El encargo
Ella recibió el encargo de su Señor de escribir cómo sería su próxima sesión
EL ENCARGO
Mi Amo me ha dado una orden: -escribe como si la estuvieses viviendo, la próxima sesión que vamos a tener los dos-.
Intentaré poner toda mi fantasía en el escrito, que pudiera hacerse o no realidad.
Oigo el teléfono, es Mi Amo quien llama, dice que está llegando a mi casa, que le abra el portal en cuanto me vuelva a llamar.
Yo sé que tardará cinco minutos, realizo los últimos preparativos, enciendo unas velas en el comedor y en la habitación, y me miro al espejo, me siento bien, voy vestida como me ha indicado Él, un body semitransparente un liguero, unas medias, unos zapatos de tacón, todo ello negro, y su collar, su collar de perra.
Llama a la puerta, le abro, y tras cerrarla tras de sí, me arrodillo para besarle los pies.
Una vez hecha esta reverencia, Él me ayuda a incorporarme y me da un beso como sólo Él sabe dar, un beso que me desmonta, y me pone a punto para lo que desee ordenarme, soy suya.
Tengo preparado su café, tal y como a Él le gusta, dispuesto sobre la mesa, cojo la tacita y me vuelvo a arrodillar para ofrecérselo en esa postura cuando Él está cómodamente sentado en el sofá, los brazos tendidos y la cabeza gacha, espero a que Él lo alcance, aunque se demora un poco, supongo que porque desea verme así sometida.
Hay un plato en el suelo vacío, y otra taza en la mesa, Él me dice…-tómate tú también el café perrita-. Cojo la taza y la vierto en el plato, y con cuidado, empiezo a lamer del plato el café que tan amablemente mi Amo me deja compartir.
Terminada la totalidad del líquido me lamo los labios, y Mi Amo me indica que le lama su polla que empieza a engordar de manera ostensible.
La polla de Mi Amo es mi delirio, la lamo suavemente, con mucho deleite, y Él sujetándome la cabeza me va indicando el ritmo de la mamada. Noto que está completamente hinchada, cuando me hace detener.
Me coloca su cadena al collar, y así arrodillada me conduce a la habitación.
Al llegar, me quedo inmóvil, a la espera de sus mandatos, Él me ordena bajar la cabeza hasta tocar el suelo, y siento cómo con su pie me obliga a mantener mi mejilla sobre el mismo, sintiendo el frío, y la presión de su planta en una posición forzada de sumisión.
Así te quiero delante de mí perra, completamente postrada,-dijo Él-.
Sí, Mi Amo, sabe que le adoro, sabe que soy suya, oblígueme a hacer lo que le complazca, todos sus deseos los puede obtener de la zorra de su propiedad, -alcanzo a decir-, y Él retira poco a poco su pie de mi cara.
Sígueme, -me dice-, y yo le sigo.
Me conduce hasta el baño, de rodillas como estoy, y allí me dice que me desnude y me meta en la bañera.
Arrodíllate, -me indica-, vas a recibir la marca de tu Amo, ¡no quiero que bajes la cara!.
No cierro los ojos, y veo cómo toma su miembro y empieza a orinar sobre mi cara, mi pelo, mis tetas, y cómo se desliza el líquido de mi Amo por todo mi cuerpo.
Abre la boca, -dice en tono fuerte-, y bebe de Mí.
Trago su orín, sintiendo una ligera indisposición al principio, que cesa al ver la cara de satisfacción de Mi Amo. A Él le gusta, le gusta verme así, a su merced, a su antojo.
Orina, -me ordena-, abre las piernas y mea.
Tengo que hacer un pequeño esfuerzo, por lo humillante de la situación,(ningún hombre me había visto orinar, y menos que introdujesen su mano entre mis piernas, haciendo un hueco en ella para llenársela de mi líquido).
Lame tu pis, perrita,-dice-, hago lo que me ordena sin aspavientos, pero me quedo sorprendida al ver cómo Él acerca inmediatamente Su mano a Su boca, y bebe de él.
Ahora, -prosigue-, ya estás marcada con el líquido de tu Amo, y Yo con el tuyo.
Me he emocionado al oír la como ha dicho esas palabras y la solemnidad que ha puesto en ellas, tal que no he podido evitar que se derramen unas lágrimas de mis ojos.
