El elevado precio de los libros usados

Cosas que pueden pasar en una librería

El elevado precio de los libros usados


Título original: The High Cost of Used Books

Autor: sfmaster@worldnet.att.net Copyright (c) 1997

Traducido por GGG 2001.

¡ADVERTENCIA!  Este relato es solo para adultos mayores de 18 años y es de Fuerte Contenido Sexual. Debe entenderse como una obra de ficción solo para ADULTOS, y el autor no defiende en ningún modo un comportamiento similar. Si tienes menos de 18 años o resides en un estado que prohíba tales comportamientos, ¡¡¡deja de leer inmediatamente!!!

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Se permite el archivado, se permite el reenvío; pero solo si se incluye este párrafo de limitación de uso y se notifica al autor por e-mail. El autor prohíbe hacer, distribuir, o vender copias múltiples de este relato en papel, discos o cualquier otro formato. Sin embargo los lectores individuales pueden hacer copias únicas del relato para su uso propio, no comercial.

¡Atención! Lectores, por favor sentíos totalmente libres para escribir al autor. ¡Quiero saber de vosotros!

El día no había ido según lo planeado. Había supuesto que iría a cabalgar con mis amigos, pero en lugar de ello tenía que ocuparme de nuestro almacén de libros usados. Peor, estaba nevando intensamente en el exterior al ritmo de dos pulgadas (unos cinco cm) por hora, sin perspectivas de tregua.

Mi familia había poseído el almacén de libros usados durante años, y les había permitido vivir bien y mandarme a la universidad. Mi educación había sido pagada por novelas de amor, comics, ciencia ficción y porno.

Hacía tiempo desde que había dejado de avergonzarme por el porno puesto que era la cosa más provechosa que habíamos llevado. Sentada tras el mostrador tenía una buena perspectiva del almacén, pero tenía una vista especial de la sección de adultos que estaba compuesta de libros de bolsillo, revistas brillantes y cintas de video.

Hay dos clases de clientes en la sección de adultos: compradores y mirones. Los compradores pueden estar nerviosos o relajados, pero al final comprarán algo. Los mirones piensan que somos una especie de biblioteca donde pueden limitarse a mirar todas las revistas gratis y no comprar nada.

Así estaba yo, sola en el almacén excepto un tipo en la sección de adultos. Era del tipo de nervios tranquilos, un mirón del que nunca recordaba que hubiera comprado nada. Estaba mirando por encima otra revista pensando que yo estaría mirando el tiempo de la calle en lugar de observarle a él. Excepto que esta vez noté que sujetaba la revista en una mano mientras la otra estaba dentro de los pantalones, ¡meneándosela!

Saliendo de detrás del mostrador, entré a la sección de adultos. Estaba tan absorto en la revista que no oyó mi aproximación silenciosa.

"¡Qué crees que estás haciendo!" exclamé con la voz más alta posible.

"Un, ahí, mirando la revista," contestó, con su mano aún bajo los pantalones.

"Ven aquí, chiflado, déjame ver que estás leyendo," ordené.

Me mostró una de las revistas de porno duro, que estaba llena de fotos de dóminas vestidas con atuendos de cuero negro atando a hombres y mujeres desnudos. Hacía tiempo que había dejado de interesarme por cosas como esa, pero me habían proporcionado algunas lecturas interesantes y algunos trabajos en la universidad.

"Ahora vas a venir conmigo detrás del mostrador mientras decido que hacer contigo," grité.

"Sí, ama," contestó.

Así que pensaba que era su ama ¿verdad? Agarrando a los dos, él y la revista, le saqué de la sección de adultos atravesando las puertas de batientes y rodeando el mostrador. Tras el mostrador estaba la caja registradora y algunos de los coleccionables para los bibliófilos serios.

Normalmente le hubiera echado y le hubiera dicho que no volviera nunca. Pero parecía tan dócil y con la tormenta fuera sabía que no íbamos a tener más clientes ese día.

"De rodillas, gusano," le ordené mientras sujetaba la revista en una mano y mi fusta de equitación en la otra.

"Sí, Ama," contestó, dejándose caer en el suelo, delante de mí.

"Estoy harta de verte venir aquí y tratar este lugar como si fuera una biblioteca pública. O compras esta revista como un hombre, o no vuelves nunca. ¿Entendido? ¿Cómo es que nunca compras nada?" exigí

"Mi mujer nunca lo permitiría," contestó.

"Tu mujer nunca lo permitiría," repliqué, parodiando su tono, "Bueno, no estamos en una biblioteca gratuita para adultos, o compras algo o no vuelves a asomarte por aquí nunca. A menos...," empecé a pensar en voz alta, "que me sirvas de la forma en que lo hacen en la revista."

"¿Có-cómo?" tartamudeó.

Acomodándome en el taburete me subí la falda y le mostré mis botas de montar de cuero negro que tan amorosamente había limpiado y abrillantado preparando mi día de equitación.

"Lámeme las botas," ordené.

Le atrajo el cuero negro reluciente y gradualmente empezó a inclinarse sobre ellas y a lamer el cuero negro. Intensamente excitada, le coloqué entre mis piernas y observé mientras seguía lamiendo el cuero. Le di unos golpecitos en el hombro con la fusta.

