El Doctor y mi esposa (Capítulos V y VI)

Segunda parte de ese reencuentro entre mi esposa y su ex novio, ahora su doctor.

CAPÍTULO V – LA SORPRESA

Aquella noche tras la confesión, la besé en la boca y me giré para quedarme dormido sin decir ni una palabra más.

Los siguientes días fueron un infierno para ella, pues me buscaba constantemente con la mirada y en cada oportunidad me pedía perdón por lo que había hecho. Yo por mi parte estuve digiriendo las cosas lentamente, pasé por la etapa de la ira, luego de la aceptación, luego del morbo, y finalmente del deseo de venganza. Cada vez que me pedía perdón yo le contestaba que no había problema, que yo entendía que todos éramos humanos y podíamos caer en tentación; pero ella no parecía convencerse.

Durante toda esa semana no se me insinuó como lo había venido haciendo, por el contrario, parecía estar esperando que yo tomara la iniciativa en la cama, y el sábado por la noche asi lo hice. Debo confesar que la sesión fue algo fuera de lo común, ella parecía una chiquilla calenturienta que tenía unas ganas reprimidas de años, no tenía fin, cambiaba de posiciones constantemente y entre cada cambio me masturbaba para que yo no perdiera el hilo; lejos de perderlo yo tuve que contenerme varias veces para no dejar escapar la leche antes de tiempo, y tras al menos 45 minutos de arduo trabajo, ambos nos desahogamos en un orgasmo como no habíamos tenido en años tal vez.

Mientras descansábamos desnudos después del sexo y ella continuaba jugando con mi flácida verga, le di la sorpresa de su vida.

¿Porqué no te acuestas con Demetrio para que cierres ese capítulo de tu vida? Le pregunté.

Mi esposa saltó de la cama y se incorporó sentada en menos de dos segundos. ¿Cómo dices? Me preguntó. Le contesté que había escuchado bien y que no tenía que repetirlo. Ella se puso de pie y comenzó a vestirse rápidamente, dando vueltas de un lado a otro de la habitación y balbuceando cosas que no alcanzaba a entender. Luego se detenía y me miraba intentando decirme algo sin lograrlo para después seguir caminando nerviosa. La detuve y le pregunté qué pensaba al respecto. Ella me miró con unos ojos que denotaban un poco de tristeza y me djo: es una sorpresa para mi, no se porqué lo haces.

Me puse de pie y caminé hacia ella todavía desnudo. Ella miró mi entrepierna como haciéndome saber que no era manera de hablar de algo serio, pero no me importó. La tomé de sus hombros y le dije: Varias veces me has dicho que él no afecta el amor que tienes por mi, pero también me has dicho que despierta en ti un deseo que dejaste pendiente hace años, asi que sinceramente te digo que tienes mi consentimiento para ir y terminar con eso cuando gustes, dejarte llevar por tus deseos, y después volver conmigo como desde hace 8 años has estado.

Nuevamente nos quedamos sin hablar más en toda la noche. Yo me acosté con la cabeza volteada hacia la pared, y sentí que mi esposa se dio vueltas al menos durante dos horas más sin poder conciliar el sueño.

El día siguiente era sábado, asi que tan pronto abrí los ojos me di cuenta de que mi esposa estaba todavía en la cama pero despierta y mirándome. Le di los buenos días y le pregunté si le sucedía algo. Ella me respondió con los buenos días también, y luego me dijo que no le pasaba nada, pero que no podía quitarse de la cabeza lo que le había dicho una noche antes. Le dije que mi propuesta seguía en pie, y luego sin saber si hacía bien o no, le dije que yo había disfrutado mucho de las últimas semanas con ella, y que estaba segura de que su fogosidad venía de la fantasía que tenía de acostarse con su exnovio, y que también pensaba que si llevaba a cabo aquella fantasía, su libido aumentaría aún más.

Mi esposa giró su cabeza hacia el otro lado y me contestó que tenía razón, que ella había estado más motivada en la cama porque la ilusión de tener una aventura con esa persona de su pasado la mantenía asi, y luego por enésima vez, se disculpó conmigo.

