El eco de sus palabras(ella).
Historia de pasión entre dos personas que no se soportaban, contada por ella.
Todo comenzó con una estúpida frase. Yo le conocía de poco en realidad, era amigo de unos colegas míos y alguna que otra vez coincidimos estando de juerga. Me caía mal. Había algo en él, en su forma de ser o en sus gestos, que no soportaba. El físico no ayudaba, no era precisamente un portento: gordito, con la piel blanca nuclear, medía poco más que yo, llevaba el pelo largo y barba. Tenía la voz un poco grave. No es que yo vaya buscando un prototipo de hombre, pero él no me atraía por su físico. Olía bien, eso tengo que concedérselo. Y tenía unos labios bonitos, a veces se le dibujaba una media sonrisa que hacía que se me erizase la piel...Y eso hacía que me cayese peor. No quería que nada de ese tío me gustase y el motivo era que algunas de mis amigas me lo habían puesto a parir. Como digo, en realidad, lo conocía poco.
Fue un viernes, estuve de bares con un grupo de amigas y llegó el momento en que nos dio por entrar a algún pub. Iba muy a mi bola, hubo más de un tío que se fijó en mí, pero yo no tardaba demasiado en deshacerme de ellos. Esa noche me lo estaba pasando bien, en eso que en el pub en el que entramos lo vi charlando con dos amigas mías-de las que me lo ponían a parir, todo hay que decirlo-. La conversación estaba algo acalorada, discutían sobre cosas que no voy a plasmar aquí y como me picó un poco me metí en la conversación y me puse darle cortes e incomodarlo. Tengo que reconocerlo, me comporté como una perra con él esa noche, recuerdo que no me importaba ni si tenía razón o no, simplemente me dediqué a molestarlo hasta que decidí que ya había perdido tiempo de sobra en esa tontería y en una de estas que terminaba de explicar algo que sí que recuerdo que tenía sentido le solté la frase que lo inició todo:
—Anda guapo, ¿por qué no me limpias los pies a lametones?
Ese instante, bajó la guardia lo que no llegó a ser un segundo entero. Solté aquello y vi como aquellos ojos de color marrón oscuro se abrieron un poco más, se ruborizó, y se quedó bloqueado durante tan solo un instante. Fue tan poco que creo que mis amigas no llegaron a darse cuenta, pero a mí no se me escapó detalle, lo vi como a cámara lenta. Luego me lanzó una mirada que bien podría matar:
—Laura, vete un poquito a la mierda.
Dicho eso, hizo un gesto de despedida un tanto brusco con la mano y se fue. Mis amigas se descojonaron, yo me sumé a ellas, pero cuando terminé de reírme y volvía para integrarme en el grupito de amigas con el que había venido me puse a pensar. ¿Habría estado él procesando la frase durante ese microsegundo? Se ruborizó, ¿eso es que algo le gustó? En ese momento me estaba descojonando por dentro. ¿Se habría imaginado lamiéndome los pies y por eso se puso rojo? ¿Le habría excitado la idea? Y encima se los imaginaría sudados, ¡menudo cerdo! Estuve a punto de contárselo a mis amigas para ponerle la guinda pero algo me hizo guardarlo para mí. Lo imposible de negar es que entre los ratos en que estaba entretenida aun recordaba la situación, me hacía una imagen mental y me reía para mí. Poco más tuvo la noche, acabamos acompañando a casa a una que se había pasado un poco y después nos fuimos recogiendo.
Pasaron semanas, yo a él lo veía muy poco, algún fin de semana que otro y normalmente ni le dirigía la palabra, pero me acordaba de aquella situación. "Menudo cerdo", recuerdo que pensaba. Y me imaginaba sus labios en mis pies. Seguidamente quitaba la imagen de mi cabeza, ¿qué haces pensando en eso? Pero esa puta imagen se me metía en la cabeza cada vez que lo veía por ahí. La última vez que lo vi de fiesta hasta provocó que fuese hasta él y le tirase una copa —sin querer, por supuesto—. Ese día iba yo calentita, en el mal sentido de la expresión. Movidas personales, problemas en el piso de alquiler en el que estaba, mierdas con un capullo con el que estuve saliendo y que de vez en cuando volvía solo para joderme...Total, que no eran ni las dos de la madrugada y sin apenas haber bebido, me salí del local en el que estaba con mis amigos con la intención de tomar el aire, me puse a caminar y cuando me di cuenta estaba en el portal de mi edificio. Me senté, no me apetecía subir tan rápido, saqué un cigarro que le había pillado a un tío y me puse a buscar algo para encenderlo. Al no encontrarlo, destrocé el cigarro con una mano, di un gruñido y lo tiré lejos, con la suerte de dar en los vaqueros de uno que justo pasaba por ahí. Nuestras miradas se encontraron. Ese imbécil. Le tiro una copa y ahora basura, bravo, Laura.
