El encuentro
El primer encuentro
A las ocho de la mañana estoy sentada en la cocina, tomando café como cada día. A mí alrededor aparece y desaparece gente, y nadie adivina que debajo de mi bata cotidiana llevo mi lencería preferida, acompañada de unas medias y un liguero. Aparento estar tranquila, contengo la respiración y los suspiros para conseguir quedarme quieta.
Cuando son casi las nueve al fin me quedo sola. Ya no es necesario pasear pasillo arriba y abajo, fingiendo esa mezcla de sueño y aburrimiento. Tan rápido como soy capaz me quito la bata, me pongo unos zapatos (planos, que la prisa me consume) y paso un vestido por encima de mi cabeza
Cierro la puerta, guardo las llaves, y al poner en el primer pie en la calle reaparece la ansiedad, la prisa, la angustia, el deseo.... Desearía correr, pero me contengo para que nadie me mire. Intento ponerme a prueba, buscando excusas y reparos, no encuentro ninguno. No siento culpa, ni remordimiento, ni duda, nada me impide continuar caminando hacia Usted.
Camino sin saber por dónde voy. Y paso de largo. Tras aclarar el malentendido vuelvo atrás y ahora sí. Pregunto por el número de habitación que me ha dicho por whatsapp. Ignoro la media sonrisa irónica de la recepcionista y me meto en el ascensor.
Salgo y busco el número en las puertas. Una de ellas se abre, veo su cara, su mirada y su sonrisa. Voy hacia él. Cierra la puerta. Estamos solos. Me abraza y me besa, cierro los ojos un segundo y su seguridad me tranquiliza. Pero no sé qué hacer, o si debería hacer algo, o esperar.
Me lleva hacia adentro. Aparecen de nuevo mis nervios. Dejo el abrigo, el bolso, el teléfono. Le siento a mí alrededor, casi sin verle, casi sin atreverme a mirarle. Cuando está cerca noto sus dedos en mi pelo, su mano en mi cuello, un abrazo suave y un beso dulce.
Me pide que levante mi vestido hasta la cintura. Le obedezco. Veo como saca su cinturón. Me hace quitar el vestido. Se acerca. Veo el cinturón trenzado en su mano. Lo coloca rodeando mi cuello. La hebilla ajustada y la correa deslizándose sobre mi piel. Me observo en el espejo, arrodillada. La ropa negra y la correa alrededor del cuello, resaltando sobre la piel blanca. No distingo mis rasgos, pero si leo en mi cara la emoción que siento. Ahí es donde quiero estar, así es como deseo sentirme.
Está detrás de mí. Miro el reflejo en el espejo. Con la cinta que cuelga del cuello golpea mi pecho suavemente, son como caricias que mi cuerpo recibe. Extiende la mano y me levanta, observa la piel, ligeramente enrojecida. Desliza sus dedos por el cuello, observando intermitentemente mi cara y mi pecho. Los dedos sobre los pezones, pellizcándolos, Mi cuerpo se tensa, con un pinchazo de dolor. Continua apretando, el dolor se extiende. Pienso que no voy a soportarlo. Se escapa un quejido. La boca abierta, la respiración agitada. Intento respirar pausadamente, lo consigo, y entonces me invade esa sensación maravillosa del dolor suave que se extiende por mi cuerpo, llegando a cada rincón. Me mantengo inmóvil, disfrutando, no deseo que pare, un poco más. Ahora siento pesada mi respiración. Y de repente, muy de repente, me suelta. Mi espalda se arquea y una sacudida me recorre de nuevo. Sigo sintiendo los dedos aún sabiendo que ya no están.
Una vez más me abraza y me besa. Me arrodillo de nuevo y camino apenas unos pasos, siguiéndole. Pies en el suelo, la espalda recta, manos atrás, abre la boca.... Levanto un poco la mirada y su polla está delante de mi cara. La acerca a mi boca, mis labios ansiosos la buscan, entra hasta el fondo de mi garganta y la mantiene allí un instante, me sacude una arcada, estiro mi lengua cuanto puedo fuera de mi boca, Sentirlo dentro de mí me excita todavía más. Sus manos sobre mi cabeza moviéndola rítmicamente, me empuja contra él, me deja sin apenas respirar, mi lengua intentando saborearle ... y se aleja.
