El dueño de mi mujer

Mi mujer Sandra era trabajadora y servicial, prematura mujer de campo...

El dueño de mi mujer

Mi mujer se llama Sandra. Hace tres años que estamos casados. La conocí en una fiesta de pueblo. Vivía en un hermoso valle del Norte.

Era chica de aldea. Ayudaba a sus padres a mantener sus bastantes vacas. Era una chica inocente. Me gustó todo de ella, su cabello rubio y liso, dejado sobre su espalda como una ola de luz. Sus enormes tetas y su ancho culo. Pero sobre todo lo educada y reservada que era. Pasados los años sólo puedo decir que soy el auténtico dueño de ella. Siempre acaba haciendo lo que deseo. Desde el primer dia que me la follé hice de ella mi puta en al cama y mi servil criada en casa. El dia que la desvirgué me habia calentado mucho fijándome en las impresionantes tetonas de su madre. No pude evitarlo. Era mi suegra pero me habia puesto como un cañón.

Comencé a pensar en como se dejaría montar esa gordita cada noche. Mi suegro bebía mucho y cada vez que llegaba a casa la tiraba encima de cama y se la follaba como un cerdo. Según comentario de su propia hija, mi mujer.

Agradecí cuando me solicitó ayuda Sandra, ya que asi dejaría de calentarme a lo tonto. Tenía que ayudarla a bajar unas pacas de hierba hasta la cuadra.

Llegamos a la cuadra y le metí mano.- Aquí no, puede bajar mi madre-

Eso lejos de incomodarme todavía me hizo más perseverante. La hice caer entre unas pacas y busqué con mi mano sus bragas. Le aparté sus faldas de mujer mucho más mayor y busqué sus bragas.

Me sorprendí al palparla. La muy cerda llevaba bragas de mujer mayor. Me excitó pensar que serían de su madre. Sandrita se dejó hacer. Se dejó meter mano por todos lados. Dejaba entrever unos suspiros muy contenidos, como respiraciones fuertes pero muy continuadas. No me dijo ‘para’ ni una sola vez. Allí en plena cuadra, sobre el pajar la desvirgué y me la tiré. Mis embestidas aceleraban y ya desde hacia rato la tenía cogida con una mano de su cuello y la otra restregándose con furia por sus tetas. Diosss, me corría en el coño desvirgado de Sandra. Perdí el control y le di una bofetada. Sandrá lejos de quejarse, emitió ahora si un gemidito de niña mimosa. Le di otro, y otro hasta que terminé de gotear mi última gota de leche en su coño. Aquel dia marcó un antes y un después en nuestra relación. Aquel dia me quedó grabado el hecho de que ella se habia corrido como absoluta perra en el momento en que empecé a darle bofetadas.

Desde entonces siempre he disfrutado de esa aldeana como he querido. La he follado por todos lados y en todos lados. La muy putita se corre enseguida si le propinas dos bofetadas bién fuertes.

Aún asi, la monotonía del matrimonio hizo aparición y ya me la follaba de rutina muchas veces. Me encantaba emborracharme y llegar a casa todo babeante. Despertarla con brusquedad rompiéndole el camisón y sus bragas de vieja, su sujetador de mujer mayor y meterle mi tranca bién al fondo, bién fuerte, con el mismo desprecio que su padre se folla a su madre.

-Así, puerca, gime como una puta, asi... como tu gorda madre... todas las mujeres de esta familia sois unas putas. Y la que más tu hermana pequeña. Asiiii, gime, sólo sirves para esto, Sandra, sólo para que te monte y me saques la leche.

Así me corría en su coño pueblerino. Con desprecio.

No, no bastaba. Quería algo más. Algo más fuerte. Pero por mucho que pensaba no me decidía por nada.

Así pasaron los dias y ya en Verano tocó celebrar su patrón. Allí en su parroquia organizan unas bellas fiestas en pleno campo, en el recinto de la iglesia local.

Fuimos a medianoche, un poco más tarde de lo normal pues no cejé en mi empeño hasta tirármela en la cocina de su casa. Terminado el acto bajamos a la fiesta y aparqué el coche en la parte atrás de la iglesia, en la zona más obscura del recinto.

-No le harán algo al estar aquí en la obscuridad?- Preguntó Sandrita

-No, no creo, no hay casi gente-

Yo ya no deseaba hablar con Sandra, sólo quería tomarme unas copas y charlar con alguien hasta el regreso.

