El ecodonante profesional
Un ecodonante de esperma nos explica los entresijos y trucos de su trabajo.
Vaya por delante que soy un profesional. Si usted ha llegado aquí esperando una historia subida de tono, algo con lo que motivar la lívido o ejercitar el bíceps sepa que va errado. Me tomo mi trabajo muy en serio y esto me ha llevado a tener una buena reputación dentro de mi profesión. Quizá por ello se me ha pedido que escriba estas líneas explicando a qué me dedico y la importancia de que exista el servicio que yo proveo.
Soy lo que en jerga médica se conoce como un ecodonante de esperma o, más llanamente, un semental. No es una palabra que me guste, pero es exactamente lo que soy: un semental. Mi trabajo consiste en proporcionar uno de los elementos necesarios para la concepción: los espermatozoides. Pero lo más importante es que, a diferencia de otros métodos conceptivos existentes, yo hago la entrega insitu, es decir, directamente en el útero de la madre, sin vasos, probetas ni jeringas. Sin intermediarios, en definitiva. Eso me permite garantizar la máxima calidad del producto.
Como presentación diré que soy un hombre blanco de 29 años, metro ochenta y cinco de altura y setenta y cinco quilogramos de peso.
Soy una persona físicamente muy capacitada. No se lo tomen como una bravuconería, el hecho de que me dedique a lo que me dedico no es una casualidad. Estoy dotado en muchos aspectos para esta profesión y me cuido a conciencia. Mi cuerpo es mi herramienta de trabajo y lo cultivo tanto a nivel físico como intelectual.
Mis clientes reciben un completo historial médico que incluye un estudio genético, el historial de todas las enfermedades que he tenido (básicamente resfriados) y los medicamentos que se me prescribieron, un chequeo actualizado con información de diferentes parámetros químicos y que, por supuesto, incluye pruebas para un amplio espectro de enfermedades víricas, e información dietética y nutricional. Soy muy cuidadoso respecto a lo que como y bebo, no fumo ni ingiero alcohol, drogas o anabolizantes. Mantengo el equilibrio entre grasas, proteínas e hidratos de carbono en mis ingestas y hago diferentes deportes para mantenerme en perfecto estado físico. El rango de edades de los ecodonantes es reducido, llevo tres años dedicándome a ésto y calculo que estoy en el ecuador de mi carrera. Hay dos factores que influyen en ello: el primero es que la espermatogénesis se ve afectada con la edad, y el segundo y más importante es que los clientes prefieren donantes jóvenes.
Evidentemente el dossier que les entrego contiene gran cantidad de datos relativos a la calidad de mi esperma y información anatómica sobre mis genitales, dado que el contacto de éstos será directo con la madre. Estos son aspectos en los que estoy especialmente capacitado. Mi semen tiene una media de 150 millones de espermatozoides por mililitro y eso está más del 50% por encima de la media y produzco una cantidad no menor de 10 mililitros en cada eyaculación. Este valor está dentro de la definición de hiperespermia pero es absolutamente normal y, en mi caso, no está provocada por ninguna infección y no se ha encontrado ninguna disfunción que pueda estar relacionada con una sobreproducción de esperma. La calidad individual de mis espermatozoides también se sitúa por encima de la media y he comprobado que determinadas prácticas abundan en este hecho. Aproximadamente el 90% de mis espermatozoides están vivos y el 60% son completamente funcionales (tipo A, bien formados y motiles). Eso significa que en cada sesión produzco del orden de 900 millones de células espermáticas de máxima calidad. Para que se hagan una idea, este valor es del orden de 10 veces superior a la media. Como último dato referente a la calidad de mi esperma decir que soy capaz de eyacular entre 2 y 3 veces por semana sin que ésta apenas se resienta. No ofrezco ningún tipo de garantía, evidentemente, pero la estadística me avala con cerca de un 50% de éxito en una única sesión.
