mis labios, saboreaba los suyos inconsciente. ¡Se me antojaba volver a saborearlos!. ¿Qué té esta pasando?. ¡Reacciona!. ¿Cómo van a besuquearte descaradamente... con ella?. ¡Somos dos tías en un bar, a plena luz de alójenos, en un aeropuerto!. Sus dedos separaron de mi frente mi pelo rojizo, que cubría mis ojos verdes. Me gustaba ser el centro de su atención, pero... estaba muy confusa. Mire hacía el suelo. De repente me vino como un flash. ¡Joven... ardiente... y por que no deseable... Quiere algo de mí... Seguro que es eso!. Pensé. ¿Si no... por qué quiere ligar con... una vieja de 45 años?. ¡Probablemente soy una perita en dulce... toda una tonta en sus manos... Normalmente... mujeres de mi edad no tener tanta suerte... Pagamos un alto precio... muy alto... por estos deslices!. ¡Tenía un buen sueldo... se podría decir que más que bueno, pero no tenía con quien gastarlo!. ¿Quizás lo intuía por mi traje?. ¡Pero ella, no podía saberlo... llevaba un Dior... sonreí... fue un caprichito de vieja chocha, pero la etiqueta no iba a la vista!. ¡Pero ella tampoco llevaba harapos... Era un traje de calidad!. Cuanto más la miraba, más convencida estaba de que escondía algo... pero no sabía que... Se acerco de nuevo. ¡Shhhhh... descansa... relájate!. Sin poder esquivarla, sujeto con dos dedos mi mentón, llegando a mi boca... la beso con dulzura y sin prisa... recreándose con ello. ¡No pienses tanto... Te quemaras las neuronas!. Susurro a mi oído, dándome un mordisquito en el lóbulo. Quede paralizada, blanca... roja... muerta... Intento levantarme, pero mis piernas no respondieron. Nunca antes me había pasado esto... ni cuando tenía 15 años y tuve mís primeras citas. No pude reaccionar a tiempo. Estaba atrapada... ¡Si continua así... me follara aquí mismo... sobre la mesa!. El miedo me invadió, al pensar que sucedería a continuación. Las gotas de sudor corrían como un grifo por la frente. Me sonroje. Pero no podía dejar de mirar su boca.
Acostumbrada a encuentros con pesados de turno, madres con sus bebés o los ligones de medio pelo que se acercaban a una mujer sola para ver que pillaban. Pero alguien como ella... nunca... Gracias a dios... Solo en la literatura rosa, podría funcionar algo así. ¡El amor de una vieja carcamal con una jovencilla fogosa... jajajaja!. Reí irónicamente. ¿En que piensas?. Encontraba que no estaba mal para un señor/señora de 50 años, pero no para una niñata... treinta añera, como esta... Era desmedida su desfachatez. Una azafata, por megafonía, nos interrumpió lo suficiente, para que pudiera reponerme un poco. Me senté hacia tras. Inspire tres veces lentamente, intentando tranquilizarme, quería evaluar la situación. Todavía la dirección no sabía cuando saldríamos. Pedí otra ronda de vinos, para disimular, al de la barra. ¡A ver si así te tranquilizas!. Me miro divertida. ¡Eres un encanto de mujer... Alexa... pero piensas demasiado!. Tenía la boca seca y los nervios alterados. Llevaba cinco copas, con esta y un sin fin de horas sin comer más que un sándwich, pero no tenía hambre de comida... pero sí de sexo... del suyo. El ambiente estaba muy caldeado, tanto por los atrasos, como por mi compañera de mesa. Pero había muchas esperanzas todavía para lo primero. No estaba todo perdido... no habían anulado ninguno todavía... por el momento... Era una buena señal... No tenía ganas de estar un día más aquí. Lo segundo... era más complicado... Parecía que ella se calmó un poco, cuando nos sirvieron. Ambas nos las tomamos de un trago... pedí otra ronda. Poco... duro la tranquilidad. Temblé al sentir una de sus manos disimuladamente bajo la mesa, entre mis rodillas. Cerré de golpe mis rodillas, ella hizo un gesto de dolor, pero no la saco. Era agradable la sensación. La intente sacar disimuladamente, pero fue inútil, su resistencia fue mayor a mi fuerza. ¡Pensé... si... abres las rodillas, aunque sea unos centímetros, se aprovechara de tu descuido!. Tenía otras opciones... seguro... pero no me vino ninguna más, a la cabeza... a excepción de dejarla continuar... por supuesto que