El dulce sabor de la venganza

Esta es una historia de venganza, una mezcla de dominación, amor filial, sexo transexual... También es una crítica, una crítica para todas aquellas personas que disfrutan metiéndose con nosotras, intentando humillarnos, criticando nuestra forma de ser y de vivir, criticando que intentemos ser felice

Hola a todos. Qué tal estáis? Espero que estéis disfrutando con la lectura de los calientes relatos que se publican en esta página,

unos reales, otros fantasías, otros mezcla de ambas cosas, pero todos muy excitantes al fin y al cabo. El caso es que mi historia es totalmente verídica. Más aún, diría que me ahorro detalles que no son precisamente agradables de recordar y menos aún de contar. Algunos de vosotros ya lo habréis leído, ya que lo publiqué hace tiempo con mi anterior identidad, pero debido a problemas de acceso con esa cuenta me vi obligada a crear una nueva en la que estoy publicando la serie

“Después de algún tiempo”

.

Por eso re-publico este

relato, para que podáis entender mejor algunas de l

os hecho

s

y

vicisitudes que

cuento en esa serie. Espero que lo entendáis y que no os importe, sino que simplemente disfrutéis de su lectura. Muchos besos a tod@s!!!


Hola amig@s!!! Ya me conocéis de otros relatos que he publicado, así que no hace falta que me presente ni que os mencione cosas que podrían ser demasiado repetitivas ya. Sigo manteniendo mi espectacular figura con mis idas al gimnasio y mis sesiones de footing sobre todo por la playa. Mis ingresos por mi trabajo habitual en una oficina los complementan los que consigo como escort de lujo. Como sólo trabajo por las mañanas puedo dedicar las tardes a menesteres más placenteros. No me hace falta anunciarme en ningún sitio, ya que tengo una cartera de clientes habituales. Sin embargo esto no es lo que os voy a contar en esta ocasión, sino algo que pasó hace tiempo ya, casi sin esperármelo: saborear el dulce sabor de la venganza contra quien en su momento me hizo un daño que no merecía....

Os contaba que nací y me crié en un pequeño pueblo de una provincia de la Castilla profunda y que, desde el principio, las personas como yo no eran bien vistas por la sociedad puritana (o que aparentemente lo era, aunque en su interior sus vicios inconfesables fuesen otros). Tal vez mi tendencia sexual se manifestaba ya en aquel momento de manera inconsciente, aunque le daba rienda suelta en la intimidad. Por ese motivo era objeto de burlas (e incluso alguna que otra agresión) por parte de otros compañeros del colegio y de algunos chicos con los que no tenía nada que ver, pero que parecían disfrutar metiéndose conmigo y con Sandra, otra amiga mía que, años más tarde, decidió armarse de valor y seguir el mismo camino que yo aunque a más temprana edad. No era raro que ambos llegásemos a casa con moratones y golpes en el cuerpo, disimulando ante nuestras madres como podíamos. Sin embargo, esos momentos pasaban rápidamente al olvido cuando tenía algún momento de intimidad y me ponía la ropa de mi madre o de mi hermana. Me sentía feliz como chica.

Entre aquellos bestias de la escuela se encontraba Roberto, un chico de bastante estatura para su edad y que parecía llevar la voz cantante en el grupo. Era sin duda alguna lo que ahora las niñatas llamarían un "auténtico malote", y de él provenían la mayoría de los insultos y burlas. Si lo mirabas bien no resultaba en absoluto feo sino al contrario: alto, moreno, el pelo un poco rizado y hasta guapo, más bien atractivo, pero perdía todo su encanto cuando abría la boca. Él es el protagonista de esta historia.

Los hechos que la desencadenaron ocurrieron estando ya en el instituto un día que tuvimos entrenamiento de balonmano. Acabábamos de terminar y me entretuve hablando con el entrenador que me decía como corregir el movimiento de mi mano al lanzar. Cuando terminamos de hablar me dirigí a los vestuarios para ducharme y marcharme a casa. Pensé que estaba sola y me dediqué a disfrutar del agua caliente en mi cuerpo. De repente sentí unas manos fuertes que cogían las mías y me las ponían a la espalda. Pude girar un poco la cabeza y comprobé que se trataba de Roberto, preguntándome que nueva "machada" se le había ocurrido. Noté como me apretaba más las manos..

  • Chssst... Quieto, mariconcito....

  • Qué..., qué quieres? Por qué me haces esto...?

  • Qué te hago? Todavía no te he hecho nada, mariconcito, pero vas a tener lo que estás deseando...

  • Yo... Por favor, déjame, yo no te he hecho nada...

- "Yo no te he hecho nada, bua, bua..." – me imitó burlonamente – Mírate bien, pareces una nena moviendo ese culito, no paras de provocar... Creo que vamos a pasar un buen rato tú y yo...

En ese momento percibí como algo muy duro se apoyaba contra mis nalgas y comprendí que era su polla que ya estaba erecta. Noté como ya salían unas gotitas de líquido preseminal que restregaba contra ellas. En ese momento me dio un fuerte tirón del pelo echando mi cabeza hacia atrás y me hablaba al oído, mientras me obligaba a agacharme ante él...

  • Me vas a chupar la polla, mariconcito, te la vas a meter entera en esa boquita que tienes...

  • Yo no...

- Cállate y lámela... – me dijo mientras restregaba su capullo contra mi cara y rozaba mis labios. Cuando intenté negarme me cruzó la cara de un bofetón y, cuando abrí la boca para lanzar un gemido de dolor, aprovechó para meterme una parte de su polla. Era gorda y estaba muy dura, me costaba abarcarla con mis labios...

Me hizo que se la mamase durante un buen rato y ya me dolían las mandíbulas por su tamaño. Cogió mi cabeza con sus manos y me guió en la mamada mientras me follaba la boca. Aquella fue la primera de las muchas pollas que he sabor eado en mi vida, pero pensé que si hubiese sido en otro momento tal vez la hubiese disfrutado más. Al cabo de un rato noté como se tensaba y sentí los chorros de semen inundando mi boca, cayendo un poco sobre mi pecho desnudó que recogió con su dedo y llevó a mi boca para que lo chupase también. No me disgustó su sabor , pero sentí la humillación y me quedé de rodillas cuando se subió el pantalón de su chándal y se marchó. Me sequé como pude, me vestí yo también y me marché a mi casa. Cuando llegó la noche, allí, en la soledad de mi cuarto, no pude evitar pensar en lo sucedido hacía unas horas, sintiendo una repentina excitación que me hizo ponerme unas braguitas que escondía en un cajón y masturbarme hasta que llegué a un largo orgasmo y durmiéndome a continuación totalmente relajada.

Aquel encuentro de los vestuarios se fue repitiendo más veces, forzada casi siempre, e incluso había veces que también disfrutaron de mis encantos sus amigos, pero me sorprendió a mi misma que llegase un momento en el que era yo la que deseaba que nos encontrásemos, ya fuese en los vestuarios, en una caseta semi en ruinas que había en un rincón del patio o en otros lugares. De repente un día todo cambió.

Una mañana llegué al instituto y le vi en la puerta con otros amigotes suyos. Allí estaba, vacilando de alguna de sus "hazañas". Me miró y me dedicó una extraña sonrisa a la que le correspondí con un movimiento de mi cabeza. Cuando entré en el vestíbulo vi un corrillo de gente delante del tablón de anuncios. Algunos chicos y chicas me miraban y se reían disimuladamente. Intrigada me acerqué al tablón y vi horrorizada lo que todo el mundo estaba mirando: era una foto mía arrodillada delante de él y comiéndole su polla. Había cuidado muy bien los detalles y sólo se veía de la cintura para abajo del chico que estaba delante de mí, por lo que no se podía saber quién era. Me quedé petrificada, sin respiración, y mis libros cayeron al suelo. Cuando me agaché a cogerlos sentí un azote en mi culito y, cuando me volví para encararme con el chico que lo había hecho, sentí otro azote. Ya no sabía quién había sido y no paraba de girarme en todas direcciones, recibiendo más azotes, algunos empujones e insultos y burlas.