Hagámoslo entonces, le dije. Concerta otra cita con él, dale lo que quiere y sacia tu deseo, pero debes prometerme dos cosas. Ella mi miró y me dijo que a qué me refería. La primera, le dije, es que no lo harás a escondidas de mi, yo quiero conocer cada momento que pases con tu amigo, y la segunda, es que quiero que sea en un lugar donde yo pueda verlos sin que ustedes se den cuenta.

Mi esposa se levantó de la cama, maldijo en dos ocasiones, y salió de la habitación casi corriendo para ir a la cocina a preparar el desayuno.

CAPITULO V – EL PLAN

Durante todo el sábado mi mujer no me dirigió la palabra. Al parecer ahora si había cometido un gran error, pues todo indicaba que se había molestado bastante.

Por la noche, justo cuando pensaba en pedirle disculpas por la estupidez que había hecho, ella entró en la habitación y cerró la puerta con llave.

¿Cómo quieres llevar acabo tu perversión? Me preguntó. Le respondí que de favor no le llamara de esa manera, que para mi había sido un placer verla como se motivaba al reencontrarse con alguien de su pasado, y que simplemente sentía que disfrutaría de ver como ella disfrutaba de un momento pasional con un hombre distinto. – Tuve que morderme la lengua para decir aquello, pero en realidad si era mi más pervertido deseo -

Y contestando a tu pregunta, le dije, ¿Qué te parecería invitarlo a cenar a la casa un día como agradecimiento, y después inventarme una salida urgente de trabajo para dejarlos solos un rato?

Supe cual era su respuesta de inmediato, aunque intentó pasar desapercibida y hacerse la enojada, pude ver en sus ojos un brillo que solo te puede dar lo prohibido, lo que nunca has experimentado, y sobre todo, el estar vigilada por mi.

Al día siguiente me dijo muy seria que había hablado con su doctor y lo había invitado a cenar el viernes, que había hablado con su madre también para que cuidara a los niños, y que el resto estaba en mis manos.

CAPITULO VI – LA CENA

No tenía la menor idea de si aquello iba a funcionar o no, pero todo el plan me tenía muy emocionado y asustado a la vez. No sabía si mi esposa reaccionaría bien, si terminaría enamorándose de el y dejándome a mi, o si lo vería como una aventura en su vida, pero ya era demasiado tarde para echarse atrás.

La vi salir de la regadera vistiendo la ropa interior más sexy que tenía, y encima se puso un vestido holgado pero a la vez provocativo – imagino que no quería verse muy obvia – yo me vestí de manera casual pero elegante a la vez, y sin hablarnos mucho esperamos en la sala viendo televisión hasta que el timbre de la casa sonó.

Ambos nos levantamos con un escalofrío porque el momento había llegado. Demetrio vestía un pantalón holgado, una camisa a rayas y un saco sport encima. Saludó amablemente y me entregó una botella de vino tinto en la mano, misma que después de invitarlo a pasar corrí a abrir a la cocina y la llevé a la sala con tres copas en la otra mano.

La botella iba ya a más de la mitad. La charla era amena, la tensión se había disipado, y entre los tortolitos no había habido ninguna mirada insinuante hasta ese momento. Pensé que sería el momento, asi que dije que iba al baño, y antes de regresar, tomé el teléfono de la casa y me marqué a mi propio celular.

Contesté justo cuando entraba en la sala, hice un par de aspavientos de molestia, y luego pegué un grito diciendo que no se los iba a perdonar, pero que estaría ahí en 10 minutos. Ambos se levantaron a preguntarme qué pasaba, y yo simplemente les dije que no quería arruinarles la noche, pero debía ir a la oficina a firmar un papel importante que habían olvidado pasarme. Demetrio se despidió de nosotros diciendo que no quería importunar, pero me dirigí a él un poco molesto y le pedí de favor que no me hiciera las cosas más difíciles, que por favor esperara con mi esposa y que no tardaría más que 20 minutos.

Me salí de la casa en mi coche y lo estacioné en la tienda de conveniencia que está a dos cuadras, le marqué a mi esposa al celular y le dije: Esta llamada es para avisarte que tendré que quedarme en la oficina al menos hasta la media noche para esperar un par de autorizaciones, yo ya hice mi trabajo, ahora te toca a ti hacer el tuyo.

