El Domador domado - Capítulos 7 y 8. Final.
Por fin se cierra el círculo y nuestra zorra rompe definitivamente su crisálida para mostrarse totalmente renovada ante el mundo...
Capítulo 7.
Estaba tumbada en el suelo cerca de Cristina, mi Ama más cariñosa, mientras ella me peinaba mi pelo largo y rubio, porque nunca más la llamaban peluca. La miraba con tanta devoción que a veces la saliva caía en la alfombra.
- Mi pobre esclava… Creo que te malcrié, eres mucho más viciosa de lo que jamás fui yo a tus órdenes…
Abrí mi boca, sin entender del todo lo que me decía.
- Pero Ama, es que me gusta tanto… ¿No se supone que debería de estar orgullosa de esta perra y de todo lo que me esfuerzo para complacerla…?
Quería que mi Ama supiera cuánto la respetaba, pero todavía me quedaba algo más que escuchar.
- Si me permite una pregunta Ama... ¿Cómo era yo antes de ser la perra viciosa que soy ahora?. No tengo recuerdos de mi vida anterior, si es que la tuve.
Cristina sonrió.
- Está bien, zorrita... Aunque ahora no te acuerdes y espero que alguna vez puedas hacerlo, tú una vez fuiste un Amo duro y constante con todas nosotras. Por eso Carmen te odia tanto. Nos creaste de la nada, porque antes nosotras éramos unas mujeres normales y no las diosas que somos ahora. Pero luego nos dejaste salir de esta casa... Nos abandonaste...
Cristina miró pensativa, recorriendo con la vista la habitación.
- Y eso no estuvo bien... Nosotras te necesitábamos y tuvimos que aprender a vivir lejos de nuestro Amo. Por eso volvimos. Por eso quisimos venganza. Pero veo que nos pasamos. Tú has pasado el límite, cariño. ¿Cómo te puede gustar tanto esta humillación? Nosotras ni siquiera te obligamos ya...
Yo hacía tiempo que no entendía nada de lo que hablaba, y con mi otra mano acariciaba la superficie de mi culo-coño, que era en lo único que podía pensar. Estaba feliz de que mi Ama me contara cosas, aunque no entendiera nada, y sobre todo tener conciencia de la sucia perra que era. Ví como Cristina se levantaba y me miraba con gesto serio.
- Pues si quieres ser una perra lo vas a ser. Yo me tengo que ir de viaje unas semanas, así que te quedarás con Carmen algún tiempo.
Yo deje de abrirme el culo-coño con el consolador y cerré los ojos del miedo. Mi Ama Carmen y yo a solas.
- Si... creo que como castigo por lo de esta noche va a estar bien...
Se acercó y me pegó una patada en el estómago.
- Sucia perra viciosa... aunque tengo una sorpresa más para ti...
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*Capítulo 8 y final. Se cierra el círculo. l*
Abrí los ojos sintiendo el tacón de Carmen abriéndose paso en mi culo. Parecía que me iba a romper y grité por el inmenso dolor que sentía. Estaba atada a una mesa, con mis piernas y muñecas sujetas por unas cadenas que hacían que mis piernas se levantasen totalmente abiertas hacia el techo. Unas lágrimas rodaron por mis enrojecidas mejillas. Había perdido la noción del tiempo...
- Bien... ¿Estamos progresando, verdad? Anteayer sólo te entraba la mitad... ¡Joder con la putita! ¿Te acuerdas cuándo lo intestate conmigo y no pudiste? Pues ahora tú eres la "Reina de los Culos Forzados" - dijo con cierto retintín mientras remedaba una burlona reverencia.
Tiró de las poleas que mantenían abiertas mis piernas, sintiendo como mis caderas se ensanchaban un poco mas. Dolía como nunca me había dolido, y mi Ama Carmen me estaba trabajando hasta niveles insospechados. Sacó el grueso tacón de mi culo y me lo ofreció para que lo probase, cosa que hice lamiéndolo rápidamente y con un deseo brutal en mi interior.