El segundo aspecto es el referente a mi dotación anatómica. En este punto querría decir que en lo que a mi trabajo se refiere el tamaño sí que importa. No así para dar placer a la mujer. Es importante conocer que la zona erógenamente sensible de la vagina femenina es el tercio anterior de la misma, es decir, los primeros pocos centímetros. Un pene ancho producirá mayor rozamiento y placer pero un pene más largo supone poca ventaja comparativa en ese aspecto. También es cierto que un pene demasiado ancho (el mío mide 5 centímetros de diámetro) puede ser un handicap con algunas mujeres pero los músculos de la vagina son mucho más elásticos de lo que nos imaginamos, tan solo hace falta recordar que es por ese mismo canal por donde se da a luz. Pero en mi profesión disponer de un pene largo tiene dos ventajas. La primera es anatómica, dado que permite depositar el esperma en el lugar más idóneo para la concepción. Éste se encuentra a las puertas del útero, en la cerviz, donde se concentra la mucosa uterina, que ha de servir de sustento y medio de transporte para los espermatozoides. En mi caso, veintidós centímetros de pene me permiten depositar mi esperma en el lugar de mayor probabilidad de fecundación sin introducir completamente el miembro en el cuerpo de la madre. La segunda ventaja es de tipo físico y he de reconocer que no está sustentada por ningún estudio científico. Simplemente se refiere a que una mayor longitud, acompañada de una mayor dureza y elasticidad a lo largo del conducto seminal, produce una eyaculación más potente. Este hecho, unido a la mayor viscosidad de mi esperma, hace que algunas mujeres describan el momento de la eyaculación como si las hubieran golpeado por dentro.
También decir, y no es un hecho menor sino más bien al contrario, que mi físico y mi dotación producen un estado de excitación en la mayoría de las mujeres que facilita mucho la correcta lubricación del conducto vaginal y la disposición del útero a recibir el semen. Está de más decir que este hecho es absolutamente básico. Por un lado la excitación y la lubricación facilitan la penetración (nunca inicio la penetración si la mujer no está preparada) y por otro aumenta las posibilidades de embarazo.
Una vez mostradas mis credenciales, explicaré el protocolo que se sigue en todo el proceso, desde que la pareja decide probar la opción de un ecodonante hasta que se realiza la sesión. Los ejemplos aquí referidos se refieren, evidentemente, a casos y personas perfectamente anónimas.
El contacto inicial siempre se realiza a través de clínicas de fertilidad con las que tengo convenios de colaboración. Estas clínicas disponen de los métodos de fertilidad más modernos dentro de la medicina convencional pero cada vez más ofrecen servicios como los ecodonantes a sus clientes. El coste del tratamiento se reparte oscila entre los 2000 y 2500 euros por sesión y se reparte al 50% entre el ecodonante y la clínica. Además la clínica es la encargada de hacer el seguimiento de los donantes con chequeos periódicos que incluyen siempre análisis de calidad del esperma.
Los clientes de este tipo de servicios acostumbran a ser parejas en las que el hombre tiene alguna disfunción o problema de fertilidad. También, y cada vez más, mujeres solas. En cualquier caso, son personas con reservas respecto a los métodos tradicionales de fertilidad asistida con toda la carga química que llevan consigo. Personalmente prefiero las parejas porque a pesar de que en un principio pueden surgir dudas o complejos, una vez superados la relación laboral es satisfactoria casi en el 100% de los casos (lo cual no quiere decir que la mujer se quede embarazada siempre). Las mujeres solas tienden a implicarse emocionalmente en el proceso y eso tan solo conlleva problemas. Nuevamente se debe ser profesional para superar este tipo de situaciones.
Si los clientes se muestran interesados, reciben primero información general sobre el protocolo y soporte psicológico. La participación de un psicólogo es muy importante, sobretodo en el caso de parejas, donde a los problemas de fertilidad se unen a menudo emociones encontradas fruto de que la novia o mujer realice el acto sexual con un tercero, que en el mejor de los casos genera desazón e incomodidad y en el peor celos y complejos difíciles de solucionar. Es importante hacer notar, tanto al hombre como a la mujer, que el acto es sexual estrictamente en el sentido académico y que no existe ninguna connotación romántica, erótica y mucho menos pornográfica en el proceso. Deben visualizarme como una herramienta. En algunos casos el psicólogo compara mi pene simple y llanamente con una jeringa.