"Apostaría que esta es la forma en la que siempre has querido estar, ¿verdad?" empecé, "Arrodillado a los pies de una mujer hermosa, lamiendo sus botas de cuero. ¿No es cierto?"

"Sí, Ama," contestó.

"Ahora bájate los pantalones y veamos tu polla," ordené.

Obedeció y se bajó los pantalones, luego se bajó el elástico de los calzoncillos. Tenía una polla enorme, que estaba erecta y dura. Nunca había visto una polla coma esa, y estaba segura de que su mujer malgastaba la mejor cualidad del tío.

"No te corras hasta que no te lo mande, esclavo," ordené severamente.

Pasé la mano por encima y cogí una revista normal para adultos que estaba pendiente de ponerle el precio, y la tiré al suelo frente a él. Se abrió por una foto de una chica desnuda con las piernas abiertas y el coño expuesto.

"No te atrevas a manchar una revista de dóminas con tu corrida," le dije, "Si tienes que meneártela, ¡hazlo con una de guarras!"

Agarró su polla hinchada con la mano y observé como continuaba hasta el clímax sobre la revista abierta. Su corrida salió a chorro en fuertes ráfagas sobre la revista, pegándose a las páginas en color y reflejando la iluminación de neón de la tienda.

Nunca había visto con anterioridad a un hombre correrse como esa vez, y estaba más excitada a cada segundo. Entonces se me ocurrió que hacer a continuación.

"Ven aquí, esclavo," ordené, "¡Y dóblate sobre este taburete!"

Una vez en posición, me levanté de la silla y di una vuelta a su alrededor, sujetando la fusta. Intenté parecer amenazadora al modo de las dóminas de las revistas que había leído.

"Por dejarte ir esclavo, voy a castigarte ese culo tuyo. Normalmente uso esta fusta con mi caballo, pero ahora ¡harás de sustituto!"

Empecé a golpear su trasero con la fusta. Primero usaría la correa de cuero del final, luego la vara principal. Alternaría entre una nalga y la otra. A cada golpe gemía calladamente.

"Apostaré a que te vas a ir sobre esto, ¿verdad?" exigí.

"Sí, Ama."

Agarré un guante de plástico y me lo puse en la mano libre, luego palpé entre sus piernas. ¡Me encontré con que su polla estaba otra vez hinchada de deseo! Tirando de la hinchada polla con una mano, con la otra golpeé su culo con la fusta. Nunca antes había estado tan excitada sexualmente, y sabía que estaba húmeda entre mis piernas.

"¡No te corras hasta que te lo ordene, esclavo!" grité.

"Sí, Ama," replicó con voz temblorosa.

A cada golpe de la fusta sentía que su polla se ponía más dura y fuerte. ¡Para lo esmirriado que era, estaba dotado como un caballo! ¡Yo quería su polla hermosa y dura antes de permitirle soltar su carga!

"Eso está mejor," ordené, "¡Espera justo hasta ahora!"

Con mi mano enguantada alrededor de su polla jadeé mientras su inflada polla soltaba a chorros su corrida sobre el taburete de plástico. Su polla pulsaba con cada espasmo, enviando chorros de fluido lechoso al suelo gris.

"Oh, oh," gemía, agradecido por la liberación de su tensión sexual.

"Está bien, esclavo. La próxima vez lo harás mejor. ¡Ahora lame un ratito mis botas y agradece propiamente a tu ama el castigo que merecías!"

"Sí, Ama," contestó rápidamente.

Le dejé lamer y besar mis botas de nuevo, poniéndome realmente a cien al verle como le hacía el amor al cuero. Había oído hablar de la gente fetichista, ¡pero nunca creí que pudiera ser real!

Mirando afuera, comprobé de repente que ya estaba oscuro y había una tonelada de nieve. Observé como pasaba un quitanieves y me di cuenta de que era hora de irse a casa.

Me levanté y fui al armario de suministros. Le hice incorporarse y le ordené limpiar el revoltijo que había formado con su corrida. Cumplió inmediatamente, incluso aunque tenía que limpiarlo con los pantalones colgando enrollados alrededor de los tobillos. Cada paso que daba estaba trabado, lo que le obligaba a dar pasitos de bebé.

Cuando estuvo listo y todo en orden de nuevo, me puse frente a él con la fusta, amenazándole una vez más.

"Muy bien, esclavo, súbete los pantalones. No me imagino que vayas a hacer uso de tu polla esta noche. Ya va siendo hora de que sirvas finalmente a una mujer que comprende tus necesidades reales."

"Sí, Ama," contestó mientras tiraba hacia arriba de sus pantalones y se abrochaba el cinturón.

"Ahora ponte el abrigo y lárgate de aquí. Y la próxima vez que te vea por aquí, más te vale ser lo suficiente hombre para comprar una revista de adultos y llevarla a casa. ¡O cogeré esta fusta de equitación y te cagarás literalmente!"

"Sí, Ama."

Le observé mientras se ponía el abrigo y se escapó virtualmente de mi tienda. Me llevó unos instantes desembarazarme la revista empapada de la corrida y limpiar de forma que mis padres no supieran que algo raro había pasado.

Agarré la revista que él había estado leyendo y la puse en mi bolsa. Resultaría una lectura fascinante esa noche. Estaba húmeda solo de pensar en las mujeres vestidas de cuero. Y podía ser que llegara a ser una.

Fin