El empalador

- ¿Puedo mirarla más de cerca? – me senté junto a él en el sillón, mientras él seguía en lo suyo. – Aún no me lo puedo creer, es como el doble de la mía. - Sácala y comparamos… mira, ya la tienes levantada – me dijo, y era la pura verdad. Desde que vi su pene sentí una gran excitación. - Es como te dije, 18 cm. Pero la tuya es aún más grande, es como dos palmas mías, y aún queda la cabeza afuera. - ¿La quiere tocar? -

  • ¿Hola primo que haces?

  • Veo una peli, ¿y tú?

  • Nada, vengo del gimnasio y… ¡wow! Menuda tranca tienes ahí.

  • Si, eso me han dicho.

Mi primo se la estaba meneando frente a la tv, y era impresionante el tamaño de su miembro.

Mi nombre es Oscar, tengo 22 años. Estudio ortodoncia en la ciudad de Concepción, en Chile. Soy lo que dirían un joven normal; bien parecido, y nunca me falta la compañía femenina. A pesar que desde algunos años he sentido la inclinación a tener encuentros fortuitos con personas de mi mismo sexo, no me considero homosexual. Lo que mas me gusta son los pechos de las mujeres, y lamer sus conchas, pero de vez en cuando también me gusta encontrarme con un buen rabo que lamer. En la variedad está el gusto, eso dicen.

Esteban, mi primo vive en Valdivia, pero se queda con nosotros hasta marzo, que es cuando comienzan sus clases. El tiene 19 años, y es muy parecido a mí. Mide 1,88 mts., contextura atlética, pelo oscuro y ojos celestes. Cuando salimos es él quien liga con las chicas, para luego entrarle yo. Es carne de cañón, pero yo tengo la labia para encantar. Por eso siempre que salgo, le llevo conmigo.

  • ¿Cuánto te mide? Es que es increíble lo grande que se ve.

  • No sé, ¿tú que piensas?

  • Las chicas no se quejan, pero con mis 18 cm. pensaba que yo era el semental aquí. Además tú eres mas chico que yo.

  • Bueno primo, no es tan importante ¿o no?

  • ¿Puedo mirarla más de cerca? – me senté junto a él en el sillón, mientras él seguía en lo suyo. – Aún no me lo puedo creer, es como el doble de la mía.

  • Sácala y comparamos… mira, ya la tienes levantada – me dijo, y era la pura verdad. Desde que vi su pene sentí una gran excitación.

  • Es como te dije, 18 cm. Pero la tuya es aún más grande, es como dos palmas mías, y aún queda la cabeza afuera.

  • ¿La quiere tocar? - a penas lo dijo, me vino el rubor a las mejillas. Es cierto que desde que se la vi tocando me entraron ganas de comérmela ahí mismo, pero vamos, es mi primo chico, somos familia.

  • No se Esteban, nosotros somos familia, además yo no soy gay. Es solo curiosidad, ¿sabes?

  • Entonces, ¿que esteras? No me voy a reír de ti ni nada parecido, es cosa de hombres, ¿cachai? Siempre nos la estamos comparando con el resto, y eso no nos hace maricones.

  • No se… prométeme que no se lo vas a decir a nadie. No quiero que me anden señalando con el dedo diciendo: "Ahí va el hueco que se la tocó a su primo".

  • Tranqui, acércate y ya, yo prometo cerrar los ojos para que no te incomode, ¿vale?

Era impresionante el tamaño de su pene. Como de tres dedos de ancho, y diría unos 25 cm. de largo; como en una película porno, y él era el negro empalador.

Me arrodillé frente a el y tomé su verga desde la base con una palma y puse sobre ella la otra y pude comprobar que no estaba equivocado, ni con ambas manos podía cubrir semejante joya.

  • Wow, si que es grande. ¿No te molesta que te la toque, en serio?

  • Tranquilo, que no pasa nada. Ya que estás ahí, ¿puedes continuar lo que yo estaba haciendo?

  • ¿Quieres? – dije sorprendido. Mi primo me pedía que lo masturbara, y yo no me iba a negar a esa oportunidad.

  • Si porfa, se siente muy rico que alguien más me la toque.

  • Bueno, pero no se lo digas a nadie.

Si que era grande, pero a la vez muy tentadora. Le escupí un poco en la punta para que no le molestara el roce, y comencé a meneársela. Me imaginaba, mientras lo masturbaba, que aún en reposo a de ser tremenda herramienta. Estuve ahí varios minutos hasta que ya no pude más, y le di un languetazo.

  • Ohhhh, siiiii. ¡Sigue!

Al parecer Esteban estaba entregado a mi faena, así que me solté y se la comencé a lamer. Era genial sentir tremenda tranca, hice un intento enorme de meterme su cabezota en la boca. Ahora que lo relato, me duele algo aún la quijada.

Estaba mucho mejor que las de los chicos de la compañía, y eso que hay buenos especimenes ahí. Sentía como me palpitaba en el paladar, pero aún así no me la pude meter toda, me hubiera atravesado la nuca. ¡Era una estaca! La chupaba, y con mis manos masajeaba sus huevos. El estaba ido, solo oía sus quejidos de placer. Ya quería sentir su leche espesa en mi boca, así que me apresuré a ver que pasaba.

Esteban no tardó en correrse, pero antes me advirtió:

  • Primo, ya me vengo.

  • No te preocupes, yo me salgo cuando me digas.

Obviamente me quedé ahí a pesar de las advertencias, y recibí una buena cantidad en la garganta. Escupí un poco afuera, ya que el desgraciado no dejaba de vaciarse. Se la limpié toda, pero me hice el desentendido.

  • Ha sido la mejor mamada que he recibido en mi vida. Primo, has estado genial. ¿No me oíste cuando te dije que me venía? Hombre, de verás que estuvo genial, como para repetirlo.

  • No creas que te la sacas así. Me llenaste con tu leche de repente y no alcancé a correrme. Pero como estaba en eso, preferí terminar el trabajo como un hombre. Me debes una, oíste y te la voy a cobrar pronto.

  • OK, lo que quieras.

No tenía idea de donde se metía este empalador.