El dueño incansable (2)

El amo prosigue adiestrando a su nueva adquisición, elena, y usando a sus siervas.

Apenas habían pasado dos horas. Elena estaba en la trastienda cuando escuchó a alguien entrar en la panadería. Saludó sin asomarse y no recibió respuesta.

El hombre penetró sigilosamente y corrió el cerrojo de la puerta. Mientras giraba el cartel de cerrado y bajaba las persianas atisbó el cuerpo de Elena en la trastienda. Por encima de sus curvas y sus esbeltas piernas, resaltadas por la falda negra del uniforme. Algo le llamó la atención y no pudo evitar echarse mano al paquete.

Esperó apoyado en la pared a que Elena apareciera en la dependencia.

Cuando lo hizo, se sobresalto de ver la puerta cerrada y miró en todas direcciones hasta que logro ver al hombre apoyado junto a la pared lateral.

_ Hoy he venido a cerrar yo. ¿te importa?

  • En absoluto, mi dueño - contestó la joven mientras dejaba escapar un suspiro.

  • No está bien que me saludes con tanta frialdad, Elena

El hombre se echo a reír cuando vio a la joven arrodillarse junto al mostrador. Comenzó a masajearse la entrepierna mientras Elena sin levantar la vista vio como la otra mano penetraba por el escote de su camisa hasta estrujar una de sus tetas. Su cuerpo se estremeció ante la caricia, pero permaneció arrodillada.

  • Sigue con tu trabajo, me gusta mirarte.

Ella se levantó y escuchó como la camisa se rasgaba con el movimiento, ya que el amo había mantenido la presa sobre ella.

Sus redondas tetas saltaron del sujetador y así, con los pechos restregándose sobre el frío mármol del mostrador Elena hubo de comenzar a limpiar expuesta ante la mirada de su propietario que no dejaba de menearsala.

Finalmente, se la sacó y colocó los huevos encima de la piedra. La verga, completamente tiesa, estaba a apenas unos centímetros del rostro de la joven que comprendió que se avecinaba otra sesión de satisfacción para su amo.

  • ¿Por qué te has teñido, putón?

Elena había pasado por la peluquería y se había teñido de rubio. Era un intento de cambiar para ver si de esa forma conseguía excitar menos al hombre que ahora la poseía como un objeto. No podía decirle eso, así que improvisó.

  • Para resultar más atractiva, mi dueño. Todo lo que hago es para que podáis obtener mayor placer de mi.

Él sonrió y le golpeó el rostro con la polla.

  • No son las mentiras cachondas el placer que espero de tu boca, esclava.

Elena comprendió e intentó alcanzar la verga con los labios.

Su amo la apartó un poco y las tetas resbalaron sobre la piedra del mostrador mientras ella intentaba alcanzar la polla, temerosa de que el amo la reprendiera por su tardanza en comenzar la mamada.

El seguía retirándose hasta que las tetas de Elena colgaron por el otro lado del mueble. Sus pies ya no tocaban el suelo y su culo se erguía sobre el mármol. Sin dejarla alcanzar aún el miembro que debía chupar, su amo alargó el brazo y la agarró la falda tirando de ella hacia arriba.

  • Veo que estas ansiosa por disfrutar otra vez de mi polla en tu boca- le dijo mientras subía la prenda hasta la cintura. Un culo impresionante le saludó bajo la braga. En esa posición era completamente accesible a su mano.

  • Por favor, señor. Dejadme chuparos la polla - suplicó Elena deseando acabar con aquella situación.

El se apartó un poco más y ella, a punto de caer hubo de ponerse boca arriba para poder seguir persiguiendo el válano de su dueño.

Esto le lleno de gusto al amo que la dejó por fin acoplarse mientras comenzaba a pellizcar sus tetas, lanzadas ahora hacia el techo y a su entera disposición en esa posición.

La joven chupaba rítmicamente, como había aprendido en su primer encuentro y mientras el miembro penetraba en su garganta, utilizaba la lengua para excitar el glande del hombre.

  • Tienes muchos recursos - dijo él acariciando sus tetas y pasando una mano a la entrepierna de la joven mientras empujaba salvajemente la verga en el interior de la garganta de Elena que, pese a que apenas podía respirar, se esforzaba por seguir lamiendo el capullo de su dueño.