Guarda tu humedad para el coño de tu Amo, la necesitarás, porque hoy te tomaré como nadie lo ha hecho nunca, y tras decirlo, ha hecho que me voltee, penetrándome el coño, mojado de nuestros mutuos líquidos y de mis jugos naturales que se desbordan por sí mismos, mezclándose tras un prolongado bombeo con los de su poderosa corrida, y provocando en mí un intenso orgasmo, que me sobreviene sin avisar.
Ha habido unos minutos de silencio por su parte, y yo, avergonzada, sé porqué es.
Me he corrido sin Su permiso, algo que reconozco que Él no me perdonará.
Dúchate bien, perra, luego hablamos,-me ha dicho decepcionado-, cuando sale del baño.
Me he enjabonado bien, mis piernas tiemblan de la emoción por la fuerte corrida que acabo de tener, pero también por el temor que me produce el saber que luego seré castigada por la mano de Mi Señor.
He secado bien mi cuerpo y mi pelo, y, sin ponerme perfumes, tal y como lo exige mi Amo, espero a ser llamada.
La cadena cuelga del collar, yo inmóvil miro en el espejo a la perra que se ha entregado a su Dueño voluntariamente, y, aunque ligeramente atemorizada y excitada, siento orgullo por ello.
Ven aquí, -dice Mi Señor desde el dormitorio-, pero ven de rodillas como es tu obligación.
Una vez en la habitación le veo con una vara de bambú entre sus manos, y me pongo a temblar. Mi Amo no es excesivamente tolerante cuando cometo una falta, y sé que la vara irá a parar a mi cuerpo en breve.
Sobre la cama ha colocado Él una cuerda de algodón muy larga.
Paseando por la habitación, como si estuviese nervioso y con la vara golpeándose una de sus manos me dice: -niña, sabes que me disgusta sobremanera que desobedezcas mis órdenes, es algo que no tolero, y debo reprenderte muy a mi pesar. ¿Estás dispuesta a recibir el castigo que tu acción merece?, yo respondo: -sí Mi Señor-.
Tira de mi cadena hasta hacer que me suba a la cama. Ponte a cuatro patas, -me dice en tono suave- abre tus piernas, y coloca las manos entre ellas.
Mi cara toca las sábanas, el culo en pompa, a su disposición, las manos entre las piernas, que ata juntas, y tensando la cuerda, une a los tobillos.
Mis movimientos quedan reducidos a la mínima expresión, ya que los pies también son sujetados a los laterales de la cama. Estoy completamente a su merced.
Se sienta delante de mí, me da un beso en la frente tras acariciarla y me mira con respeto, luego me dice que vaya contando los golpes que me va a propinar.
El primer golpe es como un trallazo, (nunca había sentido la vara en mi piel de manos de un hombre, sólo de mi propia mano en alguna ocasión en la que experimenté dicho castigo por mí misma, por puro placer).
El golpe me sorprende por su intensidad, no grito, porque en una casa no se puede permitir el lujo una sumisa de gritar a su antojo, por no alarmar al vecindario, cosa que sabe Mi Amo, sabe que no gritaré, pero sí emito un quejido indescriptible, mezcla de gruñido y jadeo.
Uno-cuento-, dos, cuando recibo el segundo y recompongo mi ánimo.
Los golpes los siento en mis nalgas, y tengo la sensación de que Él va trazando unas líneas descendentes, unas líneas que me colorean la piel al instante, y que peligrosamente van acercándose a mis labios vaginales.
No sé ya si llorar o gritar, voy por el décimo golpe. Entre uno y otro Él deja transcurrir unos segundos, pero no termina de cesar el dolor cuando me propina el siguiente. Cuando me ha infligido ya la mitad del castigo, me dice que todavía faltan otros tantos, yo rompo a llorar, el dolor es demasiado fuerte, y no creo poderlo soportar. Me dice: -puedes llorar, sabes que no sucumbo ante las lágrimas de mi sumisa, sólo pararé si dices la palabra de seguridad, llora o grita cuanto quieras, tienes mi permiso-.
Dicho esto sigue con su castigo, sin bajar la intensidad de los golpes, no sé cuánto estoy gritando, pero los veinte varazos se me están haciendo eternos, y mis lágrimas ya empapan las sábanas. Él deja la vara al lado de mi cara y empieza a acariciar mi lastimada piel.
Muy bien mi niña, has aguantado.- dice con solemnidad-, ahora descansa.