sería una autentica delicia, pero eso no entraba dentro de mis planes... si lo podía evitar. Sujetando su muñeca con mis dos manos. Intente cruzar las piernas, para cerrarla el paso, pero antes de que pudiera levantar la pierna izquierda, aprovecho y se zafo de sus ataduras... subiendo por el interior de la pernera del pantalón y clavándose en medio. Sus dedos juguetones acariciaron por encima del pantalón mi vello pubico y mí sexo. Estire las piernas bajo la mesa y cruzando los pies, apreté con fuerza... pero donde ella estaba... era blando y fue inútil, lo que hice. La volví a sujetar... antes de que pudiera cogerla de nuevo, sentí como mi cremallera bajaba de golpe e introdujo su mano en el interior. Todo en cuestión de segundos. ¿Pero donde estaba ahora?. Di un salto en la silla, quedando más cerca de ella y casi al filo de la silla. Sus dedos se introdujeron más dentro de mí. Estaban sobre mi ropa interior, por un momento cedí, era tan agradable de nuevo tener una mano cerca. ¡No podía hacer nada... estaba en sus manos!. Pensé. Fue acariciando mi abdomen mientras iba bajando por el interior de mis braguitas, abriéndose paso. Fue como a la conquista de mi sexo, sin apenas resistencia por mí parte. Todo mi pubis quedo a su merced. Hizo una rápida inspección de campo, fue exhaustivo y hábil. Sin dejar de mirarnos. Doblo sus dedos, como cuando se señala a un cornudo. Con el índice y el anular estirados, sé paseaba arriba y abajo, sin pudor por mis labios mayores y los otros los introdujo en mi vulva humedecida, caliente que ardía con su contacto hacia tiempo.
Mire a mí alrededor, nadie se daba cuenta, seguían con lo suyo. De todas formas, tenían los bártulos delante, en una silla. Una de sus larguísimas piernas, pegada a la mía, estaba casi desnuda, si no fuera por las medias, color carne, que las cubrían, no se veía nada, pero lo podía intuía todo. Si hubiera sido más atrevida las hubiera besado... lamido... chupado... mordido... pero no fui capaz. Continué hipnótica entre sus muslos seda. Apunto de empezar a gritar, me apoye en una de ellas, apretándola a medida que me daban contracciones. Un camarero, la distrajo al otro lado de la mesa, con las nuevas bebidas y la guiño un ojo. Vi como ella le imitó. Le agradecí que bajara el ritmo, estaba a pude del colapso. Él no se dio cuenta de nada, pero yo sí que notaba como me estaba sofocando, ni siquiera le pude dar las gracias cuando me sirvió. Subí una de mis piernas sobre la suya, para que pudiera maniobrar mejor. Era difícil a estas alturas poder controlarme... reprimir mis gemidos. Sus constantes agasajos, me pusieron en un punto tal, que solo faltaría que gritase como una loca. Me mordí con fuerza el labio inferior, casi me hago sangre. Se acerco a mi oído, apoyándose en mí. ¿Estas bien?. Iba a contestar, pero no pude. ¡No te preocupes, déjate llevar... te vas a sentir como en la gloria... Sabes... me encantaría comértelo aquí mismo... Subirte sobre la mesa... Bajarte los pantalones... y las braguitas... Lamerte... morderte... Disfrutaría como una loca!. Abochornada, cogí mi bolso de la silla y lo apreté con fuerza contra su mano. Estaba a punto del síncope, si continuaba. Cuando megafonía anuncia que todos los vuelos de la Costa Este saldrían en unos 30 minutos, por las puertas 15,16, 17... Al final de esta misma planta... a la derecha de la terminal y los de la Costa Oeste... en unos 50 minutos por las puertas 20, 21, 22... En la primera planta. De repente me entraron las prisas. ¡La campana me ha salvo... la vida!. Pensé aliviada. Metí la mano bajo mi bolso, traspasando mi pantalón, sujete su mano y la saque, como pude de mi sexo hinchado, mientras ella me miraba. No opuso resistencia. Sus dedos estaban muy brillantes. Me sentía muy mojada, debía tener la ropa chorreando. ¿Quieres cambiar de escenario... eh... vale?. Levantada como por resorte, me toque la cara, estaba ardiendo, sudada y muy... muy excitada. ¡Estuviste apunto de correrte... Si hubiera tenido dos minutos más... Te corres en su mano!. Me colgué todo sobre mi hombro.
