El Doctor y mi esposa (Capítulos X a XII)

Lo que hasta ese momento había sido un juego de infidelidad, se convirtió en un juego interactivo entre los participantes.

Te recomiendo leer los relatos anteriores de la serie para entender mejor el contexto.

CAPÍTULO X – CUANDO YA NADA ES SUFICIENTE

Pasaron al menos dos meses con la dinámica que expliqué en el capítulo anterior. Mi mujer viéndose con el doctor cada Jueves, y al mismo tiempo yo viéndome con Talina, la novia del doctor, del otro lado de la ciudad.

¿Qué si algo de eso afectaba la relación? ¡Para nada! Al menos la nuestra no, y con la nuestra me refiero a mi relación con ambas mujeres.

Con mi esposa comencé a notar como complementaba conmigo lo que le hacía falta a Demetrio, y seguramente allá hacía lo mismo, pues pasaba mucho más tiempo acariciándome o besándome los brazos, la espalda y las nalgas, y me hacía que la tomara de forma más ruda - seguramente lo que allá le hacía falta – diciéndome que la apretara más o le diera más duro.

Talina por su parte, se fue haciendo la costumbre de probar cosas nuevas conmigo, lo cual lejos de disgustarme me ponía cada vez más cachondo. Me dejó tomarla por el culo e intentó lamer el mío aunque yo no se lo permití, intentó sin mucho éxito masturbarme con sus tetas, e incluso un día se apareció con un par de disfraces para que ambos protagonizáramos una novela de roles. En fin, mi relación con ella era exactamente lo que esperé.

Todo marchaba a pedir de boca, pero como siempre me ha pasado a lo largo de mi vida, no se me conformar con las cosas cuando parecen ir bien.

Aquella noche para cuando llegué a casa y me dispuse a sentarme a cenar con mi mujer, llevaba todo el día dándole vueltas en mi cabeza a la idea; así que sin mucho pensarlo, esperé a que ella llevara media cena y se encontrara relajada para dejar escapar todo lo que traía en la cabeza.

Llevo un par de meses viéndome con una mujer, le dije, y se también que tu has seguido viendo a Demetrio.

Mi mujer dejó caer al plato el bocado que se iba a llevar a la boca, pero antes de que pudiera decir nada, cerré diciéndole: Creo que saberlo no ha afectado lo que siento por ti, y en cuanto a la intimidad, hasta creo que ha mejorado bastante, así que quise decírtelo antes de que tu lo descubrieras.

Agachó la mirada y permaneció callada unos instantes, en voz muy baja me dijo: pues tienes razón, y luego en un tono muy calmado me preguntó si podía decirle quién era la mujer. Sin mucho pensarlo le dije la verdad – a medias – pues me limité a decirle que era la ejecutiva de cuentas del banco, que no era una mujer atractiva, que había sido ella quien me había tratado de seducir, y que yo había accedido para saber “que se sentía” ser infiel.

Más tarde, cuando ya estábamos en la cama, ella me pidió detalles y yo accedí a contarle todo. Vaya sorpresa me llevé, pues lejos de que las cosas empeoraran, mi mujer se puso de un cachondo que no la paraba ni el diablo. Esa misma noche después de tratarme como un rey con su boca, me pidió que “la metiera por detrás”, pero los nervios y los años de conocernos no la dejaron relajarse lo suficiente para que sucediera.

Cuando la tensión bajó y aun tirados desnudos en la cama, dejé salir sin filtro alguno la idea que me había traído loco las últimas semanas.

Quiero un trío, le dije, en la forma que tu lo prefieras: Tú, Demetrio y yo, o bien tú, Mirtala – ahí tuve que mentir – y yo; y si tu así lo decides estoy dispuesto a practicar para que pierdas el miedo, contratando a una prostituta o un hombre para que nos acompañe una noche.

Como ya era una costumbre en mi esposa, se hizo la digna en ese momento y me volteó la mirada, pero al día siguiente durante el desayuno, surgió la pregunta: ¿Y cómo lo haríamos esa primera vez de práctica?.

CAPÍTULO XI – DOS AMANTES Y UN DESCONOCIDO

Busqué afanosamente en internet la mejor opción para sacar aquella perversión de la maleta, y después de hablar con dos o tres strippers que ofrecían servicio para señoras, me topé con Ashton, un acompañante para mujeres de 31 años, que tomó su nombre del gran parecido que tiene con el actor Ashton Kutcher, de quien yo sabía que mi mujer estuvo enamorada mucho tiempo, y el tipo accedió a entrar en el juego.

