El duelo

El mundo de las conferencias y congresos está lleno de peligros...

BANG! BANG!

Mi dedito acusador te señala dos veces. A ti, de toda la sala. Te remueves nerviosamente en la butaca mientras mi pistola se prepara para apuntarte una tercera vez.

BANG! Mírame, capullo. Estoy hablando.

Toda esta ponencia es para llamar tu atención, chico duro. Tierra a tiburón de los negocios, deja ya la Blackberry. Con quien quiera que estés hablando no va a estar aquí, en este hotel, para acostarse contigo esta noche. Yo sí. Así que mírame. Júzgame. Evalúa si soy digna de tus manos, de tus ojos.

Me he puesto el vestido rojo sólo para ti.

Lo compré cuando supe que asistirías. Díme, cielo, desde ahí ¿puedes ver bien cuando asoma la liga de mis medias? ¿Estás seguro de que quieres quedarte en esa tercera fila?

Mírame.

Soy hermosa.

Soy joven y delgada, pero podría serlo más. (Si tuviera tiempo, si quisiera. Si me dijeras que es eso lo que buscas, una mujer hecha de ángulos. Una mujer-muchacho, un hada hambrienta). Soy tan bonita que duele saber que voy a marchitarme, que duraré apenas una primavera. Quizás aún menos que tú.

Cógeme mientras puedas. Sé el afortunado.

Soy tan bella que ni siquiera los espejos del salón de congresos me lo discuten. Guapa en todas y cada una de las pantallas. En los cristales de las gafas que guardas coquetamente en el bolsillo.

Guapa en el reflejo de tus ojos, que es donde realmente lo quiero ser.

Mírame, y déjame hipnotizarte. Convencerte de que soy lo que deseas.

Si además me escuchas, verás que soy tan perversa como tú. Todo este discurso es sólo para impresionarte. Lo tengo bien ensayado, señor abogado, no quiero tartamudear en tu presencia. ¿Verdad que parezco inteligente? (Siempre menos que tú. No quiero asustarte.) Mi especialidad es pisar fuerte, esperando que no veas cómo me tiemblan las piernas.

Porque la verdad es que te tengo terror: sé que eres cruel, emocionalmente distante y vicioso, pero sobre todo, porque te aburres muy fácilmente. Me lo han dicho ya. En realidad, no a mí específicamente... sólo comentan que además de hortera, eres un auténtico cabrón.

Supongo que en el fondo da igual, porque tú y yo sólo nos veremos una vez cada tres meses, como hasta ahora. No hará falta hablar de amor. No tendré ninguna duda de si volverás, ni ninguna habitación en la que echarte de menos, pero...

BANG!

Me encanta cómo sonríes cuando te señalo al decir "criminal", cómo tomas notas para preparar una réplica con la que me desarmarás. Que pienses ya en nosotros como cazador y presa.

Estás tan ansioso por contestarme, que te muerdes el sello del meñique para contenerte. Echas fuego por los ojos, y yo no puedo pensar otra cosa que en reventar los muelles de tu cama, en sacarle brillo a tus muebles de la 203 con la piel de mi espalda. En cómo quedará tu corbata tirada por el suelo... Esa lengua bífida explorándome la garganta, sorbiéndome y rebañándome del alma todo argumento.

Puedes ponerle mil "peros", pero (mil uno) es casi seguro que será así. Prácticamente viene en el programa: tú, yo, cruzando las espadas, las piernas, los dedos. Sudando por algo más que esta mierda de aire acondicionado. Suspirando. Gimiendo.

Siento cierta curiosidad por tu cara de orgasmo.

Por si es la misma de cuando hablas de dinero...

En cualquier caso, casi todo el pescado está ya vendido. Dentro de dos minutos la pelota estará en tu tejado.

...Porque ahora, cuando termine y baje del estrado, cuando se apague el último aplauso una vez me repliques, saldré afuera. Sonriendo, sin rencores, te daré la mano.

Pasaré a tu lado, y si eres hombre, más te vale seguirme.

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Un microrrelato algo antiguo, pero que me apetecía compartir, celebrando mi regreso a la página. Es de los pocos con base real que he escrito nunca, tal vez por eso es tan poco explícito ;) .

Agradecería mucho leer vuestros comentarios, como siempre.