El encuentro (3)

Una de mis aficiones más escondidad, que jamás que pense que fuera tan queridas.

EL ENCUENTRO:

Había adquirido en el último año... alguna mala costumbre... a la que me aficione de inmediato, por ser otro mundo, dentro del mismo. Visitaba un antro de carretera cada fin de semana que encontré por casualidad, en uno de esos paseos nocturnos por la ciudad cuando terminaba mi turno en urgencias. Me sorprendieron sus cortinas rojas a la entrada, al pasar por la calle.

Fui, tres semanas seguidas y algún que otro día de diario. Pero un viernes muy intrigada, aparque cerca de la entrada, necesitaba averiguar que tipo de bar podía tener tan mal gusto, para poner unas cortinas así. Nada más abrir la puerta... el humo y olor a humedad, casi me tiro para atrás. Hice un gesto de desaprobación, del asco que me dio. Me lo pensé dos veces antes de traspasar el umbral de la puerta, pero al final entre. Inspire profundamente y la traspasé. Estaba bastante lejos de mi casa y eso me gustaba. A él iban las más radicales. Mujeres de traje a rayas, corbata, chalecos y mocasines.

¡Adelante... no puede ser tan malo, como parece!. Me dije. Como bienvenida, cuarenta pares de ojos se giraron hacia la puerta. Parada en la entrada, unos minutos, me ruborice, pero con la oscuridad, ya no había vuelta atrás y cruce la sala. En la barra, fue donde había menos gente, así que me senté en una punta. Una camarera una mujer de unos 60 años, regordeta, vestida de mujer, era la única, entre todas, por lo que pude comprobar más adelante, arrugada por el habiente insalubre que se respiraba, se acerco balanceándose hacia mí. ¿Se ha perdido?. Grito, con su voz ronca. ¡No... no... Solo pretendo tomar una copa... No pretendo molestarlas... a ninguna!. Me miro de arriba a bajo, como juzgándome. La sonreí, no sabía muy bien que hacer. ¿Qué la pongo?. ¡Un escocés!. Vi como sé hecho a reír, una risa burlona, como del infierno, me pareció. ¡Un escocés!. ¿Pero donde cree que esta... En un bar de clase, del centro?. ¡Perdone... deme lo que tenga en whisky... por favor!. Se alejo riéndose y trajo una botella con una marca que en la vida había visto. ¿Quiere hielo?.

Dijo la camarera irónicamente. ¿Sí tiene... sí?. ¡Bien, ahora vuelvo!. Trajo hielo en un vaso, con huellas. Pensé si fuera del CSI, sacaría huellas. Sonreí. Mire donde estaba más limpio el vaso y vi un trago largo. No estaba del todo tan malo, un poco fuerte, pero se podía beber. Mire a mis espaldas, cuidadosamente, para no importunarlas demasiado. Al principio todas me miraban algo extrañadas, quizás pensaban que era demasiado femenina para ellas. También yo llevaba traje, no sabía por qué. Supongo que se preguntaban que demonios hacia ahí. Con el tiempo se acostumbraron a mi presencia y sobre todo... dejaron de molestarme sus lascivas miradas. Era una atracción entre odio/amor para mí. No entendía muy bien ese tipo de locales, donde las mujeres eran más machos que los mismos machos Varoniles... hasta sus ultimas consecuencias. Solo las faltaba pené, aunque pude comprobar que bultos si que llevaban en sus pantalones. Pensé que serían... bolas de calcetines, bien enrollados. Sonreí. La mayoría sentadas en mesas frente a la barra, hablando y besándose, supuse que con sus parejas. Al fondo un grupito pequeño de parejas bailando piezas lentas. Otro grupo jugando al billar.

Me gustaba el hecho de no tener que dar explicaciones de nada, ni a nadie. Dos o tres en la barra fumando, bebiendo y hablando con la camarera. Pedí otra y cuando termine mi copa, mire a mí alrededor, ya no había tantas, me sentí más segura, me levante y saliendo casi a escondidas me fui a mi coche. Cuando cerré la puerta. ¡Nunca más volveré... vaya covacha!. Me dije enfadada. Estaba indignada, como fui tratada. Además era de muy mal gusto la decoración y quien es capaz de poner unas cortinas tan estrepitosamente horrorosas. Pero tras pensármelo mejor.

