El encuentro
Un anónimo lector de todorelatos hace vivir una noche mágica a su autora preferida.
Yo sé que a Angel no le importará que lo cuente. El caso es que estos pequeños relatos que os he enviado y ,sobretodo, vuestros comentarios a través de la página o de vuestros correos han hecho crecer en mi unas ganas enormes de vivir, de salir, de terminar con mi imagen de la esposa feliz, que no soy.
Hubo un correo que me llamó la atención. Tras él aparecía un ser tierno y al mismo tiempo pasional. Hablamos por el messenger, nos vimos por la cámara, nos hicimos amigos y quedamos para vernos. El chico se llamaba Angel, aunque después decubriría que era un perfecto diablo. Antes de cerrar el messenger me dijo: Mar, no olvides llevar tu faldita blanca.
Quedamos en un bar de copas. A la hora fijada entré y él me esperaba en la barra. Estaba guapo, era más guapo que por la cam. Yo me había puesto guapa también, aunque realmente no sabía bien como se iba a dar la noche.
Me dio dos besos de saludo y al hacerlo sujetó leve mis brazos, manteniéndolos entre sus manos mientras me decía lo guapa que estaba, me electrizó, fui consciente de que era la primera vez que quedaba con un hombre después de casi doce años.
Charlamos, nos tomamos dos copas y ya en la tercera me dijo: Me gustó mucho tu relato de bar ya veo que te has traido la misma falda. Y sus ojos se dirigieron hacia mis piernas, hacia mis ojos, hacia mis piernas y de nuevo hacia mis ojos me dijo, mientras ponía su mano sobre mi muslo: ¿lo hacemos realidad otra vez?. Abrió un poquito mis piernas y vió que como entonces llevaba mis braguitas blancas, acarició la parte interior de mis muslos y me preguntó ¿hoy no te las quitas?. Estaba en sus manos. Me levanté fui al servicio y volví con mis braguitas en el bolso. La escena se estaba repitiendo.
Me senté en el taburete, el se puso de pie y comenzó a rozar mis rodillas con su sexo, igual que en el relato que se sabía de memoria, noté que se iba excitando, me dijo: Ahora ponías tu mano en la rodilla y Así lo hice, sentí su polla dura entre mis dedos, efectivamente no llevaba calzoncillos; el llevó su mano hacia mi sexo, empapado claro, y paseo sus dedos por los labios de mi vagina, muy despacio, mojándose las yemas. Lentamente introdujo sus dedos en mi sexo abierto, hasta el fondo. Me estaba revolviendo en el asiento, estaba empapando el asiento y su polla tampoco dejaba de crecer.
-¿Vamos abajo?, me dijo.
-¿Abajo?
-Hay una especie de cuarto oscuro donde van parejas, como tu y yo.
-¿Cómo son como tu y yo?
-Calientes, Mar. Calientes como tu y como yo.
Por supuesto que bajamos. Conforme bajábamos por la escalera, metió su mano por debajo de mi falda y comenzó a tocarme el culo, descaradamente, hasta poner su dedo en mi ano. ¿Así te gusta, no? Como en el metro. Recordé otro de mis relatos. Cuando llegamos al cuarto oscuro, él mantenía su dedo metido en mi ojete Era la primera vez en mi vida que andaba con un dedo metido en el culo, la verdad no sé si eso es erótico o no, pero a mi me gustaba.
Había otras parejas. Aunque se veían sólo sombras, sí se escuchaban jadeos. Yo estaba a cien. Se apoyó contra la pared y me atrajo hacia él. No té su sexo duro en mi bajo vientre. Levantó mi falda y dejó todo mi culo al aire, masajeándolo, metiendo sus dedos por todos mis agujeros, llevé mis manos hacia su bragueta, la bajé nerviosa y saltó su polla entre mis dedos, palpitante, sus huevos pegaditos a la raiz de su pene, cálidos, me empujó hacia abajo y arrodillándome delante de él chupé ansiosa su espléndida polla. ¡Cuánto tiempo sin hacerlo con ganas!¡Qué distinto!¡Otro sabor en mi lengua!
Lamí con pasión su capullo, sus huevos, toda la largura de su polla. Al rato se sentó y me dijo : Ven. Me puso sobre él y noté que me taladraba, sentí en mis entrañas su ardiente sube y baja, rápido, fuerte, con ganas, con las ganas que casi había olvidado, ¿Con quién follas? Me preguntó. Contigo, le dije. Di mi nombre. Contigo, Angel, contigo.
Me estaba derritiendo, desmayando, sentí un tremendo espasmo, él volvió a meter su dedo en mi culo, que se abría y cerraba por el orgasmo, y un calor tremendo llenó mis entrañas. Angel se encogió, me abrazó fuerte, lanzando rios de leche en mi vagina. ¡Qué ganas tenía de hacerlo, Mar! ¡Qué ganas!, me dijo casi gritando mientras se vaciab dentro de mi.
Fue una noche inolvidable, pero le prometí no volvernos a ver. No me apetece convertirme en amante.