El elegido

- ¿Te lastimo? - le solicité a Laura, tratando de hacerlo con delicadeza. - No te preocupes y sigue empujando hasta que entre toda..

E L E L E G I D O

Eran los días de final de curso de primero de secundaria y, a invitación de una compañera de escuela que poseía un cerebro privilegiado, estudiante ejemplar y sobresaliente en las materias que llevábamos, fui a pasar el fin de semana a su casa, según expuso, con la intención de prepararnos adecuadamente para hacerle frente al examen que debíamos presentar en fecha próxima los que estuviéramos interesados en ingresar a segundo año sin tener que llevar la carga de una materia reprobada. Mis padres no tuvieron ningún empacho en concederme el permiso respectivo ya que Laura era una chica que inspiraba confianza en todos sentidos, encabezaba los honores que le rendíamos a la bandera cada inicio de semana; en todo acontecimiento que se celebraba en la escuela ella siempre hacía uso de la palabra para hablar a favor de todo lo que considerara importante, ya fuera indicando el papel que debíamos desempeñar para conservar el medio ambiente, señalando la importancia de mantener una alimentación sana o bien invitándonos a iniciar una cruzada en contra de la caza indiscriminada de las focas del ártico, etcétera. Con todo este antecedente no me cupo la menor duda que mis conocimientos se verían afianzados ese fin de semana. Además, en el repaso que haríamos estaría apoyándonos su primo Javier, quien vivía bajo el mismo techo y cursaba tercero de secundaria, y gozaba de una fama de ser tan buen estudiante como ella; pareja que me sería de mucha ayuda, pensé pleno de optimismo.

Laura tenía un rostro hermoso; cuando sonreía se le formaban hoyuelos en las mejillas: Sus ojos eran de un café claro que en ocasiones tomaban la tonalidad de la blusa que llevara puesta, y en este caso podían ser verdes, azules o violeta. También era una destacada deportista: era muy buena en carrera con obstáculos. Corría y saltaba la valla con una gracia inigualable. Siempre que nos tocaba deportes y aparecía en el patio luciendo sus diminutos shorts, cuando hacía su calentamiento, era imposible desaprovechar la oportunidad de observar su cuerpo juvenil en pleno desarrollo, sus muslos al descubierto así como su trasero levantado que ya empezaba a llamar la atención. Había un compañero de clases que se excitaba sobremanera cada que aparecía Laura haciendo sus ejercicios, por lo que invariablemente exclamaba, devorándola con la mirada, "¡Terminando deportes me haré tres puñetas a salud de las nalgas de Laura!". Yo también me sentía atraído por ella, pero no llegaba a esos excesos.

La mamá de Laura celebró la decisión de estudiar en equipo y ofreció, con toda cordialidad, que poner lo que estuviera a su alcance para que el encuentro beneficiara al conjunto. Después de despachar la espléndida comida que tuvo a bien preparar para la ocasión hicimos una corta sobremesa; de allí tomamos los útiles escolares y fuimos al lugar que la señora preparó para que hiciéramos el repaso. De común acuerdo dividimos las materias entre el tiempo que disponíamos y así repasarlas convenientemente, de acuerdo al grado de dificultad que cada una ofreciera. Para las ocho de la noche ya habíamos aventajado gran parte en el programa elaborado, reafirmado conocimientos adquiridos y despejando algunas dudas, por lo que decidimos suspender el repaso y continuar al día siguiente.

Para distender el ambiente en el que estuvimos sometidos durante horas, Laura trajo un juego de mesa y comenzamos a jugar apostando granos de maíz. Si el juego se hubiera prolongado bien hubiera podido obtener un costal de granos, pues gané casi todas las partidas.

Javier quiere proponerte algo – me dice Laura en voz baja, cuando levantaba mis ganancias del juego, y agrega:- Pero antes debes prometer que no le dirás a nadie lo que él te diga.

