El emprendedor
Después de los duros primeros días de duelo, mi abuela Rosa creyó conveniente y pertinente que conviviéramos en la misma casa.... la pobre mujer llevaba 10 años sin ser follada, aquel coño debía estar cerrado como el de una virgen y sus ganas más cerca de una adolescente que de una jubilada.
Mi nombre es Alejandro, Tengo 26 años yla relación que teníamos en casa era un tanto especial, ya que mi abuela pasaba en el trabajo casi todo el día, de 9:00 a 15:00. Por otra parte yo soy ingeniero en sistemas con mi propio negocio, pero dejaba parte de las tardes para realizar un poco de deporte, el cual terminaba alrededor de las 20 horas, por lo que aprovechábamos mi abuela y yo las noches para contarnos los avatares del día. He de decir que nunca me he considerado un adonis ni nada por el estilo, sin embargo, creo que siempre he tenido lo mío. Además, gracias al deporte y el gimnasio acompañados por mi 1,75 de estatura, algo de atención llamaba. Desde hace ya algún tiempo me empezaron a llamar la atención las mujeres maduras, después se fue incrementando en algo más especial por viudas y solteras que necesitan cariño y entre todas ellas las que son mayores de 60. En algunas empresas ahora, pero sobre todo al principio de mi profesión que realizaba instalaciones en viviendas particulares, más de una bella y joven abuelita cayó. Lo bueno con estas mujeres es que te permiten follarlas a pelo y correrte dentro de ellas sin la menor precaución… disfrutas, disfrutan y no hay consecuencias por dejarlas preñadas. Todo esto tiene una razón de ser…. De pequeño me cuidaba mi abuelita Rosa cuando salía del cole, después en el instituto. Durante la universidad no tuvimos tanto contacto pero el germen de mi atracción hacia las mujeres maduras ya estaba implantado en mi mente. Ahora ya está a punto de jubilarse, pero no ha dejado ni un solo día de trabajar a sus 64 años. Desde hace un año y medio vivimos solo ella… mi familia falleció en una accidente de coche cuando iban de viaje, los únicos que no íbamos en ese vehículo éramos nosotros…. La noticia nos impactó mucho, tanto que nos deprimimos durante muchos meses, pero esa depresión la superamos gracias a la compañía que nos hicimos y al esfuerzo de superación ante la adversidad. Después de los duros primeros días de deulo, mi abuela Rosa creyó conveniente y pertinente que conviviéramos porque no tenía sentido que teniéndonos tal cariño y confianza viviéramos solos cada uno en casas distintas, así que me mudé a su hogar tan solo una semana después de la tragedia. Es un piso acogedor y céntrico, lo cual me venía perfecto para mi negocio de instalador de sistemas informáticos de redes y seguridad a pequeñas y medianas empresas.
Rosa siempre se conservó muy bien, ya que trabajaba como asistente de contabilidad en una institución oficial, razón por la cual ella siempre vestía bien y se arreglaba lo suficiente sin intentar ser extravagante. Para mí era común verla con falda y blusa de manga larga, acompañada muchas veces por una chaqueta que, hacia juego con su falda ceñida al cuerpo, un poco más alta que sus rodillas y unas medias de nylon que hacían ver sus bien contorneadas piernas más firmes de lo que realmente eran. Me parece que cuando yo tenía unos 13 años, ya comencé a fijarme más en ella. He de reconocer que tenía una figura que desde que recuerdo siempre me atrajo, con su 1,65 de estatura y de una u otra manera con el tiempo se convirtió en el estándar que yo luego buscaría en una mujer. Tenía una cintura delgada sin tener un abdomen firme, era delgado y de anchas caderas, tal vez producto de los hijos que tuvo. De hombros un tanto estrechos y su espalda siempre recta, le daba ese toque de elegancia y altivez que la caracterizaba, acompañados por esas hermosas piernas que siempre iban sobre unos zapatos de taco medio y hacían que sus caderas se levanten y se pongan en una pose respingada muy atractiva. Sus tetas sin ser voluptuosas tenían la medida exacta para robarse una mirada de deseo, que yo sin querer había notado en más de un hombre por la calle cuando ella pasaba, y que provocaban que me ponga celoso cuando la acompañaba, con su forma de caminar que no lo hacía como modelo de pasarela, pero permitía balancear sus caderas con cada paso que ella daba siempre con elegancia.