En ese momento se presentó D. Fernando, el director, tal vez atraído por el barullo que se había montado. Cuando se dio cuenta del motivo me llevó con él a su despacho y llamó al trabajo de mi padre para que se presentase a recogerme. Cuando mi padre llegó ambos estuvieron hablando un momento y el director le presentó la prueba. Mi padre cogió la foto, la miró durante un instante y la guardo en un bolsillo. El director le dijo que era algo grave que debería ser resuelto por el claustro de profesores en la reunión del viernes y que ya nos comunicarían lo que resultase. Salimos del instituto en silencio camino de casa, yo con mi cabeza agachada y sin atreverme a mirar a nadie. Me sentía observada y señalada por todo el mundo. Durante el trayecto mi padre no me dirigió la palabra mientras yo permanecía con la cabeza agachada mirando al suelo del coche. Cuando llegamos a casa iba hacia mi cuarto cuando mi padre me cogió de la mano y me volvió hacia él. Sin un gesto, sin una sola palabra me dio un bofetón que me cruzó la cara y me tiró al suelo y sólo me dijo una frase que desde entonces quedó grabada en mi memoria, siendo una de las últimas que recuerdo haber intercambiado con él...

  • Maricón... Por qué has hecho esto...?

No pude contestarle, cualquier intento de respuesta por mi parte o de explicación hubiese sido inútil, así que me dirigí a mi cuarto y me encerré en él, tirándome en la cama llorando de pena, impotencia, rabia... No puedo ni quiero recordar ni contaros cómo se enrareció el ambiente en mi casa. Sin embargo aquello no fue lo peor. La puntilla me la dieron los profesores que, en la reunión del claustro, decidieron expulsarme por, según ellos, "conducta escandalosa", etc. Con el tiempo descubrí que algunos profesores se habían opuesto, planteando ante los demás estudiar más el asunto y averiguar quién había hecho las fotos y las había colgado en el tablón, propuesta que quedó silenciada por la mayoría. No sé si sería casualidad, pero por aquellas fechas también pidieron traslado a otro centro algunos de los profesores más jóvenes: Mariano, María José y Lucía, profesores de historia, dibujo y matemáticas respectivamente.

Tal vez mi padre intuía el veredicto del claustro y así, el lunes, cruzaba la puerta de un internado en la capital de la provincia, centro en el que estuve estudiando hasta que entré en la Universidad. La única alegría que tenía allí era que no me conocía nadie y las cartas que repentinamente empecé a recibir de Sandra (mi amigo del colegio), que había conseguido mi dirección de alguna manera. Iniciamos un intercambio de cartas durante todo aquel tiempo, y llegó un momento en el que ambas nos descubrimos nuestra tendencia real, naciendo una amistad que perdura hasta el día de hoy.

Años más tarde, por azares de la vida, me encontré con María José en una tienda. No estaba segura de haberla reconocido así que le pregunté. Al contestarme que sí le dije que yo había sido alumna suya. Claro que no me reconoció, era imposible con mi nueva imagen, así que le pedí si tenía tiempo para tomarnos un café. Nos sentamos en una terraza y empezamos a recordar aquellos tiempos. De repente unas palabras suyas me sorprendieron...

  • Estamos hablando de mucha gente y se me olvida alguien....

  • Quién, María José...?

  • No sé si lo recordarás, estuvo poco tiempo en el centro... Se llamaba XXX, un chico bastante delicado, pero un encanto cuando hablabas con él a solas... Alguien le hizo una putada muy grande. No sé si lo recordarás: colgaron unas fotos suyas en una postura un poco... comprometedora...

- Y qué pasó...? – le dije yo sabiendo de sobra la respuesta...

  • Pues se le expulsó preventivamente una semana hasta que el claustro se reuniese y, cuando lo hicimos, la decisión ya estaba prácticamente tomada. Pretendían expulsarle definitivamente, sin importar los posibles perjuicios que eso pudiese ocasionar en su expediente académico o en su vida. Mariano, Lucía y yo nos opusimos. Queríamos aclarar bien aquello, denunciando los hechos si era necesario a la Guardia Civil, pero sólo obtuvimos negativas e incluso alguna velada amenaza. El único resultado positivo es que logramos que en su libro de escolaridad no se reflejase nada, tan solo un cambio de centro a petición de los padres. Recuerdo que lloré de impotencia y rabia aquel día en mi casa. No podía seguir trabajando allí, así que un día mientras comíamos se lo dije a ellos. Mariano había pedido el cambio poco antes y estaban a punto de dárselo; Lucía y yo decidimos pedirlo por razones personales. Lo conseguimos poco después, pero a veces siento que no luchamos lo que debimos...

Escuchar sus palabras me conmovió y reforzó la simpatía que sentía por ella desde aquellos tiempos. Las palabras brotaron solas...

  • María José....?

  • Sí, Natalia...?

- Te tengo que decir la verdad, no aguando más... En fin, ahí va: XXX soy yo...

La sorpresa se reflejó en su rostro y me dijo que no podía ser. Le conté toda mi historia, los avatares de mi vida. Me miraba incrédula, y me llegó a decir que ahora estaba guapísima. Seguimos hablando un rato y al despedirnos intercambiamos los teléfonos quedando para vernos en más ocasiones. Se forjó una amistad muy bonita con ella, e incluso he llegado a reencontrarme con Lucía y Mariano, manteniendo amistad con ellos también. Me ratificaron punto por punto lo dicho por María José y se alegraron de que las cosas al fin me fuesen bien. Sigo manteniendo una gran amistad con los tres.

Cuando terminé mis estudios de Secundaria entré en la Universidad en Madrid. No voy a extenderme en contaros cosas que podéis leer en uno de mis primeros relatos , pero allí pude empezar a ser yo misma sin ningún miedo, ya que mis padres no venían nunca a verme, no me llamaban ni me escribían y ni siquiera mi hermana me llamaba. De hecho, cuando me fui a estudiar, lo único que me dijo mi padre fue que tendría que compaginar estudios y trabajo, dándome una cantidad casi insignificante de dinero para pasar el primer mes mientras encontraba trabajo, y dejándome vivir en un piso de la familia que tendría que abandonar cuando empezase a trabajar y encontrase otro. Ahí recibí una ayuda inesperada por parte de mi tía que, sin decirle nada a nadie, me dejó vivir en un estudio que ella poseía, teniendo yo que pagar únicamente la luz y el agua. Por alguna extraña razón la vida parecía empezar a sonreírme. Una de aquellas noches conocí a la que aún hoy sigue siendo una de mis mejores amigas, Corinna, de la que os hablaba en otros de mis relatos . Ella fue la que descubrió mi "yo" verdadero, y recibí de su parte una gran ayuda durante el tiempo que estuve en Madrid y cuando luego me fui a trabajar a Barcelona, ciudad en la nació la mujer que soy ahora.

Durante todo ese tiempo no decayó mi amistad con Sandra y eran frecuentes nuestros encuentros, viniendo ella unas veces a Barcelona o yendo yo otras a Madrid, llegando incluso a hacernos amantes ocasionales (Eso será otra historia que ya os contaré en otra ocasión). A través de ella me enteré de que por una macabra coincidencia del destino Roberto se había convertido en mi cuñado. Se había casado con mi hermana y tenían una pareja de críos, niño y niña. Tenía 2 sobrinos a los que ni siquiera conocía...

