El encanto de romper un culo gordo
Yo no sabía en que me transformaria la atraccion de un culo gordo y bien formado.
Trabajaba en una oficina pública, de esas desalineadas con mucha gente, con muchas historias distintas, con muchas diferencias sociales.
Habían más mujeres que hombres, pero eran pocas las jóvenes y bonitas, por lo que nos imaginábamos como bonitas a las feas para compensar.
A mi me daban bastante importancia porque era joven, bien parecido y por ser estudiante me dieron un cargo de jefe medio y las mujeres hacían mucho por un jefe medio.
Todas las tardes me visitaban las tetonas, las culonas, las viejas y las jóvenes para afilar un poco, aunque yo no les daba mucho calce porque era casado.
Entre los hombres también habían algunos putos, uno de los cuales, Alfredo, trabajaba en la oficina de al lado.
Era un tipo gordito de estatura mediana bastante mimoso y mariposón, que en invierno salía de la oficina tan abrigado que no se le veía el pelo, pero se lo reconocía desde lejos por una bufanda celeste con la que tapaba parte de su cara. Era lo único de varón que tenia.
Una tarde vino a la oficina la tetona Analía, que sonrió, se sirvió un café, estuvo embromando un rato, se hizo pasar frente a las otras compañeras como una amante y para refrendarlo me dio un beso en la boca. Esto me puso en aprietos porque no quería quedar grosero rechazándola pero tampoco quería que se corriera esa bola porque si se enteraba mi mujer se me iba a complicar, así que opté por decir que tenía que ir al baño y salí presuroso de la habitación.
Entré al baño y había quedado excitado por el beso y porque la muy atrevida cuando lo hizo además me refregó las tetas.
Como tenía carmín de labios tuve que esperar que se desocupara la palangana para lavarme. Entonces reparé que estaba Alfredo, afeitándose y pasándose colonia y luego cremas para la cara, lo que no le impidió verme por el espejo, saludarme y preguntarme por el beso que había recibido.
Le devolví el saludo, sonreí y mientras esperaba que se fuera me quedé observando la posición en la que él estaba, con el torso hacia adelante y el culo hacia mi.
La verdad es que tenía un culo gordo, bien formado y querendón. Yo pensé, ¿cuantas bananas te habrás comido?. En tanto Alfredo comenzó a contarme sus problemas. Estaba doblado porque tenía lumbago y le dolía horrible la espalda. Tenía también un linimento y se levantó la camiseta y me pidió que se lo pasara por la espalda.
La situación estaba complicada. Yo ya venía excitado por las tetas y el beso de Analía, tenía por delante el culazo de Alfredo, que me pedía ayuda con su espalda y el baño no era seguro, cualquiera podía entrar y sería un quemo que no lo paraba de ninguna manera.
Cuando Alfredo insistió estiré la mano para agarrar el linimento, lo que me obligó a rozar mi pene contra su culo. Esto me calentó mucho más, me vinieron unas ganas locas de seguir refregándoselo, pero ¿y si entraba alguien?.
Me separé y le dije que no podía ayudarlo porque podría entrar alguien. A lo cual contestó gimiendo y llorando que no aguantaba más el dolor, que entráramos a uno de los compartimientos con excusado y allí no nos vería nadie que entrara mientras le pasaba el ungüento.
La verdad es que me sonó raro, pero tenía la pija recontra parada y al otro poco menos que gritando por ayuda, así que para que se callara, accedí.
Entramos al gabinete y cerré la puerta. El se sacó la camisa, me dio el frasco y se puso cada vez más con la espalda inclinada hacia adelante y el culo hacia atrás. Cuando empecé a pasarle el aceite fue inevitable que se la refregara por el culo una y otra vez y eso llevó a que tuviera unas ganas de montármelo que no aguantaba más.
En esta situación hice la primer locura que fue saltar sobre el y agarrarlo por los hombros de modo que mi pene podía frotarse cómodamente por su culo.