En algún momento de toda esta confusión de recuerdos hemos terminado de quitarnos la ropa, ni siquiera recuerdo cuando fue. Me llega su voz, cálida y un poco ronca, "vamos a ver ese coño, perrita". Tumbada sobre la cama, la mirada en el techo, las piernas abiertas, siento sus dedos hurgando dentro de mí. Se inclina, acerca su boca a mi coño, siento su aliento sobre mí, sus labios y su lengua.
Mi excitación se dispara, mi cuerpo se arquea, mis caderas empiezan a moverse, levanto la cabeza para mirarle. Continúa y mi excitación sigue aumentando. Cuando creo que ya no podré aguantar más separa su boca y folla mi coño. Sentir su cuerpo sobre el mío, su calor, la piel húmeda, sudorosa, aumenta mi excitación. Soy incapaz de recordar si me pidió que le avisase cuando fuera a correrme. Lo hacemos a la vez, creo.
Fumamos. Arrodillada a sus pies. El suelo se clava en mis rodillas, se quedan rojas.
Me tumba de nuevo sobre la cama. Le veo coger el lubricante. Con su mano embadurna mi culo. Empiezo a asustarme. Siento su polla sobre mí, presionando levemente, intento tranquilizarme. Empuja con más fuerza. Mi cuerpo se bloquea, se tensa, ahora tengo miedo. No puedo casi respirar. Le miro, me está mirando. Me pide que me tranquilice, que respire, que no va a pasar nada. Levanto una mano y le pido un segundo, me dice que sí. Sigo igual. Le pido, insistentemente, un segundo, sólo un segundo. No continua, no retrocede. Respiro hondo, mantengo el aire, lo expulso lentamente. Mentalmente intento controlar mi cuerpo, me transmito a mi misma la orden de tranquilizarme. La respiración se normaliza. La tensión desaparece lentamente. Me dice que nota ese cambio, que su polla siente el cambio de mi cuerpo. Continua. El dolor ha desaparecido, el miedo también. Le siento dentro de mí. Noto como se desliza, con movimientos rítmicos. Casi sin ser del todo consciente de que el dolor ha desaparecido, me sorprendo al darme cuenta de que me está gustando muchíiisimo más de lo que yo me había imaginado. Si mi cuerpo se está moviendo siguiendo su ritmo... Estoy de nuevo excitada, mojada, me dice que me masturbe mientras sigue follando mi culo. Esa combinación es una tortura, Sentirle dentro de mi, sus movimientos, más rápidos cada vez, mis dedos en el clítoris.... Creo que esta vez también nos corrimos juntos.
Me cuesta un poco recuperarme, pero tras un momento de pausa vamos a la ducha. Con mi torpeza habitual el grifo parece tener vida propia. Al fin consigo que se mantenga un poco quieto. El calor del agua y su cercanía, mis manos sobre su piel, frotando con suavidad, el olor suave del gel, la espuma pasando de sus manos a mi cuerpo, sus dedos recorriendo mi espalda. Me gira y me inclina, una mano apoyada en la pared, intentando no caer, tratando de mantener el equilibrio, coge la ducha de mi mano, La acerca a mí, me la introduce dentro del coño y siento el chorro de agua fluir dentro, el agua resbalando dentro de mi cuerpo, Lo mantiene ahí. Siento una mezcla de molestia y excitación, no, de molestia no, y excitación... si, un poco, pero extraña, porque aunque el agua está caliente esa excitación es fria. Sólo la siente mi cuerpo, mi mente no la sigue.