Una semana, después el gusanillo me picaba y volví. Necesitaba verlas... me había vuelto adicta en una sesión, a ese desastre. Al entrar... ¡Son las mismas!... Pensé. Me miraron pero no fue como el primer día. Me senté en la barra e iba a pedí cuando la camarera, me interrumpió. ¿Que de vuelta... No aprendió la primera vez?. La mire y sonreí fríamente. ¡A no ser que tenga... Derecho de admisión... vendré cuando quiera!. ¡Además no creo que moleste mucho!. ¡No molesta... solo que esto no es un circo!. Levante una ceja, pero no la dije nada. ¿Que no era un circo?. Que ironía, realmente pensé que lo era y ella el director, de todo esto. ¿Un escocés?... Jajaja. Se echo a reír. ¡Lo encuentra gracioso... Tráigame el brebaje del otro día!. ¡Haaaaa... vale, vale... Ha aprendido!. Volvió a mirarme y a reír. Pero esta vez, no era desagradable... impertinente quizás, desagradable no. Lo trajo y volvió a irse sin decirme nada, fue a limpiar la barra por el otro extremo. Me gire en la banqueta y las mire de frente, hoy. Algunas venían a sacarme a bailar, pero no me sentía con ánimos de bailar, aquí. Sin más problemas decía que no. Me gustaba bailar, pero con un andrógeno... jamás me lo había planteado. ¿Y si luego querían algo más... que hago... darla una torta?. ¡Me gustan las mujeres... no los camioneros!. Me gustaba verlas bailar entre sí, era morboso y al mismo tiempo atrayente. Pero no quería ningún contacto físico con ninguna de ellas.

Cuando me volví, para pedir otro trago a la camarera, una mujer en la barra me guiño el ojo. En principio me voltee, pensando que era para alguna otra... pero solo la pared era la siguiente. ¡Así que era a mí!. Inspire profundamente y dando un trago al whisky, casi me atragante con solo la posibilidad de ser yo su objetivo. Levante mi dedo, en señal de negación. Pero se acerco al taburete siguiente al mío. ¡Solo un baile... por favor... solo uno!. Me quede mirándola fijamente, sin decir nada. De mi edad o quizás un poco más joven, delgada, pelo corto rubio teñido, vestía de pantalón y chaqueta de cuero, típica de motera. Tatuajes en ambos brazos, que asomaban por debajo de su camiseta blanca. No tenía pecho, me extraño, seria producto de su delgadez.

Caderas cuadradas, piernas largas y delgadas. Tenía una voz suave, no la típica de camionera. No tenía excesiva pinta de machorro. ¿Qué respondes... Responde que sí?. Me imploraba, juntando sus manos sobre el pecho. ¡Sí... vale... Pero solo uno!. ¡Vale... solo uno!. Me dio la mano y así fuimos hasta el rincón que servia de pista de baile. ¿Quién lleva a quien?. Pregunte, algo inocente. ¡Mejor que te lleve yo... Es más creíble... Si lo hicieras tu... parecería raro!. ¿No?. Sonreímos al unísono. Con la mano todavía sujeta por la suya y la otra en mi hombro. Paradas. Yo no reaccionaba, no sabia que hacer. Coloco la mía en su cadera, casi sobre sus nalgas. Empezamos con mucha suavidad a movernos por la pista. ¡Relájate... es difícil... llevar a una estaca... por la pista!. Era algo lento y armónico. Mi compañera no hizo ningún amago de quererme meter mano, así que hice lo que me pidió y me fui relajando poco o poco. Realmente era agradable, ser llevada de esa forma. Hablábamos de trivialidades, mientras iban cambiando de música, sin darme cuenta. Realmente era una gran bailarina.

Al volver a los taburetes de la barra, nos sentamos juntas, seguíamos hablando y riéndonos. A ella también le parecían algo masculinas sus compañeras de bar, pero al comentar su forma de vestir, me dijo que ella se vestía así para parecer más dura. Hice una mueca y asentí con la cabeza. En el transcurso, levante un poco su manga izquierda, para ver mejor los tatuajes. Era una pareja de cabezas de tigre. Me parecieron artísticos, aunque jamás me haría uno. ¿Te gustan?. ¡Bueno... no están... mal!. Mientras me acercaba para mirarlo más de cerca, en un descuido, me beso en la boca. ¡Eres preciosa!. ¿Lo sabías?.