- Si es que ya no se puede hacer nada contigo... Mírate, perra. Estás deseando que te violen mil y una veces... Creo que deberíamos mandarte a una perrera...
Me quitó el calzón de piel que ocultaba mi polla tiesa, lo que no me gustaba porque me recordaba que no era una auténtica puta, por lo que abrí la boca en señal de protesta.
- Y, además, la putita tiene un "secreto", jajaja... ¿Creíste que ibas a ser como nosotras? ¡Jamás, furcia barata! Ahora, trabájate tú solita, se tu mejor cliente, cerda...
Las poleas se doblaron y mi cuerpo se dobló fácilmente gracias a la gimnasia que me habían obligado a hacer durante el tiempo que había durado mi encierro, ya que de otra forma sin duda me hubiese roto la espalda. Mi polla quedó a escasos centímetros de mi cara...
- Venga, puta, ya sabes lo que tienes que hacer. Voy al baño. Cuando vuelva quiero ver tu boquita llena.
Carmen cerró la puerta y me introduje mi polla hasta la garganta. Podía sentir las venas que la surcaban, fuerte y dura, y me lamí mi fresón despacio, disfrutando de mi mamada, hasta que la leche comenzó a brotar como una cascada y llenó mi boca. Echaba de menos mi propio sabor, aunque todavía no podía tragármela, así que la saboreé recordando tiempos pasados. Cuando Ama Carmen volvió abrí mi boca para enseñársela completamente llena de semen.
- Joder, cerda, qué asco me das. Trágate eso de una vez.
Por enésima vez el semen cayó hasta mi estómago y sonreí. Carmen me pegó una bofetada.
- ¿Te gusta, eh...? Si por mí fuera, si Cristina me dejara, te convertiría en una perra de verdad... Porque aún te crees una mujer, pero si Cris me dejara...
Mientras hablaba oí lo que me pareció una puerta abriéndose en el piso superior. ¿Había alguien más en casa? Carmen estaba eligiendo algo con lo que seguir torturándome, así que no escuchó el ruido.
- Y... ¿Cómo se castiga a una zorrita como tú que ya disfruta con todo...?
En ese momento vi como la puerta se abría, lentamente, para a continuación ver a una mujer con una máscara y un traje rojo, ambas prendas de látex, que entró sin hacer ruido, mientras Carmen seguía de espaldas. Aquella mujer tenía un objeto en la mano que acercó al culo de Carmen mientras lo hacía funcionar. Salieron chispas azules, cayendo Carmen desmayada al suelo, lo que hizo que mis ojos casi se saliesen de sus órbitas. ¿Quién era aquella mujer...? Se acercó a mí y, haciendo funcionar de nuevo el aparato, me dio varias descargas para a continuación desatarme. Casi me caigo, tanto tiempo llevaba atada, y cuando toqué el suelo hice ademán de ponerme a cuatro patas, como siempre, pero algo había hecho "click" en mi cabeza y me imaginé a mí misma atando a aquella mujer para, a continuación, sodomizarla.
- No, de pie... - me dijo - Ahora ya eres libre. Por mucho que te cueste recordarlo, una vez lo fuiste, y vas a recordarlo...
Pese a la imagen mental de aquella mujer sodomizada hasta la extenuación, aquellas palabras me descuadraron, mi cabeza no lo asimilaba. ¿Ser libre...? ¿Sin Ama...? ¿Qué iba a hacer después de que todo aquel tiempo de entrenamiento me había convertido en lo que era ahora...?
Sin decir palabra la mujer cogió a Carmen y la puso en la misma posición que yo había estado antes, desnudándola y atándola para que sus piernas quedasen bien abiertas. Después, le pegó una bofetada para que se despertase.
- ¿Qué coño está pasando?... ¿Quién cojo…
La mujer le pegó otra bofetada y Carmen se calló, con la sorpresa reflejada en su rostro. A continuación, la mujer cogió uno de los consoladores, lo lubricó y lo insertó en su culo de un sólo empujón. La cara de Carmen se puso rígida y comenzó a llorar. No puedo decir que no me diera pena, pero se suponía que mi Ama debía ser más fuerte. No pude evitar sonreír al verla humillada.