Si tanto los interesados como el psicólogo dan luz verde se produce la asignación del ecodonante. Normalmente cada clínica dispone de 2 o 3 donantes en convenio pero no es extraño que haya intercambios o cesiones puntuales. El objetivo es que el ecodonante sea el máximo de compatible. Evidentemente se tienen en cuenta aspectos raciales pero no son los únicos. Una vez realizada la asignación al cliente se le facilita un dossier con toda la información sobre el donante que he expuesto un poco más arriba. Dicho dossier contiene fotografías del ecodonante: cara, desnudo de frente y de espaldas y primer plano de los genitales en reposo.
El primer contacto cara a cara con el cliente es siempre un momento delicado. Tiene mucha importancia la primera impresión que se llevan de uno, no solo a nivel físico, si no también intelectual. De ahí que, como ya he dicho, dé mucha importancia a cultivar la mente y no solo el cuerpo. En la entrevista es importante tener claro porqué estás tú allí y también porqué lo están ellos (o ella). Debes mostrarte profesional pero simpático al mismo tiempo, serio pero agradable. No se trata de que les muestres que entiendes su situación. La comprensión puede interpretarse como condescendencia y eso es fatal desde el punto de vista emocional y, por tanto, laboral. Te contratan tanto por la calidad del servicio que das como por la discreción. Es importante tener una buena relación pero el objetivo no es hacerse amigos. Comento esto porque es un error que he visto cometer a otros en mi profesión y las consecuencias nunca son positivas.
El acuerdo puede cerrarse en esa primera reunión o puede requerir de otro encuentro posterior. Si después de la segunda reunión no están seguros es mejor dejarlo correr. El aspecto psicológico es muy importante y no hay lugar a medias tintas. Mucho menos si se hacen patentes desavenencias entre la pareja. En esos casos soy yo mismo quien me disculpo parando el proceso. Mi trabajo no es romper parejas. Este es un punto muy importante y el principal filtro al proceso por lo que a mi concierne. Si todo el mundo está de acuerdo se pacta entonces la sesión. Recomiendo a mis clientes que ésta se produzca en el primer periodo fértil que tenga la madre, sin posponerlo más. Hacerlo tan solo acarrearía más tiempo para dudar, lo cual puede desencadenar en un menor convencimiento en el caso de que se llegue hasta el final, lo cual puede ser pernicioso para la pareja, o en la rotura unilateral del acuerdo, lo cual tampoco es bueno desde el punto de vista laboral. Por lo tanto, se pacta una fecha pasados entre 10 y 15 días después del último día de menstruación. También se acuerda el lugar en que se realizará la sesión. Las clínicas con las que personalmente trabajo disponen todas de salas acondicionadas al efecto, pero no todas son así. Lugares alternativos acostumbran a ser la casa del cliente o incluso un hotel, aunque esto último se da en raras ocasiones. Tres de cada cinco prefieren quedar en su propia casa, el resto prácticamente todos escogen hacerlo en la propia clínica. Al final se les proporcionan unas instrucciones escritas que contienen información sobre técnicas para aumentar la probabilidad de fecundación y consejos, sobretodo de tipo higiénico, para la sesión.
Poniendo como ejemplo una sesión en casa del cliente, aparezco el día y hora convenidos (normalmente por la tarde) acompañado del psicólogo y un pequeño maletín. En el caso de parejas, normalmente nos reciben los dos a la puerta de la casa, vestidos de manera cuidadamente casual. En una ocasión al abrir la puerta nos encontramos que el marido con camisa y corbata, acabado de llegar de la oficina, y su mujer detrás de él completamente desnuda. Tal extremo no es en absoluto necesario pero para ella fue como romper el hielo sin darle tiempo a que se formara. Otros te invitan a una copa o a comer algo. Yo acostumbro a aceptar un vaso de agua mineral y propongo comenzar con la sesión. Entonces te acompañan a la habitación y te muestra la cama. Inspecciono atentamente la estancia comprobando que todo esté limpio (soy escrupuloso al respecto). También compruebo si existe un baño, vestidor o, en su defecto, una habitación contigua en la que prepararme. Una vez localizada y obtenido el permiso para usarla les preparo para la sesión en sí. Doy instrucciones a la mujer de desvestirse e introducirse en la cama. Es importante que no pase frío mientras espera. Le sugiero también que comience a estimularse para ganar tiempo. En el caso de parejas es decisión de ambos si el marido estará presente o no, pero acostumbra a ser que sí. El psicólogo que me acompaña no acostumbra a estar dentro de la habitación durante la sesión y su tarea es estar atento a la situación anímica del cliente y dar soporte al marido si éste se queda fuera. Una vez instruidos me dirijo a la estancia que previamente había localizado y me desnudo.
