El encanto de los juegos de rol

El juez, el que decía no poder ver a los libertinos, era uno de ellos y deseaba que Elvirita lo azotara. No llevaba ropa interior y al quitar la toga su polla tiesa apuntó a la boca de la muchacha. Elvirita, le largó con la regla en ella.

Medía 1 metro 76, y pesaba 50 kilos, su cabello era rubio y le llegaba a la cintura, sus ojos verdes, sus labios carnosos, su cuello de cisne, sus tetas pequeñas, su cintura de avispa, sus caderas estrechas, su culo pequeño y respingón y sus piernas largas y delgadas, Era Elvirita, una preciosidad, hija de una ejecutiva casada hacía cinco años en segundas nupcias con Jaime, un juez con fama de severo.

Elvirita llegó a la sala de estar donde Jaime leía unos papeles que había sacado de una carpeta, y le dijo:

-Ya sé que quiero en el día de mi cumpleaños, papi.

Jaime, sin mirarla, le dijo:

-Acabas de cumplir lo diecisiete. Falta mucho para que cumplas años de nuevo.

-Mírame, papi.

Jaime, dejo de leer, miró para su hija y vio que estaba con las tetas al aire, unas tetas como naranjas, con pequeñas areolas oscuras y pezones cómo lentejas.

La voz de Jaime, imponía.

-¡Vete a vestir, Elvirita!

La voz de Jame imponía, pero no a Elvirita.

-Tenía que enseñarte las tetas. Quiero que me pagues una operación de aumento de pechos como regalo de cumpleaños.

Jaime, muy serio, le preguntó:

-¿Y qué más?

Elvirita, desabrochó el botón de su short marrón. Bajó la cremallera y le enseñó unos pelitos rubios, ya que no llevaba bragas puestas.

-Una depilación láser.

Jaime, puso el grito en el cielo.

-¡¿Pero tú te oyes?! Si tienes unas tetas preciosas, además aún te están creciendo, y los pelos...

Elvirita, escuchó lo que quería oír. Lo interrumpió. Se puso delante de Jaime, y le preguntó:

-¿De verdad piensas que tengo unas tetas bonitas?

-¡Vuelve a tu habitación!

Lejos de hacerle caso, se dio la vuelta, se bajó el short y le enseñó las nalgas.

-¿No necesitaría también un retoque en las nalgas?

Tenía un culo, que era para comérselo. Jaime sabía que Elvirita estaba intentando seducirle, y le gustaba la idea, a pesar de saber que no le debía tocar un pelo. La amenazó.

-Voy a tener una conversación con tu madre. Esto necesita un castigo ejemplar.

Elvirita se le echó entre los brazos y se abrazó a su cuello.

-No, por favor, papi, no... Castígame tú. Dame en el culo.

Jaime, era un cuarentón sumamente atractivo, alto, moreno, de ojos negros, nariz aguileña, con el cabello negro rizado y las sienes blancas. Era ancho de espaldas y estrecho de culo, pero de maricón no tenía nada, eso seguro. Era juez y del Opus. No se podía permitir un solo desliz, y calentarle el culo a Elvirita no sería un desliz, sería un patinazo en toda regla.

Le subió el short, y le dijo:

-¡Vuelve a tu habitación o te pongo el culo morado, pero morado de verdad!

Elvirita, se echó sobre las rodillas de Jaime, le quitó una zapatilla, y le dijo:

-Que se cumpla la sentencia.

Jaime, al tenerla en aquella posición... ¡Ni Opus ni leches!. Le quitó el short, lo dejó caer al piso de la sala y después le dio con una de sus zapatillas Birkenstock Amsterdam de 50 euros, negras y con piso de goma.

-¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas!

Elvirita ya lo tenía dónde quería.

-Ahora soy yo la que le va a decir a mamá que me pusiste en tus rodillas y me azotaste con la zapatilla a braga quitada.

Jaime, se alarmó.

-¡¿No serás capaz?!

-Tan pronto cómo vuelva de Bruselas se lo cuento.

Le volvió a largar.

-¡Plas, plas, plas, plas, plas, plas!

Elvirita tenía la presa cogida y no la iba a soltar.

-¿Te estás empalmando, papi?