El giro definitivo de esta historia surgió cuando yo llevaba viviendo en Barcelona unos años y Natalia se mostraba de sobra ante el mundo en todo su esplendor. Era verano y Sandra decidió aprovechar sus tres semanas de vacaciones para venir a verme, aunque por mi horario laboral de jornada intensiva (es decir, sólo por las mañanas) no podía estar todo el día con ella, aunque nos resarcíamos cuando yo terminaba. Comíamos en casa o lo hacíamos en algún restaurante, nos íbamos de playa, salíamos de fiesta por la noche... Se acercaba el comienzo de mis vacaciones que coincidían con las suyas casi 10 o 12 días y estábamos una tarde en la playa. Acabábamos de darnos bronceador una a la otra y disfrutábamos de unas copas que nos habíamos preparado nosotras mismas con las bebidas que llevábamos en la neverita cuando ella empezó a hablar...

  • Natalia...

  • Dima, Sandra...

  • Esto... Cuánto hace que no vas por el pueblo...?

Me quedé en silencio mirando al horizonte y le di un breve sorbo a mi bebida. "Años", pensé para mi misma...

  • Ni lo sé, Sandra... Y tú...?

  • Estuve allí hace unos 3 años. Me sentí extraña, nadie me conocía... Paseé sola por el pueblo, recorrí los sitios a los que íbamos de pequeñas y todo eso, pero me dio tal tristeza que me volví a Madrid sin ni siquiera mirar atrás...

  • Bueno, lo mío ya sabes que es peor. Al menos a ti tus padres te hablan y te respetan, yo de los míos no sé nada salvo lo que tú me cuentas...

Ella me miró en silencio, asintió con la cabeza y siguió hablando...

  • Habría que remediarlo, no crees...?

  • Mira, Sandra, si estás pensando lo que yo creo mi respuesta es un "no" rotundo. No quiero saber nada del pueblo ni de su gente...

  • Pero Natalia...

  • Ni pero ni pera, Sandra. Sufrí mucho allí, lo sabes de sobra, y tú precisamente deberías entenderlo mejor que nadie...

  • Natalia, hemos cambiado, nadie nos reconocería, sería bonito volver al pueblo las dos juntas. Sería darles una bofetada a todos aquellos que nos hicieron tanto daño – instintivamente me llevé la mano a la cara a la zona donde había recibido el bofetón de mi padre aquel lejano día...

  • Sandra... No...

  • Natalia, por favor, hazlo por mí. Entiendo lo que sientes, eres mi amiga y comparto tu rencor, es mío también, pero yo quiero volver aunque sea un par de días. No puedo hacerlo sola...

  • He dicho que no y es mi última palabra. No quiero volver a hablar del tema.

Sandra volvió a asentir silenciosamente y se recostó en su toalla sin decir nada más, pero por el rabillo del ojo podía percibir como lloraba silenciosamente y la lágrima que surcaba su mejilla. Me daba mucha pena de ella, me habría gustado decirle que sí, pero no podía acceder a su propuesta. No era sólo rencor u odio, sino miedo. Un miedo irracional me atenazaba de ser descubierta, de que alguien supiese quién era yo en realidad si iba al pueblo. Esa tarde no volvimos a hablar del tema. Cuando llegamos a casa me dijo que no tenía ganas de salir ni de cenar y que se iba a acostar. Me dejó sola en el salón viendo la tele sumida en mis propios pensamientos. Cuando me levanté para ir al servicio me quedé mirándome a mi misma ante el espejo. "Mira quién eres ahora, Natalia, mira en lo que te has convertido"- me decía una voz interior – "Eres fría, calculadora... ¿Eres capaz de amar o de querer a alguien que no seas tú misma...? ¿Te importan los sentimientos de los demás...?". Allí, apoyada en el lavabo con la cabeza hundida y maldiciéndome a mi misma lloré como hacía años que no lo hacía. Yo tampoco cené aquella noche y me fui dormir. Cuando me metí en la cama que compartíamos la dos ella ya estaba dormida. La miré en silencio, casi con dulzura, y no pude reprimir el deseo de darle un suave beso en la mejilla. "Eres mi mejor amiga, Sandra, pero sólo pido que me comprendas, que entiendas por qué no puedo decirte que sí...", le susurré muy cerca de su oído.

Los días siguientes fueron pasando monótonamente, sin que pasase nada especial. Yo seguí con mi rutina de trabajo mientras que ella salía por la maña a pasear o de compras, comíamos juntas y nos íbamos a la playa. Algunas de esas noches salíamos a cenar y a tomar algo en alguna terraza. En ocasiones notaba su mirada fija en mi, como queriendo preguntarme algo que yo sabía perfectamente lo que era, pero finalmente no lo hacía y seguía tomándose su copa en silencio. Yo misma notaba dentro de mi una lucha interna entre mi convencimiento de no volver a aquel maldito pueblo y el deseo profundo de complacerla y decirle que sí, que iríamos, hasta que llegó un momento en que no pude más...

  • Sí....

  • Cómo has dicho...?

  • He dicho que sí, que iremos al pueblo...

  • Estás hablando en serio?

  • Totalmente, creo que no he hablado más en serio en mi vida...

  • Natalia... No quiero forzarte ni obligarte a hacer nada que no quieras hacer tú misma, pero es que realmente lo hago por ti porque me da mucha pena tu negativa y... tal vez tu miedo...

  • Iremos, Sandra. Empiezo las vacaciones pasado mañana, así que podemos salir mañana por la tarde. No hay nada más que hablar, así que prepárate y mañana por la mañana procura dormir, el primer tramo de coche lo vas a hacer tú... Y ahora pide otro par de copas mientras yo voy al servicio...

Entré en el servicio con una sensación de inquietud en mi estómago. Intenté hacer mis necesidades pero no pude, y me quedé apoyada en el lavabo mirándome al espejo del baño. Me contemplaba a mi misma y me preguntaba qué había hecho, y me decía que ya no había vuelta atrás. Respiré profundamente, me mojé un poco la cara y me retoqué el maquillaje antes de salir, pero Sandra se dio cuenta cuando llegué a la mesa, diciéndome que me tranquilizase y que todo iba a salir bien. Nos terminamos la copa y volvimos a casa. Ella podía hacerlo por la mañana, pero yo tenía que hacer mi equipaje esa noche si queríamos salir a la hora prevista.