Ajeno a lo que se traían entre manos, luego de prometer cumplir la condición exigida, volteé a ver a Javier a la espera de su propuesta. Como pasaban los minutos sin que el aludido se animara a hablar, Laura se levantó impaciente, fue a la mochila de Javier, extrajo el libro de ciencias naturales y me lo extendió en actitud misteriosa.

Mi primo quiere hacer contigo lo mismo que hay en la revista que está escondida a la mitad del libro – señaló a media voz.

Sin sospechar lo que me esperaba, abro el libro cautelosamente, pues algo me indicó que así debía hacerlo, y, para mi asombro, descubro una revista que tenía el sugestivo título: All Anal, cuyas páginas estaban profusamente ilustradas con infinidad de fotografías de hombres y mujeres desnudos en plena orgía. Unos mostraban orgullosos sus penes descomunales, otros mamaban miembros con deleite y algunos eran penetrados por el trasero. También había quienes separaban sus glúteos con las manos para mostrar su ano con entera libertad. Los rostros de los que aparecían fotografiados denotaban un placer enorme. En plena adolescencia como estaba, aunado a mi experiencia sexual misma que se reducía a algunas fotografías de chicas con escasa ropa que había visto por ahí, aquello fue impactante y me produjo una inquietud inexplicable; sin embargo, en el fondo sentí atracción por esas imágenes.

¿Entonces, si te animas? – insistió Laura, una vez que llegué a la última fotografía.

  • ¿Lo vamos a hacer en este momento? – pregunté, dando por hecho mi aceptación.

No, interrumpió Javier, será en la recámara donde dormiremos tú y yo.

  • Yo también quiero estar presente para verlos como lo hacen – exclamó Laura emocionada por la facilidad como se había concretado la situación.

Cuando llegó la hora de ir a la cama, después de asearnos adecuadamente tomando un baño, a insistencia de la mamá de Laura quien insistió en la conveniencia de acostarse siempre con el cuerpo limpio, largo se hizo el tiempo que debimos esperar para encerrarnos en la recámara y más largo fue el que esperamos a que se durmieran los padres de Laura, para que ella se deslizara sigilosa hasta nuestra habitación.

  • Ya llegué - murmuró ella, una vez que se hizo presente, poniéndole seguro a la puerta.

¿Ahora qué hacemos?, pregunté en mi infinita ingenuidad.

Quítense la ropa - señaló Laura, más dueña de la situación.

Tu también, para estar todos iguales - secundó Javier.

Javier y yo nos despojamos de nuestras prendas sin mayor trámite y Laura lo hizo con cierta reticencia, hasta quedar los tres en pelotas en medio de la habitación. Fue maravilloso estar desnudos entre esas cuatro paredes, pero más lo fue apreciar las tetitas de Laura en pleno crecimiento, así como una incipiente pelusilla que adornaba su rajita. Temerosos comenzamos a tocarnos. Yo tocaba a Laura, ésta a Javier, éste alargaba su mano para alcanzar mi cuerpo; luego yo acariciaba las nalgas de Javier, él sobaba el trasero levantado de su prima y ella tocaba el mío. Desde que había observado las imágenes de la revista traía el miembro bien parado, detalle que aprovechó Javier para arrodillarse a mis pies y comenzar a regodearse con mi lanza. Lo hacía con tal desesperación que se escuchaban sonoros chupetes en la habitación.

No hagan tanto ruido que van a despertar a mis padres, mejor vamos a la cama - advirtió Laura tratando de atemperar el ímpetu de Javier.

Ya en el lecho Javier volvió a posesionarse de mi macana, la recorría con su lengua a todo lo largo, jugueteaba con la cabeza, succionaba mis testículos y volvía a introducírsela a la boca engolosinado.

¿Te agrada mamársela? -, preguntó Laura, al ver el rostro de Javier que dibujaba un placer desmedido.

¡Mucho! - expresó éste soltándola momentáneamente para responder, volviendo a engullirla con el mismo goce.

¿A qué sabe? - insistió ella, interesada en ahondar la experiencia de la que era partícipe.

¡Riquísima! - afirmó Javier, tomando una bocanada de aire para continuar con el mismo ímpetu.