El encuentro sería un sábado en el mismo motel donde llevaba a Talina, aunque tuve que decirle a mi mujer que nuestro amigo era quien lo había recomendado. Durante todo el día estuve dándole confianza, diciéndole que nada me hacía más feliz que verla disfrutar cuando estábamos en la cama, y que el solo imaginar que disfrutaría al doble me ponía aun más cachondo.

Ella se sonrojaba y luego se volvía a poner nerviosa. Luego le hablaba un poco de las fotos que había visto del tipo y cuando me pedía enseñárselas yo me negaba argumentando que la conocía, y sabía exactamente sus gustos; aquello la ponía ansiosa y a la vez cachonda, pues no tenía idea de cómo sería esa noche.

Entramos al motel y mi esposa temblaba de miedo. Le serví una copa de vino y se la bebió como si fuera agua fresca después de hacer horas de ejercicio. Me puse cómodo en la cama y ella me miró como preguntándose qué demonios seguía en la agenda.

Segundos después tocaron a la puerta y mi mujer se estremeció fuertemente. Le pedí que abriera y se negó, así que tuve que levantarme para ir a recibir a nuestro amigo. ¿Carlos cómo estás? Me dijo Ashton apenas abrí la puerta.

Debo confesarlo, una cosa es el escuálido de Demetrio, pero al verme frente a frente con aquel tipo alto, fornido y con el rostro casi idéntico al del actor en sus mejores tiempos, un escalofrío recorrió mi cuerpo pensando en lo que estaba a no muchos minutos de hacerle a mi esposa.

Ashton era un profesional. Conversó con nosotros, pidió permiso para tomar de nuestro vino, y luego con pláticas triviales logró distraer a mi mujer hasta el punto de hacerla reír sinceramente en un par de ocasiones. Luego, cuando sintió que las cosas se habían relajado, me miró y soltó la pregunta directa: ¿Quieres empezar tú o empiezo yo Carlos? Pero fue mi mujer quien respondió: Carlos, que empiece Carlos por favor.

Hice con mi esposa lo que hacía muchos años no hacía: La besé tiernamente y la acaricié por encima de la ropa durante un muy buen rato para ponerla a tono sin avergonzarla frente a nuestro amigo.

Luego, estando aun de pie, la giré para que su cuerpo me diera la espalda a mi y el frente a Ashton, mientras besaba su cuello y acariciaba sus tetas por encima de la ropa.

Por suerte la habitación estaba llena de espejos, así que pude ver en el reflejo que mi mujer abrió los ojos y clavó la mirada en nuestro amigo, quien de inmediato le lanzó una sonrisa coqueta y con sus manos hizo un movimiento como si estuviera agarrando unas tetas mientras se mordía el labio inferior. Mi mujer, que ya estaba bastante a tono, entendió perfecto el mensaje y se empezó a desabotonar la blusa.

Ashton miró detenidamente cada movimiento mientras con su mano derecha se magullaba el paquete como haciéndole saber que lo estaba excitando.

En pocos segundos las tetas de mi mujer estaban de fuera y yo jugaba con ellas, mientras nuestro amigo comenzó a sacarse lentamente toda la ropa de encima mientras mi esposa lo miraba con gran atención.

Profesional a fin de cuentas, aquel cuerpo no le pedía nada a los que uno puede ver en cualquier video pornográfico: Pectorales y músculos perfectos, ni un solo vello por ningún lado, y un pito bastante decente, que no se cómo demonios lograba ese tipo de control, pero permaneció flácido hasta mi mujer lo miró fijamente, y en ese momento comenzó a crecer.

De pronto ella se giró de frente a mi, y en voz muy baja y con unos ojos desorbitados me preguntó: ¿Qué hago ahora? A lo que le respondí: Lo que tu quieras, es tu noche.

Ashton caminó lentamente hacia nosotros y esperó a mi mujer se girara de frente a él. Tomó sus manos y las puso sobre sus pectorales, llevándolas poco a poco hacia abajo hasta quedar muy cerca de su pelvis.

Sentía a mi mujer temblar, mientras yo hacía lo posible por tranquilizarla con caricias por toda la espalda y en su cabello. Luego Ashton se giró y súbitamente se empinó, poniendo sus manos en el piso y dejando que mi mujer le acariciara por todos lados el par de musculosas nalgas que tenía.

Supongo que el tipo habría lidiado con miles de mujeres que se enfrentaban al pánico escénico, pues tomó la batuta de la situación a partir de ese momento.