Colgué el teléfono y caminé lo más rápido posible para no perder ni un solo detalle. Le había dicho a mi esposa que dejara la puerta del pasillo abierta, y que por ningún motivo fueran a subir a la recámara para yo poder ver todo desde el patio trasero, y asi lo hizo, pues cuando llegué la puerta estaba entreabierta, y lo mejor de todo, el coche del doctor seguía frente a nuestra casa.

No supe qué le había dicho mi esposa, pero la cuestión es que apenas tomé mi lugar en la obscuridad del patio mirando por la ventana de la sala, y me di cuenta de que ambos reían a carcajadas mientras tomaban el vino tinto que él mismo había llevado.

Mi esposa comenzó a actuar bastante bien – vaya puta que se estaba comportando – cruzaba las piernas delante de su amigo permitiéndole que viera un poco hacia adentro, y después se inclinaba a servirse vino dejándolo que viera a plenitud el escote de su vestido. Pronto nuestro inquieto amigo comenzó a ponerse nervioso, pues lo veía como cambiaba de posición constantemente, cruzando y descruzando las piernas y tomando la copa de una mano a otra.

Mi esposa se levantó entonces muy despacio y caminó hasta el aparato de sonido. – Tengo que confesar que se veía radiante, aquel tipo debía estar vuelto loco con la oportunidad – Se puso de espaldas a el buscando un CD adecuado para el momento, y el tipo no le quitaba la vista del culo mientras bebía como desesperado el vino. No necesité escuchar la música para darme cuenta de que mi esposa había encontrado algo indicado, me bastó con ver como comenzó a contonear suavemente el culo de un lado a otro manipulando la mirada del doctor a placer.

No podía creer lo que estaba viendo, ¡realmente mi esposa lo iba a hacer! Se contoneaba de un lado a otro, ya de frente a él, retándolo a que fuera hacia ella y la tomara. En su mano derecha estaba la copa de vino, y con su mano izquierda se rozaba las caderas y el abdomen de una manera bastante sensual. – Lo acepto, yo mismo me excité desde mi lugar – Mi esposa se daba una vuelta sobre su propio eje y veía como con los ojos me buscaba en alguna de las ventanas de la sala, pero yo estaba muy bien escondido detrás de la sombrilla plegada de los muebles del jardín, asi que ni siquiera ella podía estar segura de si los estaba o no viendo.

El tipo por fin descruzó las piernas y puso sus manos sobre el asiento del sillón como si se fuera a levantar – ya era hora, la verdad le estaba teniendo demasiado respeto a mi mujer – Lentamente se levantó sin soltar la copa de vino y comenzó a caminar hacia mi esposa. Ella decidió jugar un poco más, pues cuando lo vio venir comenzó a bailar moviéndose hacia otro lugar como invitándolo a que la siguiera. – No cabe duda que ella estaba haciendo bien su trabajo, pues el tipo parecía un estúpido caminando detrás de ella mirándola de arriba abajo con la boca abierta – Pronto detuvo su camino y se recargó con sus manos en la barra de la cocina para seguir bailando y moviendo el culo muy suavemente – Demonios, quería entrar ahí y tomarla yo mismo, pero tenía que aguantar – El doctor se detuvo un momento a mirarla con detenimiento, y luego, por fin, decidió ir a su encuentro.

Para mi infortunio ambos me quedaban de espaldas, asi que solo pude ver como el doctor dejó la copa de vino sobre la primer mesa que encontró, y se encaminó por detrás de mi esposa hasta que su cuerpo se pegó al de ella. – Vaya que el tipo era tonto con las mujeres – Mientras mi esposa bailaba a un ritmo suave y sensual, el muy estúpido comenzó a hacer movimientos de cadera simulando tener sexo con ella. Como era de esperarse, pues yo mismo sabía que mi esposa odiaba que la intentaran motivar de esa manera, ella se quitó de la barra y caminó algunos pasos a la derecha para continuar con su baile, en esta ocasión con los ojos cerrados, dándole el frente al doctor. – En el fondo sentía un tremendo sentido de triunfo, pues aquel tipo estaba logrando cualquier cosa menos excitar a mi mujer, aunque a fin de cuentas la idea era todo lo contrario –