Rápidamente me di la vuelta y andando lo más veloz que pude en dirección a los lavabos de la primera planta. Rece todo el camino para que ella no me siguiera, al girar en una esquina... ¡Sorpresa, con mayúsculas!... Me seguía cautelosa, a unos dos metros. Apreté el paso y entre en el servicio. ¡Esta vació!. Grite. Quede desolada... aterrorizada, horrorizada. Por primera vez tuve miedo... terror. Estábamos solas. No quería ni pensar como reaccionaría ahora... Si... delante todo el mundo... bajo la mesa se atrevió a... masturbarme... ¿Qué se atrevería a hacerme ahora... Meterme en uno de los reservados y follarme... sobre el retrete?. Ella... entro y se quedo quieta, mirándome. Deje todo en un rincón y apresuradamente entre en una de la puerta más cercana. La puerta con el cerrojo. Orine casi en silencio, me deba vergüenza hacer ruido. Sentada me tape la cara, era como una pesadilla. ¿Qué va ha pasar ahora?. ¿Cómo voy a salir de aquí?. Intente tranquilizarme, estaba a punto de llorar. Pero mi cabeza... me pedía que huyera de ella. Todo era nuevo para mí. Mojada y caliente, con mi sexo latente que me pedía, urgentemente, ser acariciado, mimado... No sabía que hacer. Era mi primera experiencia en un lavabo público. Al secarme, tuve que hacerlo varias veces, como sospechaba, tenía las braguitas y el pantalón calados. ¡No tienes vergüenza... Alexa... Eres peor que ella... Estas más salida que una perra en celo... pero hace tanto que... no lo pruebas!. ¿Cómo la has podido dejar meterte mano y no hacer nada?. ¡Por lo menos ella... es joven e inconsciente!.... ¿Pero tú?. Esperaba con todas mis fuerzas que se hubiera ido, pero no era así... La oía moverse por el recinto... Como esperándome. Me moje los labios pensando en sus dedos dentro de mí. ¡Es tan... caliente... tan sexy!. Cuando por fin me atreví, salí, ella me esperaba, efectivamente, tras la puerta. La mire unos segundos, ella dio un paso hacia delante. Al pasar a mi lado, me rozo con sus tetas. ¡Qué tetas tan duras!. Pensé. Mientras me giraba para darme la vuelta. Me había quedado parada con el rozamiento.