¿Porqué no me muestras con cuanta pasión besas a tu esposo mientras yo voy descubriendo tu cuerpo por detrás? Le preguntó a mi mujer, a lo que ella accedió de inmediato.

Sentí la presión del cuerpo de Ashton cuando se pegó a mi mujer por detrás y la hizo un sándwich contra mi. Luego sentí sus manos entrar por entre nuestros cuerpos y desabrocharle el pantalón, para comenzar a bajárselo poco a poco.

Mi mujer comenzó besándome de forma normal, y poco a poco la intensidad fue subiendo de forma impresionante, supongo cuando comenzó a sentir como el cuerpo de nuestro amigo se pegaba desnudo al suyo por detrás.

Comenzó a meterme la lengua lo más adentro posible como cuando éramos novios, a morderme el labio inferior y a rasguñar mi espalda cada vez con mayor intensidad. En una oportunidad abrí mis ojos, y me encontré a Ashton de rodillas en el piso con la cara metida entre las nalgas de mi mujer.

Aquello no tardó mucho en salirse de control, pues mi esposa se separó de mi y literalmente empezó a arrancarme la ropa, causando que yo la hiciera disminuir la intensidad, pues no llevaba otro cambio ese día.

En pocos segundos me tuvo desnudo frente a ella y de inmediato se inclinó en unos perfectos 45 grados dignos de una jovencita de 18 y se metió mi verga en la boca, llevando aquella intensidad que minutos atrás había puesto en mi boca, a mi entrepierna.

Giré mi cabeza para mirar el espejo y encontré una perfecta escena que me subió el tono de inmediato: Yo de pie, mi esposa inclinada con mi verga en su boca, y detrás nuestro amigo comiéndose a placer la raja y culo de mi mujer.

Así continuamos durante algunos minutos, hasta que el que llevaba la pauta se puso de pie y se quedó mirando la escena, lo cual me incomodó un poco.

Mi mujer dejó de comerme y cual adolescente que está a punto de tener su primer experiencia miró a Ashton como pidiéndole que rápido nos marcara el siguiente paso.

El tipo nuevamente le sonrió a mi mujer de una forma que la derritió y se puso frente a ella para luego comenzar a hacer movimientos pélvicos que hacían que su pene a medio endurecer se moviera de arriba abajo pegando en su abdomen y en sus bolas.

Durante los siguientes minutos, Ashton desquitó con maestría cada centavo que pagué por esa noche, dándonos a ambos una cátedra de cómo se llevaba un trío exitosamente.

La hizo que le comiera la verga mientras con un movimiento me indicaba que le acariciara entre las piernas; luego se la quitaba de encima y la volteaba poniéndola de frente a mi para que se comiera la mía mientras él la tocaba.

Me hacía señas que no bajara el ritmo mientras corría hasta donde había dejado su pantalón y sacaba un condón, que magistralmente se colocó en el camino de regreso para luego tirarse en la cama.

Sutilmente jaló a mi mujer y la hizo acostarse boca arriba entre sus piernas, mientras con una señal me daba la orden de meterme entre las piernas de mi esposa y hacerle el amor.

El grito de mi esposa al sentir que la penetraba fue espectacular, como hacía mucho tiempo no lo daba, y nuestro amigo, se dedicó a acariciar su cabello, sus tetas y a meterle un dedo en la boca para que mi mujer se lo chupara como si fuera una verga mientras yo le daba con fervor.

Luego la giró y la hizo poner en 4 mientras él se acomodaba para que su pene quedara cerca del rostro de mi esposa, y yo la tomé “de perrito”, acto que de inmediato la hizo meterse la verga de su amigo y mamársela al mismo ritmo con el que yo le daba.

Justo cuando mi esposa comenzó a hacer sonidos de orgasmo, Ashton me hizo la seña de que me detuviera. Se incorporó y en voz baja me preguntó: ¿puedo?, a lo cual asentí.

Nuestro amigo la tomó de la cintura y la jaló hacia él. Pude ver la mirada de mi mujer perdida de placer en el horizonte y luego volverse en blanco cuando el tipo la penetró.

Me invitó a participar en la escena pero no quise, me dediqué a observar como aquel profesional zarandeaba a mi esposa a placer mientras ella gritaba como una loca, hasta que la hizo venir y caer rendida en la cama.

CAPÍTULO XII – UN NUEVO ACUERDO

A diferencia de episodios anteriores, al haber sido uno episodio consentido por ambos, nos permitió hablar de la noche a placer cuantas veces fue necesario. Detallando momentos, reviviendo otros e incluso riendo de los momentos chiscos o vergonzosos.

