El duque, la duquesa, el mayordomo y eva

Una historia de incesto y intriga.

Los leños ardían en la chimenea de la sala del castillo, una sala con las paredes de piedra en la que colgaban cuadros de personajes mal encarados que tenían barba unos, perilla otros, y incipientes bigotes ellas. Con nariz aguileña ellos y ellas, y con unos ojos negros de mirada penetrante que al fijarse en ella helaba la sangre en las venas. Tenían dos espadas cruzadas aquí, dos hachas cruzadas allá, una cabeza de jabalí más allá... Muebles sobre los que había un reloj de arena aquí, dos candelabros de plata allá, un jarrón más allá. Unos sillones aquí, una mesita allá, cientos de cosas aquí y allá. En el piso había una gran alfombra roja sobre la que estaban boca arriba y desnudos Raimundo y Petra, duque y duquesa de la Sorbina. Los dos tenían nariz aguileña. Era en lo único que se parecían a sus antepasados, ya que tanto él como ella eran albinos y de ojos claros. Eran los últimos de una dinastía.

Entre beso y beso, le dijo él, 20 años, a ella:

-Eres lo más bello de este mundo.

Ella, 36 años, le respondió:

-No, lo más bello eres tú, hermano.

-Te amo.

Petra abrió un frasco con aceite de masajes, y le dijo:

-Y yo a ti. Date la vuelta.

Raimundo se dio la vuelta, Petra dejó caer aceite sobre las prietas nalgas de su hermano. Masajeó lentamente las nalgas y después masajeó desde las nalgas a las plantas de los pies, de arriba abajo y de abajo ariba, más de una veintena de veces. Masajeó el interior de sus muslos. Dejó caer aceite en la espalda y masajeó espalda, costillas, cuello y hombros, de abajo arriba y de arriba abajo, tomándose su tiempo en cada movimiento. Luego bajó, aún más lentamente, desde los hombros a las plantas de los los pies. Le abrió las piernas. Le cogió las pelotas y los 20 centímetros de verga y se los puso hacia atrás. Acarició con dos dedos el capullo,  lo apretó... Lo masturbó con una mano y con las dos a velocidad tortuga... Acarició con un dedo el frenillo... pasó un dedo por el agujero del capullo, que no paraba se soltar flujo pre seminal, y después le dijo:

-Date la vuelta, cariño.

Raimundo se dio la vuelta. Petra dejó caer aceite sobre el pecho de su hermano. Masajeó pectorales, vientre, cuello, costillas y hombros durante unos minutos, después con una mano masajeó las pelotas y con la otra, apretando la verga, lo masturbó muy lentamente... Sacó la mano de las pelotas y con ella le puso a su hermano la cabeza entre sus tetas. Raimundo, chupó, lamió y mordisqueó los pezones y le magreó las tetas. Acto seguido, Petra, se metió la verga entre las tetas y se la masturbó con ellas... De las tetas se llevó la verga a la boca y se la mamó. El duque no aguantó más y se corrió en la boca de su hermana, que se tragó la leche espesa y calentita.

Un par de minutos más tarde, le dijo el duque a su hermana:

-Tu turno, amor de mis amores.

Petra se echó boca abajo. Raimundo le echó aceite en las nalgas y se las masajeó. Se las separó. Echó aceite en su ojete y al acariciarlo con dos dedos, Petra, gimiendo, levantó el culo buscando el orgasmo. Raimundo dejó de acariciar el ojete y volvió a masajear las nalgas, Supo que tenía que ir con mucho cuidado. Su hermana estaba tan caliente que con cualquier pequeño roce en sus partes íntimas se correría. De las nalgas bajó al interior de sus muslos, pero otra vez, al rozar su coño, volvió a gemir y a levantar el culo. Echó aceite en su espalda y masajeó la espalda y el cuello, luego los hombros y las costillas. Volvió a masajear la espalda... Fue bajando lentamentr por su espalda por sus nalgas y por sus piernas hasta llegar a sus pies. Masajeó dedo a dedo, abriéndolos, cerrándolos y estirándolos. Masajeó las plantas de sus pies, luego subió por las piernas hasta las nalgas, allí rozó el coño para saber como estaba de cachonda. Petra, lanzó un gemido, y levantó el culo. Casi se corre. Raimundo le dijo:

-Date la vuelta, cielo.

Petra se dio la vuelta. Raimundo le echó aceite sobre las blancas tetas y las masajeó, largamente. Luego, con dos dedos, uno de cada mano, le masajeó los pezones... Echó aceite sobre su coño y le pasó un dedo sobre la raja. Petra movía la pelvis buscando que el dedo tocase los labios de su coño, no lo consiguió y se desesperaba.

-¡Hazme correr, por favor! ¡¡Por favor, haz que me corra!!

Raimundo le apretó el coño con dos dedos. Con otros dos sacó el clítoris del capuchón y se lo lamió con la punta de la lengua haciendo movimientos circulares, Petra, chilló:

-¡¡¡Me cooooooooooooooooooooooooorro!!!