Pareció no reaccionar, pero observe como su piel se enrojecía de la calentura. Le pellizqué los pezones y comenzó a gemir, por lo que le tapé la boca y le dije "si no te callas te dejo así", de modo que enmudeció de nuevo, pero me empujó para separarse.
Se dio vuelta y sin decir palabra va, palabra viene comenzó a abrirme la bragueta del pantalón, para luego sacar de adentro mi boniato que ya estaba totalmente rojo de la calentura.
El muy descarado se puso a chupar produciéndome una sensación de gozo increíble. Primero me recosté sobre la puerta arqueando mi cuerpo para que el pene quedara adelante y el pudiera chupar a gusto. Y chupó, chupó, chupó y yo gozaba, gozaba, gozaba.
De pronto paró y dijo "penetrame". Ahí ya no había posibilidad de arrepentimiento, así que nos quitamos la ropa. Observé que a él no se le había parado, por curiosidad se la agarré con mi mano y era flácida, lo que demostraba que Alfredito era un puto pasivo y eso me dio confianza y me excitó más aún.
Era hora de coger y Alfredo se hincó frente al excusado, poniendo su pecho sobre el mismo y su culo hacia atrás. yo también me hinqué contra él, lo rodee con mis brazos, acerqué mi pene y empecé a tratar de entrar. Al principio no le embocaba y el gesticulaba de dolor con mis embates errados. Así que solté por un momento su espalda y arrodillado junto a el me tome el pene con una mano y con la otra revisé su ano para encontrar el agujero. Puse en el la punta de mi pija y comencé a empujar. Alfredo aguantaba callado por la amenaza de dejarlo, que a esa altura era solo una amenaza, ya ni loco me iba a perder cogermelo.
Yo tiraba mis estocadas y el gemía despacio y unas lagrimas comenzaban a caer de su ojos. Pegué cada vez con más fuerza y comenzó a entrar. Sentía mi pene atrapado por una montaña de carne, lo que me excitaba y daba un enorme gozo, así que seguí metiéndosela una y otra vez, cada vez con más ganas, cada vez más hondo, cada vez más largo. Igual que un perro con una perra.
Mientras hacía eso, le agarre las tetas y se las pellizqué, con la otra mano le agarraba abajo de la panza y me lo seguía montando. Con ganas, con goce, que lindo.
Bajé mi mano y le agarre las bolas, luego su pene, que se estaba empezando a parar. Yo estaba enloquecido, lo mordía con la boca, lo pellizcaba en sus tetillas con una mano y le apretaba los huevos y el pene con la otra.
Alfredo estaba rojo que se ahogaba, yo también, tiró su cabeza hacia atrás y le mordí la oreja. Jadeando me pidió "acabá bruto, que me vas a matar". Entonces noté como su pene empezó a eyacular cayendo su semen en el retrete, así que apresuré lo mío. Me lo cogí clavándosela cada vez más fuerte, más duro, más adentro, levantando mis piernas para quedar totalmente sujeto a el por mi pene completamente metido en su ano y entonces en medio de una explosión de placer y gozo empecé a eyacular yo también.
Con la maniobra que hice le rompí el culo porque yo cuando acabé no tocaba el piso, tenía todo el cuerpo apoyado en Alfredo y el centro de gravedad era mi pene introducido en su ano. Pese a que le debo haber metido medio litro de semen, le dejé el culo como una flor.
Había acabado y todo e igual no lo soltaba y le decía te cogi puto de mierda, me buscaste y te cogi. Te cogi todo todo grandísimo puto.
Entonces, Alfredo me dijo "nunca antes ningún hombre me cogió así mi amor". !Mi amor¡ Eso si que no estaba en mis planes, me aparté de inmediato y le dije "Pero no creas que se va a volver a repetir tan fácil" y el contestó "Después de como me cogiste no creas que te vas a librar de mi tan fácil".
Lo que siguió después queda para vuestra imaginación.
El Ansia