En el espejo, me miraba nerviosa, temblorosa. Saque el perfilador, casi me fue imposible mantener el pulso, inspire profundamente, para ver si me tranquilizaba. Cayéndoseme un par de veces en el lavabo. ¡Parece que tenías el culete muy calentito... mi amor... Me estoy quemando!. Grito desde el interior. Casi me clavo la punta del lápiz en el ojo. No dije nada, solo inspire profundamente, seguí con el maquillaje, quería terminar lo antes posible y marcharme. Era mi oportunidad, pero no me dio tiempo. Cuando quise darme cuenta, estaba tras de mí... quitándose los zapatos y la chaqueta. Dejándolo a un lado, sobre nuestros trastos e igualando así nuestras alturas. Susurro muy bajito a mí oído, algo que no pude entender. Observe que me miraba, por el espejo. Aparto mi pelo de la nuca y la beso. Inmoviliza por sus brazos y mi sorpresa. Bajo mi chaqueta mientras iba hablándome y dando besitos inocentes sobre la camisa violeta. Estiro de mi chaqueta y la tiro. Empecé a tiritar y a tener sudores fríos, bajándome por la columna. Me acariciaba con sus largos dedos, por encima de mi camisa de seda, recorriéndome totalmente... y desabrochando los botones a su paso. El contacto de sus suaves y húmedos labios en mi delicada blanca piel... fue criminal... deslizando la camisa hasta quitándomela. Me excite aun más. Mi pecho enfundados en seda y encajes, lo observábamos ambas a través del espejo. Ella tenía una sonrisa de satisfacción, como diciendo ya son míos... por fin. Pensé en este sujetado que miraba con orgullo... ¡Te favorece... tus tetas se ven perfectas!. Recorrió mi canalillo con un dedo, los miraba como una niña traviesa. Los sentía duros como piedras, más hinchados, como nunca entre sus manos. ¡Son majestuosos... espectaculares... impresionantes... magníficos!. Susurro impaciente, en mi oído derecho. Siempre pensé, que tenía una pechera grande. Tenía una en cada mano, las apretaba, las pegaba la una contra la otra y recorría mis pezones suavemente. Note como sus pezones, se clavaron en mi espalda, al apretarse contra mí. Sin abrir los corchetes, tiro sin clemencia del sujetador, liberando así mis duros pezones. Di un grito de dolor. Con las tetas libres y a su merced, extasiándose... y embriagándome a mí con ello. Los puso y me puso, como a una quinceañera. Tras saciar sus instintos, bajo sus manos, por mi abdomen. De mi abdomen... no estaba tan contenta, tenía algunos quilitos de más, pero en la penumbra, pensé, amortiguaba los contornos, pero si se podía notar sus excesos al tacto. Desabrocho el botón y la cremallera del pantalón, metiendo sus manos entre mis braguitas y bajando el conjunto, sin dejar de acariciarme las piernas en su recorrido, hasta sacarlo todo por mis pies... la dejaba, a estas alturas me preocupaba poco mi pudor. Volvió a emprender el trayecto pero a la inversa. Apoyándose sobre mí, su peso hizo que me inclinara casi sobre el mármol, pero solo mis pezones sentían la helada piedra. Desnuda, fue jugando alternativamente entre mis pezones y mi vello pubico. Separe mis piernas. Mi ano quedo a su merced, pasando ligeramente su dedo por él, proteste, no me hacia gracia y luego acaricio por encima mi vagina, siguió hasta mi clítoris. A cada centímetro que ella ganaba, yo las separaba más, quedando tan abierta que podría haber pasado por debajo, si hubiera querido. Mi clítoris se revelaba por momentos. Mi escaso vello pubico pelirrojo, subía y bajaba, a cada remolino que estiraba suavemente ella. No podía esperar más e introduciendo una de mis manos, sujetando una de las suyas y empujándola hacia dentro, de nuevo, la coloque sobre mi fuente de angustia. No tenía ninguna intención de hacer nada ahora con mi clítoris. Solo quería mi ano, con la yema de su meñique, se paseo por fuera sin entrar. Volví a protestar, moviéndome y cerrando el paso de inmediato. Me vire sobre su cuerpo, quedamos miramos a los ojos. Ella se desabrocha los botones de su camisa. Dejándola abierta, esperando mi reacción. Observe como su camisa azul marino resaltaba sus ojos azules y se le marcaban los pezones, erectos. Con ambas manos me atrajo hacia ella, besándome descontroladamente y comiéndome literalmente la boca. Podía sentir su sexo sobre la tela de su falda. Estaba muy caliente. Pensé