Le encantaba y estoy seguro de eso, el sentirse observada, su forma de andar, ese balanceo, la forma de pararse, su forma de sentarse, cruzada las piernas como lo hace una secretaria, eso permitía contemplar lo perfectas de sus piernas. Acostumbraba a llevar su cabellera lacia por debajo de los hombros, aunque le gustaba hacerse los churitos, que por cierto le quedaban de maravilla, a veces suelto, a veces recogido, no se hacía peinados que salieran de lo común. Su rostro se parecía a alguna de esas modelos veteranas que anuncian cremas rejuvenecedoras, además de tener una mirada cautivadora que resaltaba esos ojos cafés, que con el brillo del sol en momentos se los veía más claros que de costumbre, siempre se maquillaba lo necesario, sombras sobre los ojos y un poco de maquillaje y rubor, sin caer en la exageración. Sus labios carnosamente sensuales que siempre llevaba pintados color “Red Russian” bastante provocativo, su nariz fina y respingada era una de sus señas de identidad que más me gustaba de su rostro…le quedaba muy bien. Pese a tener más de cincuenta años cuando me empezó a atraer, nunca me pareció tenerlos porque aparentaba ser mucho más joven de lo que era…por su actitud, por su piel tersa en todo su cuerpo, por su cara de aniñada y por su voz sensual… cada vez le empecé a dar mayor importancia a todo esto. En más de una ocasión y con el paso de los años en la universidad, alguien que no nos conocía hacia sugerencias como que fuéramos pareja… ella por aparentar mucho menos de su edad y yo por parecer algo mayor de la mía.
Yo sé por las fotos de familia que mi abuela Rosa, en su juventud había sido una mujer muy bella, pero ahora el tiempo ya había hecho mella en su algunas pocas partes de su cuerpo… en otras más bien pereciera una treintañera. El cabello es pelirrojo de color natural, pero a veces se lo tiñe con mechas rubias. Su cara es la más castigada con algunas arrugas típicas de la madurez sin llegar a ser las que le corresponderían a su edad, la disimula muy bien con mascarilla de maquillaje… sin embargo esas características representadas en ella como mujer madura, me vuelven loco. ¡Estar en la cama con una hembra así me excita mucho! tal vez demasiado por el morbo y la entrega que suele tener a verse en la última fase de disfrute de su senitud. Por mi vida ya habían pasado muchas mujeres. Tengo la suerte de ser un tipo atractivo sin lograr ser muy guapo, pero mis facciones varoniles y mi cuerpo cuidado, rubio, con músculos definidos y fuertes, buenas piernas y porque no decirlo un cipote de 18 cm de largo y un grosor significativo, que ha hecho disfrutar y gritar de placer a cada mujer con la que he estado… gusto de vestir con vaqueros, jeans ajustados que marcan muy bien mi dotación. Por otro lado soy de talante abierto y solidario con las personas que en justicia necesitan mi ayuda…en especial este tipo de mujeres mayores, ya me entiendes. Sin embargo es mi persona quien necesita esa ayuda, pues en las chicas de mi edad no he encontrado todavía el nivel de correspondencia que veo en ellas. Al final de tantos años probando de diversas maneras una relación estable, he comprobado que las chicas de hoy, sobre todo las que me gustan… ninguna quiere comprometerse, solo pasarlo bien de vez en cuando… ¡Todo ello me ha dado mucho en qué pensar! Ahora estoy soltero, con el pasado de la pérdida de mi familia superado gracias al apoyo de mi abuela y con un trabajo con el que apenas tengo tiempo para nada. Desde que me mudé a vivir con mi abuela ha sido muy atenta conmigo, se ha portado como la ama de casa que es, encargándose de tener la casa limpia, de tener comida lista, ropa limpia, siempre se preocupaba que no me falte de nada… solo a cambio de mi compañía.