- ¿Recuerdas esto, Carmen? Hubo un tiempo en que te gustaba con locura...
Carmen sollozó y emitió un gemido. Sus fluidos no engañaban: estaba disfrutando.
- Quí... Quítamelo... po.. por favor... No puedo... volver a... a ser una zorra... No lo soportaría... No me hagáis... esto...
La mujer la miró divertida, dirigiéndose a continuación hacia mí.
- Tira de las poleas, cariño.
Yo no sabía qué hacer. Es decir, sabía perfectamente cómo funcionaban aquellas poleas aunque nadie me lo hubiese enseñado. También sabía que Carmen no las había cruzado bien. Me acerqué a la máquina y crucé las cuerdas correctamente, así harían más peso. El culo de Carmen se abrió un poco más.
- Bien, bien... Ya estás recordando - me dijo - ¿Quieres seguir tú con ella...?
Mi mente destelló y me lancé sobre una especie de máquina con una polla enorme conectada a unos cables y la encendí. Toqué algunos botones, como si manejar aquella máquina fuese algo fácil para mí, e introduje aquella polla en el coño de Carmen. Comenzó a gritar con los primeros calambres mientras yo sonreía. Estaba recordando, mientras Carmen jadeaba.
- ¡Sí! ¡Oh, sí...!
La otra mujer se acercó a ella.
¿Quién eres...?
Soy... la zorra... Carmen... Ohhhh... No soy más que... una cerda... Dáme más... ¡Siiii!
La mujer sonrió mientras negaba con la cabeza, tras lo cual se encendió un cigarrillo.
- ¿Ves...? Una vez zorra, zorra para siempre - dijo mirándome, mientras Carmen empezaba a llorar por el placer que sin duda ya sentía - Y tú te encargaste de ello... Ahora ponte esto - añadió - Un Ama debe cuidarse.
Me ofreció un traje de látex igual que el suyo, salvo en color negro, y unas botas rojas, prendas que me puse para a continuación mirarme al espejo. Me parecía a mi Ama Cristina, tan femenina pero violenta, salvaje... Subí el potenciómetro de la máquina y Carmen chilló de placer. De golpe, apagué la máquina, mientras que de su boca salían palabras casi inaudibles.
- Me he portado mal...
Tranquilamente me acerqué a ella y mi propio tono de voz me sorprendió, duro y seco.
- Sí, Carmen, sí... Ahora te recuerdo... Fuiste una de mis mejores putitas, ¿no lo recuerdas tú?
Carmen volvió a hablar.
No me hagas daño, por favor...
Así me gusta, que supliques - me sorprendieron mis propias palabras - Has vuelto a casa, cuando os tenía dicho que no lo hiciéseis, y me habéis hecho...
Casi no podía ni quería recordar las humillaciones que había sufrido durante tanto tiempo. Me habían convertido en una perra salvaje, pero gracias a aquella misteriosa mujer había logrado salir del trance.
Me habéis dado mi propia moneda, ¿no es así?
Pero tú... tú elegiste...
Le di una bofetada y Carmen se calló.
- He vuelto, esclavas...
Me mire de nuevo al espejo. Estaba espectacular asi vestida. Pasé mi mano por encima de mi polla, masajeándola suavemente. Era una sensación increíble, superior a todo lo que jamás hubiese imaginado. Sí, tenía que agradecer a aquella putita que me hubiesen convertido en el Ama que era ahora porque, aunque jamás me hubiese atrevido a reconocerlo, era algo que siempre había latido en mi interior y lo había deseado. Y no sólo era un Ama, no. Ahora era una Diosa del sexo, con lo mejor de ambos géneros para dominar a quién se me pusiese por delante.