Al quedar abrumada, aprovecho para volverme a besar, mientras se apoyaba en mis rodillas. Antes de que se alejara, le devolví el beso, apoyándome con una mano en un de sus muslos. Estuvimos jugando con nuestras lenguas un buen rato, hasta que me entro miedo y le dije que tenía que irme a mi casa. Miro a su reloj de pulsera, eran cerca de las 5 de la mañana. Tenía medio turno mañana y tenía trabajo por hacer antes de ir por la tarde. Nos dimos el ultimo beso y me despedí hasta la próxima vez, ella me sujeta de la muñeca, quería saber exactamente cuando, pero no podía darla una respuesta, ni yo misma sabía cuando seria.

Salí en dirección a mi coche y arranque. Estaba excitada y sentía que estaba mojada... muy mojada, cuando mis piernas chocaban entre sí. ¡Tendrás que darte una ducha fría!. Dije, mirando por la luna del coche. Cuando aparque delante de la puerta de mi garaje, a la espera de que esta se abriera, tras de mí paro una moto negra y alguien completamente vestido de negro. Cuando se quito el casco, vi por el retrovisor, que ella me había seguido. Entre y estacione. Se acerco a mi coche por un lateral, entrando en mi parking, con el casco colgado de su brazo. Se bajo. Me hizo un gesto para que abriera la ventanilla. La baje a la mitad. Ella señalo que la bajara más, cosa que hice. Dejo el casco en el suelo y entro la cabeza, sujetándose en el marco de la ventanilla y me beso en la mejilla, al sentir en contacto di la vuelta, hacia su cara y nos besamos de nuevo. Un beso largo, profundo, húmedo.

De muestras bocas se escapaban pequeñas bocanadas de vaho, por el frío de la calle. Sabía que a estas horas no habría nadie por la calle, que nos pudiera ver, así que no me importo mucho. ¡No podía esperarte... tanto tiempo... pelirroja!. Hice la intención de abrir la puerta y salir del coche. Ella se aparto y me ayudo a salir. Colgó de la moto el casco, mientras bajaba la puerta y sacar algo de su maletero. Andamos unos metros, abrí la puerta y entramos. Ella fue directa al comedor a sentarse en el sofá y tirando la bolsa y la chaqueta de cuero, en una de las dos mesitas de hierro pegadas al sofá por los laterales. La ofrecí un café, y fui a la cocina a prepararlos. Cuando volví, me senté a su lado, con una de mis rodillas plegadas sobre el sofá y tomamos el café en silencio. ¡Tienes ojos de caramelo!. La dije, al mirarla fijamente, a ellos. ¿Cómo?. Pregunta ella, sorprendida. ¡El color de tus ojos!. ¡Ah... el color... sí, color miel... Vale si los ves así!.

Se levanto, dejando su taza y me quito la mía de las manos, para dejarlas en la cocina. Me estiro de las manos y me puso en pie. Nos quedamos mirándonos a los ojos y nos volvimos a besar. Ella me tenía agarrada por la cintura, mientras yo, parecía que revoloteaba con las manos a su alrededor, sin atreverme a tocarla. Sin previo aviso me tiro sobre el sofá violentamente, cayendo y hundiéndome. Sentándose entre mis piernas, sujeto mi cara y con su lengua, muy húmeda, me recorrió toda la cara. Cerré los ojos a su contacto con mis párpados, iba trazando círculos, rectas y puntos suspensivos. En mis lóbulos, hizo que apretara los dedos de mis pies, de excitación. Mi nariz, sintió el aroma del café que no hacia mucho había tomado.

