El efecto Danny Kaye (3)
Durante una noche de fiesta en una conocida terraza madrileña, Rubén intenta convencer a Daniel para que no se marche a vivir con Pablo. Pero él ha tomado una decisión en firme.
Aquella noche hacía un calor espantoso, y el ruido en el Ananda era ensordecedor. Vestidos con nuestras mejores galas, un grupo de amigos, casi todos del gimnasio, aparte de Patricia, mi compañera de trabajo, y Alberto, el novio de Ana, nos disponíamos a pasar la noche del sábado en la terraza al aire libre más famosa de Madrid. Pablo, fiel a su costumbre, no bebió nada de alcohol, y aunque intentaba integrarse en las conversaciones, era evidente que nada de lo que pasaba allí podía interesarle.
¡Es un sieso! le criticaba sin reparos Rubén desde la barra, adonde habíamos ido a recoger las consumiciones Yo no le aguantaba ni un cuarto de hora.
Bueno, tampoco tienes por qué hacerlo. Es mi novio, no el tuyo. Con que te muestres educado con él las pocas veces que coincidís me conformo.
Rubén llevaba puesta una camisa negra desabrochada y unos pantalones blancos de algodón, y mostraba con orgullo sus tatuajes en los brazos y los piercings en el labio y las cejas, que su tío Raúl, el dueño del taller de chapa y pintura donde trabajaba, le prohibía terminantemente lucir en su horario de trabajo.
Mientras esperábamos a que nos sirvieran las consumiciones, aproveché para exponerle mis inminentes planes de futuro.
¿Sabes? Pablo me ha pedido que nos vayamos a vivir juntos. A su piso, claro. Mi apartamento se lo quedaría mi hermana, ya he hablado con el casero y no parece importarle. Y a mi hermana le pilla de camino a la tienda donde trabaja. Es posible que con el tiempo se traslade con ella su nuevo pibe, un tal Diego.
Rubén intentó disimular su contrariedad, pero una corriente de ira interior empezaba a manifestarse en su hermoso rostro.
Supongo que eso significa que dejas también el gym
Me temo que sí. El lunes hablaré con los de recepción para que me den de baja de inmediato, si es posible. Si no, tendré que pagar hasta el final de trimestre, aunque no vaya. Un putadón. Aunque con el bono de empresa me sale casi regalado.
Rubén ahora estaba directamente asustado.
¿El lunes? Pero ¿Cuándo te vas a vivir con él?
A ser posible ya. Me cojo las vacaciones la semana que viene, y entonces aprovecharé para la mudanza, antes de que nos vayamos a Ibiza.
Su cara ahora era un poema.
Vamos a ver, Dani ¿tú te lo has pensado bien? Lo que vas a hacer es algo muy serio.
Bueno, no te pongas así, ¡ni que fuera algo irreparable! Si sale mal lo dejamos y punto. No se acaba el mundo por eso. ¿Qué es lo que te preocupa de Pablo?
Es que no creo que sea el hombre que te conviene
Vaya, ahora hablas como un hermano mayor, o como un padre. ¿Y a que se debe esa desconfianza? ¿O es pura intuición masculina?
Rubén no podía disimular su enfado. Se cruzó de brazos con el ceño fruncido antes de responderme.
Ese tío no te hará feliz. ¡Es muy soso! Vale, estoy de acuerdo en que tiene un cuerpo de escándalo y es muy guapo, con su melenita y sus gafas de sol fashion, pero a la hora de la verdad le falta el punto de cocción necesario para un tío tan activo como tú.
Me quedé sorprendido de su razonamiento. Pensé que iba a atacar por otro lado. Interiormente no pude por menos que concederle la razón. Pablo, que sin duda era una gran persona y un tío extraordinariamente atractivo, "un argentino de corazón" según Patricia, admiradora acérrima del glamour porteño, y "el sueño de cualquier mujer entre 15 y 90 años" según Ana, resultaba un poco parado en persona. Debido a su aislamiento, al trabajar solo todo el día, convocando a las musas en la soledad de su casa para conseguir una idea de un millón de euros (sus trabajos publicitarios estaban muy bien pagados, y se podía permitir lujos insólitos para mi modesta economía), era un hombre más bien tímido y callado, muy concentrado en sí mismo, y, desde luego, nada frívolo. Algo que yo admiraba profundamente en él, pero que no compartía. Tampoco me importaba mucho. Pensaba que con mi extroversión supliría su falta de empatía con los demás, y que la nuestra sería una relación basada en la complementariedad.
Puede que lleves razón, pero te recuerdo que has dicho exactamente lo mismo de todos los chicos con los que he salido. Sin embargo, es la primera vez que te veo de verdad preocupado por ello.
Porque nunca antes habías tomado la decisión de irte a vivir con alguien. Además, ¡tus otros novios no eran rivales para mí! sonrió por primera vez aquella noche y la sala se iluminó de repente - ¿quieres que te recuerde tu nómina de ligues en los últimos tres años? Estaba el de los pelos rasta que fumaba hierba en el baño, el guaperas tontolaba ese que te ponía los cuernos, luego tuviste al piloto que solo veías dos veces al mes, y, para rematar, al loco ese del yoga tántrico. ¿¡De dónde coño sacas a estos fichajes!?