Cuando llegamos a casa Sandra me dijo que se iba a duchar, escuchándola tararear bajo el chorro de agua mientras yo me encargaba de la maleta. Andaba ensimismada y no me di cuenta de que se ponía a mi espalda y me rodeaba la cintura suavemente con sus manos, ataviada solamente con una toalla enrollada en su espectacular figura. Mis manos fueron a parar a las suyas y la apreté más contra mi, echando mi cabeza hacia atrás para sentir sus besos en mi cuello. Noté como sus manos desabrochaban los botones de mi blusa y me despojaban de ella, sintiendo el tacto de sus dedos en mi piel. Seguía besándome y yo cada vez me encontraba más excitada, hasta que sentí como sus diestras manos me despojaban del sujetador y de mi falda dejándome solo en tanga. Ella ya se había soltado la toalla y estaba desnuda detrás de mi. Podía sentir el roce de su miembro en mi culito poniéndome cada vez más cachonda, sobre todo por sus besos en mi espalda y las caricias en mis pechos. Me los cogía con las manos, me los apretaba, sus dedos tiraban suavemente de mis pezones... Empezó a bajar con sus besos por mi espalda mientras metía los dedos por los laterales de mi tanga y me despojaba de ella. Pude sentir su aliento en mi raja y, al poco rato, su lengua pasando por ella, deteniéndose en mi ano que empezó a lamer metiéndome poco a poco su lengua. A esas horas yo ya suplicaba que me hiciese el amor, que me follase como solo ella sabía hacerlo, y su diestra mano terminó en mi pene masturbándome suavemente mientras seguía lamiéndome. Poco a poco me fui echando sobre la cama poniéndome a 4 mientras sentía su lengua dentro de mí y su mano experta. Me soltó y pude notar su glande apoyándose en mi hoyito trasero, empezando a empujar despacio, entrando poco a poco, hasta que la tuve toda dentro de mi. Empezó a moverse muy despacio para gozar de la penetración, acelerando el ritmo poco después. Sentía sus huevos golpeando los míos y me estaba volviendo loca de placer. Poco después era yo misma la que movía mis caderas como una posesa empujando hacia atrás para sentirla totalmente dentro de mi. Sin decirle una palabra me la saqué y la hice tumbarse en la cama para montarme sobre ella y penetrarme yo misma, empezando a cabalgarla deprisa mientras amasaba mis tetas con mis manos y sentí de nuevo su mano en mi pene. Noté como ella llegaba al orgasmo y llenaba mi culo con su espesa leche, momento en el que sentí llegar mi orgasmo llenándole su vientre y sus tetas con la mia. Me quedé desmadejada de placer sobre ella, besándonos suavemente hasta que la noté salir de mi interior. Así nos quedamos dormidas una en brazos de la otra con la ventana abierta sintiendo la suave brisa acariciar nuestros cuerpos.

A la mañana siguiente me levanté, me duché y me fui a trabajar. La mañana trascurrió sin nada digno de mención y, ante el poco trabajo que había, le pedí permiso a mi jefe para irme antes a casa tras explicarle que esa tarde tenía que coger el avión y temía que me fuese un poco justo. No tuvo ningún problema y me dejó marcharme tras desearme unas felices vacaciones. Camino de casa llamé a Sandra para decirle que iba de camino y, cuando llegué, tras cargar las maletas emprendimos el camino hacia algo, para mi, desconocido. Sandra hacía poco que se había levantado y había desayunado y yo había almorzado a media mañana, por lo que ninguna de las dos teníamos excesiva hambre, y cuando nos paramos a comer eran sobre las 4 de la tarde. El camino discurría monótono, conduciendo por turnos según estuviésemos de cansadas, bromeando con juegos de palabras, tarareando las canciones que sonaban en el radio-cd del coche y charlando sobre lo bien que lo íbamos a pasar.

En aquel momento se me ocurrió algo en lo que no había caído: Sandra ya había estado sola en el pueblo y podía ser que alguien la reconociese, por lo que le comenté mi plan: llamaría a mi tía Ángela, la única familia con la que tenía contacto en aquel momento, dejaríamos mi coche en el pueblo cercano en un aparcamiento vigilado, y llegaríamos al pueblo juntas en su coche, por lo que podríamos pasar perfectamente por amigas suyas (De paso nos ahorrábamos algo, ya que nos podríamos alojar en su casa sin problemas). Así lo hice y me contestó que sí, que no había problema. Al cabo de un par de horas llegamos al punto de reunión, cambiamos las cosas de coche y una hora más tarde, tras tomarnos un café, entrábamos en el pueblo engalanado ante la proximidad de las fiestas patronales para las que sólo quedaban 3 días. Era ya tarde y había poca gente por las calles, por lo que no tuvimos problema para llegar a su casa, dejar el coche en el garaje y subir a casa. Esa noche no saldríamos, así que cenamos algo ligero y estuvimos un rato charlando y viendo la tele.

Mi tía no paraba de halagar a Sandra. Sabía de su cambio, pero no se imaginaba que fuese tan guapa. Sandra le correspondía a sus halagos, ya que mi tía se conservaba estupendamente a sus 40 y algunos años. Hacía tiempo me había enterado de que era lesbiana, por lo que me comprendía perfectamente, y eso era motivo para que parte de mi familia le diese de lado. Seguía soltera aunque había tenido alguna novia y las cosas le iban bien, pudiendo permitirse ciertos caprichos como el año que se permitió para su cumpleaños regalarse un aumento de pecho. Podía notar ciertas miradas entre ambas. Mi tía estaba sentada en un sofá frente a nosotras tan solo con una camiseta larga que quedaba justo por debajo de su culo y se notaba que no llevaba sujetador por como se marcaban sus pezones en la tela, mientras que Sandra y yo nos habíamos cambiado y llevábamos simplemente sendos shorts y camisetas, la de Sandra por debajo de su pecho mostrando su ombligo. Nos tomamos una copa mientras charlábamos y al rato decidimos irnos a dormir despidiéndonos hasta la mañana siguiente.

Llevaba un rato dormida cuando me desperté con la necesidad de ir al baño. Cuando estaba orinando sentí unos ruidos, como unos gemidos, que me intrigaron. Agucé el oído y me di cuenta de que esos sonidos venían del cuarto de mi tía que tenía la puerta abierta. Me acerqué con curiosidad y lo que vi me dejó sorprendida: Sandra estaba tumbada de espaldas en la cama, totalmente desnuda, mientras mi tía se encontraba entre sus piernas chupándole su dura polla. Pude ver como la lamía, como pasaba su lengua por ella y por sus huevos y después se la metía entera en la boca mientras Sandra acariciaba su cabeza con los ojos cerrados. Me excité repentinamente y no pude evitar empezar a masturbarme viendo la escena. Tenía yo también mis ojos cerrados y, cuando los abrí un instante, me di cuenta de que Sandra me estaba mirando haciéndome un gesto con su dedo para que no hiciese ruido. Seguí masturbándome mientras veía como mi tía se subía encima de Sandra y se la metía hasta el fondo en su encharcado coñito depilado ella sola. Así estuvo cabalgándola hasta que ambas se corrieron casi a la vez, pudiendo ver como la leche de Sandra salía del coñito de Ángela. Me fui a dormir sin hacer ruido. A la mañana siguiente no comenté nada del tema con Sandra, pero noté las miradas cómplices que me dirigía y las sonrisas entre ellas. No puedo negar que el hecho de ver a mi tía predilecta follando como una loca con mi mejor amiga me había puesto como una moto.

Decidimos ir a darnos un baño a la playa artificial que habían construido a la orilla del río y no pude evitar cierta nostalgia de cuando iba a aquel lugar de pequeña. Buscamos un lugar un poco escondido y pudimos tomar el sol en top-less sin que nadie nos molestase. Como llevábamos la comida en una nevera permanecimos allí hasta bien entrada la tarde, momento en el que regresamos a casa. Nos duchamos y decidimos salir a tomar algo a alguna de las terrazas de los bares del pueblo. Ya se notaba el ambiente festivo en el pueblo y costaba un poco de trabajo encontrar una mesa vacía. Cuando por fin encontramos una nos sentamos y pedimos unas cervezas y unas raciones disfrutando de la noche de verano. Mi tía nos comentó que había una discoteca de verano que se ponía bastante bien, por lo que decidimos ir a tomarnos una copa allí. Estuvimos bailando y tomando copas hasta las dos de la mañana más o menos, sintiendo miradas fijas en nosotras, hora en que volvimos a casa. Para ser el primer día allí no había estado mal y me pareció que habíamos sido el centro de atención. Esa noche, cuando nos acostamos, volví a escuchar los sonidos de placer que salían del cuarto de mi tía y no pude evitar masturbarme hasta que conseguí una deliciosa corrida que dejé caer sobre mi vientre y recogí con mis dedos llevándolos a mi boca para sabor earla. Me quedé dormida totalmente relajada.