—Perdona, lo he tirado sin mirar y te he dado sin querer.
—No es lo primero que me tiras hoy...—Me miró como extrañado y se puso en cuclillas en frente de mi —. Oye, ¿estás bien?
— ¿Te importa?— Ahí torció el gesto, en su cara comenzaba a dibujarse aquella expresión de desprecio. Sus labios no eran tan bonitos apretados entre si—. Perdona, de verdad. No, no estoy bien. Siento lo de antes con la copa, no lo he hecho queriendo—. Lo cual no era del todo cierto, fue un impulso. Su rostro se relajó y se sentó en el portal.
Otra vez se me pasaba por la cabeza aquel momento.
— ¿Necesitas hablar?
— ¿Contigo?
—No soy tan mal tío como parece que crees. La verdad es que no te entiendo, lo de intercambiar puyas cuando charlamos hasta me parece interesante, pero tirarme copas y ser tan desagradable... ¿Te acuerdas que el día que nos conocimos sí que estuvimos un rato charlando de buen rollo?
—Pasa que soy así de bruja. — Ahí estaba, esa maldita media sonrisa suya—. Mira, hoy he tenido un día de perros...
Y empecé a contarle de todo. Estuvimos al final un buen rato charlando y fue un tío agradable. Joder me estaba desmontando con esa sonrisita suya, soltada en momentos puntuales. Llegó el momento de levantarme, se adelantó y me ofreció la mano. Lo agarré del brazo, él cerró el agarre cogiendo el mío y tiró, haciendo que me pusiese en pie. A la hora de describirlo dije que era gordito, y es cierto. A menudo cuando alguien piensa en una persona con sobrepeso se hace a la idea de que está blanda y tiene poco músculo. Su antebrazo no expresaba lo mismo. Su agarre era fuerte y al levantarme lo que mi mano estaba tocando era puro músculo duro. No voy a usar eufemismos, mojé el tanga que llevaba. No era solo ese detalle, eran todos los que iba viendo, y lo peor es que no podía echarle la culpa al alcohol. De pronto me entraron ganas de humillarlo. Quería verlo de verdad a mis pies. Me quejé:
—Ouch, llevo los pies doloridos de estar todo el día de aquí para allá—. Miré atentamente, quería ver de nuevo aquella reacción.
—Cuando te quites los zapatos te vas a quedar en la gloria.
No, joder, no quería eso. Pensé “te quiero a ti, cerdo, masajeándome los pies”.
—Pues yo mataría por un buen masaje. — Directo. Quería ver esa mirada del otro día... ¡Sí! Ahí estaba, ¡no me equivoqué!— ¿A ti qué tal se te da eso?
—Se me da de puta madre- otra sonrisa dejada caer.
—Va, sé que es tarde pero, ¿por qué no subes y me enseñas si es verdad? Total, te has tirado un buen rato escuchándome, ¿qué te da un ratillo más?
Parecía que se me iba a quedar bloqueado, ahí, sonrojándose, pero pensativo. Necesitaba empujar más.
—Es en serio, que tengo los pies cansadísimos y doloridos. —Ahora era yo la que le sonreía—. No he podido hacer eso de quitarme los zapatos para relajarme en todo el día.
—Bueno, vale. ¿Vamos?
¡Si! La parte que parecía difícil hecha. Temía que se lo tomase como una puya más o que recordase demasiado aquel día y se fuese. Me preguntaba que se sentiría mientras te comen los dedos de los pies, ver esos labios pegados a mi piel, su sonrisa ocupada en complacerme...Llegamos a mi piso, le ofrecí algo de beber y tras su negativa lo llevé a mi cuarto. Encendí la luz de la mesilla de noche, que es tan tenue que deja prácticamente todo el cuarto en penumbras, me senté en la cama, ofreciéndole sentarse más o menos donde llegarían mis pies y se los puse en el regazo.
—No sabes cómo te agradezco esto, lo necesito.
Él me descalzó con cuidado. Mis pies son bastante grandes y a veces me preocupa que lo sean demasiado, además me debían oler mucho porque la parte de estar todo el día de aquí para allá no era mentira, pero con él nada de eso importó. Comenzó a masajearme el pie izquierdo y el cabrón sabía lo que hacía, me sentía en la gloria. Él no quitaba ojo de mis pies, estaba muy concentrado y me molestaba un poco el no poder comprobar si estaba empalmándose. Cuando empezó con el derecho pude mover el pie izquierdo de modo que veía un bultito, algo empujaba la bragueta de sus pantalones vaqueros. Sonreí, pero él no lo vio. Lo dejé hacer un rato más, qué manos tenía, parecía saber la presión que tenía que aplicar en cada punto y lo hacía con firmeza. Llegó un momento en que no sabía que prefería, si comprobar si sabía tocarlo todo con el mismo savoir faire o empujarlo a que acabase lamiendo mis pies. Lo decidí casi en un arrebato.