Demetrio intentó su segunda embestida. Comenzó a caminar de nuevo muy lentamente dirigiéndose a ella. En esta ocasión los tenía de costado, asi que podía ver el espectáculo completo. El tipo llegó frente a ella pero en esta ocasión no fue tan brusco, pues en vez de repegarse como los había hecho antes, se dedicó a moverse con un baile torpe pero que resultaba un buen esfuerzo para lograr que mi esposa se calentara un poco más. Lo hizo de esa manera durante pocos segundos, y después la tomó de los hombros y comenzó a acercar su cara para intentar besarla. – Debo confesar que en ese momento un escalofrío recorrió mi cuerpo, creo que en realidad no estaba tan preparado para ver aquello como yo creía – Para mi suerte mi esposa lo detuvo. Puso su mano derecha sobre su pecho y tal como lo había hecho en el consultorio la fue bajando poco a poco, pero en esta ocasión antes de llegar al pubis del doctor, lo soltó y dio un par de pasos atrás mirándolo fijamente a los ojos como retándolo a que siguiera el juego.

Yo sentía que explotaba detrás de la ventana; quería que avanzaran en el proceso, pero al mismo tiempo quería que todo terminara y volviéramos a la realidad. Mi esposa parecía escuchar mis pensamientos, pues apenas terminé de golpear el piso del coraje y ella se llevó la mano a la espalda ante la incesante mirada de su compañero. En pocos segundos y tras un movimiento que ninguno de los dos pudimos ver, mi esposa arqueó su cuerpo dejando caer al piso el vestido de una sola pieza que llevaba encima y sacándoselo de una patada para aventarlo en medio del pasillo.

Creo que los dos debimos tener la misma reacción de asombro al verla. Por un momento olvidé que era mi esposa y la había visto semidesnuda mil veces, y me dediqué a admirarla. Su cabello rizado caía pleno sobre sus desnudos hombros, su mirada estaba clavada en el piso mirando el movimiento de sus pies enfundados aun en unos zapatos de tacón negros mientras bailaba suavemente, sus pechos lucían firmes y levantados por un bra de encaje negro que dejaba ver entre la luz un par de rosadas aureolas encumbradas por sus endurecidos y redondos pezones, su vientre lucía plano y atractivo mientras trataba de mantenerlo sumido, y su culo, - ¡Por Dios qué culo! – un par de redondas nalgas cubiertas en un interior negro de encaje tipo shorts, pero metido completamente entre ellas; y al frente, el máximo trofeo de nuestro invitado parecía llamarle con sus dos labios perfectamente marcados y guardando un poco de la ropa interior metida entre ellos. – Yo no se lo que pasaba por la mente del doctor en ese momento, pero yo no lo hubiera soportado ni un segundo más –

El tipo comenzó a sacarse el saco con movimientos urgidos y torpes; mi esposa levantó de nuevo la mano en señal de que se detuviera, y caminó hasta detrás de él. El doctor giraba su cabeza e intentaba ver a mi esposa de reojo, pero ella fue y se puso justo detrás de él para ayudarle con el trabajo de sacarse toda la ropa. Tomó primero su saco y se lo deslizó para quitárselo lentamente y dejarlo sobre una silla; luego se pegó suavemente por detrás de él apretando sus tetas en su espalda y cruzó las manos por debajo de sus brazos para comenzar a desabrocharle la camisa botón tras botón de manera lenta y desesperante. Para cuando terminó de desabrocharle la camisa y comenzar a desfajarla del pantalón para quitársela, el doctor ya tenía una tremenda y visible erección debajo de la ropa, pero mi esposa no podía verla. Dejó entonces a su compañero con el torso descubierto, aquel torso flaco y con tan solo algunos músculos marcados que se intensificaban con los movimientos del tipo mientras intentaba ayudar a mi esposa sin que ella se lo permitiera.

Ella llevó de nuevo sus manos al pecho del tipo, y comenzó a bajarlas lentamente acariciándolo hasta encontrarse con su cinturón, el cual desabrochó cuidadosamente sin sacarlo del pantalón, para después avocarse a soltar el botón del mismo. Cuando se disponía a bajarle el cierre del pantalón mi esposa se topó con su erecto pene. – Casi pude sentir la sorpresa de ella al darse cuenta de que el tipo ya estaba listo – Y en un movimiento que dejó ver quién tenía el control de la situación, lo hizo a un lado para tener la libertad de desabrocharle y comenzar a bajarle aquel holgado pantalón gris. Ella se hincó en el piso y le ayudó a sacárselo por debajo de sus pies, y después fue subiendo las manos hasta encontrarse de nuevo con la ropa interior del doctor y comenzar a tumbársela con la dificultad que el tamaño de su pene representaba. Fue entonces cuando Demetrio giró para quedar de frente a mi esposa que lucía indefensa arrodillada en el piso.