A la vuelta de 4 días, donde estábamos a punto de cumplir una semana de tener sexo diario, cosa que no sucedía desde que estábamos recién casados, le pregunté cuál sería el siguiente paso, a lo que ella respondió que quería conocer a Mirtala y ver qué podían hacer juntas por mi.

Lo más sencillo fue decirle la verdad sobre el nombre de Talina, pero lo más complicado fue intentar convencerla.

El siguiente jueves en pleno sexo le dije que quería tener un trío con ella y otra mujer, y mientras brincaba sobre mi verga me contestó que le encantaría. Pero como era de esperarse, cuando terminamos y le dije que hablaba de mi esposa, no me dirigió la palabra el resto de la hora en la que estuvimos juntos.

La cosa estaba ya tan abierta con mi mujer que nos platicábamos detalles cada jueves, ella se quejaba de que Demetrio era muy egocéntrico, y yo de que el cuerpo de Talina no le llegaba ni a los talones al de ella. Aquel jueves cuando le dije que Talina no había aceptado, ella se rio y me dio algunos tips desde el punto de vista femenino que pudieran ayudarme a convencerla.

Sin entrar mucho en detalle, uno de los tips terminó por funcionar, y a regañadientes quedamos de vernos, en esta ocasión en terreno neutral – un motel mucho más lujoso que el de siempre – y el acuerdo fue que yo llegaría con Talina al motel y mi esposa llegaría después para que ella no se sintiera como la extraña.

Verás que será una gran experiencia, alcancé a decirle a una muy nerviosa Talina justo antes de que tocaran a la puerta.

Le abrí la puerta a mi esposa y entró con una gran sonrisa. Saludó a Talina amablemente, elogió su ropa y le dijo que estuviera tranquila, que nuestra relación era hoy por hoy muy abierta, y que lejos de molestarla le agradecía que me estuviera enseñando tantas cosas nuevas.

Talina se relajó increíblemente al escuchar aquello – le había pegado en el ego, que si lo recuerdan tenía bastante grande – y hasta se puso a platicar con mi mujer un rato antes de que nada comenzara.

De la nada, mi mujer se dirigió a Talina y le preguntó qué era lo que más le gustaba de mi. Ella se sorprendió, pues no sabía hacia donde iba la pregunta, así que se limitó a contestar que le gustaba el juego previo, y luego hizo un silencio incómodo esperando la respuesta de mi mujer, quien de inmediato le respondió que compartían el mismo gusto,  mientras comenzaba a caminar hacia mi.

Se paró detrás de mi y mientras empezaba a desabotonarme lentamente la camisa le dijo a Talina: ¿Qué te parece si le quitamos toda la ropa a este hombre para ver qué sabe hacer?

Talina se acercó muy tímidamente a mi y comenzó a quitarme cinturón y pantalones, mientras mi mujer terminaba de sacarme la camisa, hasta que me tuvieron completamente desnudo.

Mi esposa comenzó a dar vueltas a mi alrededor mirándome - era claro que ella estaba tomando el papel de Ashton ese día – y mientras Talina miraba atónita, mi mujer se arrodilló y comenzó a jugar con mi verga hasta que la puso en pie de guerra.

¿Vas a dejar a nuestra amiga vestida?, me preguntó, mientras ella comenzaba a quitarse la ropa, así que me abalancé sobre Talina y empecé a desnudarla poco a poco mientras mi mujer terminaba ella sola.

Mientras aquello sucedía y haciéndome valer de los espejos de la habitación, pude darme cuenta que mi mujer, aun siendo mayor que mi amiga, resultaba inmensamente más atractiva físicamente, aunque en actitud parecía más retraída que una muy segura de si misma Talina que erguía el pecho orgullosa de sus pequeñas tetas caídas y su lánguida cadera.

Yo conocía las perversiones de Talina, pero era claro que aun estaba asustada, así que fue mi mujer la que rompió el hielo y nos dijo que fuéramos los 3 a la cama, ya completamente desnudos.

Me tiré boca arriba con mi mujer a la izquierda y Talina a la derecha, y antes de que pudiera planear algo, mi esposa comenzó a besarme en la boca dejando caer su cabello sobre mi rostro y tapando mi visión.

Sabía que era mi esposa la que me acariciaba el pecho, pero tenia duda de a quien pertenecía la mano que se había ido a poner en mi paquete. Muy pronto se me quitaron las dudas, pues reconocí los burdos jalones de Talina, a quien nunca le había dicho que no me gustaba que me la jalaran tan duro como tantas veces se lo dije a mi esposa.