Acostumbro a masturbarme en ese momento para desentumecer el miembro y henchirlo de sangre. Es importante que esa primera erección sea provocada tanto física como psicológicamente. Dispongo de dos o tres fantasías de las que tiro para excitarme y a veces recurro a material pornográfico que llevo en el maletín. Una vez conseguida la erección vuelvo a ponerme los calzoncillos y ya no me los quito hasta estar junto a la madre. Una temperatura adecuada de los genitales es siempre importante para mantener la calidad del esperma y en ese concreto momento también para facilitar y mantener la erección. Entonces llamo a la puerta de la habitación y entro. En ese momento te sientes observado. Todos los ojos de la habitación están fijos en tu entrepierna. Es algo normal y acabas acostumbrándote pero al principio puede ser un poco cortante. Si la pareja está en la habitación la situación es incluso un poco más extraña. El hombre en estos casos acostumbra a no saber dónde ponerse, si quedarse de pié o sentarse, si acercarse a su mujer o mantenerse en un segundo plano. En general me es indiferente su presencia, aunque en una ocasión estaba tan cerca que parecía que quisiese unirse a la acción y tuve que hacerle sentarse en una silla que había en la habitación. Esto tampoco es un menage-a-trois.
Después está la mujer. No niego que disfrute de mi trabajo y que normalmente sea muy excitante. Ocasionalmente tengo algunas dificultades para mantener la concentración, bien porque la mujer a la que estás fecundando no es tu tipo, bien por todo lo contrario. Cualquier de los dos casos los entiendo como un problema laboral, hay que afrontarlo con mayor concentración, serenidad y profesionalidad. Normalmente me encuentro una persona sana y agradable. Físicamente he visto de todo: anchas y delgadas, altas y bajas, fibradas y blandas, pechos grandes y pequeños, culos redondos y planos, caderas estrechas, piernas celulíticas,... de todo. En cualquier caso, una vez entro en la cama con la mujer pongo en marcha toda una serie de recursos destinados a que ella se encuentre a gusto y receptiva sexualmente. Prefiero que la mujer sea absolutamente pasiva y me deje hacer. Como ya he dicho no me despojo de los calzoncillos hasta es mismo momento y es más, intento que mi miembro, mi erección, no sean demasiado evidentes. Pero siempre reconozco las caras de sorpresa en mis clientes cuando por fin me desnudo completamente. Algunas mujeres incluso intentan tocarlo pero no lo permito, rechazando educadamente sus caricias.
Compruebo entonces que la vagina esté en disposición de aceptar mi pene. Si es necesario aplico un ligero masaje en clítoris y los labios ayudado de un poco de aceite de oliva. Los gemidos y sollozos son bienvenidos, puesto que indican un estado de excitación propicio para la penetración y la fecundación. Me aplico entonces un poco de aceite en el pene y apoyo el glande en la entrada de la vagina. Este es un momento de escalofríos en ellas y nerviosismo en ellos. Trato de no generar tensión e inicio la penetración, poco a poco pero sin pausa. Si todo está correcto en tres o cuatro embestidas sitúo la punta de mi pene contra su cerviz e inicio el asalto a su útero. Procuro mantener una cadencia continua y ligeramente elevada que incremente la excitación de la mujer. La mayoría de las mujeres tienen al menos un orgasmo durante la sesión, siendo no extraño que sean más de uno o continuado en algunos casos. Rara vez ella no llega al orgasmo antes del depósito, pero ello no es imprescindible para la fecundación, por lo que es algo que no me preocupa. Tengo la postura ergonómicamente estudiada para poder mantener el ritmo durante el tiempo necesario para poder descargar el máximo de semen en el interior de la madre. Sitúo una almohada bajo su cadera de manera que su pelvis se eleve ligeramente. Me coloco entonces de rodillas entre sus piernas y la penetro en postura misionero. En esta postura normalmente ellas me rodean con sus piernas mejorando la posición anatómica de la penetración, pero al mismo tiempo atrayéndome con fuerza hacia ellas. En un primer momento permito que noten mi pene profundamente en su interior puesto que muchas se excitan sobremanera sintiéndose llenas, pero hay que recordar que más adentro no significa más posibilidades de fecundación, por lo que cuando preparo la llegada del orgasmo tomo las riendas de la situación.