Al acabar de correrse su hermana, Raimundo, acercó su boca a su coño, quitó los dedos y bebió el jugo calentito de su corrida.

Al acabar, Raimundo se echó boca arriba. Petra puso la cabeza  sobre su pecho, y le dijo:

-Te amo, Raimudo.

-Y yo a ti, princesa.

-Mi vida estaría vacía sin ti.

-Y la mía sin ti.

-¿Seguimos?

-Seguimos.

Petra cogió la verga de su hermano, que estaba flácida y la metió en la boca... Al rato ya la había puesto tiesa como un palo. Petra se dio la vuelta y le puso el coño en la boca. Raimundo sacó la lengua para que Petra hiciese con su coño lo que quisiese... Petra acabó frotando el coño con la nariz de su hermano. Luego encontró la punta de la lengua y la folló, hasta que el ojete, abriéndose y cerrándose, le pidió más que lengua. Se volvió a dar la vuelta. Le puso las tetas en la boca. Raimundo se las comió bien comidas, Petra llevó el capullo a su ojete, y le preguntó a Raimundo:

-¿Te apetece?

Raimundo, sintiendo como el ojete le besaba la verga, le respondió

-Mucho.

Petra, besando a su hermano, la fue metiendo en el culo. Al tener la polla dentro, se quedó quieta, y le dijo:

-¡Dame caña!

Raimundo folló duro a su hermana, pero no debía ser suficiente, ya que Petra se volvió a dar la vuelta, y dándole la espalda a su hermano, metió la verga en el culo, y lo folló a lo bestia. Raimundo le apretaba las tetas con las dos manos y aguantaba las fuertes acometidas... Unos minutos más tarde del coño de Petra empezó a salir flujo, era como un pequeño riachuelo que poco a poco fue aumentando de caudad y que iba engrasando la polla que entraba y salía del culo a toda hostia.

Al final, Petra, con los ojos en blanco, gimiendo y sacudiéndose, se corrió . Su coño. abriéndose y cerrándose, dejó salir un jugo espeso y blanquecino, que al verlo daban ganas de saborearlo.

Al acabar de corrrerse Petra, Raimundo se levantó y tocó una campanilla, después regresó al lado de su hermana.

No tardó en entrar en la sala, Lucas, el mayordomo. Tendría unos 40 años, era alto y moreno. Vestia sólo con un delantal. Traía en una bandeja dos copas y una botella de don Perignon dentro de una cubitera.  La abrió. Medió las copas, se las llevó a Raimundo y a Petra, que estaban sentados sobre la alfombra, y preguntó:

-¿Desan algo más el señor duque o la señora duquesa?

Le repondió Raimundo.

-Traenos a la nueva sirvienta.  Comprobarenos si es virgen como dices.

Al rato entró en la sala una joven morena. El mayordomo cerró la puerta y se fue.

La joven estaba desnuda. Se llamaba Eva, tenía 22 años, era morena, de ojos color avellana, cabello negro y ondulado que le llegaba a las nalgas por detrás y algo más abajo del coño por delante, un coño con una gran mata de pelo negro ondulado.

Le dijo Petra.

-Acércate.

Eva, que parecía un ángel, un ángel de rostro colorado, fue junto a Raimundo y Petra.

Raimundo le abrió el chocho con dos dedos, miró, se lo lamió, y le dijo a su hermana:

-Es virgen.

A Petra se le hizo la boca agua.

-Quiero beber de ella. Luego, haz lo que quieras.

-Adelante.

Petra se volvió a echar boca arriba en la alfombra, y le dijo a Eva:

-Pon tu chocho en mi boca.

Eva hizo lo que le mandó. Petra le echó las manos a las tetas. Las tenía duras como piedras. Comenzó a saborear el chocho. Eva, al sentir por primera vez a una lengua lamer su chocho y a unas manos acariciar sus tetas, se excitó tanto que se corrió en la boca de Petra. Aún gmiendo, Raimundo, empalmado a más no poder, la puso a cuatro patas y se la metió, despacito, pero aún así, a Eva era como si la estuvieran rompiendo por dentro...  pero algo más tarde, el dolor dio paso al placer, y el placer dio paso a la pantera que Eva llevaba dentro... Acabó follando al duque hasta que lo dejó con los ojos en blanco, y a la duquesa la hizo correr como a una cerda.

Una hora y pico más tarde, en una de las habitaciones del servicio, y mientras se vestía, le dijo Eva al mayordomo:

-Ya comen en mi mano.

-Quiero que lo mates primero a él.

-¿Cómo?

-Le gusta que lo aten y que le aprieten la garganta cuando se corre.

-Estrangulamiento. ¿Y a ella?

-También le gusta que la aten y le den el coño a comer.

-Muerte por asfixia.

-Exacto.

-Va a ser más fácil de lo que yo pensaba, señor duque.

-Que el diablo la escuche, señora duquesa.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.