El dueño incansable (8)

El dueño utiliza a su sierva mas reciente incluso haciendo negocios.

En aquella ocasión habían acudido a un lujoso edificio de oficinas en el centro de la ciudad. Como siempre, Gloria conducía el vehículo y también como siempre el resto de las esclavas acompañantes entretenían durante el trayecto la polla de su amo. En esta ocasión le había tocado a Chupa, que se había esmerado en mantener caliente y erecto el miembro del hombre recogiéndolo entre sus tetas y frotándolo rítmicamente. Elena había recibido las atenciones del escrutador dedo de su propietario en el coño que, ocasionalmente, también le había magreado el culo con suavidad.

Cuando llegaron a su destino el coche desapareció llevándose a Gloria y Chupa.

Elena y el amo se quedaron de pie ante la puerta. La joven llevaba una escueta minifalda de vuelo y un top ajustado que juntaba y realzaba sus pequeños y redondos senos. Tenía que hacer verdaderos esfuerzos al caminar para que la falda no dejara al descubierto por completo su conejo y sus nalgas.

Un portero uniformado acudió a recibirles y les condujo hacia el interior. Cuando llegaron a las escaleras Elena se adelantó a su propietario. Sabía que a él le excitaba verla subir las escaleras, ver sus piernas largas, realzadas por los altos tacones, y sus caderas en movimiento, ver como en cada peldaño el culo y el coño que eran de su propiedad se dejaban ver fugazmente. Probablemente le recordaba aquella primera ascensión en el que las prietas nalgas de la joven sirvieron para masturbarle ampliamente.

Llegaron al segundo piso y el portero se paró ante una puerta. El amo sujetó a Elena por la cintura y la atrajo hacia sí. La besó en el cuello con unos labios tórridos que hicieron arder la piel de la esclava y la estrujó contra sí hasta que la joven sintió el miembro tieso contra su cadera.

  • Ahí dentro tienes que impresionar a nuestro anfitrión

  • Lo intentaré, mi dueño - dijo la joven sumisa, bajando la mano hasta la entrepierna del hombre para acariciar el paquete

  • No basta con eso. Has de hacerlo como nunca para mi placer

  • Para su placer, mi señor

El portero abrió la puerta y Elena pudo contemplar a un hombre sentado en un sillón de reuniones. Entre sus piernas había una mujer rubia aplicándose con la boca a su tranca

  • Pasa buen amigo, pasa - saludó jovialmente al amo

El dueño de Elena entró en la sala y se acercó a estrechar la mano que su anfitrión le tendía por encima de la mujer que se la estaba mamando. Luego se sentó en un sillón junto a él. Elena ocupó su puesto de sometimiento tras el sillón.

  • Espero que no te importe - dijo señalando vagamente a la mujer- Me aburría y siempre es bueno que alguien te relaje de la tensión en las reuniones de negocios. Por eso me he traído a esta vieja puta.

Elena miró a la mujer. Era cierto que ya no era una jovencita. Rondaría los 35, pero aún conservaba un buen cuerpo sin que este llegara a ser espléndido. Su culo parecía todavía firme y apetitoso.

  • Yo me he traído a la mía - respondió el amo.

Como guiada por una resorte Elena comprendió que había llegado el momento de dar servicio a la polla que mandaba en su vida. Esta era una reunión entre iguales, no como la cita en la cadena de televisión, y se trataba de impresionar al otro con tus posesiones.

La joven arqueó la espalda sin doblar las piernas, como le gustaba a su amo y desabrochó la bragueta. Con las manos sujetó los huevos por debajo del calzoncillo y comenzó a masajearlos mientras con los dientes bajaba el elástico hasta que la tranca la golpeó en la cara.

Sin hacer caso a las dos mujeres que se esforzaban en conseguir su placer, los dos hombres comenzaron a hablar de negocios. Elena utilizaba la punta de la lengua para lamer el glande de su amo y masajeaba los huevos. La otra mujer, menos adiestrada, deglutía salvajemente la tranca de su propietario intentando mantenerla constantemente introducida en su garganta.

