El encierro (2: El juego de Ricardo)

Sergio y Ricardo deben vivir su primer día encerrados y deberán encontrar la forma de entretenerse

II: El juego de Ricardo

A Ricardo le temblaba todo el cuerpo, sus manos sudaban. Se le hacía difícil poder quitarse la camisa. Se volteó dándole la espalda a Sergio, no quería que este viera que estaba teniendo una erección. Se agachó para quitarse los zapatos y mientras lo hacía respiró hondo, se esforzó por relajarse, pensó en su camioneta abollada para poder bajar la erección. Se quitó el pantalón y volvió a respirar hondo y volvió a pensar en el choque para que no se le volviera a parar. Finalmente se bajó los calzoncillos, respiró y volteó hacia Sergio. Este tenía la vista un poco baja, parecía que había estado mirando el trasero de Ricardo. Ambos, ya desnudos completamente, se quedaron mirando por unos segundos hasta que Sergio rompió el silencio:

-Verdad que la tenías chica… jaja –bromeó Sergio, mirando el pene de Ricardo.

-Tampoco hables tanto, que muy grandota tampoco es la tuya –contestó, nervioso, Ricardo.

Pero era cierto, el pene de Ricardo no era muy grande. En estado flácido medía unos 4 centímetros y en erección apenas llegaba a los 12. No estaba circuncidado, pero de chico le habían cortado un poco de la piel que le sobraba del prepucio. Sergio, en cambio, tenía el miembro un poco más grande. Flácido estaba por los 6 centímetros y erecto llegaba a los 15. A diferencia de Ricardo, él sí tenía la piel sobrante del prepucio, por lo que en la punta del pene se le notaba un pequeño exceso de piel. Los dos tenían la ingle y los testículos –los de Sergio colgaban más que lo de Ricardo- cubiertos de un vello púbico negro. El de Ricardo, sin embargo, era un poco más espeso.

-Bueno, bueno –dijo Sergio-, vamos a dormir que estoy muerto.

-Sí, sí –lo siguió Ricardo-, yo también. Vamos.

-A mí se me pone dura de noche –dijo Sergio, sonriendo-, así que si sientes algo duro no te asustes… jaja.

-La mía también se para de noche –dijo Ricardo, otra vez sintiéndose nervioso-, si la sientes hazle cariño.

Ricardo apagó la luz tenue que brotaba del pequeño foco que los alumbraba. Se fueron a acostar. Sergio se pegó al lado de la pared y Ricardo al otro extremo, se daban la espalda mutuamente. Se taparon con la única sábana que había y no tardaron mucho en dormirse.

Ricardo fue el que se despertó más temprano. Lo primero que vio fue la cara de Sergio casi pegada a la suya. Se dio cuenta en ese momento que tenía el pene erecto y que estaba rozando con el de Sergio, aparentemente también en erección. Tratando de no moverse, levantó un poco la sábana y vio que en efecto sus sexos estaban juntos, uno sobre otro, y que Sergio también lo tenía duro. No quiso cambiar de posición, así que volvió a cerrar los ojos hasta que Sergio despertara. Como a los diez minutos sintió un movimiento ligero y abrió los ojos. Sergio lo estaba mirando fijamente, se sintió feliz en ese momento de ver esos grandes ojos azules. Ricardo alejó un poco su cara de la de Sergio, no quería que su amigo pensara mal.

-¿Qué tal dormiste? –preguntó Sergio.

-Bien, creo –respondió Ricardo. Se dio cuenta que en ese momento Sergio levanto un poco la sábana y miró hacia abajo.

-Parece que estamos alegres –dijo con una media sonrisa.

-Ah, sí –dijo Ricardo, que miró bajo la sábana y se hizo el sorprendido-. Alegres y pegados.

Hubo un breve silencio hasta que Sergio se sentó. Miró un momento al fondo de la habitación y se paró sobre la cama. Ricardo pudo ver desde abajo el pene erecto de Sergio, lo tenía bastante duro, la punta miraba ligeramente hacia arriba. La piel que le sobraba se le había refractado un poco y se le podía ver un poco del glande. Pasó por encima de su amigo, bajó de la cama y se estiró un poco. Ricardo volteó y pudo verle el pene más de cerca. Ahí le vio el glande asomando, no era muy rojo, sino más bien rosado claro. Ricardo se paró también de la cama y lo primero que hizo cuando estuvo de pie fue acomodarse el prepucio que se le corría un poco cuando estaba en erección. Su pene tenía una pequeña curvatura hacia arriba, en eso se parecía al de Sergio, solo que el suyo era más chico.