Volvió a cambiar la posición y se sentó sobre mis rodillas y me desabrocho la cremallera del suéter, abriéndolo lo suficiente para que resbalara por mis hombros, dejando que mi pecho, sin sujetador, lo frenara en su trayectoria. Relamió todo lo que quedo libre y más, que lentamente sus ágiles dedos fueron bajando por la tela. La revolvía su corta cabellera rubia, mientras ladeaba mi cabeza a un lado. Mi pecho se hinchaba a cada inspiración por mi parte. Al destapar mis pezones, se endurecieron al contacto con el aire y la humedad de su saliva. Lentamente fuimos deslizándonos por el sofá, mientras maniobraba, para girar a su vez, conmigo.

Una encajada al costado de la otra, subiendo una de sus piernas sobre la mi, dándome un ligero masaje con su rodilla, sobre mi sexo, pero no tardo mucho en sustituirla con la palma de su mano, que la frotaba indecorosamente sobre mi pubis. Al alzarse de nuevo para quitarse la camiseta, yo también me incorpore, para ayudarla, tras quitársela, llevaba una venda ancha que le cubría su pecho. Quite los enganches de los laterales, dejándolas liberadas. No entendía como las tenía encerradas, si eran bellísimas, pequeñitas y redondas como dos globillos. Las acaricie, con mucha suavidad, por si la podía incomodar con ello. Pero quería ver todo de ella, sonreí al pensar en mi ultimo encuentro, en Washington. Me había vuelto una buscona. Tire de la correa de su cinto, sacándolo de las trabillas, pero ella no quería que la abriera los botones de su pantalón, por el momento, separo varias veces mis manos de los botones, por la insistencia. Apoyando todo su cuerpo sobre mí, y con sus manos sujeto mis muñecas con el cinto y me las estiro hacia abajo, quedando tumbada y atada sobre mi cabeza, a la mesita de hierro que estaba a uno de los laterales del sofá. Me intente soltar, fue inútil, pesaba demasiado la mesilla. Metió sus manos por debajo de mi suéter, acariciándome los pezones y sacándolo por la cabeza, dejándolo colgado en mis muñecas.

Iba masajeando y apretando mi pecho para morderlo tiernamente, metidos ambos pezones en su boca. Se deshizo con suma facilidad de mi pantalón, tirando de ellos por detrás, manteniendo mis pies, juntos, sobre sus hombros. Miro sorprendida que no llevase ropa interior, pero la agrado. Jugo un instante con mi pubis. Agarro ambas piernas con su mano y empezó a lamer casa uno de los dedos de mis pies. Los metió uno a uno en su boca, saboreando cada uno. En un principio me pareció antihigiénico, pero me estaba dando placer.

Con su lengua, entro por los tobillos paseándose por la curvatura de mis gemelos, rodillas, muslos, a los que mordió ligeramente, hasta llegar a mi vello, sin separarlas. Lo beso y con sus labios, cerrados, estiraba del vello. Me sentía morir. Estaba como la madera que con el agua, se va arqueando, cada vez más. Estire todo lo que pude los dedos mis pies, casi estaba de puntillas. Al principio, costo separar mis muslos pegados como por pegamento. ¡Relájate... por ahora... solo relájate!. Por fin pudo meter su cuerpo y una mano entre mis rodillas dobladas, bajando por el vello y mis labios, llegando casi al final de mis nalgas.

Me hacia cosquillas y me reía. Al volver, paso dos dedos por el interior de ellas, tocando y dando una suave vuelta por las rugosidades de mi esfínter, que cerré a su contacto y di un respingo hacia arriba, pero bajo con la otra palma de su mano libre, mi abdomen. Prosiguió por el interior de mi vulva. Entro solo las uñas de sus dedos, por el interior de mi vagina y finalmente presiono y aprisiono mi clítoris contra la piel que hacia de barrera. Jugo un rato con él, poniéndolo tan duro que me dolía. Yo gemía y decía cosa incoherentes. Volvió sobre sus huellas y me adivino la vagina, doblándolos en la primera falange, empezó a dar pequeños giros, sobre las paredes, di un gemido y resople, como intentando coger el suficiente aire, pera no desmayarme. Sentía como mis ojos se inundaban de lagrimas. Un cosquilleo bajo el abdomen, impactaba violentamente contra mi sexo. Me hinchaba e hinchaba, cada vez más, al voltante de sus dedos, totalmente dentro. Cada vez se movían con más velocidad, impactando con fuerza contra mí pubis. Mis flujos corrían por su mano, que los retenía lo más posible en su palma. Un fuerte espasmo, hizo que me sacudiera hacia arriba, quedando con el pubis levantado, casi a la altura de su cara.

