El Domador domado - Capítulo 6

Nuestro Domador, perdón, nuestra zorra por fin es consciente de su papel para con sus Amas Cristina y Carmen, aceptándolo gustosa... (Transexualidad forzada)

Capítulo 6 - Vuelta a los orígenes

Estaba en la puerta de la discoteca esperando a mis Amas, sintiendo como el frío de la noche se colaba por debajo de mi minifalda y los pequeños aros de mis erectos pezones iban a taladrar el top y la fina camisa que llevaba. Mis Amas, Cristina y Carmen, me habían ordenado que debía esperarlas fuera, en la puerta, hasta que ellas salieran. Mi culo-coño me escocía una barbaridad desde hacía rato, y me gritaba que necesitaba un poco de pasión.

Antes de aquella noche yo había sido una doncella inútil, abrazada a la esclavitud hacia mis dos Diosas durante años. Y lo había hecho “Por propia voluntad”, algo que les divertía a ambas. Cierto es también que, durante los breves momentos de lucidez que mi mente tenía, cuando recordaba que yo misma había elegido mi vestido de doncella, un chorrito de flujo salía de mi olvidada polla. De ahí mi inevitable conversión a puta (o “engendro destinado al sexo”, como me llamaba Ama Carmen). Mi culo-coño era una pasión que ya no podía abandonar, y por ello supe que ya que era una zorra viciosa, una putita perfecta, que se iba a esforzar hasta el límite para no defraudarlas.

La noche anterior mis Amas me habían regalado un nuevo consolador plateado, y un sucio esclavo de una amiga me había estado puliendo mi culo-coño durante horas para que mi cuerpo no se sintiera abandonado. Por supuesto también tuve que mamarle la polla a ese esclavo durante el resto de la noche para continuar mi adiestramiento, y ya me estaba convirtiendo en una mamadora exquisita.

Llevaba cerca de tres horas fuera, sentada en un escalón con mis brazos alrededor de las botas negras que cubrían mis delicadas piernas flexionadas muy juntas para que el frío no me lastimara, pese que mis Amas me dijeron que la primera premisa de una putita viciosa es dejar sus órganos a la vista de cualquiera. Expulsé el humo de la última calada hacía arriba sacando la mandíbula, un gesto muy femenino, y aplasté el cigarrillo con el tacón de plataforma que tanto adoraba cuando un hombre de unos 35 años, moreno y con unos ojos profundos se me acercó. Me pidió fuego mirándome de una forma tan descarada que me dio miedo, aunque no se si por ello fue excitante también. Yo le sonreí nerviosa. Era la primera vez que desde que tengo conciencia de esclava nunca alguien me había pedido algo por favor. Con favor o sin favor yo debía de complacer a cualquier persona de este mundo, y saqué el mechero morado del bolsito. Él me rozó la mano al cogerlo.

  • ¿No tienes frío, guapa…? Por cierto, esos anillos que llevas son muy bonitos...

Miré a un lado y al otro. No podía contestar. No me estaba permitido hablar con nadie. Bajé mis ojos y jugué nerviosa con aquellos anillos plateados que mi Ama Cristina me regaló al cumplirse mi aniversario como su esclava.

  • ¿Te ha comido la lengua un gato?...

Aquel hombre corpulento puso su mano en mi hombro y lo acarició. Sentir su amabilidad me calmó un poco. Miré con miedo hacia la puerta de la discoteca. Si mis Amas me veían estar con alguien las iba a defraudar, y no quería que aquello pasara. Pero la excitación del riesgo comenzó a manchar mi entrepierna. Mi polla se revelaba.

Me levanté nerviosa y corrí hasta la vuelta de la esquina. Allí, sin que nadie me viera, saqué mi juguetito plateado del bolso y me lo clavé en mi culo-coño muy deprisa. Tenía tanta excitación que casi me atravieso yo misma.

  • Vaya... vaya... No me lo puedo creer.

Torcí la cabeza y vi al hombre de antes sonreírme.

  • Veo que te gusta disfrutar a solas...

Yo comencé a temblar, aunque sentir mi querido regalo vibrando en lo más profundo de mi ser me tranquilizó. El hombre se acercó y me cogió con fuerza del brazo. Yo deseé estar en casa y ponerme a cuatro patas de aquel semental para mamar su polla durante una hora, pero mis Amas ya me habían dicho que fuera debía comportarme...

Noté como me tiraba hacia abajo y me colocó la cabeza a la altura de su cremallera. Abrí la boca para decirle que sin mis Amas no me estaba permitido hacer nada pero vi como sus manos abrían su bragueta. Sacó su polla y entonces como la zorra perfectamente amaestrada que era no pude reprimirme ante aquel espectáculo.

Me la metí de golpe abriendo la boca y colocando la lengua como la experiencia dictaba y cerré los ojos ante aquel manjar. Mi lengua calentaba ese pedazo de carne mientras mi cabeza se balanceaba cada vez mas rápido. Mi saliva se mezclaba con ese sabor que tanto me gustaba... su semen salado y amargo bajó por mi garganta cuando de improviso el me agarró de las coletas y me apartó. Yo quería su leche, necesitaba su sabor e inconscientemente hice fuerza para seguir.

  • Mira la muy zorra como busca su premio...