—Oye, esto es genial pero... ¿Te gustaría probar otra cosa?—Me miró extrañado, su mirada me preguntaba sobre lo que se me había ocurrido—. ¿Te gustaría usar la boca?
Hasta a mí me sonó raro. Vi que se debatía entre levantarse automáticamente, hacerlo después de decirme de todo menos guapa o abandonarse a lo que le había pedido. Estaba ahí, vi esa chispa. Así que puse mi liberado pie izquierdo de modo que tocase directamente el bulto que se le hacía en la bragueta:
—Te está gustando, y no eres el único.
—Mira, Laura, si esto es— lo corté, no quería que continuase por ahí.
—¿Por qué no bajas la guardia de una vez y te dejas llevar? No es ninguna broma- dije mirándole a los ojos.
Ese fue el momento en que lo liberé del todo. Cogió mi pie derecho y comenzó a besarlo, morderlo suavemente, lamerlo, juraría que hasta olerlo. A estas alturas no solo no me impresionaba ese detalle, si no que me dio subidón. Un tío que se excita con el olor de mis pies. Mi ego creció un poco mientras esos labios, que ya no podía negar más que me encantaban, iban rodeando cada uno de los dedos de mi pie y chupándolos mientras su lengua acariciaba la zona entre los dedos. Así que no solo las manos, parece que la lengua también sabe manejarla... Quería probarla en otros sitios, me estaba derritiendo, cuando me vine a dar cuenta estaba con mi dedo gordo en la boca, mirándome a los ojos. Comenzaba a aplicarle el mismo tratamiento a mi pie izquierdo cuando me incorporé, lo agarré de la camiseta y lo hice ponerse a mi altura. "Se te va de las manos, Laura"— decía una voz distante en mi cabeza—"lo que tú querías era verlo tragándose tus pies". Pero esa voz era casi un susurro mientras mis manos tocaban sus antebrazos para seguidamente invadir su espalda como sus manos estaban haciendo con la mía. Me daba igual todo, a veces se incorporaba un poco y podía verle esa sonrisa que ahora provocaba sin tapujos que me sintiese arder por dentro, luego sus labios buscaban los míos, buscaban mi cuello, nuestra ropa desaparecía casi sin darnos cuenta, simplemente sobraba, mordía suavemente mi piel a la vez que sus manos me exploraban, sin llegar nunca a tocar mi coño. Pasaban cerca, agarraba mis nalgas, recorrían mi espalda mientras su boca derretía con su calor mis pezones. Empezaba a estar ansiosa por sentirle, y entonces, haciendo un recorrido con la lengua por mi vientre, colocó su cabeza entre mis piernas, rodeó con firmeza mis muslos con sus brazos y comenzó a dar suaves mordiscos y besos a todo lo que rodeaba mi coño. Yo quería cogerlo del pelo y hundirle la cara en el centro. Su aliento sobre mi clítoris, su lengua alrededor...Y me enseñó que tenía la lengua para mucho más que hablar y lamerme los pies. Ni sé cuánto tiempo fue ni estaba pensando en contarlo, pero llegó un momento en el que con mi clítoris entre sus labios y la punta de su lengua me corrí apretando su cabeza entre mis piernas. Joder, estaba en el cielo y me había llevado precisamente él. Noté como tiraba de mí para darme la vuelta y me dejé hacer. Se tumbó sobre mí, era cómodo aunque pesase más que yo. Tras darme un poco de tiempo para respirar y varios mordiscos en la zona entre el hombro y el cuello, se incorporó, colocó sus manos sobre mi espalda y comenzó a masajearla. Se situó entre mis piernas desde atrás y mientras sus manos subían y bajaban por mi espalda empecé a sentir algo que daba golpecitos al mismo ritmo con la entrada de mi coño. Subí mi culo para facilitar la entrada y ahora entraba lo que parecía ser la cabeza de su polla. No podía más, me incorporé, colocándome en cuatro y le dije "métemela". Dicho y hecho. Sentí como algo grueso entraba en mí, era un logro sentirlo con tanta firmeza estando lo mojada que estaba. Sacaba un poco y metía más, así hasta que noté su pelvis chocar contra mis nalgas. Me tenía sujeta por las caderas y estaba completamente dentro de mí. Acompañé todos sus movimientos, tanto los suaves del principio como los más fuertes a medida que seguíamos follando, empujando fuerte contra él. Quería que me clavase, me estaba corriendo viva entre la que me estaba dando y todo lo que me había hecho. Entonces arqueé mi cuerpo para intentar besarle, momento en que él se sentó, llevándome con él y cambiamos a estar él de rodillas y yo sobre él dándole la espalda...Y fundiéndome en un largo beso con aquellos labios tan jodidamente sexys. Una de sus manos en mis escasos pechos, la otra en mi clítoris, su lengua cruzada con la mía, me corría, pero nada comparado con lo que vino entonces. Noté que su polla engordaba aún más, palpitaba dentro de mi coño. Se estaba corriendo dentro de mí. Fue automático, generarse ese pensamiento y correrme de verdad. Correrme de modo que más tarde pensé que el resto de orgasmos que había tenido era solo una antesala de lo que sentí.