Durante un instante el sacó el miembro y lo acomodó entre las tetas de Elena. La joven sabía que tenía que seguir mostrando su interés para que aquel ser que había pasado a ser su propietario no se enfadara.

Alzó los brazos y se sujetó ambos pechos para mantener entre ellos la polla y comenzó a masajearla con fuerza. Tras respirar unos instantes aplicó sus labios a los huevos del hombre y comenzó a besarlos y a lamerlos.

  • Eres muy buena - dijo él entre gemidos. Estaba a punto de correrse y eso le hacía disfrutar aún más de la humillación a la que estaba sometiendo el maravilloso cuerpo que le pertenecía. Así que apartó la polla de entre las tetas de la joven y la introdujo de nuevo en su boca.

  • No desperdicies nada- la ordeno mientras se corría y Elena, ya a esas horas una esclava perfecta y completamente sumisa, empezó a deglutir aquel semen caliente que le indicaba que había dejado a su dueño y señor satisfecho.

Sin permitirle que sacara la verga de la boca le ordenó que la lamiera hasta dejarla limpia. Ella se aplicó con esmero y en poco tiempo había tragado todos los restos del muy nutrido esperma de su amo.

En aquella postura indigna Elena tuvo un pensamiento casi fugaz.

¿Por qué aquel hombre, que podía hacer de ella todo cuanto quisiera, aun no la había follado?

Las lagrimas brotaron de sus ojos. Hasta tal punto se había convertido en esclava de ese miembro que se sentía preocupada por no haber sido penetrada por su amo. Alzo el rostro y la mano del hombre, posada sobre su garganta la obligó a mantener el cuerpo arqueado sobre el mostrador y la boca a la altura de sus huevos y polla.

  • No te atrevas a levantarte sin permiso - la espetó él mientras volvía a estrujar su rostro con su polla- Debes pedirme permiso para todo.

Sus dedos se introdujeron entre la braga y el coño. Elena sintió el ataque en su raja y se contrajo tumbada encima de la piedra. Ahora el coño estaba completamente exhibido y el, sin contemplaciones, agarró la braga y la arrancó de un tirón.

  • ¿El amo me follará ahora? - preguntó Elena, sorprendida de sus propias palabras.

El hombre jugó con el coño que le servía hasta que comprobó que estaba muy húmedo. Entonces lo palmeó con las dos manos muy sonoramente.

  • Está mas que preparado para recibir ese gran honor - contestó mientras daba la vuelta al mostrador y se colocaba en posición de empalar a la joven.

Elena sabía que ese era su destino y él sabía que ella lo conocía. Disfrutaba de como ella había reconocido que a partir de ese momento era lo único para lo que servía y para lo que sería utilizada.

Restregó su polla contra aquel coño anticipando el momento en el que lo haría definitivamente suyo, luego se apartó y se dirigió a su esclava.

  • Te he quitado las bragas. No olvides que sólo yo tengo poder para permitirte volver a ponértelas. Por ahora te dejo

  • Si, mi dueño. Elena se contraía cuando los dedos del amo exploraban su vagina.

  • Mudaté. Así comprobaré esta propiedad que tanto me ofreces- dijo pellizcando el coño de su nueva esclava.

  • Como gustéis.

Poco o nada tenía que decir Elena con respecto a la orden recibida de su amo.

Volvió a su casa y comenzó a recoger sus cosas. Agradeció que no estuviera su familia. Todos estaban trabajando y nada sabían de los que estaba la chica haciendo por ellos

Había previsto algo parecido y, desde que comenzara el plazo por el hombre les había preparado para el abandono del domicilio.

Al colocar la ropa íntima en el interior de la maleta se preguntó en silencio si alguna vez volvería a utilizarla. Si su amo le daría permiso para ponérsela o pretendería tener siempre el sexo de su esclava a su entera disposición y no volvería a dejarla taparlo una vez que se lo hubiera mostrado.

Con la maleta hecha descendió por las escaleras y se encaminó hacia la residencia del hombre que ahora gobernaba su vida.