Salir del agua, toalla sobre el cuerpo, y tumbada en la cama le veo a mi lado. Se levanta para fumar y le sigo. No me lo impide. Enciendo un cigarro y se lo entrego. Enciendo otro para mí. Se sienta en una butaca, estoy arrodillada a sus pies,. No recuerdo si hablamos, no recuerdo que hablamos. No necesito palabras. Suena mi teléfono, imposible no contestar. Mientras hablo sonríe y me besa, ignoro casi por completo la conversación para devolver los besos, y al final puedo colgar. Y poco a poco paso a estar medio reclinado, las piernas apoyadas sobre el suelo, y mi cabeza sobre su rodilla. Ese contacto, tan sencillo, tan leve, tan dulce, mantiene una sonrisa en mis labios. Mis rodillas enrojecen rápidamente. Las mira y coloca una almohada (gracias, Señor). Cambio de posición, a cuatro patas sobre la almohada, los brazos estirados, la espalda recta. Y sus pies y sus piernas sobre ella. Soy ahora su mesita, su reposapiés.... qué más da el nombre. Me gusta sentirle así. Enciende otro cigarro, Lo acerca a mi boca y me ofrece una calada. Se levanta. De reojo le miro caminando hacia el baño. Y le observo volver. Se acerca, se inclina, lleva algo en la mano, y yo no sé que es. Quiero saber que es, pero prefiero no preguntar. Continúo en silencio. Noto su mano cerca de mi cuerpo y algo vibrando en ella. Lo acerca más. Ahora la vibración la siento en mi cuerpo, en mi culo y en mi coño alternándose. Se sienta de nuevo, de vez en cuando se inclina y recoloca lo que sea que vibre, lo pone en marcha de nuevo.... lo coloca otra vez... y mi excitación aumenta también. La vibración es suave, lenta, y bastante precisa.
De nuevo se levanta. Cada movimiento suyo me crea una mezcla de curiosidad y ansiedad. Me consume la impaciencia de saber que va a pasar a continuación, Le oigo caminar a mis espaldas. Me está matando la incertidumbre de lo que sea que está pensando hacer. No puedo verle sin girar exageradamente la cabeza, así que me quedo sin ver nada que no sea un trozo de almohada y el suelo. Noto un golpe, casi un roce en la planta del pie. Ahora ya sé que tiene en las manos. Continúo sintiéndolo en los pies, en uno y en otro. Son golpes muy suaves al principio, luego aumentan un poco en intensidad. No siento dolor. Me provocan una sensación extraña. Y después la vara deslizándose despacio por mi espalda, un cosquilleo de deseo, por mi culo, un sobresalto alegre, por mi coño, un pinchazo de placer.
Cuando la separa de mi cuerpo me recorre un escalofrío. Sé lo que va a pasar. Lo deseo, aún siendo algo que no conozco, que no he sentido, que es del todo nuevo para mí. Le oigo hablar y ahora soy incapaz de recordar sus palabras. Mi cuerpo está preparado para recibirlo. Algo tensa, algo ansiosa, nerviosa, miedo, deseo.... No puedo adivinar cuando lo sentiré, no le veo y no hay nada que me sirva de referencia.
Y llega de repente. Siento el golpe. Uno. Seco y directo. Lo recibo, lo siento en la piel, no es un dolor insoportable en absoluto, La sensación se transforma en el mismo instante. Es un hormigueo, inesperado. Y de inmediato se convierte en calor. Se mezcla el calor y ese cosquilleo. Y ohh, que sensación maravillosa. Me corta la respiración. Se está extendiendo por todo el cuerpo. Al principio muy rápido, un sofoco repentino que me recorre de pies a cabeza, y después se queda ahí. Quiero quedarme con esta sensación. Poco a poco se va diluyendo, muy lentamente. Quiero mantenerla, no quiero que desaparezca, pero se va marchando. Deseo más, deseo más, más. No sé si podría permitirme más, pero eso no me impide desearlo. Y sé que es su deseo también.
Por unos momentos me he sentido en otro lugar. No. Por un momento, que no sé si ha sido largo o corto, me he sentido en ningún lugar. He dejado de estar aquí, no había habitación, ni suelo, ni luz, ni sonido, lo único que he sentido han sido las sensaciones, y a mí misma, y a Usted conmigo, dentro de mí, describirlo es difícil, podría decir una "ausencia" pero sólo sería ausencia de lo superficial, más bien fue como transportarme a ninguna parte, y sólo sentir, únicamente sensaciones, intensas, tanto como para hacer desaparecer todo a mi alrededor.
