El encierro (4: el último día)

Ricardo y Sergio disfrutan al máximo el último día de su encierro.

-Ricardo, yo no sé si pueda –dijo Sergio-. Me da un poco de miedo, no sé.

-No me jodas, Sergio –le respondió Ricardo-. Bien que te gustó cuando me lo hiciste a mí. ¡Tú me rompiste el culo y ahora me toca a mí!

-Está bien, está bien –dijo Sergio-. Tienes razón, pero por favor házmelo despacio.

A pesar de la excitación, Sergio sentía un poco de miedo por la penetración que le haría Ricardo. Pero él ya se lo había metido a su amigo y ahora le tocaba dar la espalda. Ya era domingo y ambos habían despertado a media mañana. Ricardo casi no había dormido de la emoción de saber que al día siguiente cumpliría su mayor fantasía sexual. Las vueltas que da el destino, pensaba, nunca me hubiera imaginado que una situación así iba a ser tan caliente. Era tanta su excitación que le daba miedo eyacular antes de tiempo. "Bueno, bueno –le había dicho a Sergio-, mañana vas a ser todo mío". Ya había pensado todo en la noche, ya sabía la posición en la que se pondría para poder disfrutar mejor.

Después del momento de duda de Sergio, se fueron al baño a prepararse. Ricardo se lavó bien el glande que ya tenía un poco de pre-cum. Sergio por su parte se metió a la ducha y se detuvo especialmente en la zona que por primera vez en su vida entregaría a alguien. Recordó que él siempre había pensado que no permitiría que se la metieran por detrás. Se alegro, sin embargo, al pensar que sería Ricardo, su querido Ricardo, quien se lo haría. Cuando regresó al dormitorio encontró a Ricardo sentado en la cama, con el pene totalmente erecto y con una mirada que le pareció lasciva y como de una fiera que va a devorar a su presa.

-Échate bocarriba –le dijo Ricardo-. Primero vamos a darte una recorrida.

-Lo que tú digas, señor –dijo Sergio, que sintió excitación al ponerse sumiso-. Soy todo vuestro.

Ricardo se puso al lado de Sergio y le dio un beso en la boca. Sentía demasiada excitación, era como si de verdad quisiera comerse a su amigo. Se estuvieron besando casi por dos minutos hasta que Ricardo se separó y empezó a besarle el cuello a Sergio, cuyo pene ya estaba completamente duro. Siguió bajando con su boca, le besó el pecho, el estómago y cuando llegó al pene levantó la mirada y vio que Sergio se mordía los labios. Se excitó más y se metió el pene de su amigo a la boca. Lo saboreó como si fuese un helado, despacio. Cuando los gemidos de Sergio se aceleraron, Ricardo, que no quería hacerlo acabar todavía, dejó de chupar y dijo: "Ahora sí, Sergio, vamos a hacerlo". Le pidió que se abriera de piernas y que las flexionara un poco, de tal manera que pudo tener frente a él el agujero rosado y virginal de Sergio. Se ensalivó el dedo índice derecho y con un poco de nerviosismo lo introdujo. Sintió que como si el ano de Sergio le estuviera succionando el dedo. Lo empezó a mover un poco, lo sacaba y metía. Sergio apenas había dado un respingo. Luego ensalivó el dedo medio y metió ambos. Ahora sí Sergio dio un gemido de dolor, pero no dijo nada. Ricardo movió los dedos cerca de un minuto. Cuando los sacó, miró a Sergio, le guiñó un ojo y se pasó la lengua por los labios. Cogió su pene y lo puso a la entrada del agujero de su amigo. Lo restregó un poco y, sin apuro, lo empezó a meter. Sergio contuvo la respiración. Como no era muy grande, no tardó mucho en meterlo todo. Lentamente empezó el mete-saca, progresivamente fue aumentando la velocidad. En una de las embestidas, Sergio se retorció y gimió fuerte. "¿Qué pasó?", preguntó Ricardo que pensó que le había hecho daño. "Sentí como una electricidad, pero rica –le respondió Sergio-, pero sigue, sigue por favor". Ricardo supo que le había tocado la próstata y empezó a darle con más vehemencia. Sergio gemía con fuerza, se retorcía de placer. Ricardo jadeaba del gusto, sentía que ya se venía y bajo un poco el ritmo para demorarse un poco más. Pero ver, oír y oler a su amigo lo ponía a mil, por lo que comenzó a darle con fuerza, sentía que el orgasmo venía: "¡¡¡Ah, ah, ahhh, Sergioooo, ay, me corro, ahhhhh, ayy, ahhhhh, Sergioooooo!!!". Le pareció que se le vaciaba hasta el alma dentro de su amigo. Sergio seguía gimiendo y con el pene muy duro, tanto que su prepucio se había refractado más de lo normal. Ricardo se metió de inmediato ese miembro palpitante a la boca y en menos de diez segundos sintió todo el semen de Sergio. "¡¡Ricardoooo, Ricardooo, ahhhh, ahhhh, ahhhh, Ric… ah, ah, ahhh!!" Ricardo se volvió a echar a su lado y lo besó en la boca.

Les llevaron el almuerzo como a los quince minutos. En él había otra nota del alcalde en la que les anunciaba que al día siguiente, a las ocho de la mañana, los dejarían libres. Celebraron la noticia con otro beso.

-Solo falta algo –dijo Sergio con una media sonrisa y los ojos brillosos-: que yo pruebe tu leche. Tú ya probaste la mía, así que

-Con todo gusto te dejo ordeñarme –le respondió Ricardo sintiendo que se le ponía duro el pene-. Para ti toda la leche que quieras.

Después del almuerzo se quedaron dormidos. La faena sexual los había agotado. Sergio despertó antes que Ricardo. Se puso a examinar la habitación, como si en el tiempo que estuvo no la hubiera visto bien. Sintió cierta pena por irse, esos dos días habían sido una explosión sexual extraordinaria. Nunca había estado tan excitado por tanto tiempo, en un par de días experimentó más placeres que en todos sus casi veinte años. Ricardo despertó y le acarició el pene a Sergio. Este le dijo que estaba sediento. Ricardo le respondió que iba a mear, a lavarse bien y luego lo podría satisfacer. "Quiero que te quedes de pie –le dijo Sergio-, me excita más si me arrodillo y te la chupo". Así lo hicieron. Sergio se puso en el suelo y se engulló el miembro de Ricardo. Lo lamió un rato, luego pasó a sus testículos y a la zona entre ellos y el ano. "Ahora quiero que me folles la boca", le dijo a Ricardo, que no dudó en satisfacerlo. Ambos gozaban como nunca. Ricardo empezó a gemir con fuerza –¡¡"Ayy, Sergiooo, me vengo, prepárate, ahhhh, ay, Sergioo, Sergiooo, ahhh!!"- y se corrió en la boca de su amigo, quien se trago todo el semen. Ricardo levantó a Sergio y lo empujó a la cama. El pene de Sergio estaba erecto, con pre-cum en la punta. Ricardo lo succionó con fuerza, mientras Sergio gemía: "¡¡Ricar, Ricardooo, ahhh, ahhh, Ricardooo, ahhhh!!".

-Ahora sí somos hermanos de leche –dijo Sergio entre jadeos.

Se quedaron conversando largo rato. En la noche durmieron abrazados, disfrutando el contacto de sus cuerpos. No iban a volver a dormir juntos… por el momento, por supuesto.


A los tres días después de ser liberados, volvieron a sus vidas cotidianas. Sin embargo, la amistad se había retomado. Claro, la amistad y algo más que recién empezaba.