Eso hice, pero no demasiado tiempo, pues casi no había nadie.

Decidimos irnos a eso de las dos de la madrugada.

Casi llegando adonde teniamos aparcado el coche me di cuenta de que no habia pagado la última ronda. –Toma, Sandra, vete primero que voy a pagar esta última ronda, venga enseguida, vale?-

-Como veas... pero no tardes-

Pagada la deuda retorné pronto, pues habia visto desde la fiesta merodear a tres chicos por esa zona.

A unos cinco o seis metros del coche me detuve sorprendido. Mi mujer estaba sentada dentro del coche y apoyados en la ventanilla estaban los tres chicos, con claros rasgos de estar ligando con ella.

Ella sonreía nerviosa, pues no sabía ni defenderse verbalmente. Me vió y su cara se iluminó. Ninguno de los chicos se habia percatado de mi presencia y tras hacerle un gesto a Sandra me arrimé hacia el lado contrario del coche, justo detrás un gran roble.

Sandra miró con auténtica vergüenza pero también con total obediencia. Se escuchó abrir la puerta y uno de los chicos miró desconcertado a sus compañeros y sin pensarlo dos veces entró en el asiento donde estaba Sandra reclinando el asiento. Lo dejó a la distancia justa para que yo pudiese ver su cara y valorar su obediencia. El chico repitó varias miradas complices a sus amigos y con enorme sonrisa de felicidad hizó el ademán de quitarse la polla y la montó. Se la metió de un golpe el muy cabrón. Pude ver el gesto de Sandra cuando notó la polla en su vagina. Cambió el gesto y soltó un leve quejido.

-Que buena está la muy estúpida- Repetía ya con la polla cargada en la mano uno de los chicos que miraba desde afuera del coche. El otro, el más joven, no debía de haber cumplido los trece años, sin embargo tenía una polla gorda y enorme. LA agitaba mientras su tercer amigo bombeaba ya corriéndose dentro de mi mujer Sandra.

-Que puta es esta tia...- Masculló mientras se vaciaba dentro de mi yegua.

El chico salió veloz y se terminó de vestir afuera, mientras entraba el segundo de ellos. Sujetó a Sandra por el pelo y empezó a darle unos cachetes en la cara. Eso puso toda caliente a la boba de Sandra. Se corrió como una vulgar perra con aquel hijo de puta. El muchacho, al darse cuenta no pudo evitar echarle toda la leche a mi mujer. Sorprendiéndome el chico le escupió en plena cara a Sandra y después la obligó a lamerle la mano hasta secar el escupitajo.

Casi no habia salido del coche cuando el más jovencito ya estaba dentro. Se entregó a lamerle las tetonas, que se veían blancas impregnándola de ese aire de mujer analfabeta y vulgar que poseía Sandrita. El chiquillo estaba ansioso por echarle un polvo y se la endiñó con fuerza. Sandra regaló el gemido más alargado al jovencito. El primero que se la folló volvía a menear su polla con fuerza y cogiendo a mi mujer del pelo por laventanilla la retorció hasta hacerle daño y en una postura retorcida le empjó la polla adentro de la boca de Sandrita. Esta se la mamó aún doliéndose de su espalda y su cuello. –Te gustan jovencitos, eh, puta de mierda... Si puedes ser su madre, asuquerosa de mierda...-

Sin duda pensaban que tenía unos treinta años y ni siquiera habia cumplido los 25. El jovencito empezó a quejarse como un niño que era y se vació en el coño de Sandrita, que ya estaba corriéndose de nuevo. Al darse cuenta, los dos de afuera aceleraron sus pajas y entre esclamaciones insultantes se corrieron en la boca de Sandra. Se turnaron hasta que le llenaron la boca de leche.

-Eh, tios, vámonos...-Se apresuró decir el que pareció ser el cabecilla.

Antes se giró y le soltó una ostia a mi mujer.

-Cómete esa leche y lárgate, estúpida!-

Estaba muy excitado y no pude evitarlo. Monté a Sandra y le eché un polvo en ese mismo asiento. Me volví loco completamente. LA morreé a pesar del sabor de su saliva a la leche de los asaltantes y me corrí dentro de ella esta vez besándola apasionadamente. Sandra se habia corrido de nuevo y suspiraba toda entregada debajo de mi cuerpo, debajo del hombre que sin duda era El dueño de mi mujer.