El dulce
Nunca imaginé que una mujer como Isabel estuviera al alcance de mi mano.
Dicen que los sueños es la parte mas libre del ser humano, aunque lo que yo creo que en realidad uno es tan libre como lo sueña...
Isabel era una chica normal, quizá con menos pecho que la media de las chicas, pero sus caderas eran perfectas.
Yo tenía la suerte, para bien o para mal de ser su amigo, o cuanto menos de conocerla. El ultimo día que la vi ella se iba a estudiar fuera por un largo tiempo y yo no podía estar mas tiempo sin decirle lo que sentía hacia ella y la manera en que me atraía, era de esa manera... una manera comparable a como la tierra atrae a esos pedazos de universo simplemente para luego convertirlos en efímeras estrellas fugaces...
Ella me gustaba mucho y aquel día se lo dije, descargue todos mis sentimientos, a pesar de que ella tuviese novio, bueno, un novio no es un compromiso y mucho menos un marido.
Aquella tarde en el trabajo conocí a Isabel al 101%, cosa que nunca creí posible, porque la veía tan lejos y tan cerca como se pueda sentir la luna.
Y menos aun esperaba disfrutar de su sexo de aquella manera tan exquisita, ese día nunca se me borrara de la memoria y siempre que lo recuerde volveré a sentir esa sensación de satisfacción que recorre cada nervio de mi cuerpo. Como se estremecía su delgado cuerpo, como cabalgaba sobre sus caderas, eso fue el manjar de vida más divino que nunca probé aunque nunca le pedí mas de lo que ella me quisiera dar, solo me dejaba llevar, la dejaba llevar...
Todo empezó con un nocente beso en la mejilla que se desvió un poco de sitio y acabó saboreando la miel de unos labios tan dulces como esa miel prohibida para la mayoría y que solo se concede a unos pocos privilegiados, quizá contados con los dedos de una sola mano.
Después de besarnos inconscientes de lo que más tarde iba a pasar, nos metimos en una de las habitaciones del hotel en el que trabajaba la arroje sobre la cama en un a especie de arrebato en el que sentía que casi no podía controlar mi instinto animal, ese instinto que me empujaba a ir directamente al grano...
En vez de eso pude controlar la parte más salvaje y fui desnudándola lenta y suavemente, disfrutando de cada caricia de cada latido de su corazón, sintiendo como subía poco a poco la temperatura en ese cuerpecito de mujer.
Cuando por fin la logré dejar en ropa interior, que por cierto, no estaba nada mal, le desabroche el sujetador, aunque no era necesario, debido a su carencia de pechos. Pero eso careció de importancia frente a aquellas caderas que invitaban al sueño más erótico que cualquier ser humano pudiera tener. Ella estaba solo con las bragas azules con un bordado de diminutas florecillas (cada vez notaba mi erección mas dura), se las quité con la boca y descubrí todo el esplendor de su bello sexo.
Como sospechaba, Isa, como cualquier otra chiquilla, tenia abundante vello pubico, cosa que solucioné en pocos minutos con la maquinilla de afeitar que tenia en el neceser que usaba por las mañanas para arreglarme cuando me tocaba hacer noches.
Des pues de unos minutos quedo sin vello, algo que me excitó aun más, si cabe. En ese momento no pude reprimirme y no tuve mas opción que empezara a acariciarle el sexo suavemente con la lengua... mmmm... en ese momento noté como se estremecía, por lo que le gustaba, yo seguí, cada vez mas y más intentando buscar su clítoris para poder saborearlo y sentir como ella se estremecía de placer... yo en ese momento estaba muy excitado, pero supe controlarme un poco y seguí disfrutando de aquella delicia hasta que noté como subía la temperatura y acto seguido se me llenaba la boca de ese jugo, mezcla de mil sabores y mil olores que invitaba tan solo a seguir disfrutando de aquel momento como si fuera el ultimo de la vida, sin importar cual quiere otra cosa. En aquel momento el tiempo se detuvo para mí en la eternidad, un momento que disfruté infinitamente y que daría lo que fuera por volver a sentir.
Cuando los flujos cesaron, Isabel se incorporó y me desnudó del todo. Aunque mi forma física dejaba algo que desear, a ella no pareció importarle mucho y fue cuando comenzó a masturbarme.
Sostuvo entre sus manos mi pene y empezó suave al principio, después un poco más rápido y al poco lo acompaño acariciando el glande con su dulce y cálida lengua, momento en el que sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo.
Ella siguió masturbándome primero despacio y luego rápido, acelerando y decelerando, hasta que al final me corrí... mmm.. fue una buena corrida.
Después de esto nos seguimos besando, sin dejar de estar excitados empezamos a sentirnos vacíos, sentir que necesitábamos complementarnos el uno con el otro. Fue en ese momento en el que la coloqué sobre la cama, me puse el preservativo y le dije que tendría cuidado y que intentaría ser lo más delicado y suave posible...
Primero le puse la punta del pene en la entrada de su sexo, y de inmediato sentí como ella tenia la necesidad de sentirse llena... despacio y con suavidad fui introduciendo mi pene en su sexo, suave, despacio, sin ninguna prisa, sintiendo y disfrutando de su sexo hasta la total penetración.... mmmm...
Una vez dentro, fue fácil acelerar el ritmo y cabalgar los dos juntos por la senda del placer, un placer solo comparable con la sensación de alcanzar el cielo con la punta de los dedos, estar allí, en el cielo por unos instantes, para luego caer a velocidad de vértigo.
Aquella tarde nunca la olvidare, porque Isabel siempre permanecerá en mi memoria y siempre hará estremecer a mi corazón.