Sergio examinaba la habitación con la mirada, era como si estuviera recién haciéndose a la idea del encierro. Su erección ya le empezaba a bajar, el prepucio ya le cubría todo el glande otra vez. Ricardo decidió entrar al baño para mojarse un poco la cara y de paso bajar la erección. Se lavó y estuvo varios minutos sentado en el inodoro, tratando de pensar en cualquier cosa para que su pene volviera a estar flácido. Logró que se le bajara un poco la dureza, pero no podía evitar pensar en Sergio desnudo, y cuando lo hacía se le volvía a parar. Incluso orinó un poco, le fue difícil por la erección, solo podía botar chorros chicos y le dolía al hacerlo. Como a los 10 minutos decidió salir, ya no le importaba tanto que la tuviera todavía un poco dura.

Cuando salió, vio que Sergio se había recostado en la cama, sobre las sábanas. Tenía la cabeza apoyada entre los brazos y ya su pene estaba flácido. Ricardo lo quedó mirando y sintió como otra vez se le endurecía. Empezó a temblar como el día anterior, sintió una sensación de vacío en el estómago, un poco de sudor humedecía sus manos y sus mejillas. Dio un paso corto, se quedó parado unos segundos y después siguió sin parar hasta la cama. Con cuidado se sentó al borde, tenía la vista fija en el pene de Sergio que descansaba hacia el lado izquierdo. Se dio cuenta de que temblaba más y, de pronto, como si una fuerza externa lo hubiera empujado, cogió, con el dedo índice y el pulgar, el pene de Sergio. Agarró la punta, sintió que el corazón se le salía, y empezó, muy lentamente y con temblor, a subirle y bajarle la piel.

-Ricardo… -dijo Sergio, que abrió los ojos seguramente al sentir algo raro en su entrepierna-. ¿Qué… qué haces?

-Ah… yo… -Ricardo sintió que en ese momento no le entraba aire a los pulmones-. Lo… lo que pasa es que este encierro… aquí tenemos que tratar de pasarla bien. Esto es… es una emergencia.

Sergio se quedó unos segundos sin decir nada. Ricardo, aunque un poco más tranquilo por haber hablado, aún temblaba.

-Bueno… sí, es verdad… algo tenemos que hacer -dijo Sergio. En sus ojos Ricardo creyó notar un brillo lujurioso-. Es una excepción esto… así que bueno… si, si quieres sigue.

-Ya… pero hagámoslo como un juego, para que sea más divertido –dijo Ricardo, que se sentía su voz también temblorosa.

-¿Qué juego? –preguntó Sergio, que al terminar de hablar esbozó su característica media sonrisa.

-No sé… los vamos inventando –le dijo Ricardo sonriendo, ya más calmado y lleno de morbo-. Por ejemplo ahora podemos jugar al médico. Yo voy a ser el doctor que viene a "examinarte".

Ricardo se puso de pie, su pene estaba completamente erecto, incluso tenía ya una gota de pre-cum en la punta.

-Bueno señor, ahora voy a examinarlo –le dijo a Sergio tratando de ponerse serio-. Por favor relájese mientras lo ausculto.

Se volvió a sentar al borde de la cama y empezó por los ojos. Le jaló un poco la piel del párpado inferior, "muy bien, muy bien". Luego le pidió que dijera "ahhh". Otra vez, "muy bien", "muy bien". Después de hacer todo eso, pegó su oreja a la altura del corazón de Sergio: "Un poco acelerado el ritmo cardiaco, pero bien...". Bajó en seguida al estómago: "Tiene un poco de hambre por lo que veo". Cuando terminó de decir eso, volvió a su posición normal y se frotó las manos: "Ahora vamos a ver cómo andan sus genitales… voy a hacerle unas cuantas pruebas para ver si todo anda normal allí abajo. Relájese y deje todo en mis manos".