Bueno, no he tenido mucha suerte, eso es verdad. Pero con Pablo todo ha sido distinto, él es un tío serio y honesto. Me cuida, me quiere y me respeta.
Y no lo dudo, Dani, pero creo que te estás equivocando. No porque sea malo, que seguramente no lo es, sino porque no es para ti. Ya te darás cuenta. dirigió una mirada burlona hacia su asiento, donde destacaba notablemente de los otros contertulios por su notable envergadura física y sus músculos hercúleos - Mírale ¡Si parece un He-man! Tú necesitas a alguien más dinámico a tu lado, tronco. Y además - puso los brazos en jarras y cara de chiste si tú te vas del gym ¿Quién coño va a ayudarme ahora con el press de banca? ¿eh?
A la mañana siguiente, al levantarme de la cama, estuve observando el sol entrando a raudales por la ventana de mi cuarto. El día invitaba a pasear por un parque, pero mi cabeza estaba en otro sitio. En el baño, con la puerta entreabierta, mi hermana canturreaba una canción de Rihanna mientras se arreglaba para salir a algún lado.
Buenos días, Claudia. le dije mientras intentaba desabrochar la cinturilla del pantalón de deporte con el que había dormido.
¡Vaya horas de levantarse, majo! siguió atusándose la melena en el espejo del baño Pensaba que te quedarías a dormir con Pablo.
No, tengo que revisar unos papeles del trabajo para mañana, ya le veré luego. ¿Dónde vas?
He quedado con las chicas para tomar el brunch. A lo mejor viene Diego también. Si quieres venir
Muchas gracias, pero mi brunch va a consistir en un té caliente y unas galletas integrales. Estoy cansadísimo.
¿Qué tal tu peña? ¿Le has dicho ya que te marchas del barrio?
Claudia optó por recogerse el pelo en una coleta, y salió disparada a por el bolso de Loewe a su habitación, que pronto sería la de invitados.
Sí, anoche fue el anuncio oficial. Les dio pena, pero como vamos a seguir viéndonos muchos findes no es tan trágico. Lo siento por mis compis del gimnasio, voy a echar mucho de menos esos ratos pasados allí. La verdad es que han sido los tres años más felices de mi vida
Bueno, todavía estás a tiempo de pensarlo. Ya sabes que no me gusta vivir sola. Y con Diego la cosa todavía está un poco verde como para vivir juntos.
¡Otra igual!. Es lo mismo que me aconseja el tiquismiquis de Rubén.
Ah ¿si? Claudia se encontraba justo en la puerta de entrada. De pronto se paró, y, dándose media vuelta, me miró con cara pensativa - ¿Y que decía?
No le acabo de pillar muy bien su punto de vista. Ya sabes que a él por sistema no le gusta ninguno de mis novios. Y éste no es una excepción. Creo que esta vez se trata de incompatibilidad de caracteres, según su privilegiada mente.
Claudia se llevó un momento la mano a la barbilla. Estaba guapísima, con su melena morena recogida y un conjunto veraniego que le favorecía sobremanera. Permaneció atenta a cada palabra que dije. Luego, colgándose el bolso del hombro y abriendo la puerta de la calle, soltó un misterioso comentario, muy propio de ella.
Algún día te diré lo que pienso de verdad de todo esto, y de tu amigo Rubén en particular. Pero ahora llevo mucha prisa. miró el reloj de pulsera - ¡Uy! ¡Es tardísimo! Nos vemos. ¡Un besito! - me lanzó un beso de forma encantadora antes de desaparecer escaleras abajo.
Con una pereza absoluta me metí en la ducha. Según me iba enjabonando la imagen de Rubén se me iba apareciendo en la mente. ¿Y si llevara razón después de todo? ¿Y si estuviera echando a perder mi juventud para irme a vivir con una especie de viejo prematuro? A mis 26 años, pensé, aún me siento lo bastante joven como para divertirme un rato. ¿Qué pasaría si Pablo me exigiera llevar un estilo de vida radicalmente distinto, más acorde a su pachorra habitual, a su tranquila manera de concebir la existencia? No, eso no pasará, me dije. Pablo es lo bastante inteligente como para respetar el día a día de un chico del siglo XXI, moderno y algo fiestero como yo. Pero la imagen de Rubén no se me iba de la cabeza. Últimamente le encontraba más guapo. Siempre lo había sido, pero ahora me parecía ya algo escandaloso. En los tres años anteriores, yo había intentado con éxito no pensar en él más que como un buen amigo, mi mejor amigo en estos momentos, pero ahora, justo cuando estaba a punto de comenzar una nueva vida independiente, me estaba enamorando de él sin remedio. Que mala suerte la mía. Conforme el agua iba resbalando por mi cuerpo, mi segundo mejor amigo empezó a dar señales de vida, según me acordaba del primero. Y, claro, no tuve más remedio que atenderle. Para eso están los amigos al cabo de pocos minutos, un chorro de lefa salió disparado en dirección a la mampara de la ducha. El cuerpo desnudo y bronceado de Rubén se fue desdibujando por fin en mi retina.