A la mañana siguiente nos despertó el sonido del pasacalles de la banda municipal que recorría el pueblo anunciando el principio de las fiestas. Durante el día anterior habíamos podido ver como llegaban coches de fuera del pueblo, sin duda alguna emigrantes que volvían para no perdérselas. Mi tía propuso vestirnos y bajar a desayunar a alguno de los bares de la plaza. Me metí en la ducha y cuando salí me puse un short vaquero y un top amarrado al cuello con toda la espalda al aire. Sandra eligió un vestido con la falda con algo de vuelo estampado, y mi tía decidió ponerse una minifalda vaquera y una blusa blanca. Nos miramos y estábamos guapísimas las tres, así que decidimos hacernos unas fotos antes de salir de casa. Cogimos nuestros bolsos y salimos camino del bar al que llegamos poco después. Cuando vi al camarero sentí un estremecimiento, ya que era uno de los amigos de Roberto, pero sin duda no nos reconoció ni a Sandra ni a mi. Mi tía lo saludó con cierta familiaridad ya que, según me dijo, ella sí que seguía yendo por el pueblo. Terminamos y salimos a dar una vuelta por la plaza y a ver los puestos de baratijas, bisutería, etc., que había allí. Durante todo el tiempo la cámara inmortalizó esos momentos. Mi tía saludaba a mucha gente y en un momento dado no pude evitar sentir un escalofrío en mi espalda cuando la escuché hablar...

  • Vaya, vaya, si es mi querida sobrinita....

  • Hola tita!!! Qué tal? Sabía que venías para las fiestas, pero no me imaginaba que estuvieses aquí ya...

  • Pues sí, llegué anteayer, pero estaba tan cansada que no salí de casa. Aparte, ya sabes, adecentarla un poco, me tiro mucho tiempo fuera...

  • Ya, te entiendo. Le comentaré a mi madre que ya estás aquí, sin duda querrá verte...

Noté como esas palabras las dijo con un cierto tono de ironía. Mi tía y mi madre apenas se hablaban, entre otros motivos por las críticas de mi madre hacia mi tía por su tendencia sexual y a su comportamiento conmigo...

  • Sí, por favor, díselo. A ver si saco un momento y voy a casa. Si no ya la veré por aquí...

  • Tranquila tita, descuida. Por cierto, veo que no estás sola....

- No, son dos amigas mías de Madrid que he invitado a que viniesen. Espera, te las presento.... Ella es Sandra – los dos besitos de rigor – y ella es Natalia... Natalia...? – me había hecho la despistada intentando demorar el inevitable encuentro....

  • Sí, Ángela...?

  • Mira, esta es mi sobrina Laura. Laura, ella es Natalia...

  • Encantada de conocerte, Laura, no imaginaba que Ángela tuviese una sobrina tan guapa...

  • Lo mismo digo, Natalia... Wow, chicas, menudos tipazos, mi tía cada vez trae al pueblo amigas más guapas....

- Muchas gracias, Laura – dije haciéndome un poco la tímida – Pero tú tampoco estás nada mal....

Y es verdad que lo estaba. Sin duda, la maternidad le había sentado bien, ya mi hermana era demasiado delgada, por lo menos eso decían los chicos en el colegio, pero ahora se notaba un poco más... rellenita, con algo más de pecho y un culo respingón que marcaban sus vaqueros. No pude evitar pensar si ella supiera que a quién estaba piropeando era a su "antiguo" hermano...

- Va, va, dejad de piropearos, que os vais a sacar los colores una a la otra... Vaya, sin duda estos son los dos pequeñines.... – Al lado de mi hermana estaban mis dos sobrinos, los niños que no conocía y que llevaban mi misma sangre...

  • Niños, saludad a tita Ángela y a sus amigas...

- Hola tita, hola señoras... – dijeron con sus vocecitas infantiles... Nos agachamos para que nos diesen un par de besitos a cada una y, casi sin querer, acaricié el pelo rubio de mi sobrino revolviéndoselo un poco...

  • Natalia, por favor, haznos una foto...

  • Pero Ángela, yo no traigo cámara...

  • Espera, espera, que tengo la mía.....

Cogí la cámara e hice una foto, pero le pedí a una chica que había allí que nos la hiciese a todo el grupo. Cuando nos la hizo nos despedimos quedando para vernos en otro momento, marchándose mi hermana a buscar a mi "queridísimo cuñado"... Cuando nos quedamos solas mi tía me cogió del brazo y me llevó aparte, diciéndome que el motivo de hacernos esa foto era para que tuviese algo de los niños, y que me la mandaría cuando la hubiese editado. Seguimos por la plaza tapeando y bebiendo hasta que llegó la hora de ir a casa a descansar un poco, por lo que decidimos volver a casa. Me tumbé en la cama y me quedé dormida casi de inmediato, despertándome sobre las 9 o las 10 de la noche. Volvimos al ritual de ducharnos, vestirnos y maquillarnos para estar guapísimas esa noche.

Cuando llegamos la cosa estaba bastante animada, con mucha gente por las calles, y mi tía se dedicó a saludar a gente que hacía tiempo que no veía y a presentarnos como sus amigas. Nos invitaron a varias copas y decidimos bailar un poco al son de la orquesta que amenizaba la noche. Estaba bailando un merengue con Sandra mientras mi tía hablaba con algunas amistades cuando en uno de los lances pude ver a mi hermana a lo lejos en la barra. Pero eso no fue en lo que me fijé, sino en que a su lado estaba Roberto con mi sobrinita en brazos. No puedo negar que le miré con odio, sobre todo porque el tenía un placer que a mí me era vedado, y era poder disfrutar de aquellos niños. Giré mi cabeza y seguí bailando, pero sin duda alguna Sandra notó mi estado. Me preguntó qué me pasaba y se lo comenté brevemente. Me dijo que no me preocupase, que Dios pondría a cada cual en su sitio más tarde o más temprano. No podíamos imaginar lo proféticas que resultarían sus palabras. Al poco rato, al girar de nuevo mi cabeza, pude ver que las personas que estaban con ellos eran mis padres. "Vaya, no ha envejecido mal el viejo...", pensé para mi misma. Un poco después mi tía se había acercado a ellos y estaban conversando los cinco. No quería ni pensar en la posibilidad de acercarme allí, por lo que cuando fuimos a por otra copa lo hicimos a otro punto de la barra. Allí estábamos cuando escuché a mi hermana detrás de mi tocándome suavemente el hombro...

  • Vaya, estáis aquí, chicas...

  • Sí, dije medio sonriendo, estábamos pidiendo una copa... Quieres tomar algo?

  • No, gracias, estoy servida por ahora... Os estaba buscando, os había visto bailando pero os había perdido de vista...

  • Anda, y eso?

  • Venid, por favor, quiero presentaros a mi marido y a mis padres...

No había vuelta atrás, pensé. Uno de mis temores se estaba materializando. Me atenazó el miedo a pensar que alguien podía reconocerme. Fuimos hacia la esquina y me encontré con ellos cara a cara. Laura hizo las presentaciones, notando como Roberto me miraba de arriba abajo sin disimulo, desnudándome con la mirada, y su mano apretó un poco más de lo debido mi cintura cuando me dio dos besos. Estuvimos conversando unos instantes de las preguntas de rigor: de dónde sois, qué os parece el pueblo, etc. La conversación duró hasta que mi tía se dio cuenta de mis nervios y nos sacó de allí con la excusa de presentarnos a otra gente, y quedamos para vernos en otro momento. Ángela me dijo que no me preocupase, que no me habían reconocido y que estuviese tranquila. Esa noche nos acostamos un poco más tarde, pero no se repitió el ritual entre mi tía y Sandra.