Jaime, ya estaba empalmado y con ganas de comer aquel chochito fresquito que ya mojara el interior de los muslos. Estaba tan encendido que se cegó y le dio con fuerza.

-¡¡¡Plas, plas, plas, plas!!!

Elvirita, comenzó a llorar. Jaime, se dio cuenta de que le había hecho daño, pero le dijo:

-Las andabas buscando y las encontraste.

Elvirita se puso en pie. Se limpió las lágrimas, y le dijo:

-¡Bruto! Yo solo quería jugar.

-Lo que hiciste no era un juego.

-Sí que lo era. Hacía de chica mala seduciendo a un juez. Lo hice para calentarte y te calenté. Deja ver si lo hice ben. -Elvirita le echó la mano derecha a la entrepierna de su padrastro y se encontró debajo de la bata con una polla dura- ¡Vaya si lo hice bien! Y aún lo puedo hacer mejor.

-¿Ah sí?

-Sí.

Elvirita pasó un dedo por el chochito y lo sacó lleno de un moco blanquecino, que aguantó en forma de hilo hasta casi llegar a los labios de Jaime. Le metió el dedo en la boca y Jaime, caliente como un perro, se lo chupó y limpió de jugos. La cogió por la cintura para comerle el chochito, pero Elvirita se separó de él, cogió el short del piso, y le dijo:

-¿Tiene ganas de meter en la chica mala, señoría?

-Muchas.

-Pues haber sabido desempeñar su papel. Mañana le daré otra oportunidad.

Jaime, estaba decepcionado.

-¡¿Mañana?!

-Sí, si quiere tenerme tiene que jugar conmigo a otro juego de rol.

-¿Qué juego es ese?

Elvirita era la coquetería personificada, cuando le dijo:

-Hará de profesor inglés. Cómprese un birrete y una regla, toga ya tiene.

-¿Y tú de que harás?

-De alumna.

-Interesante.

-Lo será, y mucho.

Le dio un beso con lengua que dejó a Jaime con unas ganas tremendas.

Medía hora después, a eso de las doce y media, Jaime, estaba sobre la cama, a oscuras, desnudo, masturbándose pensando en Elvirita.

Se encendió la luz. Era Elvirita que había entrado en la habitación. Estaba vestida solo con unas braguitas. Cerró, se acercó a la cama, y de pie, mirando para Jaime, le dijo:

-Supuse que te estarías masturbando. ¿Te importa que mire?

-Al contrario, pero, ¿por qué no te metes en la cama?

-A su tiempo, papí, a su tiempo.

Jaime, mientras miraba para su hijastra, un ángel hecho mujer, siguió meneando la polla, una polla mediana y gordita.

Elvirita, unos minutos más tarde, ya estaba cachonda. Metió una mano dentro de las bragas y se comenzó a tocar el chochito... Al ratito se bajó las bragas. Jaime miraba como un dedo salía y entraba del chochito de Elvirita, acariciaba su pequeño clítoris y volvía a entrar y salir... Elvirita miraba para la polla de Jaime y veía la mano, empuñándola, subir y bajar, al glande aparecer y desaparecer bajo la piel y como del meato salía aguadilla en cantidad. Parecía que le costaba lo que no está escrito no lanzarse sobre ella, mamarla y después follarla.

Transcurrido un tiempo, las piernas de Elvirita comenzaron a temblar y se corrió, apretándolas y gimiendo, le dijo a Jaime:

-¡Pedaaaaaazo de oooorrrrgaaaaasssssmo!

Cuando acabó de correrse le puso el chochito en la boca a Jaime, y Jaime, bebiendo aquellas aguas frescas, echó más leche de la que había echado es sus tres últimas corridas.

Acabó, Elvirita, lo volvió a besar con lengua, y le dijo:

-Ya conoces el sabor de mi néctar. Ahora te falta a tu semen mezclarse con él.

Jaime, estiró los brazos, y le dijo:

-Ven y dame un anticipo.

-Ya romperás mi chochito.

La noche siguiente, cuando Jaime llegó a casa, Elvirita, estaba de pie al lado del mueble bar, vestida para matar. Llevaba puesto un vestido rojo de cuello profundo, con aberturas y espalda abierta y calzaba unos zapatos rojos de tacón alto. Llevaba unas medias rojas que eran parte de su lencería roja de seda.

