El elixir de Java
Sonia se va a celebrar el cumpleaños de Andrea, la novia de su hermano, junto a su propio hermano y otros amigos. Beben y se divierten. Al día siguiente Sonia se lleva la sorpresa de su vida al despertarse acompañada en la cama sin que sea capaz de recordar nada.
Sonia se dio la vuelta perezosa. La cama estaba caliente. Sentía que le sobraba ropa, que su cuerpo estaba algo pegajoso, e intentó retirar la sábana. Al hacerlo topó con un brazo que la rodeaba por la cintura. Se desperezó de inmediato. Otro cuerpo se apoyaba en su espalda, se pegaba literalmente al suyo. Por eso notaba ese calor pegajoso. Se sintió desconcertada. No era capaz de recordar haber traído un hombre a casa, y menos haberse acostado con él. De repente una idea loca pasó por su cabeza y asustada bajó la vista para mirar otra vez el brazo que la rodeaba. Entonces respiró aliviada: era un brazo musculoso y con vello. Efectivamente era el brazo de un hombre. Al menos no me he acostado con una mujer, se dijo. Estiró el cuello girándose un poco pero no podía ver al chico que tenía la cabeza detrás de su nuca, a no ser que se deshiciera de su abrazo, pero al intentar moverse un poco él emitió un quejido y se agitó. Sonia se quedó inmediatamente quieta. Contuvo la respiración un momento y sintió la de él, otra vez profunda y tranquila; su brazo seguía rodeando el costado de ella y los dedos descansaban con naturalidad sobre la teta derecha de Sonia. ¿Pero quién era ese chico? se preguntó. Intentó recordar.
La noche anterior había sido el cumpleaños de la novia de su hermano, Andrea. ¿Qué es lo que hice? Veamos: le compré ese bolso rojo a última hora en las tiendas Luna; luego fui a la cena. Llegué tarde. Ya estaban todos sentados. Eran, vamos a ver, aparte de mi hermano y su novia, estaban, ese chico francés tan alto, no recuerdo el nombre, y su novia Miriam, ¡Ah! y estaba Julia, la amiga del colegio de Andrea, y también Roberto, su compañero de trabajo. ¿Iba acompañado? No, creo que no, pero es un poco feo, vamos que no me pone, se dijo Sonia, no me he podido acostar con él, murmuró desconfiada mirando el brazo. Siguió dándole vueltas a la cabeza; luego estaba Carlos, el chico de ... pero ése era homosexual. ¡Qué pena, ese está bueno!, se lamentó. Había varios más que no conocía, pero no hable con ninguno, bueno, el único ese Matías, ese tipo tan raro que Andrea me presentó y se empeñó en que hablara con él. Era atractivo, y tenía las manos largas como éste, ¡a ver!
Sonia inclinó de nuevo la cabeza. No, se dijo, aquel chico tenía menos vello en las manos. No, no es él. ¡Dios mío! Entonces me he acostado con Roberto, se dijo horrorizada. No puede ser, la mentó Sonia, ahogando un grito, no puedo haberme acostado con este tipo, no puede ser. Eres tonta, se reprochó, llevas rechazando por idioteces a tíos buenísimos durante semanas y te acuestas con este adefesio. ¿Eres tonta? se dijo casi a punto de llorar.
En ese momento el chico volvió a agitarse detrás suya y se pegó más a ella, bajó el brazo y lo puso sobre el vientre de Sonia. Respiraba pesadamente. Debía haber bebido tanto como ella. No, Sonia, se dijo, la bebida no es excusa. Tengo que marcharme, decidió de repente, y si puedo hacerlo antes de que Roberto se despierte, mejor. Así no tendré que dar explicaciones; con no atenderle el teléfono durante los próximos meses supongo que se dará cuenta de que ha sido un error y que no quiero nada con él.
Entonces ocurrió algo inesperado: sintió una presión inequívocamente familiar y creciente en el culo. Al principio aún abstraída por los pensamientos no reparó del todo en ello, pero al poco rato la situación saltaba a la vista y la devolvió por completo a la realidad. ¡Está teniendo una erección dormido! Sonia sintió como el pene de él se hinchaba, presionándole más y más en el culo, como si quisiera atravesarla. Era obvio que la polla de él buscaba un lugar donde expandirse, pero obstaculizada por aquel cuerpo de mujer comenzó a abrirse paso por otro sitio. Sonia la sintió trepar poco a poco por su espalda. ¡Dios mío! exclamó para sí, no sabía que Roberto fuera tan potente.. estaba confusa y todo le parecía extraño. En ese momento el chico volvió a agitarse y alzó el brazo sin previo aviso, separándolo del cuerpo de ella. Sonia, entonces, hizo rodar rápidamente su cuerpo hacia el costado de la cama. El muchacho volvió a bajar el brazo, ahora sobre el espacio vacío donde había estado ella, pareció extrañarse en sueños de no encontrar el cuerpo que antes estaba allí, y entonces se puso boca arriba.