Mientras Elena caminaba cansinamente hacia su destino, Laura se afanaba por seguir manteniendo contento a su amo. Sentada junto a él en el asiento del coche, sus magníficos pechos se restregaban una y otra vez sobre el tórax del hombre mientras este, ignorando totalmente los esfuerzos de la chica, hablaba por teléfono.

El vehículo era amplio y la permitía moverse para satisfacer las exigencias del hombre que, en un momento dado, le indicó que se desnudara.

Ella lo hizo y sus tetas saltaron como misiles buscando la libertad más allá del ajustado top que su propietario le obligaba a llevar

  • Dale marcha a estas domingas, Laura. Están ansiosas de rabo.

  • Desde luego, mi amo - contestó la joven sumisa al tiempo que empezaba a aplicar los pechos en la entrepierna del hombre.

Sabía que su dueño siempre deseaba tener lo más mano posible cualquiera de las herramientas con las que Laura lograba cumplir con su misión y por ello, en lugar de arrodillarse frente a él, se colocó a cuatro patas en el asiento de al lado, de modo que su redondo culo quedaba a disposición del hombre que ocasionalmente lo palmeaba con fuerza para indicar a la joven que persistiera en el esfuerzo de complacerle. El resto del tiempo lo acariciaba distraídamente.

Laura intentó desabotonarle el pantalón para comenzar la cubana que estaba segura que acabaría con una nueva corrida de su insaciable dueño, pero este la retuvo.

  • tengo que reservarme para recibir como conviene a tu nueva compañera.

Eso relajó un poco a Laura que cometió el error de apartar sus tetas de la entrepierna del hombre. Este reaccionó con furia.

La cogió un pecho y estrujó el pezón hasta que la joven gritó. Luego, agarrándola por el cuello, volvió a encajar sus tetas en la entrepierna y la palmeo varias veces el culo hasta que la joven empezó a besar el paquete pidiendo perdón.

  • aunque no te folle quiero estar caliente.

Elena esperaba con su bolsa en la entrada del edificio. Había llegado hacía más de veinte minutos y nadie respondía a sus llamadas, así que decidió esperar. Había encendido un cigarrillo cuando vio aparcar frente a ella un coche grande con los cristales tintados. Supuso que el amo llegaba dentro.

Una mujer descendió del vehículo por la puerta del conductor y sin prestarle la más mínima atención lo bordeó para abrir la puerta trasera. Cuando lo hizo se colocó juntó a ella, pegada a la carrocería y entonces Elena pudo contemplar la escena que se desarrollaba en el interior.

Laura estaba recostada sobre las piernas del dueño con las tetas incrustadas en su entrepierna.

Con ambas manos las frotaba contra el paquete del amo, mientras este jugueteaba con la mano en la raja de su sierva. Tres dedos se introducían en su coño, arrancando gemidos con cada movimiento de la garganta de la esclava.

Sin dejar de magrear a la joven, el hombre se volvió hacia Elena y esbozó una sonrisa. ¿Es que aquel hombre no se cansaba nunca de usar a sus hembras?, pensó Elena mientras el hombre pellizcaba el soberano culo de Laura antes de abandonar el coche.

Iba directo hacia ella, pero un instante antes su mirada se detuvo en la conductora que aún permanecía quieta ante la puerta con la mirada clavada en el suelo.

  • Espero que lleves tu uniforme en regla -, comentó el hombre.

Por toda respuesta la mujer, una hembra escultural, con una melena rubia rizada que le caía sobre los hombros, comenzó a desabotonar la larga guerrera gris. No llevaba nada en las piernas, salvo unas largas botas negras que le llegaban hasta los muslos. Allí, en medio de la calle, mostró al dueño su cuerpo desnudo, acentuado por un corsé que resaltaba sus perfectas tetas. Así quedó expuesta completamente ante el hombre que se acercó a ella e introdujo la mano entre sus piernas hasta que esta llegó al culo, que estrujó con fuerza. La mujer se estremeció ante la arremetida, pero inmediatamente arqueó la espalda para que el hombre consiguiera un mejor acceso a su parte trasera.

  • Esta bien, Gloria. Eres una chica obediente.