Permíteme que lo haga yo y así confirmar lo que dices - solicitó Laura a su primo y volteando a verme agregó en un tono de dulzura:- ¿Me dejas que te la mame?

Si… - respondí apuradamente, poniendo mi erección a su alcance.

¡No pensé que pudiera ponerse tan dura! - exclamó Laura asombrada al tener en sus manos el instrumento y puntualizó: - Mmm, no está rica, yo más bien diría que sabe deliciosa - murmuró luego de tenerla en su boca unos instantes.

¿Me dejas que te tiente allí? - señalé su entrepierna.

Claro, tiéntame todo lo que quieras - accedió ella, acomodándose para que mi mano pudiera tocarla.

Fue una sensación maravillosa tener mis dedos en la tibia humedad de su bizcochito. Al contacto de mi mano Laura se cimbró toda y juntó sus piernas para que mis dedos oprimieran su cueva.

-¡Acaríciame el busto! - solicitó Laura, arrimándome su pecho.

Mi boca se posesionó de sus puntas endurecidas, provocándole espasmos consecutivos, mientras cerraba los ojos y gemía, aturdida por el deseo.

-¡Por favor, ya cógeme! - urgió Javier que le prestara atención, inclinándose al borde de la cama con la grupa levantada.

Laura salió del trance en el que se encontraba, tomó mi punta endurecida y la guió diligentemente hacia la entrada del orificio de Javier y así apreciar con todo detalle como se hundiría en el trasero de su primo. Lo tomé de la cadera y traté de penetrarlo, pero por más que lo intentaba el miembro se negaba a introducirse, se doblaba hacia un lado, se deslizaba fuera del círculo pretendido y todo resultaba infructuoso.

¿No puedes metérsela? – preguntó Laura, al apreciar la dificultad por la que atravesábamos. Luego de observarnos unos instantes, señaló en actitud resolutiva: - ¡Ya sé lo que necesitan! No vayan a moverse- aclaró, saliendo de la recámara temerariamente, sin cubrir su desnudez.

Transcurridos unos minutos, que me parecieron eternos, estuvo de vuelta llevando en las manos un tarro de crema para el cuerpo.

Con un poco de suavizante que se unten podrán hacerlo – señaló, cubriendo el orificio de Javier con una capa de crema.

Allanado el obstáculo, volví a poner la erección en el lugar indicado y, en efecto, ésta fue introduciéndose, con el beneplácito de Laura que no perdía detalle. Yo sentía un tremendo ardor en el miembro, pues era virgen, inclusive, nunca me había masturbado, sin embargo pudo más el deseo y apretando los labios seguí empujando hasta penetrarlo completamente. Javier también experimentaba dolor, ya que esta era la primera vez que lo hacía, por lo que una vez dentro de él, quedamos exhaustos, mientras superábamos el esfuerzo realizado. Laura estaba excitadísima, se sobaba la rajita, se apretaba sus senos incipientes, me oprimía las nalgas, le manipulaba la verga a Javier quien la tenía bien tiesa, y exclamaba:

¡No pensé que me calentaría tanto viéndolos coger!

Una vez alcanzada la penetración total, supusimos que aquello se reducía solamente a eso y que debíamos permanecer quietos.

-¿Sientes bonito? – indagó Laura, ansiosa por descubrir ella misma lo que se experimentaba haciendo aquello de lo que era partícipe.

¡Mucho…! – respondió Javier entre gemidos.

¿Más bonito que cuando nos hemos manoseado?, insistió ella excitada.

¡Todavía más bonito!- aclaró él apretando los dientes, feliz de sentirme dentro de él.

Entonces yo también quiero que me la metan por allí para sentir lo mismo - urgió Laura decidida a participar activamente.

Se acomodó junto a su primo, en la misma posición que él y levantó su hermoso trasero, permitiéndome disfrutar ese maravilloso espectáculo, ofreciéndose toda. Dispuesto a prolongar el goce inesperado, acepté el ofrecimiento, tomé el tarro y se la unté con sumo cuidado en su hoyito oscuro, y ahora fue Javier quién tomó mi erección y la colocó diligentemente en la entrada del maravilloso orificio de su prima.