Me ayuda a levantarme, me abraza y me lleva ante el espejo. Observo la marca en mi cuerpo. La piel blanca, y sobre ella, contrastando, una marca, recta, que en el espejo se aprecia con un ligero volumen. Está cerca de las piernas, más abajo de donde yo la había imaginado al recibirla. La miro una y otra vez. Paso mis dedos sobre ella. Apenas se aprecia al tacto, pero si noto el calor suave en mis dedos. Verla me trae de nuevo el recuerdo de las sensaciones que me provocó. No puedo evitar sonreír. Y un minuto después desear morirme en ese mismo instante. Esa marca va a tardar una eternidad en desaparecer. Y yo tengo que ocultarla. Nadie puede verla. Yo quiero mantenerla, quiero seguir viéndola cada día, pero no puede ser. No podré ocultarla demasiado tiempo, seguro que la ve. Y no se me ocurre una excusa que justifique esa marca tan hermosa, y tan deseada. No tiene sentido pensar en eso ahora. La marca está allí, no va a desaparecer por arte de magia. Vuelvo a mirarla, y vuelvo a sonreír.
Tumbados sobre la cama, sus brazos alrededor de mi cuerpo, mi piel pegada a la suya, una caricia, una mano en mi cuello, la presión de sus dedos, es suave, suave, un poco más fuerte después, noto su fuerza, cierro los ojos, La presión continua, un poco más fuerte. Y me gusta, me gusta, mucho, mucho. Me falta un poco el aire, Un poco más.
Aparta la mano de mi cuello, la desliza por mi cuerpo, la noto entre mis piernas, ábrelas más. Noto una palmada sobre mi coño. Me avisa, esto no te dejará marcas. Me pide que las cuente. Yo cuento. Con cada palmada mi cuerpo se sobresalta, mis caderas se levantan y mis piernas las siguen. Y sigo contando. El calor aumenta con cada palmada.
Extiende la mano y coge de nuevo el lubricante. Me intriga saber qué pensará hacer ahora. Lo noto fresco sobre la piel, y me hace sobresaltar un poco. Empieza a meter su mano dentro de mí. Al principio no es molesto, según sigue presionando y empujando cambia. La presión no hace daño, pero cuando ya casi su mano entera está dentro de mi siento que algo va a romperse, que no podré soportarlo, que mi coño no va a ceder hasta ese punto. Estoy esperando oír un crack en cualquier momento. No me atrevo a moverme. No me atrevo a respirar. No hay crack. Me avisa de que va a sacarla. Temo otra vez. Pero no ha sido tan complicado. Me quedo con una sensación rara. Un poco molesta. No estoy muy segura de si me ha gustado o no, o de si estoy preparada para entenderla.
De nuevo en la ducha. Acariciar su cuerpo mientras le enjabono es un placer maravilloso. Sentir sus manos sobre mi cuerpo lo es también. Me parece mucho más íntimo, más cercano, compartir una ducha, o un abrazo intenso, que follar. Salimos de la ducha y nos secamos.
Arrodillada frente al espejo, desnuda, sólo su cinturón alrededor de mi cuello. Está detrás de mí. Mi cabeza apoyada en su cadera. Una de sus manos alrededor de mi pelo. Soy suya y me siento suya. Yo también hago fotos para el recuerdo, Señor. Y esta es una de ellas. Es fantástica, y la llevo grabada. Y no voy a olvidarla nunca, Señor.
Es hora de marcharse. Nos vestimos. Me mira mientras voy buscando mi ropa y me la voy poniendo. Me dice que le gusta mi ropa, que está bien elegida y es bonita. Me adelanto y salgo a la calle. Hago una llamada de teléfono mientras le espero. Camino hasta la esquina y veo una terraza. Vuelvo atrás y fumo mientras le espero. Me siento en un estado de euforia absoluto, y feliz.
Le veo aparecer. Camina despreocupado, con las manos en los bolsillos. Sonríe. Me hace sonreír a mí también.
Queda el tiempo escaso de tomar un café. Nos sentamos en la terraza. Hablamos y fumamos. Me siento bien. Me siento completa. La mañana ha sido fantástica. Me quedo llena de deseos de más, mucho más. No recuerdo que hablamos. Sólo recuerdo sus ojos mirándome, sus dedos rozando mis manos. Y despedirnos.
Me voy contenta, y triste al mismo tiempo. Pero sobre todo feliz.