El hombre se volvió hacia Elena y la hizo un gesto para que andara delante del él. Ella llevaba una falda corta y una camisa blanca muy parecida al uniforme que utilizaba en la tienda.

Aún con las tetas al aire, Gloria, sin duda otra esclava de aquel hombre, corrió para abrir la puerta del portal. Una vez dentro se encaminó hacia el ascensor seguida de Laura. Elena fue a seguirlas, pero su amo la sujetó por la cintura y de un empeñón la lanzó hacia la escalera.

  • Ellas tienen trabajo que hacer. Nosotros subiremos con más tranquilidad. Ponte esto – dijo arrojándole las bragas

Elena hizo caso y comenzó a subir los peldaños. El hombre veía como su culo se contoneaba con cada paso y disfrutaba de saber que podía ser suyo en cualquier momento, qué podía acceder a él cuando quisiera.

  • Las perras andan a cuatro patas, Elena.

La frase bastó para que la joven se lanzara sobre la escalera y comenzara a ascender de esa forma. Su amo la seguía por detrás contemplando el culo que le pertenecía y que ahora se ocultaba bajo las bragas que él había permitido a Elena ponerse. En esta humillante posición Elena intentó acelerar el ritmo, pero sintió como la mano de su propietario se clavaba en su pelo ralentizándola.

-¿Quieres quitarme la diversión, putilla?

  • No, si señor.- Elena sabía que tenía que hacer algo para complacer a aquel hombre.

Era lo que se esperaba de ella. Pensó rápidamente. Su amo había demostrado un gran interés por su culo tanto en la tienda donde había utilizado por primera vez esa parte de su cuerpo ampliamente para excitarse, como ahora en la escalera. Así que decidió ofrecérselo de nuevo en mejores condiciones.

Arqueó la espalda hacia arriba y despegó las rodillas del suelo. Apoyada en las manos y los pies comenzó a menear sus impresionantes cachas. Era una sugerencia de que hiciera con aquel perfecto trasero lo que se le antojara.

El hombre captó el mensaje y soltó una carcajada al tiempo que palmeaba con fuerza el culo que su esclava le ofrecía. Ella rompió a llorar, no por el dolor que le produjo el golpe, sino por la conciencia de que ya no era dueña de su vida, que se había convertido en el objeto que aquel hombre utilizaría para su diversión.

  • Acóplate, Elena, si estás tan ansiosa de ofrecerte. –le dijo su amo a sus espaldas.

Ella buscó furiosamente la entrepierna del hombre con el culo, moviéndolo hacia atrás y hacia los lados hasta que notó el bulto duro que era su polla. Entonces comenzó a frotarlo mientras subía los escalones con las manos y los pies en el suelo.

Él observaba los esfuerzos de su nueva adquisición y disfrutaba del espectáculo que era contemplar como aquel maravilloso culo se frotaba contra su miembro. Era pequeño, pero redondo y firme y la joven hacía todo lo posible para que su culo siguiera masturbando la polla que se había convertido en su dueña. Cada error era castigado con un cachete.

El hombre decidió tomar mayor posesión de ella y, mientras subía los escalones deslizó sus manos bajo la falda de la joven. Sus muslos, firmes y blancos eran un premio para las manos de su amo, que se dedicó a masajearlos. Elena temía que alguien bajara por la escalera y contemplara la escena y ese temor, unido al súbito temblor que le produjo el contacto de las manos de su dueño le hizo perder el equilibrio y caer de nuevo a cuatro patas. El hombre se enfadó.

  • ¡Por favor, mi señor...! –imploró la joven -.

  • Nada de por favor –atajó él al tiempo que tiraba de la falda para volver a incorporarla- Tu existes para servirme y si no me sirves bien no vales para nada. Tienes que aprender que esto siempre tiene que estar contento- agregó mientras echaba mano al paquete.

  • Si, mi señor – aceptó la joven que intentó levantarse.

En ese momento la falda se rasgó y quedó en manos del propietario de Elena, que la arrojó en la escalera. Tan sólo le quedaba ahora como protección la minúscula braga blanca. Elena recuperó la posición y volvió a acoplarse a la entrepierna del hombre. Este comenzó a inspeccionar bajo las bragas. Las dos manos rodearon los muslos y se introdujeron bajo la elástica hasta alcanzar el coño de la joven.