Lo primero que hizo fue bajarle todo el prepucio, teniendo especial cuidado con la puntita de piel que le sobresalía. Dejó el glande al descubierto, lo miró unos segundos, ensalivó su dedo índice y lo palpó por los costados. Volvió a ensalivarlo y le tocó la punta del glande, la abertura. Después palpó un momento el frenillo. Sergio dio un respingo, al mismo tiempo que su pene empezaba a reaccionar. "Bien, bien –dijo Ricardo-, tiene buen color y además una buena reacción. Ahora voy ver cómo están sus testículos para luego hacerle un par de pruebas más en el pene". Ricardo abrió toda su mano y la metió por debajo de los testículos de Sergio, con cuidado los palpó, sintió sus vellos, con el dedo medio los sobó un poco. "Tienen buen tamaño y parecen muy sanos", sentenció. Ricardo sentía que su pene iba a explotar, cuando se incorporó lo miró y vio que tenía una gota de pre-cum escurriéndole. Sentía que el prepucio se le bajaba, así que para estar más cómodo lo remangó todo dejándose el glande expuesto.

-Ahora sí –le dijo a Sergio, al mismo tiempo que se frotaba otra vez las manos y sentía que se empalagaba de morbo- vamos a concentrarnos en su pene por un rato.

Vio que el pene ya erecto de Sergio tenía una gotita de pre-cum en la punta, así que con el dedo índice la esparció por el glande, metió un poco el dedo bajo el prepucio de su amigo. Una vez que terminó, cogió el mazo duro y palpitante de Sergio con toda la mano cerrada y empezó a masturbarlo lentamente. "Me avisa cuando sienta que ya está por correrse", le dijo, y siguió con su labor. Sergio había cerrado los ojos y se mordía los labios, de rato en rato soltaba algún gemido –"ah, ah, mm"- y se pasaba después la lengua por los labios. Ricardo fue aumentando el ritmo, sentía cómo Sergio se movía más y, al mismo tiempo, sentía que su pene estaba por estallarle. Sin embargo decidió no tocarse hasta el final, tenía que seguir con su labor en el miembro de su amigo, con el que en el pasado no había podido evitar fantasear alguna vez. Al poco rato, Sergio le anunció que ya sentía cerca la corrida, jadeaba mientras hablaba, la voz la tenía entrecortada.

-Muy bien –dijo Ricardo, soltando el pene de Sergio y moviendo sus dedos-, ahora esperaremos unos minutos para la siguiente prueba.

Sergio respiraba con agitación, se había puesto colorado. Ninguno de los dos decía nada, solo se miraban con morbo y complicidad. Ricardo se miró el pene y vio su glande enrojecido, palpitante. Lo volvió a cubrir con su prepucio, se lo jaló un poco para que no lo molestara mucho. Estuvo tentado a empezar a sobarse, pero se volvió a contener: todavía faltaba una prueba más.

-Ya, ya –anunció Ricardo-, vamos a empezar con el último examen. Relájese.

Sergio volvió a cerrar los ojos para dejar a su "médico" que lo "examine". Ricardo se sentó un poco más atrás en la cama y apoyó sus manos a cada lado del "paciente". Bajó su rostro y sin detenerse se metió todo el pene de Sergio a la boca. Sintió algo duro y tibio, pero rico, empezó a lamerlo poco a poco. Su amigo gimió fuerte, se retorció de placer. El "doctor" supo que iba bien y empezó a succionar relativamente rápido, cuando sintió que Sergio gemía más fuerte paró y empezó a lamer la punta del glande. Estuvo así cerca de un par de minutos y empezó otra vez a chupar. El dócil "paciente" gemía con fuerza y en una de esas anunció que ya se venía: "ya… ya… ah, me vengo". Ricardo paró, sacó su boca e inmediatamente cogió el pene de Sergio y lo empezó a masturbar con fuerza. "¡¡Ah, ah, Ricardo, ah, ahhh, ahhhhh…Ricardooo, ahhhh…!". El semen de Sergio salió disparado, salpicó hasta el cachete de Ricardo, le embadurnó la mano y el resto cayó en su abdomen. Sin perder tiempo, Ricardo cogió su pene y lo empezó a agitar con fuerza. Se corrió casi al instante: "¡¡Ah, ah, ay, Sergioooo, ah, ah, ahhh, ah…!! Su semen terminó en el piso de cerámica y en su mano.

Los dos amigos estaban rojos, jadeantes, sudados. Sergio seguía tendido en la cama con los ojos cerrados. Ricardo se limpió la mano en su estómago y se echó a su costado; también cerró los ojos. Con agitación, dijo: "Ah, bien, bien… la prueba… salió muy bien… está… usted… perfecto".