si no fuera por la tela de su ropa interior, su néctar la chorrearía por los muslos, goteando en suelo. Sonreí dentro de su boca. Con mucho cuidado acerque mis manos a su pecho, enfundado en un body de encaje, los toque con mucha delicadeza. Tenía la sensación que se los iba a romper, si los presionaba demasiado. Eran soberbios al tacto con la tela. No eran excesivamente grandes, pero me cabían a la perfección en las manos. Baje por su abdomen duro, era una tabla de planchar, hasta encontrarme con la cremallera de su falda, la cual baje, dejándola caer al suelo. Con uno de sus pies la tiro sobre el montón. Me estire todo lo que daban mis brazos sin doblarme, para no perder contacto con su lengua. Acariciaba sus muslos, sus nalgas, su sexo... Comprobé que ya no llevaba las medias, se las había quitado cuando estuve en el reservado, probablemente. Al tirar de los corchetes, ella abrió instintivamente sus piernas, para que la tela subiera, dejándola sobre las caderas. Coquetee con la palma su negro vello, jamás había tocado un pelo tan acaracolado y suave. ¡Pareces... una catarata!. Dije como absorta en su oído. Sonrió, mientras mordía y lamía mi nuca, apoyada en mi hombro. Cuando por fin me atreví a tocarla más afondo, introduje primero un dedo, entre ese torrente. Gimió ante mi exploración. ¡La debía gustar mí exploración!. Al sentir mis dedos en la entrada de su vagina, ella misma se penetro, empezando a darse rítmicos empujones, resbalando sobre ellos, hasta que yo cogí el ritmo. Seguía mordiéndome, pero ahora estaba desbocada... ¡Mañana, tendría las consecuencias... un hematoma como una catedral... pero me daba lo mismo, podría taparlo con un pañuelo... Sería la primera vez que llevaría un chuponazo... Ni siquiera mi marido se atrevió a hacerme uno!.
Tenía la sensación de que en cualquier momento... nos pegaríamos fuego y solo quedarían las cenizas que recordarán nuestra hazaña, en este mismo suelo del lavabo. ¡Que mujer... tan suave... tan... caliente!. Susurre, muy excitada. ¡Desde el mismo momento en que té aborde en el bar... y observe que me mirabas... con morbo... y luego... tu sexo... Eso si que es dulce... Hueles tan bien!. ¿A lavanda?. Su voz se entrecortaba... ¿Té gusta la lavanda?. ¡Sí... sí... Por favor... No pares... por favor... por favor... sigue!. Casi gritando. ¡Sí... sí... lo haré... lo haré!. Ya casi no podía respiraba, cuando la conteste. Estábamos en un punto, en que la educación dio paso al frenesí, a la desesperación. Estaba apunto... Sentía como sus paredes se hinchaban e iba convulsionándose. Algo ininteligible me susurro, entrecortadamente al oído. Un tremendo estremecimiento... empezó a correr por sus muslos... Sin quererlo, como por ósmosis me corrí también yo. Quedamos unos minutos, quietas la una sobre la otra, sin movemos, intentando recuperar el aliento, que andaba muy acelerados, como nuestros pulsos. Tenía la garganta y los labios sequísimos. Intente tragar saliva, pero fue inútil, no me quedaba sin saliva. Me humedecí los labios resecos.
Me vi alzada por las caderas, mis cachetes blanco y desnudo, fueron al principio del mármol, entre dos lavabos en un área fría y muy mojado... Como lo estábamos las dos en estos momentos. Cuando me sentó, se quito la camisa y el body. Tumbada, levanto mis rodillas y sin dejar que me moviera, estiro de ella hacia delante todo lo que daban, quedando casi sobre mi pecho. ¡Si haces un pequeño esfuerzo... las podía besar!. Pensé. Contemplo unos segundos mi sexo. Me ruborizo su actitud tan fría y tan calculadora, como haciéndose un plano de la situación. Las separó y el contacto de sus dedos en mis labios me estremeció. Las abrí todo lo que pude, levante la cabeza y me apoye en mis codos. Todo mi sexo quedo expuesto a sus libaciones y a mi sumisión incondicional.
Abrió el grifo y el agua corrió por su palma derecha. El sobrante lo deposito en mi ombligo, rellenándolo hasta el borde. Al sentir él frió contacto, reaccione involuntariamente, apretando mis piernas dobladas en el mármol, haciendo palanca. El agua resbalaba lentamente por entre mi vello pubico, mojando mi sexo y bajaba por mi ano. Sin poder aceptar que se derramara tan preciado liquido. Dispensándome una lamida a conciencia, por toda esa superficie.