-¿Un Macallan, papi?

-Si. Ahora vengo.

Jaime, se fue a su habitación. Cuando regresó venía con la toga puesta y una gruesa regla de madera de 50 centímetros en una mano. Elvirita, después de sentarse Jaime en el sillón, le dio el Macallan, y le dijo:

-Me gusta su toga, su birrete y su regla, profe.

-No le voy a subir la nota por un mísero whisky y unos cumplidos, miss Elvira.

Elvirita se sentó enfrente de su padrastro. Se abrió de piernas, cogió la regla, y dando con ella en la palma de la otra mano, le dijo:

-¿Puedo hacer algo para que cambie de opinión?

-Claro que puede hacer algo, estudie más.

-Miss Jane no coge a un libro, lo coge a usted y sus notas son de sobresaliente.

-Es que ella...

Se levantó, y le dio con la regla en la espalda.

-¡Plaaaaaass!

-¡Ella te zurra, fantoche! !¡Ponte en pie y baja los pantalones!!

Aquella preciosidad, menuda, mandando en un hombre que la doblaba en peso tenía su morbo.

Jaime, un hombre del Opus, de misa y recto, (supuestamente) se bajó los pantalones.

-¿Qué más debo hacer, ama?

Le largó con la gruesa regla de madera en el culo.

-¡Plaaaaaas!

-¡Llámame princesa!

-¿Qué más debo hacer, princesa?

-Quita la toga, los zapatos y los calcetines y échate sobre mis rodillas.

Jaime se quedó vestido solo con una camisa blanca y una corbata roja.

El juez, el que decía no poder ver a los libertinos, era uno de ellos y deseaba que Elvirita lo azotara. No llevaba ropa interior y al quitar la toga su polla tiesa apuntó a la boca de la muchacha. Elvirita, le largó con la regla en ella.

-!Apunta haca otro lado que esta clase de armas las carga el diablo!

-Como digas, princesa.

Jaime se echó sobre las rodillas de Elvirita.

-¡Plaaaas, plaaaas!

Elvirita estaba crecida.

-¡De usted, trátame de usted, capullo!

-Si, princesa.

-¿Qué nota me vas a poner, calamidad?

-Tiene un tres y le pondré un cinco, princesa

-¡Paaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaaas!

-¡¿Un qué?!

-Un seis, princesa.

-¡Plaaaas, plaaaas, lplaaaas, Plaaaas, plaaas!

-¡¿Un qué?!

-Un siete, princesa.

Elvira, que ya estaba caliente, Se ensañó. Su brazo subía y bajaba...

-¡¡Plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas, paaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas, plaaaas!

-¡¿Un qué?!

-¡Un diez, princesa!

Jaime, cómo si fuera un adolescente con eyaculación precoz, se corrió en el vestido de Elvirita, que al sentir la leche caliente en una de sus piernas, se puso en pie, y mirando para la leche en su vestido nuevo, exclamó:

-¡Ceeeeeeerdo!

Le largó en las dos nalgas:

-¡Plaaaas, plaaaas!

-¡Limpiame el vestido con la lengua!

-Si, princesa.

-¡Plaaaas, plaaaas!

Jaime le limpió su semen con la lengua. Después, Elvirita, se quitó los zapatos y el vestido. El vestido lo echó encima de un sillón. Quedó en lencería.

-¡Arrodillate, diablo!

-Si, princesa.

Jaime, se arrodilló, Elvirita tenía tan mojadas las bragas rojas como el vestido, solo que las bragas era de sus flujos. Las apartó para un lado, y le dijo.

-¡Come!

-Si, princesa.

Jaime, la cogió por la cintura. Su lengua le lamió el coño, y Elvirita ya se dejó ir. Estaba tan, tan caliente, que no duró nada.

-Ay que me corro, papi, ay que me corro. ¡¡Me corro, papi, me cooooorro!!

Elvirita, temblaba, su chochito parecía una fuente soltando jugos, Jaime, no se cansó de tragar.