Al día siguiente era ya sábado y tía propuso ir a bañarnos al río donde habíamos ido 2 días antes, por lo que nos pusimos nuestros bikinis y salimos hacia allí. Estuvimos solazándonos y chapoteando en el agua hasta media tarde, cuando así como estábamos, solo con pareos y camisetas, volvimos al pueblo para picar algo y tomarnos una copa. Ángela nos dijo que esa noche esperaba a unas amigas suyas que vendrían a la fiesta, pero cuando llegamos ya estaban allí en la plaza esperándola. Hizo las presentaciones entre nosotras y Rosa, Pilar y Remedios. Me llamó la atención Rosa, una morenaza de pelo rizado y curvas rotundas, que intuí tenía con mi tía algo más que una simple amistad, sobre todo por la confianza que había entre ellas y como se rozaban cuando hablaban. Las acompañamos a casa a que dejasen el equipaje que traían y nos quedamos un momento conversando antes de retirarnos a descansar un poco. Sin duda alguna las otras dos chicas eran pareja, Pilar y Remedios, ya que no se separaban una de la otra. Cuando nos levantamos nos arreglamos y volvimos a salir a la plaza. Pedimos unas copas y al poco rato ya estábamos bailando. Sin duda alguna éramos las reinas de la fiesta, ya que podíamos notar las miradas fijas en nosotras. Sandra hizo migas con un chico que conoció la noche anterior y estaba bailando con él, Pilar y Reme bailaban juntas, lo mismo que mi tía y Rosa. Al poco rato las dos parejas se despidieron, sobre las 3 o las 4 de la mañana, dejándome allí sola en medio del gentío. Estaba muerta con los tacones que llevaba, así que me senté en un banco a descansar un poco. Se me acercaron un par de chicos demasiado jóvenes para mi gusto, y los alejé con buenas palabras. Casi al instante volvió Sandra con una cara de cierto enfado. Cuando le pregunté porqué sólo me dijo que "Mucha carrocería pero poco motor...", que sí, que el chico era muy guapo, pero que cuando se habían retirado a un lugar tranquilo no había aguantado ni medio asalto de la boca de mi amiga y se había corrido muy rápido. Por lo que se ve al chico le costaba empalmar y Sandra se había vuelto a buscarme. Se sentó a mi lado y estuvimos fumándonos un cigarro mientras charlábamos hasta que decidimos ir a la barra a por un par de copas.

Acabábamos de pedirlas y estábamos dando el primer sorbo cuando se nos acercaron mi padre y mi "estimado" cuñado saludándonos con efusividad, evidentemente venían un poco bebidos. Estuvimos un momento hablando con ellos, notando como Roberto rozaba mi cadera tal vez más de lo debido. Miré a Sandra de reojo y me di cuenta de que mi padre también estaba bastante acaramelado con ella. Nos propusieron irnos a otro sitio y aceptamos, pero nos retiramos un momento con la excusa de ir al servicio, donde entramos las dos juntas y tras cerrar la puerta Sandra empezó a hablar...

  • Natalia, estás segura de aceptar?

  • Sí, Sandra, por qué?

  • Aceptaste venir conmigo, eso ya es mucho, pero date cuenta de la situación, acuérdate de quién es...

  • Sandra... Tú misma dijiste que Dios siempre pone a cada uno en su sitio alguna vez, y creo que esta noche es esa vez...

  • Qué estás pensando...?

  • Ya lo verás... Te espero fuera...

Tal vez intuyese la maquiavélica sonrisa interior que esbocé, asintiendo sin decir una palabra. Salí del baño un poco antes que ella y aproveché para mandarle un mensaje a mi tía para saber si estaba disponible. A los pocos instantes me llamó diciéndome que su amiga se había ido a dormir y que estaba un poco aburrida, pero que no tenía ganas de salir. Cuando le esbocé mi plan por encima no lo dudó ni un instante y me dijo que tardaría poco, diciéndome lo que tenía que hacer. Cuando salió Sandra nos reunimos con ellos y mi padre propuso ir a su casa. Cuando llegamos allí nos sentamos en el salón a tomar la última copa y al poco rato podía sentir las manos de Roberto acariciándome y sus besos en mi cuello. Miré de reojo a Sandra y ella ya estaba con su top enrollado en la cintura y el viejo le acariciaba las tetas mientras la besaba y se las lamía. Pasé mi mano por encima del duro bulto de la bragueta de Roberto y creo que esa fue la señal para que empezase a desabrochar mi blusa. Bajó las copas de mi sujetador y empezó a acariciarme las tetas. Poco después, mientras me las lamía, escuché un "bip" en mi móvil y pasé la mano por detrás del cuerpo de él para mirarlo, viendo que era un mensaje de mi tía diciéndome que ya estaba llegando. Me levanté con la excusa de ir un momento al baño y, haciéndome la perdida por la casa, bajé al piso inferior para abrir la puerta. Sentí un leve toque en la misma y abrí procurando hacer el mínimo ruido imprescindible. Cuando me vio, mi tía no pudo reprimir una sonrisa diciéndome "Que golfa eres, sobrina..." , a lo que le contesté llevándome un dedo a los labios para que se callase y volví al salón.

Cuando llegué arriba el espectáculo había subido de tono. Sandra estaba echada sobre las piernas de mi padre mientras le chupaba la polla y Roberto se había quitado la camisa que llevaba y se masturbaba mientras los miraba. Me acerqué mimosa a él, diciéndole que me dejase hacerlo a mí, y me arrodillé entre sus piernas cogiendo su polla con mi mano y continué con la lenta masturbación. Rozaba su capullo con mi dedo pulgar y podía ver sus gestos de placer. En ese momento me lancé a besarle su polla, a darle lentas lamidas por todo su tronco, a sus huevos, hasta que me la empecé a meter lentamente en la boca para mamársela hasta que sentí sus huevos rozando mi barbilla. Le miré a los ojos con cara de viciosa, con mi boca llena de su polla, y sentí sus manos en mi cabeza. En ese momento escuché un "clic" y, mirando de reojo, me pareció ver una sombra en la puerta. Mi plan marchaba. Después de mamársela un rato le cogí de la mano y le pedí que me llevase a alguna habitación. Conocía aquel pasillo de memoria y cuando me propuso entrar en la habitación de matrimonio le dije que no, que se la dejásemos a ellos, y nos metimos en el cuarto de mi hermana.

Le tumbé en la cama y terminé de bajarle sus pantalones, dejándole completamente desnudo, y volví a mamársela. Pasado un instante me la saqué de la boca y abrí uno de los cajones de la mesita de noche del cual saqué unas medias y pañuelos de cuello. Me proponía jugar un poco con él, atarle los brazos al cabecero de la cama, y mi sorpresa fue enorme cuando accedió. Cuando ya le tenía atado volví a echarme sobre él y seguí besando su cuerpo, su torso, hasta que llegué de nuevo a su polla que me volví a meter en la boca. Mientras se la mamaba me despojé de mi minifalda y mi tanguita, quedando completamente desnuda y con un pañuelo en la mano. Me la saqué y le besé, siguiendo rozándole con mi cuerpo, hasta que rocé mi polla con su pierna... Imaginaos su cara de sorpresa...

  • Maldito maricón... Suéltame, te vas a enterar....

  • Schhhh, calla, calla... Vas a disfrutar como un loco esta noche...

  • Tú si que vas a disfrutar como me sueltes... Te voy a dar un par de hostias que....

  • Que qué...? Cállate, Roberto... Sabes quién soy...?

  • Ni lo sé ni me importa... Te he dicho que me sueltes...

  • Vas arreglado... "querido cuñado"...

  • Cuñado...? Qué mierda estás hablando...?

- Todavía no te has dado cuenta...? Madre mía, aparte de tonto eres gilipollas, cabrón... Soy XXX, aquel chico que le jodiste la vida... Sorprendido...?