Me estaban dejando sin aliento su lengua. Jamás a nadie le había dejado tocarme así, pero ella tenía el don de dejarme exhausta, sin poder protestar. ¡Mi orificio anal... es sagrado... Y mucho menos pasearte por su interior... Aunque fuera discretamente!. Grite. No hizo el menos caso, a mis protestas. En un principio lo cerré instintivamente, pero claudique, cuando con mucha suavidad su lengua, entro en mi vagina. Era celestial el masaje que me daba, que cuando primero uno y luego dos dedos me lo penetro, no pude reaccionar a tiempo. ¿Eres virgen... Vaya... vaya... una virgen?. No pude contestar por vergüenza. Quise negarme, pero cada vez que sus dedos entraban y salían, pensé que me iba a moría de placer. Entre mis gemidos y gritos, ella intuía que en el fondo, estaba disfrutando más de lo que pretendía reconocer.
De repente me encontré sucia... desaseada. Recordé que llevaba muchas horas sin lavarme, sin cambiarme... y mi higiene dejaba mucho que desear... yo que antes de... siempre me duchaba. ¡Para... para!. Grité como fuera de mí, entre sollozos. Dejo de moverse, dejando sus deditos donde estaban antes del grito. Esta vez si que me hizo caso, parece que mi grito la asusto de verdad. Me miro, apoyado su barbilla sobre mi vientre. Sus azulados ojos intentaron averiguar que es lo que quería ahora.
También yo la miraba desde mi posición. Sonreí nerviosa. ¡Vaya posturita más incomoda... No!. ¿Verdad?. Dije intentando desconcertarla aun más. ¡Verdad!. Contesto. Me eche a reír, sin poder parar, tenía un ataque de risa o de pánico, no sabia muy bien que era. ¡Te imaginas... si ahora entrara alguien!... ¿Qué pensaría de nosotras?. ¡Que vergüenza!. Ella, levanto una ceja, no sabiendo que decirme. Asintió con la cabeza, escuchaba atentamente. ¡Tu con el culo al aire e yo espatarrada... sobre el mármol y siendo... bueno ya sabes!. ¡Solo verían a dos tías...!. Sonrió al ver que era incapaz de decir follar o amarse o algo parecido. ¿Té molestaría mucho... que te vieran... así?. ¡Sí... mucho!. Nos quedamos unos minutos en silencio.
Cuando pensó que ya eran suficientes las chorradas que estuchaba, se acerco a mí cara, me beso y fue bajando de nuevo, su cuerpo a través del mío. Sentía cada ruido al otro lado de la puerta y veía caras donde no habían. ¡Nos están observaban!. Dije. ¡No... Solo son imaginaciones tuyas... Que te juega malas pasadas... Tranquilízate!. Dijo. El clímax era tal... que me estaba sofocando solo de pensarlo. Sentí como me iba llegando una oleada de pequeños espasmos, uno tras otro, mis rodillas, mis muslos, mi sexo... se tensaron bajo ella. Apreté con tal fuerza mis los pies contra el mármol, que me hacía daño. Lo peor de todo no era que nos pudieran observar, lo peor era que me daba lo mismo, en estos momentos. Necesitaba que siguiera y siguiera... que no parara nunca de follarme... Era todo un abanico de sensación... de placeres... nuevos. En estos momentos me sentía como el Sr. Boommer. Fue tal la corriente eléctrica que me recorrió cuando minutos antes de correrme, todo mi cuerpo enmohecido, parecía rejuvenecer de pronto.