La ascensión se hizo más lenta porque Elena debía soportar parte del peso de su amo que se recostaba sobre su espalda para alcanzar el coño, que ahora masturbaba con un dedo de cada mano.

Elena no pudo evitar soltar un gemido que coincidió con los primeros jugos que su raja soltó ante la estimulación.

  • ¿Te gusta, verdad? – preguntó el hombre al tiempo que aumentaba el ritmo de penetración de los dedos.

¿Cómo podía pensar aquel ser que ella disfrutaba siendo humillada de esa manera? Nadie podía disfrutar siendo un objeto sin opinión y sin capacidad de elección. Su cuerpo reaccionaba sexualmente por impulsos físicos, pero aquel que se ha había apropiado de su cuerpo nunca poseería su alma. Nunca iba a conseguir que ella se corriera.

Pese a sus pensamientos, su situación no la dejaba opción. Tenía que ser una puta perfecta, una esclava sumisa que proporcionara el máximo placer y eso incluía que su amo fuera consciente de su sumisión, de que le pertenecía en absoluto. Su amo y, por encima de todo, la polla de su amo.

  • Si amo, me gusta complaceos.

El hombre volvió a palmearla las nalgas instándola a reanudar la marcha. Las piernas de Elena avanzaban un escalón por detrás de su amo, mientras que sus manos lo precedían, un escalón por delante. Cada vez que el hombre quería ascender un peldaño empujaba con un golpe de cadera el culo que se frotaba contra su paquete. Así, la ascensión se hacía interminable y dolorosa, más cuando su amo reanudo la exploración de su húmedo conejo volcando de nuevo el peso sobre su espalda.

Los dedos de una mano abrieron los labios de su vagina por debajo del encaje de la braga, mientras que un dedo de la otra comenzó a penetrar en el interior. El delgado cuerpo de Elena se estremeció y el frotar de su culo contra la entrepierna de su amo comenzó a aclimatarse al ritmo que imponía el dedo que escrutaba su coño. No podía evitar el calor que emanaba de su intimidad y se extendía por sus piernas y su vientre hasta hacerla abrir la boca y exhalar otro gemido. El cansancio se hacía infinito y la tensión que la postura generaba en sus piernas la otorgaba una firmeza que el nuevo dueño de la vida de la joven estaba disfrutando.

Con cada paso, el hombre le hacía una pregunta.

  • ¿Estás dispuesta a servirme?

  • Si mi amo

  • ¿Me obedecerás?

  • Si, mi señor. Siempre

  • Mientes

  • No, mi señor. Estoy dispuesta a obedecer en todo. Soy vuestra

  • Tenlo por seguro

  • Si señor

  • Disfrutas arrastrándote así, como una mala puta, ¿Verdad?

  • Mucho, mi señor. No hay nada que me haga disfrutar más que saber que sirvo para daros placer.

El hombre se detuvo y Elena temió que esa muestra de lealtad le hubiera parecido demasiado falsa y acarreara un castigo. El dedo que penetraba su coño se movió con más rapidez y los flujos comenzaron a manar la tiempo que los gemidos de la joven se transformaban en aullidos.

  • No me mientas, chicas. Ahora crees que es imposible, pero llegarás a arrastrarte pidiendo cosas como esta. No habrá un momento en el que no sueñes con que te la meta por todos los agujeros de tu cuerpo y te correrás con sólo pensar en mi polla.

Llegaron a un descansillo. La escalera se hacía más estrecha y angosta y la joven volvió a resbalar al intentar continuar la ascensión. Se encogió a cuatro patas sobre el primer escalón esperando un nuevo castigo de su señor.

Este no llego. El hombre dejó de masturbarla, lo que provocó una alivio inesperado, tanto por el hecho de evitar su excitación, como por el rubor que sentía por experimentarla.

Se situó tras ella, con el rostro debajo del maravilloso culo y volvió a deslizar la mano por entre las piernas de la joven, que las abrió todo lo posible para que el brazo pasara sin dificultades. Entonces agarró la elástica de la prenda y tiro de ella hasta que la separó del cuerpo de la joven con un sonoro ruido de rasgado.