De pronto mi esposa dejó de besarme y se incorporó, no para reemplazar a Talina, sino para complementarla. Durante varios minutos tuve 4 manos sobre mi paquete, una de cada una masturbándome, otra sobándome las bolas y una más buscando cabida entre mis piernas y mis nalgas.

Sin dejar de tocarme mi mujer se incorporó y vi pasar una de sus piernas por encima de mi cuerpo. Se puso de rodillas, dándole el frente a Talina y mi paquete, y lentamente fue bajando su cadera hasta quedar sentada sobre mi cara sin hacer presión, solo la suficiente para que empezara a comerme su raja y culo mientras lo que ella veía o hacía quedó completamente fuera de mi alcance visual.

Sentía a Talina masturbarme cada vez con mayor ahínco mientras mi esposa comenzaba a gemir más constantemente por el efecto de mi lengua en ella; situación que pronto nuestra amiga copió, pues pasó de masturbarme a comenzar a propinarme una mamada que me puso en una situación muy parecida a cuando hacíamos el sesenta y nueve, solo que ahora no era su raja la que me comía.

Mientras mi mujer se incorporaba tal vez para cambiar de posición con nuestra amiga, lo primero que me vino a la cabeza era si ella estaría dispuesta a comerse mi verga después de que Talina la había tenido en su boca, pues conocía sus costumbres y lo delicada que era en la higiene, así que inteligentemente dejó que su compañera tomara la decisión del siguiente movimiento.

Mientras mi esposa se hacía a un lado, Talina siguió sus pasos y vino a sentarse en mi cara para que mi lengua le diera placer como minutos atrás a mi esposa, y así lo hice. Mientras me comía a Talina estiré mi brazo derecho buscando encontrar a mi esposa, quien al ver que la buscaba se recostó poniéndome sus tetas al alcance para que las manoseara mientras le cumplía a la invitada.

Durante largos minutos aquello más que un trío pareció una serie de cambio de turnos, lo cual a mi no me disgustaba, pero sentía que de alguna forma debía descontrolarse pronto o terminaría siendo un fracaso… y fue entonces cuando la perversión de Talina salió a flote.

Cuando decidí incorporarme para tener una participación más activa, Talina brincó por encima de mi y nos hizo pensar a ambos que se sentaría sobre mi verga, pero para nuestra sorpresa se quedó mirando las tetas de mi mujer durante algunos segundos.

Lo que pensé que era un simple ataque de celos o envidia, resultó ser un ataque de deseo, y tomando desprevenida a mi esposa, se abalanzó sobre ella y comenzó a masajearle las tetas haciendo que mi esposa se quedara inmóvil sin poder defenderse del ataque.

Mientras buscaba la forma de incorporarme al nuevo juego pude ver la expresión de mi mujer: Estaba completamente apanicada, con sus ojos fijos en lo que nuestra amiga estaba haciendo, que si bien parecía lo lógico a suceder en un trío, supongo que ella no lo tenía en sus planes.

De a poco mi mujer se relajó mientras se recostaba, permitió que su amiga le disfrutara las tetas con las manos y con la lengua, mientras yo usaba una mano para recorrer su cuerpo, y la otra para recorrer el de mi amiga especial.

Cuando por fin logré tomar ritmo con ambas manos y enfocarme en sus entrepiernas, ambas decidieron dejar de dedicar tiempo al otro y entregarse a su propio placer, dejándose caer una al lado de la otra y permitiendo que yo las masturbara a ambas al mismo tiempo.

Pocos minutos después y ya con mis manos a punto de acalambrarse, fue mi mujer la que primero lanzó un ahogado grito de orgasmo, seguido casi de inmediato por el de la mujer que estaba acostada a su lado.

Cuando pensé que todo había acabado y yo me iría a casa sin descargar mi ansiedad, mi mujer se incorporó a medias, se hizo a un lado para tomar el rol de observadora, y sin dejar su rol de maestra de ceremonias, me entregó el condón que estaba sobre el buró y me dijo: Cógetela.

Dos horas después llegamos a nuestra casa. Habíamos hablado poco en el camino. Sin duda había más tensión que en el trío anterior, tal vez porque en esta ocasión había participado Talina y no un tercero pagado.

Al final del día cuando ya nos íbamos a la cama, el celo natural de una esposa salió a flote. Estuvo bien, pero la tipa no me llega ni a los talones, me dijo mi mujer. Le respondí que tenía razón, y fui completamente sincero cuando lo dije.