El encuentro

La mente perversa no se esconde. Fluye cuando lo desea, sin importar dónde, cuándo, cómo o con quién. ¿Existe mejor momento que este preciso instante para llevarlo a cabo?

El encuentro

Quiero sentir cómo mi sangre corre por mis venas. Cómo el ritmo cardíaco se dispara ante el estímulo de no saber que será de mí. Mi respiración se acelera, gotas de sudor empiezan a mojar mi camisa, los pezones sobresalen y mi líbido se ha desatado, ya no hay marcha atrás. Estoy como mi Señor ha querido que esté.

Esperando sentada en el café de siempre, siento como alguien se aproxima hacia mí, una mano sujeta mi cuello y lo inclina para susurrarme al oído: - esta noche serás mi puta, ¿lo has entendido bien, perra?- Sin apenas moverme asiento un sí con mi cabeza. –Bienn, veo que hoy serás buena…- Se dispone a sentarse delante de mí, y sin querer cruzo mi mirada con la suya. El sonido de su palma contra la mesa retumba en todo el café. –Eso es lo que te espera cuando salgamos de aquí, por desobedecerme-. –¿Nos sirven las bebidas o esperamos a mañana? Dice dirigiéndose a un camarero- segundos más tarde, las tenemos en la mesa.

Con un tono sátiro y sereno a la vez, me ordena que le coloque encima de la mesa el tanga que llevo puesto. Así que centrándome sólo en él, paso mis manos por debajo y me lo quito rápidamente para que no se enfade. – Está mojado por mi flujo…- avergonzada de ello, lo coloco donde pidió disimuladamente. Lo observa, lo toma, lo huele y mirándome a los ojos dice: –Estás muy empapada, eres toda una zorra, tendremos que solucionarlo de alguna forma- .

Me coje del brazo, y me mete en el lavabo. De forma brusca se saca el cinturón. Me acuesta sobre sus rodillas, levanta mi falda, explora mi culo y –Zassss-, descarga su primer azote. Un chillido de dolor sale de mi boca. Ante mi reacción coje un pañuelo de su bolsillo y lo coloca entre mis labios, obligándome a que no caiga al suelo y así evitar cualquier sonido. De nuevo siguen los azotes y su intensidad crece. A veces me resulta tan fina la línea que separa el dolor del placer…que le pido que no se detenga. Aun así, decide hacer un ligero cambio de planes.

Desabrocha mi blusa, baja el sostén para que se vean cuan firmes estan mis tetas, pellizca los pezones. Estoy demasiado excitada, huelo a puro sexo y ésto, a mi Señor le satisface.

Me levanta del suelo y me coloca sobre la encimera del lavabo con las piernas bien abiertas. A ambos lados de la pared estan colgados dos grandes espejos. Me da una botella de cola light –de medio litro- mientras me dice: -Ahora empieza a masturbarte con ella, como te he enseñado, quiero ver como te la metes entera, eso sí, ni se te ocurra correrte ¿lo has entendido?-, -sí Señor- le contesto.

Me siento observada desde todos los ángulos, su mirada está clavada en mí, me observa, mira hacia los espejos, y aprovecha para encender un cigarro. Creo que va a pedirme otra cosa. Mientras hace una calada, se me queda mirando fijamente. Me cuesta resistir a no correrme, pero sea como sea he de esperar hasta que me de su aprobación.

Sin más dilación, se desabrocha el pantalón y deja verme su enorme polla. Mi coño empieza a contraerse, mis labios tienen sed, quieren mamársela, (¿cuándo me va ordenar que lo haga?). – ¡Acércate zorra! y arrodíllate frente a mí- seguidamente usa el tanga para atarme las manos a la nuca, mientras aprovecha para rozar mi cuello con sus labios. –enséñame lo que has aprendido-.

Introduce su polla en mi boca y empiezo a chuparla como le gusta, primero despacio y poco a poco acelerando el ritmo, le estoy follando hasta lo más profundo de mi garganta (mmm que sabroso está), su polla parece que va a estallar dentro de mi boca. Pero no es así, me levanta del suelo, me gira de espaldas y mete su polla en mi culo. Las penetraciones son fuertes, profundas y cada vez más seguidas. Ante tanta excitación me susurra al oído que libere mi líquido y así lo hago, un gemido de placer se adueña del silencio. Durante unos segundos he alcanzado el éxtasis. Y ahora mi Señor está punto también, me ordena que vuelva a ponerme sobre la encimera, se retira, da unos pasos atrás y de pronto, su semen sale disparado hacia mis tetas, mis labios, dejándome mojada. –Te has portado bien, mi pequeña-, me ayuda a asearme, me viste, se viste… y luego besa mis labios de la forma más dulce y apasionada que pueda hacerse. –Por hoy ya hemos terminado, princesa-.

A syria