El Domador domado - Capítulo 4

El domador, una vez domado, sigue evolucionando guiado por su Ama, aunque la transformación no sólo será psicológica... (Dominación, fetichismo, feminización forzada)

El domador domado 4 - Evolución

Por una rendija de la puerta del salón miraba a Cristina. Era la belleza más grande del universo, y era mi Ama. Estaba apurando un cigarrillo sentada en el butacón mientras se reía por teléfono y apartaba de su cara una mecha de su precioso pelo rubio. Debían de haber pasado meses desde que ella me hizo abrir los ojos y adopte la posición de perro faldero que ante ella debía tener. Allí estaba yo, desnudo, sin pelo en mi cuerpo, con mis bolas metidas en mis entrañas, con mis aros colgando de mis pechos inflamados y mi polla bajo un cinturón con una sola abertura por detrás. Esa era la otra cosa que ella me había abierto... había conseguido que mi culo se convirtiera en mi pasión, me había convertido en un adicto a mi propio culo y se me hacía difícil recordar mi tiempo pasado como Amo o siquiera tener simples pensamientos salvo momentos de lucidez como en aquel momento. El resto del día solo me dejaba llevar por sus labios, su voz dominante pero tan sensual, sus caderas marcadas, su pelo rubio tan liso y sus uñas largas y violentas.

Mi Ama estaba hablando por teléfono mientras yo, a cuatro patas, la esperaba con devoción en el hall. Me acerque un poco más a la puerta. Su voz me embriagaba tanto como las bolas que abrían mi culo con cada paso que daba.

  • Pues sí, hija, sí... Como te cuento... Ciertamente pensé que tardaría mucho más en caer a mis pies, pero… Sí… Menudo cabrón, ya sabes… Cuánto más fuertes se creen más dura es la caída, pero… ¿Quién me iba a decir a mí que este machito tendría tanta devoción por su culo? Jajajaja… ¿Tú crees? Yo me había hecho los planes a largo plazo, un par de años más o menos como poco, tú ya sabes cómo va esto, pero asimila muy bien el tratamiento… Espera un momento, por favor…

No me dio tiempo a apartarme de la puerta cuando se abrió de golpe, descubriéndome detrás de la misma, mirándola con cara de tonto.

  • Vaya, vaya... la perrita quiere espiar a su Ama... eso no está bien... ¡nada bien!...

Yo temblé. Su tono de voz era duro, muy duro. Me pego una bofetada y después me metió en el baño con la luz apagada. Me saco las bolas del culo y me hizo correrme en mi tazón naranja de comida metiendo dos pastillas blancas cuando acabé. Ya sabía que debía lamerlo, y comencé sin que me lo ordenara. Así había sido siempre desde que mi Ama llego a casa. Al hacerlo dos veces al día lo fui asimilando e incluso me había acostumbrado a su sabor salado. Pero quería las bolas de nuevo en mi culo, sus golpes dentro de mí, necesitaba ese placer continuamente, no podía pensar en otra cosa. La mire suplicando, pero ella cerró la puerta y me dejó a oscuras, con el tazón lleno de mi propio semen. Sabía que eso sería mi única comida del día.

A la mañana siguiente la luz del exterior me cegó. Me puse a cuatro patas y vi a mi Ama tocándome la cabeza. El tazón estaba completamente vacío y limpio.

  • Bien... bien... ya sabes que todo esto es por tu bien... Ahora quiero presentarte a alguien.

Por la puerta apareció otra persona a contraluz. Cuando mis ojos se hicieron a ella comprobé que era una mujer. Su cara me resultaba familiar, pero mi cabeza no funcionaba demasiado bien y todo lo veía como en un sueño.

  • No me lo puedo creer, Cris... de verdad... ¿es él?

  • Míralo tu misma... aunque yo diría ‘mírala’.... está estupenda.

  • Tan obediente... tan sumiso... y parece que las pastillas esas hacen su trabajo... se le ve tan... tan femenina... esos pechos son perfectos... ojalá tuviera yo esos pezones tan duros... ¿Y dices que lleva ocho meses así?...

Me miro a los ojos.

  • ¿Sabes quién soy, perra?... porque tu Ama me ha dicho que dejaste de ser un perrito para ser una perrita coqueta a la que le encanta que le fuercen su culito, ¿Verdad?

Yo negué con la cabeza. Quería mi juguete.

  • Le tengo prohibido hablar, solo ladra y gime de vez en cuando, sobre todo en sueños... tengo miedo de que se lo crea de verdad... Mira, perrita, saca la lengua.

Mire a mi Ama y después a la mujer. Saqué la lengua entera y la mujer asintió.

  • Que piercing tan bonito lleva la muy perra... ¿Sabes qué, zorra? Pues que tú me conoces... Tú me descubriste un mundo nuevo, mi verdadero yo, y ahora veo que tú también le estás cogiendo el truco, ¿verdad, pequeña perra viciosa?

Yo no entendía nada, pero solo quería que nos dejara sólos a mí y a mi Ama. Aquella mujer alta, morena, con el pelo rizado y porte exuberante... Me daba miedo. En ese momento me tocó mi cabeza rapada al cero mientras reía y pude notar el frío contacto de los varios anillos que llevaba en la mano.

  • ¿De verdad no se acuerda de mí?

  • No lo sé... las pastillas son muy fuertes, pero he rebajado la dosis... no se puede forzar, ya sabes. Como sabes, hoy es el último día de tratamiento. A partir de esta tarde sabremos como ha ido. Va a ser toda una sorpresa para él.

La mujer me guiñó un ojo.

  • ¿Sabes quién soy yo?

Mire a mi Ama. La cara de aquella mujer se me aparecía de vez en cuando en sueños, pero no la identificaba.

  • Pues soy Carmen. Fui tu esclava durante todo un año... ¿lo recuerdas, zorrón?

Sin avisar me dio una patada en el estómago y caí rendido.

  • Lo siento, Cris, tenía que hacerlo... me jode que no se acuerde de mí, pero ya habrá tiempo. Mucho tiempo.

Desde abajo las dos eran tan bellas... Intenté incorporarme, pero me dolía el estómago.

  • Bueno, perrilla. Mañana si todo va bien comenzará tu verdadera vida, ahora duérmete un poco y despierta como la zorra que llevas dentro.

Mientras cerraba la puerta escuche a mi Ama con voz profunda.

  • Esta tarde veremos qué hace por su cuenta...

Continuará...