Di un cabezazo contra el cristal. No podía decir nada coherente en estos momentos, solo gemía, lloraba y me movía a un ritmo casi desenfrenado. En esos segundos previos, me encontré desnuda, desarmada, incapaz de poderme estar quieta. Intentando por todos los medios no perder la compostura... una dama, nunca la pierde, pensé, pero me fue imposible... ya era tarde... grite, tan violentamente como lo fue mi orgasmo. Mis flujos salieron tan líquidos, que pensé que me había orinado sobre ella, tal fue el torrente que salió de mís adentros. Se levantó para comprobar que no me había pasado nada. Llegando a ese punto todo me daba igual... calor... frío... gente... solo yo... solo ella... sobre mí sexo... ahora. Exhausta, muerta, sin aliento, hundida, sin poder seguirla... al deje terminar. Sentí que otro orgasmo estaba en puertas, consecuencia probablemente del anterior y de sus majestuosos dedos recorriéndome toda. Fue más doloroso que el anterior, por lo delicado que tenía ambas partes. Cuando volví a recobrar el aliento y la compostura. Con mucho esfuerzo la atraje hacia mi boca, la bese como intentando saborear todos mis jugos en su boca. Nos quedamos tumbadas, la una sobre la otra, besándonos y acariciándonos tiernamente. No solo yo estaba agotada, también ella estaba KO.
Cuando nos levantamos, me ayudo a bajarme hasta estar de nuevo en pie, sobre el frió suelo. Apoyada en el mármol, intenté coger mi ropa. Cada vez que bajaba mi cabeza, me sentía mareada. Ella también se vestía a mi lado. Al darse cuenta, levanto mi ropa. Mientras nos vestíamos, no hablamos. Seguía jadeante. ¡Vaya... orgasmos... han sido de campeonato... ya me daba todo igual... Solo podía sentir mi sexo palpitar, bajo mi braguita, todavía húmeda... Era una extraña sensación... Mis pezones me dolieron al introducirles de nuevo en el sujetador!. Girada en el espejo, me retoque el maquillaje y la mire disimuladamente, como se estaba bajando la falda.
Recogí mis trastos y me los colgué. Sin despedirme, me acerque a la puerta. Me sentía como esos hombres que te echan un polvo rápido y si te veo de nuevo, no me acuerdo de ti. Dejándola como si no la conociera de nada, como si no hubiéramos estado juntas. No quise reconocer mi imputación en la trasgresión. Al girarme, por ultima vez. Su mirada reflejada en el cristal, me miro, sonrío, sonreí y me marche. ¡Sabía como reaccionaría antes, incluso de hacerlo!. Pensé. Pero de repente me dio vergüenza... y continué. En el fondo, hubiera tirado los trastos, ahí mismo y me hubiera tirado de nuevo en sus brazos. Pero proseguí. Vi como una gran masa de gente, entraban nerviosa en dirección a los diferentes pasillos. Me pasaron, por delante, sin inmutarse. Nadie se fijo en mí. Megafonía confirmo, por fin, que los vuelos de la Costa Oeste, salían ya. ¡Por fin, ya era hora... justo a tiempo!.
Me dije mentalmente. Tenía que darme prisa, ella saldría en cualquier momento. ¡A la puerta de embarque!. Susurre. Con el billete en la mano y con todo a cuestas, ley al fondo Chicago. ¡Soy la ultima... Seguro!. Al girarme, para haber si había mas gente tras de mí. Al fondo... ella... la mire atónita, antes de atravesar el control. ¡Es guapísima... y que decir de su poderoso magnetismo animal!. Mi entrepierna se solivianto de nuevo. Desde lo lejos, me tiro un beso y una de esas sonrisas limpias, infantiles, aunque sabía que no lo era en absoluto, lo había demostrado hace unos minutos. No hice ningún gesto. Resople aliviada, porque no iba a Chicago. Pensé que había sido una despedida un tanto fría, congelada más bien, después de todo el placer, tan descontrolado, que me había regalado. ¡Reconozco que no estuvo bien... Pero no podía ser de otra forma... si continuaba... Seria peor que ella!. ¿Cómo podría justificar lo que acababa de hacer?. No podía. ¿Me estoy volviendo loca... por una niñata?... ¿Cómo te has atrevido?. ¿Cómo has sido capaz?. ¿Cómo has podido ser más puta que ella?.
En el fondo, no me sentía culpable de nada de lo que hice con ella... Había disfrutado de cada segundo, de cada una de sus caricias, de cada uno de sus besos... de cada uno de sus dedos... Pero cuanto antes, debía olvidarla... Sería mejor, para ambas.
Continuara....