Sonia, mientras tanto se había deslizado al suelo, casi de cabeza intentando que su movimiento no repercutiera en la cama. Una vez abajo, y sin mirar atrás, buscó su ropa. Encontró enseguida las bragas, pero el sujetador no aparecía por ningún sitio. Miró debajo de la cama, buscó detrás del pequeño sofá que había en su habitación... y entonces se dio cuenta de que no había sofá. ¿Dónde está mi sofá?, se preguntó desorientada. Entonces volvió a mirar a su alrededor: la ventana, los muebles, las medidas del cuarto. Ésta no es mi casa, se dijo confundida. ¿Dónde... dónde estoy? balbuceó al ver las cortinas anaranjadas y la pequeña mesa negra, al ver el color de las paredes, las pequeñas litografías colgadas. Todo aquello había contribuido a elegirlo ella., había ido de compras con Andrea hace un año para aconsejarla. ¿Entonces? Horrorizada , contempló el único lugar que había evitado hasta entonces: sobre la cama, el hombre volvió a girarse sobre el costado profundamente dormido todavía. Alex, balbuceó Sonia, ¡no Dios mío, no puede ser! ¡Me he acostado con mi hermano!
Le miró una y otra vez. No podía creerlo. Se acercó hasta la cama, incapaz de dar crédito a sus ojos. Es él, dijo Sonia, viendo su cara plácida, los hombros anchos, la pequeña cicatriz en el muslo derecho que se hizo cuando era pequeño y se cayó con la bicicleta, y al lado del muslo.... no debería estar mirándolo, tienes que apartar la vista, se dijo, pero era incapaz de hacerlo.
Alex exhibía una gran erección y su pene emergía lujurioso, largo y grueso como un fusil lleno de fuerza y virilidad. Sonia no podía imaginar que su hermano pequeño estuviese tan dotado; es cierto que siempre se le habían dado bien las chicas, y que Andrea alguna vez lle había insinuado que le encantaba la cama con él, pero....
Deja de mirarle, se dijo, deja de mirarlo, repitió, sin que sus ojos la obedecieran. Entonces, como por instinto, se llevó la mano a la vulva. ¡Dios mío!, exclamó, ¿he follado con él? No puede ser. Se tocó de nuevo. Sentía irritación y la vagina algo dilatada, pero podía ser psicológico. Era psicológico, sin duda, no puedo haber follado con mi hermano. Es imposible. Empezó a pasear confundida por la habitación. Caminaba de arriba a abajo y, de cuando en cuando, le miraba, y comprobaba que seguía totalmente empalmado.
¿Dónde está mi sujetador? Tengo que irme. ¿Dónde está?, repetía incoherentemente Sonia. No lo encuentro. No lo encuentro. No me puede haber follado mi hermano, no puede ser. En ese momento, Alex volvió a ponerse boca arriba para luego buscar el costado contrario, todavía dormido, como si aún buscara otro cuerpo en la cama. Andrea, susurró en sueños, Andrea, repitió sin fuerzas. A Sonia le entró pavor.
No puede verme así, se dijo. Se puso los pantalones y la blusa. Seguía buscando el sujetador pero sin muchas esperanzas de encontrarlo. Por suerte tropezó con su bolso, y los zapatos, y con ellos en la mano salió precipitadamente del cuarto intentando no hacer ruido. Su cabeza era incapaz de borrar las imágenes que había visto, y las revivía una y otra vez, saltando del pene erecto de su hermano al brazo de él rodeándole, y nuevamente al pene de Alex creciendo contra su piel. ¡Oh, Dios mío!, lloró, mientras atravesaba el pasillo, y cuando llegó al salón y se disponía a abrir la puerta de la calle dio un respingo sobresaltada: Andrea estaba tumbada sobre el sofá, vestida y aparentemente dormida. Sonia se giró horrorizada, y sin hacer ruido, salió al exterior. Se calzó sus tacones y bajó despacio por las escaleras. Le temblaban las piernas. No sabía si sería capaz de llegar a casa.
Continuará...