La frágil jovencita que se había derretido al correrse, y a la que se le había caído la regla de la mano, cuando acabó de gozar, se agachó, cogió la regla con una mano y a Jaime por la corbata y tirando de él lo llevó hasta el dormitorio. Jaime, de rodillas, parecía un perro, solo le faltaba ladrar, y lo iba a hacer, cuando le dijo Elvirita:

-¡Ladra, perro!

-¡Guuuau, guaaau, guaaaau, guuuau!

El perro, al llegar al dormitorio, se puso en pie, y ladró:

-¡¡Échate boca abajo en la cama o te meto un bocado que te arranco una teta!!

-¡El juego no era así, papi!

Le cogió la regla, y le dijo:

-¡El juego es cómo me salga de los cojones o te quedas sin ferrari el día de tus veinte cumpleaños.

Jaime había pronunciado la palabra mágica: Ferrari.

-Es cómo te salga de los cojones, es.

Elvirita, se echó boca abajó sobre la cama, Jaime le abrió el sujetador, después le lamió la espalda. Le quitó las presillas del liguero. Le bajó un poco las bragas. Le abrió las nalgas, le lamió el ojete. Hizo varios recorridos desde el ojete a la nuca... Allí besaba su cuello y volvía a bajar...

Le quitó las bragas, el ligero y las medias, le dio la vuelta, la besó con lengua un par de minutos, al tiempo que le acariciaba sus duras tetas. Después le comió las tetas con dulzura, como si estuviera lamiendo y chupando un caramelo... Luego bajó besando su barriguita, su ombligo, su vientre, rodeó su sexo besando y lamiendo, siguió bajando besando, lamiendo y acariciando su muslo derecho hasta llegar al pie... Besó, chupó y lamió los dedos, la planta de los pies, los tobillos... Hizo lo mismo con el otro pie. Luego subió acariciando, lamiendo y besando el interior del muslo derecho. Al llegar al chochito vio que el corte estaba echando babitas. Le lamió aquella dulce miel, y Elvirita, que no había parado de gemir, se retorció y casi se corre. Jaime, empalmado como un animal, quiso metérsela. Elvirita, se quejó:

-¡Ayyyyy!

Jaime, le preguntó:

-¿Eres virgen?

-Sí. ¿Es un problema?

-No, pero vas a tener que desvirgarte tu misma. Yo te puedo hacer daño. Sube y cabalga.

Elvirita quería estar debajo.

-¡Fóllame, cobarde!

-¿Tomas algo para no quedar embarazada?

-No, y si quieres hacerlo con condón olvídate.

Jaime volvió a poner la polla e la entrada del chochito, y de un empujón se la clavó hasta la mitad. Elvirita, se volvió a quejar.

-¡Aaaaaaaaaaaaay!!

Se la clavó toda y después la folló a lo bestia, al estilo metralleta, le dio caña sin piedad, (Elvirita no paraba de chillar) hasta que no aguantó mas, y le dijo:

-¡Me voy a correr, Elvirita!

Elvirita era de lo que ya no queda... Era viciosa, viciosa,viciosa.

-Desvírgame el culo, papi.

jaime, le comió el culo, para lubricar con su saliva el ano.

Elvirita se deshacía en gemidos sintiendo como la punta de la lengua de Jaime entraba y salia de su culo y cómo le acariciaba las tetas...

Tiempo después, Elvirita, chillaba cómo una coneja mientras la polla le rompía el culo... Al rato, le dijo:

-¡¡Me corro, papi, me corro!!

Elvirita tuvo un delicioso orgasmo anal. El orgasmo anal terminó. Jaime, se la quitó del culo, se la metió en el chochito y le dio caña... Elvirita, al rato, le dijo.

-¡¡Me corro otra vez, papi!!

Elvirita, le cogió el culo a Jaime y lo apretó contra ella. Jaime, jadeando como un perro, le llenó el chochito de leche. Al acabar de correrse miró para Elvirita. Su hijastra, gimiendo y con los ojos mirando para Cuenca, se corría temblando debajo de él.

Al llegar la paz, le dijo Elvirita a Jaime.

-Con estas ya son catorce veces las que me desvirgas el culo y el coño

-No hay catorce sin quince, Elvirita.

-La próxima vez quiero ser doctora y que tú seas mi paciente.

-Habrá que comprar una bata y un fonendoscopio.

Quique.