Antes de que pudiese contestar le metí el pañuelo en la boca para no seguir escuchando sus insultos y se lo aseguré con una media para que no se le saliese. Volví a masturbarle y a mamársela...

  • Te gusta esto, cabrón? Mucho insultarme pero tu polla se ha puesto más dura todavía...

Y diciéndole eso me levanté y me senté sobre él, apuntando su polla a mi culito, donde me la empecé a meter despacio. No paraba de mover sus piernas para impedírmelo pero, de repente, sentí unas manos que intentaban sujetárselas. Era mi tía que, completamente desnuda, había entrado en la habitación. Me bajé y la ayudé a atarle hasta que le dejamos inmovilizado.

  • Tita, no te esperaba así...

  • Y perderme esto, cariño? Ni lo sueñes, no pensaba dejar pasar la oportunidad de vengarme yo también de este cabrón...

  • Eres adorable, tita...

  • Tú si que eres un encanto, mi niña... Vamos, disfruta de este cerdo... En cuanto a ti, cabrón, sólo decirte que te vas a arrepentir de todo lo que has hecho...

Pude notar una mirada de odio en los ojos de Roberto, mirada que cambió cuando me volví a sentar sobre él y me metí toda su polla... Mi tía nos miraba y siguió haciendo fotos con su cámara...

  • Tranquilo por las fotos, cerdo, van a salir buenísimas. Descuida, no verá la cara... de ella, claro. Te vas a arrepentir de aquellas fotos que colgaste en el tablón... Ah, se me olvidaba... Aquí tenéis una pequeña ayuda para pasar una noche genial...

Mientras la escuchaba a ella y cabalgaba sobre la dura polla mi tía me hizo tragar una pastilla y a él le dio dos. Imaginé lo que era, y eso me hizo moverme con más pasión si cabe, moviendo mis caderas en círculos sobre su polla. Sentía su polla barrenando mi interior, rozar mi esfínter hasta que sentí que se iba a correr. Aceleré mis movimientos y poco después sentí su leche llenando mi interior, pero no dejé de moverme. También deseaba correrme y así se lo dije a mi tía entre gemidos de placer...

  • Tita, estoy a punto de correrme...

  • Hazlo, cariño, disfruta...

  • Pero quiero hacerlo en su boca, quiero que se trague mi leche como él me hizo a mí...

  • No te da miedo que te pueda hacer algo? Morderte, por ejemplo...

  • Si me muerde lo mato.... Verdad que vas a ser bueno, Roberto...?

En sus ojos seguí viendo la misma mirada de odio y un gesto negativo de su cabeza. Le di una bofetada con todas mis fuerzas y volví a preguntárselo. Seguía negando, así que le volví a abofetear, hasta que cerrando los ojos hizo un gesto afirmativo. Sin decir nada me levanté, le quité la media escupiendo él el pañuelo y me senté a horcajadas sobre su pecho mientras me masturbaba ante sus ojos... Cuando sentí que me iba a correr le dije "Abre la boca, cabrón, toma mi leche.." , y empecé a soltar chorros de semen que cayeron en su boca, en su cara, en su pecho... Le hicimos que se la tragase y recogimos el resto con los dedos, obligándole a que los chupase también. Me quedé jadeando y mi tía se acercó a mi dándome un tórrido morreo jugando con nuestras lenguas. En ese momento le oímos hablar...

  • Vais a soltarme...?

- Tú que harías, cielo...? – me dijo mi tía...

  • Verás, tita, ya que estamos aquí quiero disfrutarlo todo, darle el mismo trato que él me dio a mí, romperle su culo de machito ibérico...

- XXX... – Una hostia bien dada – , perdón, Natalia... Por favor, perdóname. No sigas, te lo ruego... Ya me has humillado bastante, suéltame... Te juro que nadie sabrá nada de esto...

  • Cómo dices, cabrón? Eso mismo me dijiste el día antes de colgar las fotos, que nadie lo sabría... En cuanto a disculparte... Has tenido años, hijo de puta, no te hubiese costado nada una simple llamada, preguntarme cómo estaba pero, claro, eso es demasiado para un machote como tú... No sé si te hubiese perdonado, pero hubiese sido algo al menos...

  • Por favor, te lo suplico... Soltadme y me marcharé, nadie sabrá nada...

En ese momento habló mi tía...

  • Mira, cabrón... Destrozaste la vida de mi sobrina, la humillaste, te portaste fatal con ella cuando casi se te estaba entregando...

  • Pero..., éramos críos... Yo no sabía lo que hacía...

  • Eso dicen todos, que no saben lo que hacen... Pues mira, cabrón, le jodiste la vida...

  • Pero a ti no te he hecho nada, Ángela....

  • Ah, no...? No te parece poco las veces que me has insultado, que has pretendido humillarme y ponerme en evidencia delante de todos...? Cállate, por favor... Sobrina, fóllatelo, yo misma te ayudaré...

Y diciendo esto me ayudó a cambiar sus piernas de posición, flexionándoselas un poco y volviendo a atarle, metiéndole además un cojín debajo de sus caderas...

  • Me la vas a mamar, maricón. Te vas a comer mi polla y me la vas a llenar de saliva hasta que te diga que pares, y después te la voy a meter en ese gordo culo que tienes...

Sin esperar respuesta se la metí en la boca, cogiendo su cabeza con mis manos para follársela bien. Cuando consideré que ya estaba bien me levanté y me puse entre sus piernas, rozando mi polla por toda la raja de su culo y acercándola a su ano. Apoyé mi capullo en su entrada y empujé despacio, metiéndosela, hasta que noté resistencia. Su esfínter no me dejaba pasar y podía ver su cara de dolor. Se la saqué un poco notando como su gesto cambiaba a aparentar alivio, pero de golpe se la metí de un solo empujón, lanzando él un grito que creo debió escucharse en todo el pueblo. Mi tía se sentó sobre su cara sin pensárselo, rozando su mojadísimo coño y ordenándole que sacase la lengua y se lo lamiese. Sentí como su culo ofrecía menos resistencia y empecé a meterla y a sacarla, mientras él lamía el coño de mi tía y ambas nos besábamos, acariciándome ellas las tetas. La polla de él estaba durísima, sin duda efecto de las dos "viagras" que Ángela le había dado. Ella siguió haciendo fotos, tomando primeros planos de mi polla entrando en él o de su lengua lamiéndole el coño. De vez en cuando notaba como él estaba a punto de correrse, momentos en los que paraba para que no lo hiciese, continuando después con la follada. Así estuvimos hasta que ella se corrió la primera, anunciando yo que estaba a punto de hacerlo también. Mi tía entendió mi mirada y se levantó, cediéndome el sitio para que me volviese a correr en la boca de él, lanzándole toda mi descarga que se tragó sin remedio, ya que yo no se la sacaba de la boca...

  • Puedo hacerlo yo también...?

Mi tía y yo giramos la cabeza sorprendidas y vimos a Sandra desnuda en el quicio de la puerta masturbándose lentamente. Ambas asentimos a la vez. Sandra se colocó en la misma posición y se la clavó de golpe, follándoselo sin descanso, con su culo lubricado y dilatado por mi reciente penetración. Así estuvo dándole caña hasta que se corrió también en su boca. Cuando terminó nos besó a ambas y dijo que iba a ducharse dejándonos solas con él.

  • Bueno, - dijo mi tía – creo que ya podemos marcharnos...

  • Pero tía, no puedo salir así a la calle, se me notaría demasiado...

  • Tranquila, cariño. La pastilla que te di no era nada, una simple aspirina, pero te ha hecho efecto placebo. Las suyas sí que eran "viagra". Va a estar empalmado hasta que le duela y desee correrse y que se le pase el efecto cuanto antes...