Puse especial atención en la expresión de mi mujer al ver por primera vez lo que ella había definido como "el monstruo" . En realidad era algo extraño, pues era muy largo y de poco grosor, parecía una gran salchicha que a duras penas podía mantenerse en pie delante de mi esposa. Su región púbica estaba plagada de vellos – y vaya que yo sabía lo que mi esposa odiaba eso, pues a mi me hacía recortármelos bastante seguido – pero aun asi, mi esposa pintó una sonrisa en sus labios cuando lo vio, una sonrisa más bien de desahogo, como si en ese momento hubiera logrado cumplir una de las metas más grandes en su vida.

Esperé que ella lo tomara entre sus manos y se lo metiera a la boca con las mismas ansias que lo hacía conmigo cuando se reventaba de la calentura, pero en esta ocasión parecía estar perfectamente tranquila y controlada, pues lejos de inquietarse, comenzó a levantarse poco a poco y luego a caminar muy lentamente hacia uno de los sillones de la sala. El tipo no se movió de su lugar, solamente fue girando su cuerpo para ver a donde iba mi esposa.

Ella llegó hasta el sillón de la sala, y de un solo golpe se bajó las panties para sacárselas de una patada y aventárselas encima a él causando la risa de ambos. Y cuando por fin estuvo libre de la ropa, se dejó caer sentada en el sillón y abrió sus piernas subiendo los zapatos de tacón sobre la mesa central. – Su entrepierna había quedado de frente a mi, podía ver claramente como a contraluz dejaba se veía el brillo que la humedad reflejaba - El doctor no se hizo esperar y tomó su miembro con la mano derecha dirigiéndose a mi esposa. – Me levanté de mi lugar de un salto, una vez más sentí que no podía ver aquello – Pero en esta ocasión no fue mi esposa, quien lo detuvo, fue él mismo quien decidió darle placer a ella antes que a si mismo, y justo cuando estuvo frente a ella se puso de rodillas. Mi esposa le sonrió y levantando una de sus piernas lo dejó que se metiera entre la mesa de centro y el sillón quedando entre ellas con aquel manjar al alcance de la mano.

Me quería volver loco. El cuerpo del doctor me tapaba la visión, asi que solamente pude ver la cara de mi mujer cuando su amigo se fue directo a comerse de un bocado su raja delante de mis ojos. Se contoneaba de un lado a otro con los ojos cerrados y la boca semi abierta, sus manos rasguñaban el sillón y de vez en cuando con su mano derecha tomaba al tipo del cabello y lo empujaba contra ella para sentir más placer y más control. Debo decir que jamás esperé que el tipo se portara a la altura, pues estuvo una buena cantidad de tiempo complaciendo a mi esposa con la boca mientras ella rasguñaba cada vez más lo que tenía a la mano y cerraba sus piernas apretando la cabeza de su amigo y haciéndolo que se ahogara notablemente. El espectáculo se prolongó varios minutos más. Yo no estaba a gusto pues no podía ver a placer cada movimiento, pero seguía explotando por dentro sin poder hacer nada al respecto.

De pronto mi esposa perdió el control causando la sorpresa tanto de su amigo como mía. Lo quitó de encima de ella jalando su cabello hacia atrás y se puso de pie rápidamente. El tipo se vio claramente asustado, y ella comenzó a mover sus manos en señal de que la desesperación no la dejaba pensar su siguiente movimiento. Lo empujó entonces suavemente hacia atrás para poder pasar, y luego se regresó para mirar un momento el erguido trofeo del tipo, se hincó en el piso, lo tomó con su mano derecha y le dio dos fuertes jalones provocando que el doctor arqueara el cuerpo, tal vez de dolor, tal vez de placer. Hizo el movimiento como si se lo fuera a meter a la boca, y después se arrepintió levantándose para salir caminando muy rápidamente hacia la barra de la cocina donde tenía su bolso.