El orgasmo es el momento crítico. Por un lado porque la cantidad de esperma y la potencia del orgasmo no pueden controlarse y dependen más de las sensaciones, de la propia excitación, y por otro porque hay que ser muy consciente de tu trabajo para depositar el semen en el lugar correcto y de la manera correcta. Personalmente me dejo llevar, aumentando la frecuencia y la potencia de las embestidas. Las mujeres, evidentemente, notan el cambio y muchas sincronizan su orgasmo con el mío. En el último momento me freno un poco y descargo la primera vez a las puertas del útero finalizando después la arremetida. Repito el proceso en cada embestida durante más o menos un minuto, en total entre ocho y diez descargas. Es el momento de mayor excitación por parte de ambos. Ellas intentan agarrarse a lo que sea: a mis brazos, al colchón, la almohada,... Las camas tiemblan y los cabezales golpean contra la pared. Sus piernas me aprisionan y sus gritos, a veces, resuenan por toda la habitación. Y lo más curioso es que todos, y me incluyo, ponemos cara de tremendo dolor.
Permanezco con el pene introducido en su interior durante al menos unos segundos antes de retirarlo poco a poco. Intentando que los músculos se contraigan a mi paso cerrando la cavidad vaginal y evitando pérdidas de esperma. Si tengo con que aumento un poco más la altura de su pelvis con otra almohada o un cojín y me retiro poco a poco a la ducha conminándola a que mantenga la postura hasta que yo vuelva, para que la gravedad también ponga su grano de arena. No me entretengo demasiado en la ducha de manera que cuando vuelvo a la habitación ya vestido han pasado menos de cinco minutos. Le recomiendo entonces a la mujer que permanezca en cama lo que quede del día y que espere a la mañana siguiente para ducharse. Las posibilidades de fecundación son máximas a partir de la media hora del coito y bajan a partir de las dos horas. Aunque puede producirse la unión del óvulo y el espermatozoide durante el periodo sorprendentemente largo de hasta 36 horas las probabilidades son casi despreciables. Me despido entonces con un apretón de manos y deseándoles suerte y les informo de que pueden disponer de los servicios del psicólogo y que éste esperará fuera durante unos minutos antes de marcharse.
Como ya he dicho, la ratio de éxito en mi caso es muy elevada, cerca del 50% de las sesiones acaban en embarazo. La gente sabe de probabilidades, lo que arriesgan y lo que consiguen a cambio y yo no engaño a nadie. El porcentaje de satisfacción con el servicio que doy está cercano al 100% y eso es mi principal aval. Hago mi trabajo y lo hago bien. Auguro un buen futuro a esta profesión porque tiene los componentes básicos de un servicio público y porque la sociedad en general está más sensibilizada con soluciones alternativas a problemas tradicionales, más sanas y respetuosas con el ambiente y con las personas. Cuando dentro de unos años mi rendimiento baje me retiraré, consciente de mis limitaciones. Tengo en mente formar una cooperativa de ecodonantes que consiga convenios con las clínicas y pueda negociar los servicios y los precios de tú a tú, consiguiendo las mejores opciones para los clientes y también para los trabajadores. Es un futuro relativamente cercano. Mientras tanto: sepan que pueden contar conmigo.
Muchas gracias.
FIN