-Méteselo despacio porque duele cuando entra - aconsejó Javier, consciente de la experiencia por la había pasado minutos antes.

Mi lanza se deslizó suavecito en el espléndido agujero de Laura, ella no hizo ningún gesto de dolor inclusive, mientras la penetraba, se esforzaba para sentirme dentro de ella a la brevedad posible.

¿Te lastimo? – le solicité, tratando de hacerlo con delicadeza.

¡No te preocupes y sigue empujando hasta que entre toda! – ordenó tajantemente, instándome a incrementar la intensidad de la acometida.

Luego de un esfuerzo relativo, entre jadeos y gemidos, también conseguí atravesar el chiquito de Laura y ante mis ojos tenía la espléndida escena de vérselo dilatado,sujetando mi tronco con su redondez. Acostumbrados a regirnos por la imitación y como lo único que teníamos de modelo a seguir eran las imágenes de la revista, a ellas nos ceñimos por lo que proseguimos disfrutando aquella fiesta sodomita, y, tras un breve respiro, ahora penetraba alternadamente los traseros de Laura y de Javier, que se habían colocado a horcajadas sobre la cama, dispuestos a seguir experimentando eso que habíamos descubierto. Cuando estaba acoplado a Laura, de repente, sentí algo desconocido, que nunca había probado, pero que era delicioso y que me obligó a arreciar le embestida. La sujeté con firmeza de la cadera, para no perder la cadencia, e incrementé el ritmo de mis acometidas.

¡Así, así, mételo con fuerza! – expresó Laura, de manera ansiosa, moviendo su pelvis apuradamente.

Así en esa posición, mientras penetraba violentamente a Laura, luego de repetidas sacudidas, llegué al primer orgasmo de mi vida. La inexperiencia y la ignorancia obraron para que no me preocupara por saber si ella y su primo también habían alcanzado el clímax, pues en ningún momento me percaté que hubieran actuado como yo lo había hecho, sin embargo se veían plenamente satisfechos con su participación en el acto sin exigir nada más. El rigor de la experiencia nos había agotado por lo que terminamos rendidos en la cama, extenuados y bañados en sudor.

¡Qué bonito es culear! - murmuró Laura, mientras el sueño iba envolviéndonos.

Desperté en plena madrugada al sentir que hurgaban mis partes. Era Laura excitada nuevamente:

Quiero que me lo vuelvas a meter antes de irme a mi recámara - solicitó apuradamente, ofreciéndome su trasero de nuevo.

Esta vivencia la repetimos la noche siguiente, con ligerísimas variantes: veíamos las imágenes de la revista, nos calentábamos y terminábamos cogiendo.

Siento mi hoyito muy lastimado, pero si en este momento pudiéramos hacerlo me bajaba los calzones aquí mismo y te paraba la cola, reclinada en la mesa, para que me lo metieras bien adentro – comentó Laura en voz baja, mientras hacíamos el repaso al tercer día.

  • Yo también… - terció Javier, atento al comentario.

Vamos a prometer que no comentaremos con nadie lo que hicimos este fin de semana – propuso Laura con toda la formalidad que era capaz y agregó: - Si alguno falta a este juramento que en el acto mueran juntas nuestras madres y abuelitas.

Así, de este modo tan inusual, Laura selló nuestra boca obligándonos a guardar el secreto.

En la actualidad Laura desempeña una profesión acorde a la inclinación que manifestaba desde aquellos días de la adolescencia: es bióloga marina. En ocasiones, cuando viene a la ciudad a visitar a sus padres, ya que la mayor parte de su trabajo lo desarrolla en el mar, distante catorce horas, nos reunimos para charlar al calor de una taza de café, pues ella no prueba el alcohol. Sigue tan hermosa como siempre y conserva un físico y una vitalidad envidiables. Es una mujer exitosa y feliz. En lo tocante a Javier, nunca le han gustado las mujeres, pero bien que las explota maquillándolas, peinándolas, cortándoles el pelo, arreglándole las uñas en una sala de estética que instaló a todo tren. Tiene personal que realiza la mayoría de las tareas de su negocio, él solamente atiende a los clientes especiales, yo soy uno de ellos. Recientemente que fui para que me cortara el pelo, evocando el pasado comentó, entre tijeretazo y tijeretazo:

¿Recuerdas aquel cogidón que dimos durante tres noches Laura, tú y yo?