  • Ya está –concluyó mientras observaba el coño ahora completamente expuesto a su mirada- Ya no te las pondrás salvo que te portes bien.

La muchacha estaba agotada del periplo por las escaleras y pensó que si la follaba allí mismo podría acabar con aquella tortura y la dejaría llegar tranquilamente a su destino. Por eso se volvió y se sentó en el escalón mostrando la esplendidez de su conejo en toda su extensión al hombre que la martirizaba y que llevaba jugando con él toda la ascensión. Con ambas manos apartó los labios y le ofreció el agujero para que dispusiera de él

  • Tomádme ya, amo. No puedo resistirlo más –musitó la joven- Necesito que me hagáis vuestra. Añadió para que no pareciera una queja en lugar de una solicitud ansiosa de cumplir la función que su propietario la había encomendado.

El hombre se quedó mirándola aún con las bragas en la mano. Se acercó lentamente a ella y puso su paquete a la altura de su rostro. Era un bulto duro.

-Sacamelá –ordenó. Cuando Elena se apretó a obedecer bajando la cremallera, él detuvo la mano- Con los dientes- volvió a ordenar.

Elena obedeció una vez más y con los dientes bajó la cremallera y luego bajó el elástico de los calzoncillos. El miembro, duro y tieso, le golpeó en el rostro y ella se apartó unos centímetros. El hombre también se retiró y observó atentamente la escena.

Elena, con las piernas completamente abiertas, se acariciaba el coño para excitarle. Cuando vio que el se llevaba la mano a la verga y comenzaba a meneársela empezó a mover las caderas para incitarle a clavar su tranca en el húmedo agujero en el que volvía a apreciarse la excitación causada por la dolorosa masturbación a la que la había sometido hacía unos instantes.

La misma joven se sorprendió de se capaz de hacer eso y no podía apartar la mirada del miembro que se enderezaba a pocos pasos de ella. No era una polla larga en exceso, pero su grosor era impresionante. La joven estaba convencida de que cuando su propietario decidiera penetrarla el dolor sería enorme.

Pese a ello, siguió instándole a hacerlo. Todo era preferible a que continuara aquel calvario que estaba pasando para que el hombre disfrutara de su culo.

  • ¿No os apetezco, mi señor? - susurró mientras acariciaba su espléndido coño. Soy vuestra, hacédmelo ahora.

El amo se acercó sin dejar de masajearse la tranca. La joven arqueó la espalda segura de que el iba a empalarla allí mismo, pero el hombre introdujo una mano en el interior de su blusa y comenzó a acariciar una de sus tetas.

Redondas y blancas, las tetas de la joven eran pequeñas pero apetecibles por su firmeza. Ella intentó resistir la excitación que le producía la caricia, aunque mantenía la postura para estar disponible en todo momento para la polla de su dueño.

No pudo resistirse y con el suave masaje los pezones comenzaron a ponerse erectos. Elena gimió y entrecerró los ojos, segura de que el momento en el que iba a ser bautizada como esclava sexual de aquel hombre se acercaba.

Sin embargo el apartó la mano de su tranca y la deslizó sobre el coño de la joven. Un conejo perfecto que ahora le pertenecía por entero y que podría follar cuantas veces quisiera. Como para refrendarlo sujetó un pequeño mechón del castaño vello que lo adornaba, al tiempo que con la otra mano sujetaba uno de los sensibles y erectos pezones. La verga golpeaba en el muslo de Elena.

La chica grito de dolor al tiempo que intentó apartarse. La abotonadura de la blusa saltó y quedó completamente desnuda con las lágrimas producidas por el dolor resbalando por el rostro.

Su amo la agarro del pelo y volvió su rostro hacia arriba. La tranca, aún fuera de los pantalones, la golpeó el rostro.

  • Ese conejo es mío, mala puta. Nadie te ha dado permiso para tocarlo. Tu cuerpo me pertenece y sobre todo tu maldito coño. No lo taparás sin mi permiso, no lo lavarás sin mi permiso y desde luego no te correrás sin que yo te de permiso. ¿Acaso crees que tienes derecho a disfrutar por tu cuenta?