Distraídamente el amo echó mano a su culo. Introdujo dos dedos en su conejo y comenzó a frotar mientras con el resto de la mano sujetaba una de las cachas que Elena ofrecía blancas y duras bajo la falda. Desde allí dirigiría la mamada de su esclava.

La conversación continuaba y el amo estrujó la cacha. Elena cambió de servicio y sujetó con los dientes el glande, introduciendo la lengua en la raja del mismo. Sus dedos corrieron por la verga arriba y abajo. Luego beso cada una de las pelotas de su propietario y finalmente se introdujo el miembro en la boca. Lo saboreo como el que paladea un manjar y lo lamió antes de comenzar a succionarlo lentamente. Satisfecho, el amo la recompensó masturbando su conejo ampliamente.

Así continuó durante toda la conversación. Cada vez que el amo lo requería con un cachete en el culo o un pellizco en la raja, ella aceleraba el ritmo de la mamada y cambiaba el masaje interno. Con la lengua, los dientes, la campanilla o los labios. Se había convertido en un instrumento sexual que su amo podía dirigir sin ni siquiera hablarla.

Estuvo a punto de perder la concentración en su servicio cuando escuchó el chasquido. Abrió los ojos sin dejar de mamar la verga de su amo y vio como el otro hombre golpeaba a su servidora.

  • Has acabado demasiado pronto - se quejó mientras impedía que la mujer, que perseguía desesperada el miembro con la boca, volviera a introducir la polla en su garganta ahora llena de semen de la reciente corrida de su amo- Apenas hemos llegado a un trato, mala puta.

Elena no desistió de su servicio ni lo aceleró. Su amo estaba demostrando que era capaz de controlar los cuerpos que le servían para el placer.

  • Estará perdiendo facultades - comentó su propietario- Tu siempre la has adiestrado muy bien

  • Me dan ganas de meterla en el lote

Al escuchar eso, la mujer se lanzó a los pies de su dueño y comenzó a besárselos. Al principio el hombre la pisó el culo impidiéndola moverse, pero finalmente sucumbió ante la sumisión y permitió que su hembra le limpiara la verga con las tetas.

  • Da igual - dijo el dueño de Elena- Yo también quiero acabar.

Era la señal. Elena cerró las piernas sobre los dedos de su amo y comenzó a comer polla con todas sus ganas. Su lengua perforaba el glande y sus labios succionaban con fruición. Cuando la verga estaba a punto de estallar. La sujetó con las manos y posó sus labios sobre el glande.

  • Por favor, amo - dijo con un tono de suplica absoluta- correos dentro. Dejad que me lo trague.

  • No

Ella meneó tan sólo dos veces el miembro sin apartar los labios del capullo y el semen de su dueño bañó su rostro. Había cumplido su misión. Había dado placer hasta que el amo le había requerido una corrida, que había sabido propiciar para satisfacción de su dueño. Se sintió extrañamente satisfecha.

  • Se trata de que siempre busquen una recompensa. A veces se las da y a veces no - dijo su amo mientras se levantaba.

Elena, sabiendo que no podía usar la boca para limpiar a su amo, le ofreció el culo.

Se giró y, de nuevo con la espalda arqueada, le ofreció las cachas que ahora estaban libres de la breve ocultación que propiciaba la falda. El otro hombre contemplaba, aún con el pie sobre su sierva, aquel ofrecimiento, asombrado a la vez por el maravilloso culo que veía por primera vez y por la muestra de sumisión total de Elena, que empleó las manos para apartar las cachas y permitir que la tranca que mandaba en su vida se albergara en ellas.

Cuando sintió aquel tronco de carne ardiente sobre ellas, las cerro y las frotó para eliminar de ellas todo resto de semen y depositarlo en su culo.

Cuando el amo consideró que todo estaba bien, palmeó el trasero de su propiedad y Elena, con el semen aún resbalando por su cara como el último honor concedido por su señor, se volvió de nuevo, encaró la tranca, besó el capullo y lo recogió dentro del pantalón.

Luego se arrodilló junto a la pierna del hombre mirando al suelo

  • ¿Esta el amo servido?

  • De momento si, pequeña - le dijo su propietario mientras le tendía una mano para que se levantara- Vamos a buscar la rúbrica de este acuerdo.

Continuará

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