Cuando recuperé el sentido estábamos los dos tirados en la cama como si simplemente nos hubiésemos derretido en esa postura y dejado caer. Giré la cara y busqué su boca para besarlo. Solo le dije una cosa, aun entre jadeos: "joder". Y el volvió a lanzarme una de sus sonrisas. Creo que ambos nos quedamos dormidos en ese punto, a la luz tenue de la lámpara de mi mesilla de noche.
Desperté y hacía rato que había amanecido. Mi habitación seguía en penumbras por la persiana bajada. Apagué la luz y lo miré bien. Me lo había pasado bien, pero casi todo lo había hecho él...Ahora me tocaba a mí. Dudé que le molestase despertarse con una mamada de las mías, así que bajé para encontrarme cara a cara con que mi amante tenía una erección mañanera considerable. No la había visto la noche anterior cuando follamos, pero ahora podía apreciarla bien. Si no era especialmente larga, sí que era bastante gruesa, normal que lo notase a pesar de estar yo chorreando. Sin más, agarré su polla con una mano, sus huevos con otra y me metí su glande en la boca. Se despertó casi al instante y me saqué su rabo para sonreírle:
—Buenos días.
Lo dejé con cara de sorpresa y retomé la mamada que le estaba haciendo, escuchando como su respiración se aceleraba, cómo se le endurecía más, si era posible. Mi picardía se hizo manifiesta y me incorporé para ponerle mi pie izquierdo en la cara, jugando con él para seguidamente metérselo en la boca. Lo chupaba con más ganas que yo su polla, que ya es bastante, y eso me gustó. Mi coño estaba más que listo recibirle de nuevo, pero jugué un poco más con mi pie, apartando la mano que intentaba llevarse a sus genitales:
—Nada de eso, sin prisas.
Me senté entonces sobre él, sin llegar a penetrarme, y comencé a morderlo, besarlo, quería que se muriese de ganas por entrar en mí, movía la pelvis para que notase cómo estaba por él. Aspiré su olor, este cabrón huele bien hasta después de follar, no pude más y me clavé su polla lentamente hasta el fondo. Me agarré a sus antebrazos sujetándolo contra la cama, esta vez mandaba yo.
— ¿Te gusta cómo te follo?—Le dije mirándolo a los ojos y mordiéndome el labio inferior.
—Me encanta, joder, me encantas- su rostro estaba perdido en la técnica de mi cintura.
Entonces, a punto de correrme de nuevo, me acerqué a su oído y le susurré algo que surgió sin pensar: "córrete dentro de mí". Me incorporé, solté sus brazos para poder tocarme el clítoris y el me agarró del culo mientras me clavaba más fuerte aun. De nuevo esa sensación, su polla palpitando en mí, señal inequívoca de que se corría, correrme yo con él y desvanecerse el mundo. Caí sobre él en cuanto me soltó, ambos jadeando. Un beso y me dejé caer hacia un lado. Entonces lo que no llegó a mí tras lo de la noche ni al amanecer, llegó justo en ese instante en ese momento en el que estás a punto de dormirte de nuevo. ¿Cómo coño he acabado en la cama con él? ¿Precisamente con él? ¿Qué le iba a decir a mi grupo de amigas si me pillaban siquiera de buenas con él?
—Bueno, al menos te habrá cambiado la opinión que tenías sobre mí, ¿no?— me dijo sin moverse.
—No ha cambiado nada. — Mi voz sonaba distante, me costaba mantenerme despierta—. Eres el mismo capullo de siempre.
—Esto ha sido un error —su tono de voz cambió por completo.
¿En serio había dicho yo eso? Mierda, mierda, no, se levantaba, esa mirada de nuevo, levanté un brazo para intentar agarrarlo, atraerlo hacia mí, explicarle... Y me desperté en una habitación vacía. La había cagado pero bien. Pensé bien, era un tío que se había portado conmigo la noche anterior, lo normal habría sido mandarme a la mierda mucho y fuerte, pero no lo hizo. Si, mis amigas decían cosas de él, pero nunca antes me había sentido tan cómoda en una sola noche. Todo fue muy natural a partir de cierto punto, he estado con tíos con los que no se ha sentido así en la vida... Definitivamente, la había cagado pero bien.