  • Pero mira como estoy, tía...

  • Anda cielo, no te preocupes. Ve a darte una ducha fría y se te pasará... Espera, se me ocurre algo mejor...

Hizo algo que me dejó sorprendida, y fue arrodillarse ante mí, meterse mi todavía dura polla en su caliente boca y empezar a mamármela. Lo hizo de una forma muy diferente a como todo había pasado antes, despacio, tranquila, deleitándose en lo que estaba haciendo. Se la metía entera y apretaba mi culo para que no me saliese de ella, metiéndome un dedo en el culo que me hizo gemir de placer más todavía. Se levantó y me besó de nuevo, tumbándose en la cama abriendo sus piernas. Me hizo una señal para que me acercase ofreciéndome su coñito depilado. Así lo hice y entré en el hueco entre sus piernas. Fue una sensación deliciosa sentir como su vagina abrazaba mi polla. Me moví despacio, disfrutando el momento. Escuchaba sus gemidos de placer, como cruzaba sus piernas por detrás de mi culo apretándome a ella. Era una verdadera delicia oírla suspirar, decirme lo mucho que quería a su sobrina preferida, mientras Roberto nos miraba alucinado. De repente le anuncié a mi tía que me iba a correr y me dijo que lo hiciese dentro de ella, que quería sentirse llena de mi. No pude aguantar más y me corrí llenándole su cálido coñito, aguantando dentro de ella hasta que noté como mi polla se aflojaba y salía de su interior. Cuando salió me agaché ante ella y lamí su coñito, los restos de mi leche que salían de él, hasta que la hice correrse de nuevo, subiendo hasta su boca para besarla con la mezcla de mi semen y sus flujos en mis labios. Nos quedamos un momento tumbadas una al lado de la otra acariciándonos hasta que dijo que era mejor que nos fuésemos ya, así que fuimos al baño, nos dimos una ducha y nos vestimos para irnos.

Cuando salimos de aquella casa fuimos a la suya a hacer la maleta y después fuimos a desayunar las tres a uno de los pocos bares que estaban abiertos a esas horas. Cuando terminamos de hacerlo mi tía dijo que quería ver una última cosa antes de irnos. Cuando le preguntamos el qué nos dijo solamente que esperásemos y tuviésemos paciencia. Callejeamos por las calles del pueblo hasta que llegamos a las inmediaciones de la casa de mis padres, aparcando a una distancia prudencial.

En seguida supimos el motivo de su forma de proceder. Llevaríamos esperando en el coche unos 15 minutos cuando vimos llegar a mi madre y a mi hermana sin los niños y entraron en la casa. Era temprano y el pueblo estaba en relativo silencio, por lo que pudimos oír con claridad el grito que lanzó mi hermana. Salió corriendo de la casa, con mi padre detrás de ella, haciéndole gestos de que no quería volver. Pudimos oírla decir con claridad algo así como " No, papá, no pienso volver... Es que no le has visto tú también...?" . Imagino la cara que debió poner cuando entrase y viese a Roberto desnudo, atado a la cama abierto de piernas con la polla dura todavía y restos de semen en su cuerpo, oliendo sin duda al coño de mi tía...

Mi tía arrancó y salimos del pueblo con destino al lugar donde estaba estacionado mi coche para que Sandra y yo volviésemos a Madrid. Hicimos el corto trayecto en silencio, oyendo las noticias y la música de la radio, pero Ángela dijo una frase que se me quedó grabada a fuego en mi mente...


EPÍLOGO....

Unos días más tarde de volver del pueblo mi tía nos llamó para quedar para comer en un céntrico restaurante de Madrid, ya que yo estaba todavía de vacaciones y le había devuelto la visita a Sandra. Estábamos bromeando y diciendo cosas sin importancia hasta que a la hora de tomarnos una copa después del café mi tía sacó dos gruesos sobres de su bolso y nos dio uno a cada una. Eran las fotos de aquella noche y, efectivamente, no se veían nuestras caras, pero sí la de Roberto. Nos dijo que había sacado varios juegos de copias: dos para nosotras, otro para ella y otro para mi hermana que ya se había encargado de enviar. Al parecer mi tía también tenía motivos para querer vengarse de Roberto y odiarle, sobre todo por las veces que la había insultado por su condición de lesbiana o había intentado humillarla. Cuando hablamos con ella y le dijimos que íbamos al pueblo se le encendió una bombilla en la cabeza y vio clara la ocasión, por lo que había hecho todo lo posible para que nos encontrásemos con ellos. Brindamos por nuestro triunfo y decidimos irnos a celebrarlo a un hotel como sólo tres amigas como nosotras podíamos hacerlo....

No había pasado ni una semana más cuando sonó el teléfono de mi casa. Estaba con Sandra y ambas jugábamos en el sofá. Cuando le dije con quien estaba me dijo que pusiese el manos libres. Nos dijo que se había montado una buena en el pueblo, sobre todo por la postura de Roberto, pero que el detonante habían sido las fotos. Nos contó también que mi padre había salido indemne de aquellos hechos. En todo momento mantuvo que se pasó un poco con las copas y se fue a dormir, por lo que no se había enterado de nada. Cuando se quedó dormido después de acabar con Sandra ambas le habían puesto un pantalón de pijama y le habían acostado, cerrando la puerta de la habitación para que no se enterase de lo que sucedía dos o tres puertas más allá. Sandra dijo que al parecer la había aceptado de buen grado y que incluso se ve que fue uno de los mejores polvos de su vida. "Pobre viejo" , pensé. Al fin y al cabo se había dejado manipular por Roberto y mi hermana, la cual se había separado de Roberto cuando recibió las fotos e inició los trámites de divorcio, marchándose del pueblo a trabajar a otro sitio. Cuando terminamos de hablar hicimos el amor Sandra y yo, quedando exhaustas en la cama de tanto placer dado y recibido....


P. E.:

Han pasado unos años de aquellos hechos y a veces siento unos ligeros remordimientos de conciencia. No por Roberto, sino por mi hermana. Había destrozado su matrimonio, no hay duda, pero me queda el consuelo de saber que había ajustado cuentas con mi pasado y que me había vengado de la persona que había destrozado mi vida, aunque ahora sea relativamente feliz como soy, con mi trabajo, mis amistades... En esos momentos se me viene a la mente la frase que dijo mi tía mientras conducía, pero inmediatamente me contesto yo misma: "Siéntate a la orilla del río y verás los cadáveres de tus enemigos pasar..."

Mi hermana nunca supo quiénes eran las chicas que aparecían en las fotos con su ex marido, y creo que no llegó a imaginarse jamás que fuésemos nosotras. Sé que ahora está con un hombre tres años más joven que ella, que ha tenido otro niño y que trabaja en las oficinas de una empresa de transporte. Aparentemente es feliz.

Desde aquellos días no he vuelto a saber nada de ellos salvo lo que he contado y que Roberto al parecer había caído en el alcohol y quién sabe si en algo más fuerte, pero una noche estando en un local de ambiente de Madrid en compañía de Sandra y otras amigas cuando, al girar la cabeza, me pareció reconocer unos rasgos conocidos en una de las "clientas" del local. "No puede ser..." , me dije a mi misma. No le di importancia al principio, así que seguí bromeando con las chicas y bebiendo mi copa. Cuando volví a mirar, sin embargo, no la volví a ver. Recorrí el local con la vista intentando localizarla, pero aquella persona ya se había marchado dejándome con la intriga. ¿Imaginaciones mías tal vez...?

Como decía el título de una película de Robert Mitchum y Deborah Kerr..., "Sólo el Cielo lo sabe" ...

  • F I N -