Demetrio se quedó igual de sorprendido que yo. La miraba atentamente mientras con su mano se jugaba el miembro para no perder la erección. Mi esposa fue y en un movimiento desesperado vació su bolso sobre la barra y comenzó a buscar entre las cosas que salieron. Pronto encontró un condón – imagino que ella misma los había comprado, pues eran de una marca distinta a la que yo uso con ella – Se giró de frente al tipo, y estiró la mano para entregárselo. – Jamás había visto esa mirada en los ojos de mi mujer, tenía ira, desesperación, ansia, no se exactamente qué era – Ahora los papeles se habían invertido, pues era el doctor el que tomaba las cosas con calma y se disponía a abrir el preservativo mientras mi esposa pasaba frente a él caminando rápidamente hacia la sala de nuevo. De pronto la urgencia le alcanzó, y tuvo que ponerle algo de velocidad al movimiento de enfundarse la verga, pues mi esposa caminó hasta el sillón que estaba más cercano a la ventana, y se inclinó deteniéndose del descansabrazos.

Jamás voy a olvidar ese momento. Sin saberlo caminó directamente hacia la ventana en donde yo estaba escondido en la obscuridad mirándola, y cuando dirigió sus ojos hacia afuera, se encontró directamente con los míos. Nuestras miradas estuvieron clavadas varios segundos mientras de reojo veía como el doctor se acercaba a ella por detrás con el miembro en la mano listo para atacarla. En sus ojos pude ver una mirada de arrepentimiento durante un segundo, y después, el tipo la embistió sin piedad alguna.

Sus ojos se quedaron fijos en los míos mientras abría la boca de una manera descomunal y lanzaba un grito que más bien parecía de dolor – claro y fuerte, seguramente no solo fue escuchado por mi, sino por varios de los vecinos – Después de eso cerró los ojos y se inclinó sobre sus brazos para descansar en el respaldo del sillón y aguantar aquel descomunal ataque por detrás.

No pude quedarme de frente a ella. Me moví sigilosamente hacia otra de las ventanas laterales. En esta pude ver claramente la furia con la cual el doctor descargaba sus anhelos de años sobre mi mujer. La tomaba de las nalgas apretándola fuertemente, y jalándola de atrás adelante mientras veía como aquella verga salía y volvía a entrar hasta el fondo de la humanidad de mi esposa y su abdomen bajo rebotaba contra sus nalgas. Ella parecía tener de todo tipo de sentimientos, pues mientras en ocasiones levantaba la cabeza y lo miraba de reojo con una expresión de dolor, al siguiente instante rasguñaba el sillón y se mordía el labio inferior en señal de un gran placer. De cualquier manera los gritos no pararon, y yo no dejé de escucharlos por más que me alejaba hacia otra ventana. No duró mucho tiempo, pues ambos estaban a reventar, asi que mientras yo pensaba en regresar a la ventana donde la veía de frente a mi, mi esposa dejó escapar un grito ahogado acompañado de un arqueo de su cuerpo impresionante; y él, al parecer después de haberse contenido ya demasiado tiempo, soltó a mi esposa de las caderas y cerró sus ojos para dejar salir la descarga de leche que durante tantos años había guardado para ella.

Yo ya había perdido mi erección, estaba confundido, asi que simplemente quise ver cómo terminaba todo aquello antes de irme de nuevo a buscar mi coche y tal vez a sentarme en algún bar.

El tipo se salió de dentro de mi esposa ya con la verga semi flácida y mostrando el patético espectáculo de la leche colgando en el fondo del condón. Mi esposa se dejó caer exhausta sobre el sillón y con movimientos dolorosos tomó un cojín y se tapó la entrepierna para que él no la viera más. El dio un par de pasos atrás y comenzó a levantar su ropa para vestirse aun con el preservativo puesto y mirando a mi esposa para ver su reacción. Pero ella lejos de buscar sus brazos como siempre lo hacía conmigo después del sexo, pasó a su lado sin mirarlo y apenas levantó su vestido del piso, comenzó a ponérselo sin hablar.

Se había terminado todo. Demetrio la miraba mientras se vestía de nuevo, y apenas terminó de hacerlo, mi esposa se dignó a dirigirle la mirada y le dijo algo desde la distancia. El tipo asintió con la cabeza, y luego mirando hacia el piso durante todo el pasillo, caminó hasta la puerta principal de la casa, se subió a su coche, y se fue.