- Zorra... Como ves, las cosas vuelven a estar en su sitio... Ah, ¿cómo me llamásteis? ¿Diana...? Pues bien... Vuestra Ama Diana resurge...
Carmen seguía llorando. Ya sabía que una esclava como ella nunca podría ofrecerme resistencia. Le levanté la cara cogiéndola de la mandíbula, con fuerza.
- ¿Y Cristina...? ¿Cuándo vuelve...?
Carmen negó con las pocas fuerzas que aún le quedaban después de sesión en la máquina. Chorreaba por sus piernas, como cuando yo las educaba.
No... no lo sé...
No lo sé, Ama - le dije, sonándome a música celestial. Tanto, que mi pene soltó una gotita de semen.
No... no lo sé... Ama.
Carmen no había ofrecido resistencia. Y Cristina... Me di la vuelta. La otra mujer se había quitado la máscara y el rostro de Cristina aparecía entre el látex rojo. Sonreí mientras ella empezaba a hablarme.
- Era la única manera de hacerte volver, cielo. Estabas entrando en el mismo punto de no retorno al que yo misma me enfrenté una vez. No podía hacerte tanto daño.
Mientras ella hablaba me acerqué y la besé, ambas muy juntas, látex contra látex, hasta que abriendo nuestras cremalleras nuestros pechos se rozaron libres mientras que su mano acariciaba mi polla.
- Vamos a ser el mejor equipo, ¿verdad? - le dije sonriendo y acariciando suavemente su cara antes de volver a besarla.
Sin decir una palabra empecé a sentir cómo sus labios recorrían mi cuerpo, mis pechos, cómo su lengua rodeaba mis aún anillados pezones, rodeándolos, hasta descender por mi vientre, entreteniéndose en mi ombligo mientras su mano abría la parte inferior de la cremallera para dejar mi polla libre y cogerla con su mano, masturbándome suavemente.
Cuando sentí su lengua recorriendo mi miembro y sus labios rodeando mi fresón fue una sensación increíble, tan maravillosa como yo la recordaba, algo que había echado de menos durante muchísimo tiempo. No pude evitar un gemido de placer cuando su boca empezó a tragarse mi polla, hasta notarla rozar su garganta, para a continuación iniciar un suave y cadencioso vaivén que me hizo gemir aún más, hasta que me derramé dentro de su boca sin que ella dejase escapar ni una sola gota. Cuando se levantó se limpió un hilillo de semen que había quedado en la comisura de sus labios, para a continuación volver a besarme, con nuestras lenguas enredándose en nuestras bocas mientras nuestros pechos volvían a rozarse, esta vez con más deseo aún.
- Esa zorra merece que le des un escarmiento - me dijo -. Nunca supo desempeñar su papel de Ama, y ahora volverá a ser lo que era, una puta. Es nuestra primera putita, y creo que vamos a ganar mucho dinero con ella.
Me puse al lado de Cristina, con mi brazo rodeando su cintura, mirándonos al espejo. Éramos tan bellas que nadie se nos iba a resistir.
- Ahora nos iremos de fiesta, esclava. Te vamos a dejar aquí, toda la noche, para que vayas recordando tu antiguo entrenamiento - después, mirando a Cristina, añadí - Vamos a celebrarlo juntas tú y yo, cariño... A ver si captamos algún semental que nos haga compañía. Recuerda que necesito que me den placer por ambos sexos. Además... ahora que tenemos una perra... quiero un precioso perrito faldero.
Cristina me cogió del brazo.
- Vámonos de caza, preciosa. Nos los vamos a comer.
Le mostré la puerta y ella salió, moviendo sus caderas y su hermoso culo delante de mí. Carmen era mía de nuevo, y Cristina... Cristina lo sería también. Las iba a humillar tanto o más como ellas me habían hecho a mí... Cerré la habitación, con una sonrisa despiadada en mis labios, y subí a cambiarme de ropa.
Iba a esclavizar a cuantos hombres o mujeres se me pusieran por delante, iba a ser una auténtica loba... Y esta tarde empezaba la caza...
- F I N -