Me cogió con ambas manos y me obligó a ponerme a cuatro patas, levantando mi faldita lo suficiente para que sobresaliera mi juguetito por debajo. Note como lo sacaba de un tirón y algo mucho mas caliente se introducía en mi culo-coño. Me envistió varias veces hasta que comencé a gemir por tan grande e inesperado placer... no hay nada que superara una verga real de aquel tamaño. Con la otra mano me introdujo mi consolador en la boca y yo gemía como la zorra que mis Amas habían hecho de mí. Sacó el consolador de mi garganta

  • Párteme… Ahhh sí!!! Clávamela… Soy una zorra… Tu zorra…

Aún recuerdo el primer día que grité eso, atada en el cuarto de juegos mientras mi Ama Carmen me daba unas tremendas sacudidas en mi culo con el consolador doble que ceñía su cintura. Desde entonces no me puedo reprimir y, al igual que notar como me penetran, me excita lo mismo el sonido de mi propia voz.

Al notar que su fuerza sobre mi se debilitaba me di la vuelta corriendo y le cogí la polla en el preciso momento que toda su leche comenzaba a brotar sobre mi cara. Me la enfundé entre los dientes y tragué como más me gustaba. Notaba la viscosidad entre mi lengua y tragué sin parar. Estaba delicioso.

  • ¿Qué te había dicho Cris...? Nuestra zorra no puede salir de casa.

Me quede paralizada ante aquella voz. Era Carmen, mi Ama. Con vergüenza saqué mi boca todavía manchada de semen y bajé la cabeza tragando las últimas gotas. El hombre se dio la vuelta asustado.

  • Si es que no se puede ser más puta... No te bastaba con habérsela comido a esos tres en el baño, no, la muy cerda siempre quiere más…

Cristina siempre tenía esa voz tan comprensiva conmigo, aunque su cara mostraba enfado.

  • Usted...

El hombre sacó la cartera del bolsillo y mostró un fajo de billetes.

  • Verán... la muy puta se estaba clavando esa cosa en el culo... yo solo quise ayudarla...

Se acercó a Cristina y le puso dos billetes de 100 euros en la mano.

  • Me imagino que no dirán nada, ¿Verdad?

Carmen le sonrió y cogió los billetes de la mano de Cristina.

  • Por... por supuesto que no... la única que ha hecho algo malo es esa zorra que tiene usted ahí... pero usted no tiene nada que temer... si no le volvemos a ver, claro.

El hombre se dio la vuelta y me puso un billete de 10 euros entre mis tetas. Después dobló la esquina y desapareció. Yo cerré los ojos, me arrastré ante mis Diosas y las di el billete. Las había fallado después de todo y merecía todo lo que me hicieran.

  • Mira que eres zorra... ¿No te puedes quedar quieta con tu juguetito? Ya te lo dije Cris, la estabas malcriando.

Cristina se acercó a mí y me dio una bofetada tremenda. La parte derecha de mi cara se puso roja y yo me tiré a sus pies.

  • ¿Qué te dijimos, eh…? Nada de hablar, tan sólo esperar en la puerta a que saliésemos, pero ya veo que tu pequeño cerebro no puede retener tanta información… Joder, ¿es que no disfrutas lo suficiente ya…?

Carmen dio un paso adelante.

  • Deberíamos empezar de nuevo con ella, que no se le olvide que antes de zorra era una sucia perra...

Yo al oír eso comencé a sollozar y me puse a cuatro patas. Me acerqué a Carmen y lamí sus piernas. No era más que una perra y no me merecía otra cosa.

Cristina me levanto de un hombro.

  • No. Te dije que no andarías más a cuatro patas, has evolucionado, pero ahora tienes que tener fuerza para controlar esa mente tan viciosa que tienes. Además, nos tienes que seguir manteniendo, y hasta ahora lo has hecho divinamente… Carmen, esta putita nos está consiguiendo mucha pasta, solo hay que dejarla trabajar.

  • Cris, te digo yo que no tiene arreglo. Yo creo que nos pasamos con el tratamiento... Mírala, llena de semen por todos lados y encima relamiéndose... Va a ser una perra toda su vida...

Cris me miró, y por primera vez pude notar una cierta tristeza en sus ojos.

  • ¿Es eso lo que quieres ser, una perra inmunda toda tu vida...? Yo tenía otros planes para ti, pero tal vez Carmen tenga razón. Al fin y al cabo, cada uno elige su destino, pero me resulta chocante que nuestro en su día Gran Amo elija ser una perrita faldera y viciosa en vez de una puta adorable... ¿Quién sabe? Quizá es para lo que naciste de verdad...

Yo seguía a cuatro patas oyendo a mi Ama. Estaba mareada del frío y por la sacudida que aquel hombre me había regalado, y casi no entendía lo que Cris me decía.

  • Bueno, seas lo que seas volvamos a casa.

Me levanté y seguí a mis amas.

  • Yo me quedo un rato más, Cris, luego iré a casa. Esa zorra me repugna, es la peor de todas las que he conocido...

Esa última frase de Carmen, pronunciada con evidente asco, fue lo último que pude oír mientras Ama Cristina y yo nos alejábamos de vuelta a casa.

Poco podía imaginar, sintiendo el frío de la noche en mi cuerpo mientras caminábamos por las desiertas calles, el giro que iban a tomar los acontecimientos.

Continuará...