  • Sólo quería complaceos mi señor - argumentó Elena soportando el tirón del pelo y rozando con los labios la polla cada vez que hablaba - Sólo quería daros placer y que os sintierais contento de haberme dado la oportunidad de ser vuestra esclava.

  • Querías marcharte de rositas. Yo te diré cuando tienes que tocarte o cuando has de ser follada. Yo te lo diré todo porque eres mía ¿comprendes?. Mía - el hombre arrojó las bragas de un puntapié escaleras abajo y levantó a la joven de un tirón. Luego la empujó hacia el suelo haciéndola caer de bruces.

  • Arrástrate a por ellas como las perras y tráelas en la boca.

Elena obedeció. En tan sólo unas horas aquel hombre había conseguido que ella ni siquiera pensara en rebelarse y eso la entristecía. Froto todo su cuerpo contra la fría piedra mientras su amo a sus espalda no dejaba de menearse la polla. Recogió la prenda con los dientes y volvió a arrastrase de igual modo hasta quedar a los pies de su dueño.

  • Me habías ofrecido tu culo. Cumple tu ofrecimiento.

La joven se levantó cansinamente apremiada por el manoseo que su amo hacía sobre sus tetas. Recupero la posición en la que había realizado toda la ascensión.

Ahora estaba completamente desnuda, salvo por los zapatos, y la polla de su amo tocaba con la carne de sus nalgas.

Cuando dio el primer paso sintió como las manos del hombre se clavaban como garras en sus cachas y las separaban, dejando el orificio al aire. Tembló al pensar que la fuera a encular allí mismo con esa enorme polla.

Sin embargo su atormentador uso sus redondas y firmes cachas para envolver su miembro y comenzar a masajearlo sin descanso.

  • Arriba, puta. Y reza porque me haya corrido cuando lleguemos al último piso.

La ascensión se reanudo. Primero las manos, luego el amo subía un escalón y ella adelantaba los pies. Todo para mantener la postura que le permitía masturbarse con el culo de Elena. Ella estaba al borde del desmayo pero proseguía su caminar e incluso apretaba el culo para que el notara la carne más fuerte y disfrutara más de la paja que se hacía con su trasero.

Era doloroso y apenas pudo llegar al descansillo. Un atroz tirón de su amo la freno y entonces sintió el caliente semen derramándose por su espalda. El hombre clavó los dedos en aquel culo antes de dar el último respingo que anunciaba la llegada del orgasmo que Elena tanto había ansiado. No podía creer que hubiera hecho todo lo posible para que ese hombre sacara placer de su cuerpo.

Elena sabía lo que su propietario esperaba de ella tras haberse corrido, así que se giró sin dejar de ofrecer el culo a una posible inspección de su amo y comenzó a lamer el semen que chorreaba para dejar bien limpio el capullo.

El amo parecía estar satisfecho, porque se limitaba a contemplar el trabajo de su esclava con una mezcla de desidia y complacencia condescendiente.

Cuando la polla ya relucía por efecto de los chupetazos de su esclava, le ordenó que volviera a meterla en su sitio y esta alzó de nuevo los calzoncillos con la boca y cerró la cremallera del pantalón de idéntica manera-

  • Yo elijo los servicios y tu haces sin rechistar. Si me tienes contenta la polla nos llevaremos bien. le dijo al tiempo que la empujaba lanzándola de nuevo al suelo frente a la puerta de una de las viviendas del bloque.

  • Si señor.

La puerta se abrió y desde su posición Elena creyó reconocer las botas y el rubio coño de Gloria intentó entrar gateando o arrastrándose en la casa para acabar ya con aquella humillación y poder descansar antes de que su dueño volviera a reclamarla para demostrarla que como podía obtenerse placer de su cuerpo mientras ella no lo hacía.

El zapato de él se posó sobre su espalda y la impidió moverse

  • Quédate ahí hasta que considere que estás preparada para entrar. No te preocupes por los inoportunos. Todo el edificio es mío. Estamos en casa.

Allí, tumbada sobre la fría piedra, completamente desnuda y habiendo servido de felpudo a un hombre que se había masturbado con su culo en una escalera, Elena comprendió que su tormento no había hecho nada más que empezar.

Continuará

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