Como podría olvidarlo, si es una de mis mejores vivencias – respondí con una sonrisa.

Pues todo fue idea de ella – aseguró y abundó: - Un día llegó muy espichadita y puso esa revista porno en mis manos; ignoro de donde chingados la sacó el hecho es que en mis narices estaban la fotos de aquel montón de hombres y mujeres ensartados por el culo. Me causó asombro ver aquello por primera vez y, con cara de pendejo, comencé a hojearla y a medida que iba viéndola me entró la calentura. ¿Te gustaría ser uno de ellos?, preguntó la muy cabrona cuando estaba con la baba caída mirando a una pareja que cogía divinamente. ¿Y a quién no?, le dije, sin despegar la vista de la imagen. ¿De los que cogen o de los que son cogidos?, insistió cínicamente, con toda intención, de algo que ya habíamos comentado respecto a mis preferencias. ¡Para qué me preguntas si ya sabes que me gustan los hombres!, le aclaré oportunamente. ¿Y por qué no buscas a alguien para que lo hagas?, soltó la pregunta, la condenada, como si se tratara de algo que se pudiera hacer con solo desearlo. Curioso me iba a ver a esta edad yendo a la zona de tolerancia, pagándole a un cabrón para que me coja, señalé la dificultad de concretar su idea. No tienes porqué hacerlo de esa forma, ¿por qué mejor no invitas a alguno de tus compañeros de escuela que vengan a la casa con el pretexto de estudiar para los exámenes? Así de simple resolvió ella lo que para mí entrañaba una dificultad insalvable. Entre mis compañeros me di a la tarea de encontrar a alguien que quisiera venir a casa, pero no me decidí por ninguno pues todos eran muy desmadrosos y de haberlo hecho posiblemente toda la escuela se hubiera enterado, y en ese entonces para mí era muy importante lo que pudieran pensar de mi, sobre todo guardaba celosamente mis preferencias sexuales. Ahora me vale setentas chingadas lo que piensen de mí. Como pasaban los días y no podíamos llevar a la práctica el plan que había sugerido, ella fue la que buscó entre sus compañeros quién tuviera las cualidades que necesitábamos. Pensó en zutano, en perengano y los desechaba a medida que los analizaba por cuestiones que sólo ella sabía hasta llegar a ti, y tras estudiarte someramente tomó la decisión y fuiste el elegido. En un principio ella sólo se concretaría a mirar mientras tú y yo culeábamos como perros, pero al final se dio la calentada de su vida y también terminó poniéndose en cuatro para que la montaras.

Quién lo hubiera pensado – comenté brevemente.

Inmerso en el tema, finalizó Javier:

  • Hace tres meses visité a Laura en el departamento que tiene en las costas de Guaymas y surgió el tema de cuando éramos estudiantes. Fue a su recámara y volvió con una caja de seguridad en sus manos. La abrió y puso sobre la mesa una fotografía que le tomaron a todo el Primero "D", en donde aparecen ella y tú sonrientes en sus maravillosos años de estudiantes de secundaria. En seguida extendió aquella revista porno, la conserva como un tesoro preciado, me comentó, y se hizo presente todo lo que nos llevó a vivir ese fin de semana inolvidable: Tres escuincles, sin maldad y sin experiencia, despertando a la sexualidad. Por simple curiosidad le pregunté si le gustaría repetir la experiencia ahora. Exhaló un suspiro melancólico y evocó: "Déjalo así, como un recuerdo hermoso de la adolescencia, no lo echemos a perder".