Ella metió uno de los cojines que encontró a su lado, bajo mi culo, dejando mis labios abiertos ante ella. Separe todo lo que pude mis rodillas. Sabía que faltaba muy poco para que me fuera. Saco sus dedos bajo su lengua que recorrió, casi imperceptiblemente mi vagina, saboreando todos mis elíxires vaginales. No me podía mover y eso me daba rabia, pedía que me soltara pero no hizo caso. Cuando sentí un fuerte espasmo, ella se descabalgo y con un pañuelo negro de seda me tapo los ojos. Volví a protestar, como respuesta la indiferencia, por su parte. Respiraba entrecortadamente.

Me faltaba el aire, me puse nerviosa. Ella se sentó a mi lado y encendió un cigarrillo. Quede un rato tumbada, con los brazos estirados sobre mi cabeza. Intentaba soltarme, pero no era capaz, empezaron a resbalarme unas lagrimas, que fueron recogidas en su pañuelo. Sentía como mi vagina se relajaba y fue, lentamente, saliendo de ella mi flujo. Encogí con fuerza mi vagina o mancharía el cojín. No podía levantarme. Ella estaba muda saboreando el cigarrillo. Mientras yo me movía. Se levanto, oí el ruido de una puerta que se cerraba. ¿Adónde vas... No té... vayas?. La grite enfadada, doblando la cabeza hacia adelante. No entendía por que se fue. De nuevo la puerta se abrió. ¡Eh vuelto... no te desesperes... tranquila!. Abrí los ojos, pero no podía ver nada.

Al separar mis piernas de nuevo y colocarse de nuevo entre ellas, estaba desnuda, no tenía los pantalones de piel puestos. Me puso un antifaz sobre el pañuelo. La grite asustada que me soltara pero no hizo caso. ¡Relájate... no te voy hacer daño... Es mucho más erótico que lo imagines... todo a partir de ahora!. ¿Pero que haces?. ¡Schhhhhhh... Schhhhhhh... Van a pensar que te estoy matando en la calle... No grites tanto... Cálmate!. Estaba histérica, pero tenía razón, si seguía gritando vendría la policía, a ver que pasaba. Pensé por un momento, que podía ser una sádica, una asesina y la iba a hacer daño. Lloraba y gritaba. Cuando se dio cuenta, levanto el antifaz y me beso los pezones. ¡No pasa nada... tranquilízate... Solo quiero darte lo que te mereces... placer... No te asustes!. Decía mientras me besaba, su pecho acaricio mi abdomen. Ya no sabía que pensar. Metiendo uno de sus dedos... dio unas cuantas vueltas, dos... otros tantos círculos, tres... más orbitas y cuando mi vagina se expandió lo suficiente de nuevo. Se alzó sobre mí cuerpo, arrastrando sus tetas por mi cara. Intente chuparla cada vez que pasaba por mis labios, pero ella no me dejaba. Me la estaba imaginando como se reía de mí, pero no oía nada.

Algo duro y frío, acariciaba mi pecho, abdomen, muslos... por encima, llegando a la entraba de mi vagina húmeda, siguió bajando, pero mi ano sé cerro de golpe a su contacto. Volvió a subir a mi vagina y dando suaves vaivenes con su cadera como penetrándome, dejo que el cubito se deshiciera dentro de ella. Volvió a morrearme. Oí como abría el tapón de mi crema corporal y empezó a restregarse y resbalando por mi cuerpo, era muy placentero, pero mi sexo se revelaba. Estaba muy caliente. Necesitaba urgentemente que hiciera algo con él. Doblo mis rodillas, hasta subirlas sobre mi pecho y metiendo sus manos, con ellas bien abiertas agarro mis nalgas con fuerza y sus dedos gordos los metió en mi vagina y cada movimiento de sus manos de derecha a izquierda, ellos entraban y salían de mi virgo. Pero yo necesitaba más. ¡Cómemelo... ya!. Grite fuera de mí. Beso mis muslos y fue bajando.