Un día al regreso de mi trabajo entré en la cocina con mi abuela agachada limpiando el horno, comprobé que no llevaba sostén porque vi como sus tetas colgaban balanceándose de un lado hacia otro, esa visión hizo que me excitara, respondiendo con una erección acorde a mi necesidad de meses sin mojar. Esa misma estancia después de cenar mí abuela y yo conversamos un poco sobre mis relaciones y mi abuelo, el caso es que llegamos a terreno pantanoso en el tema sexual…. “Extraño mucho a tu abuelo hijo. Tu abuelo era muy fogoso y de repente nada, se murió tan de repente en cosa de 15 días que no me dio tiempo a despedirme de él debidamente… lo echo de menos las más de la veces por las noches al lado mío en la cama”, decía esto algo apenada. En más de una ocasión sorprendido a mi abuela mientras estaba sentado o de pie, que me miraba el bulto que mis ajustados pantalones vaqueros formaban con mis geniales. Nunca le di importancia pensando que ambos no tenemos los mismos gustos en el estilo de vestir, ella tan elegante siempre y yo informal, pero ese día en la cocina me pidió la ayudase... "Hijo me podrías hacer el favor de bajarme una olla grande que está en un estante de la cocina". Inmediatamente acerqué la escalera, subiendo para bajar la olla grande, ella se colocó debajo de mí para sujetar la escalera y pude observar como mi abuela prestaba gran atención a la enorme protuberancia que me suele marcar en mis pantalones la polla en estado natural, no obstante a ella casi se le salían los ojos siendo este mi aspecto cotidiano. Bajándome de la escalera no pudo aguantarse más y volvió a inquirir sobre mi vestimenta… “Hijo, ¿no crees que llevas muy apretados esos pantalones? No puede ser bueno llevar tan apretados tus genitales…, dijo con picardía queriendo aparentar un consejo maternal. Lo digo porque aconsejan llevar más aireados los órganos reproductores, de lo contrario el aumento de la temperatura en los testículos puede provocar una carencia de calidad en los espermatozoides, además de llevar el pajarito muy aprisionado. Creo que ya ha crecido mucho para torturarlo de esa manera ¿No crees, hijo?” Se le escapó una leve sonrisa. Es cierto eso abuela, pero no me molesta y me gusta vestir así, le dije.
Cuando llegó la noche, en mi cama pensaba sobre lo que había pasado, me excité con solo pensar que mi abuela pudiera desear probar ver siquiera mi verga y lo preocupada que estaba por mis genitales y mi descendencia, no sabía bien que pensar, esa conversación algo ambigua tenía tintes de ser el principio de un tema interesante. Por la mañana como era domingo, no trabajé y todavía me encontraba durmiendo, acostado en calzoncillos. Con la puerta entreabierta, noté la presencia de mi abuela mirando fijamente escaneando mi cuerpo, seguramente en especial con una fijación en mi entrepierna. Me hice el dormido cambiando de postura… ella cogió confianza al verme ronronear apaciblemente, así que al notar eso se acercó a mí con sibilina precaución de no despertarme y husmeó dentro de mis bóxer levantando la tela de una de mis patas… acercando su cabeza empezó a oler mi sexo y después vi como empezaba a acercar su mano para tocarlo…, el cipote caía a ese lado izquierdo, lo rozó apenas con las yemas de los dedos. Me excitó demasiado, así que mi verga empezó a empalmarse sin poder remediarlo. Cuando notó alzarse el soldado se sorprendió y dejó de sobarme, pero siguió en mi habitación. Sus suaves magreos habían hecho que mi polla quedara completamente dura en cuestión de segundos. Llevada por su excitación y sabiendo que se estaba sobrepasando una línea roja, se introdujo la mano bajo las bragas y se masturbó durante al menos cinco minutos fijando su atención en mi rabo tieso extendido fuera de los calzoncillos para bajar su excitación y elevar la mía. Eso confirmó mis sospechas, mi abuela deseaba tener sexo y mi buen garrote era lo que tenía más cerca. Había pasado mucho tiempo desde que mi abuelo falleció y la pobre mujer llevaba 10 años sin ser follada, aquel coño debía estar cerrado como el de una virgen y sus ganas estaban más cerca de una adolescente que de una jubilada. Ese despertar en su libido pudiera ser motivado por mi presencia en casa, su necesidad de compañía masculina había despertado y yo en plena facultad sexual no iba a poner ninguna objeción si mi abuela quería follarme.
Continúa...