Sale de la habitación, yo todavía jadeo cuando regresa con una crema que me aplica en nalgas, piernas, y entrepierna, que me hace sentir más confortada.
Deshace las ataduras, y me deja libre.
Me abraza tiernamente, y coloca mi cabeza en su regazo durante un largo espacio de tiempo, sin pronunciar palabra.
Ahora te voy a premiar perrita, vas a recibir la leche de tu Amo, -dice-. Miro su miembro, está descomunal, a punto de estallar, e instintivamente abro la boca.
No la vas a recibir ahí, ahora la vas a sentir en otro sitio, date la vuelta, -dice de nuevo-, vas a notar la polla de Tu Señor en ese culo de golfa que tienes.
Me mete sus dedos en el coño, y los saca empapados, los introduce en el ano, y va dilatando la entrada, ya que al tener un miembro tan grande es muy difícil la penetración.
Siente a Tu Amo, zorra, -me dice mientras introduce lentamente su miembro dentro de mí-. La mete y la saca poco a poco hasta que llegado el momento dice: -ahora la sentirás del todo-, y da un violento empellón que me hace gritar de nuevo.
Está completamente dentro de mí, cuando le sobreviene el orgasmo.
Toma la leche de tu Amo, tómala toda, -dice gritando-.Me ha inundado con su semen.
Sale de mí y se queda tumbado boca arriba, casi en éxtasis, yo le acaricio el rostro, ese rostro amado, que tanto deseo.
Prepárame algo para desayunar mientras descanso,-me ordena-. Como desee Mi Señor, -contesto-, y voy rápidamente a la cocina a preparar algo con lo cual Se pueda recuperar con prontitud. Él tiene una gran capacidad de recuperación, pero yo me siento muy complacida al poderle servir.
Dispongo sobre una bandeja: un café, un zumo natural de naranjas recién exprimidas, unas tostadas, jamón y queso, lo llevo a la alcoba, y la deposito sobre la mesita de noche. Al aroma del café, Mi amo despierta, (yo estoy arrodillada sobre la alfombra, al lado de la cama) y me dice: ven a mi lado, ahora deseo sentirte como mujer, como mi amante, tomemos el almuerzo los dos juntos, no traigas otra taza, bebamos de la misma. Yo me ruborizo, Mi Señor ya me tiene acostumbrada a esas licencias, pero no deja de sorprenderme.
Bebemos y comemos juntos, y al terminar, Él se levanta y me dice: ahora llevemos la bandeja nuevamente a la cocina, te cedo el honor, -dice en tono irónico- y yo sonrío al cogerla.
El me sigue, y al llegar, me coge por la cintura y me besa largamente como hiciera a primera hora de la mañana.
Me coge de la mano y me conduce nuevamente a la habitación, pero esta vez andando, de pie, me acaricia el rostro, y me invita a tumbarme en la cama.
Incansable y excitado nuevamente, me pone su pene entre mis senos, yo los junto, presionándolo suavemente. Él empieza a bombear como bien sabe hacer, y yo, abriendo la boca recibo su polla cada vez que se acerca a ella chupándola con avidez. Se da la vuelta sobre mí e introduce su miembro casi sin darme cuenta en el interior de mi garganta. Me ahoga, tapándome la nariz con sus testículos y la boca con su enorme rabo. Yo gimo y empieza a moverse al mismo tiempo que a lamerme el coño. Cada vez que introduce su polla en mi boca, mi vagina chorrea, siento un placer indescriptible al saberlo dentro de mí. Me mete sus dedos poco a poco en el interior de ésta, y con absoluta maestría, hace que me prepare para un nuevo orgasmo. Yo le digo: -Amo, su perra está a punto de correrse, déme permiso por favor, deje que su sumisa se corra…Mi Señor, deje que me corra-
Él me dice: -aguanta un momento más, nos vamos a ir juntos-.
Lame mi coño y mueve sus dedos dentro de él de tal manera que es casi imposible aguantar, pero aguanto aún un minuto más, hasta que Él me dice:-córrete ya, mi niña, córrete ya-, y estalla dentro de mi boca al tiempo que yo experimento un profundo orgasmo nuevamente, tragandome su esperma.
Nos quedamos dormidos como dos tiernos infantes al menos dos horas, al despertar sentimos apetito de nuevo, y Él me dice: nena, arréglate que te invito a comer…
La tarde vendrá luego.
cayena