Cuando llego, abrió mis labios y su lengua fue lamiéndolo en toda su extensión, explayo chapándomela a conciencia, mordiendo sus contornos y con los dientes me estiraba con mucha ternura el clítoris inflamado. Empecé a moverme como una posesa, gritando, silbando, gimiendo... No lo podía aguantar más. Con tres dedos, entraba y salía, chocando con fuerza contra los huesos pélvicos. Mi vagina se constriñó y dejando salir un liquido caliente, bajando por toda la abertura de mis nalgas, hábilmente lo fue restregando y con un dedo lo fue colocando sobre mi ano y cuando estaba muy húmedo su entrada, me metió la lengua, mientras seguía masajeando mi clítoris dándole un rápido restregón. Levante mis piernas en el aire, abriéndolas y pudiendo ella chuparme mucho más profundamente. Me corrí de nuevo, grillando esta vez. Subió una de sus manos para taparme la boca, quitándome el vendaje de la cara. Los lamía y mordía. Todo mi cuerpo temblaba cuando deje una de mis piernas reposando sobre la palta alta del sofá y su cuerpo sobre el mío.

Estábamos sudadas y pegajosas, muerta e yo atada. Encendió un cigarrillo, sin levantar su cuerpo del mío, Sentí como el calor que desprendía el mechero, acercándose a mi pecho, me quemaba, pero era aguantable. Se apoyo sobre mi almohada, quedando a pocos centímetros de mi boca. Con uno de sus dedos, me puso el cigarrillo en la boca y di una calada con fuerza. Me puse a toser, hacia demasiados años que no fumaba, que me sentó muy mal. Ella se reía y me beso en la mejilla. Quedamos un buen rato así, hablando, riéndonos y recorriendo con sus yemas mi cuerpo. Sintió como mi cuerpo volvió a erizarse cuando paso de nuevo por mi entrepierna. Me aflojo la correa y pude sacar mis doloridas muñecas.

Dándose la vuelta sobre mi cuerpo, volvió a meter su lengua, entre mis piernas. Desde mi posición, veía como su culo en pompa de movía rítmicamente sobre mi pecho. Estaba tan agotada, que no podía mover la cabeza y mi podía levantar mis brazos. Veía como su sexo bailaba delante de mí.

Abriéndose y cerrándose, a ritmo de sus libaciones. Pero eran demasiadas las ansias que tenía de comerme esa línea de placer. Subí mis manos a sus nalgas, apretando hacia mí de ella. Se estiro, hasta que sus nalgas se pegaron a mi boca. Cerré los ojos y con mi nariz, la fui recorriendo todo el perímetro. Olía a hembra excitada. De su vagina empezaba a chorrear flujo. Acerque mi lengua a ese manjar, dándola lametazos, hasta intentar secárselo, pero era imposible, a cada pasada, más bajaba. Metí mi boca dentro de sus la labios, dándola una mamada de las buenas. Sus paredes como las mías, fueron hinchándose, pidiendo cada vez más marcha y más fruiciones. Así lo hicimos, cada vez con más ganas, nos dedicamos a proporcionarnos placer. Aguanto todo lo que pudo, hasta que me oyó gemir y derramarme en su boca, dejándose ir ella en la mía. Cuando terminamos de darnos mutuo placer, se sentó en el sofá, con las piernas sobre la mesa abiertas. Cuando pude la imite. Quedando las dos muertas y empapadas en sudor, en jugos.

Como intentando sujetándonos la una contra la otra, para no caernos. Me levante con mucho cuidado, me sentía mareada. Me acerque a ella, como con la intención de besarla, cuando la cruce la cara de un bofetón de indignación, por haberme atado, marcando todos mis dedos en su mejilla. ¡Me lo merezco!. Dijo ella sonriendo. ¡Si... eres una jodía cabrona!. La grite y caí sobre ella exhausta. Apoyada en ella, me fue sentando sobre sus piernas. Nos besamos, recorriendo muestras bocas con las lenguas. Tenía frió, estaba tiritando. Ella tira de una manta que estaba sobre la mesa de a lado y nos tapamos, quedando dormidas, la una sobre la otra.