El Doctor y mi esposa (Capítulos I a IV)

De todas las opciones posibles, tenía que haberme tocado la suerte de que el doctor que habían asignado para atender a mi esposa era el mismo tipo con el que ella estaba saliendo 8 años atrás cuando nos conocimos.

CAPÍTULO I – EL REENCUENTRO

Me moría de la maldita rabia en ese momento, de todas las opciones posibles, tenía que haberme tocado la suerte de que el doctor que habían asignado para atender a mi esposa era el mismo tipo con el que ella estaba saliendo 8 años atrás cuando nos conocimos.

Habíamos ido a la primera de las citas médicas juntos, pues recién cambiamos de servicio médico y nos habían dado una pequeña pero moderna clínica cerca de nuestro domicilio como consultorio base. Cuando la enfermera de la recepción le dijo a mi esposa que la iba a revisar el doctor Demetrio García su expresión pareció desencajarse por completo. Al principio yo no entendía porqué, pues me parecía que no tenía que tener miedo en ir a revisar un dolor que tenía en la espalda baja y que todo parecía indicar que sería muscular, pero hasta ese momento no sabía a donde me estaba metiendo exactamente.

La imagen del momento cuando el doctor abrió la puerta debió ser de película. Mi esposa ya se lo esperaba, pero la cara que pusimos tanto el doctor como yo fue de tremendo espanto. Yo me quedé frío en medio del pasillo al darme cuenta de quién era aquel tipo, y era nadamás y nada menos que el tal Deme, aquel pasante de doctor que rondaba a mi esposa y con quien salía cuando yo la conocí, y que gracias a mi insistencia y mis detalles, había logrado alejarlo de ella para que fuera mi novia.

Tremendamente incómodo el momento. Pues el tipo quiso hacerse el desentendido como si no nos conociera, pero fui yo el que lo saludó por su nombre y le dije que me daba mucho gusto verlo después de tanto tiempo. Mi esposa era un manojo de nervios, lo saludó de mano y le dedicó una muy mustia sonrisa, mientras él me saludó primero a mi en señal de respeto y luego se dirigió a mi esposa dedicándole una tremenda sonrisa que por poco me hace tomarla del brazo y largarnos de ahí de inmediato.

Cuando recién empezamos a ser novios yo era un maniático celoso – característica que fui perdiendo con los años y la madurez – Pero en aquel tiempo hostigaba fuertemente a mi ahora esposa preguntándole si seguía viendo a aquel tipo o a alguno de sus exnovios, e incluso preguntándole si había llegado a acostarse con él en el tiempo que salieron. Ella se comportaba siempre de la manera más discreta posible, y no fue sino hasta que teníamos ya un par de años de casados y yo había cambiado bastante, cuando ella misma sacó el tema un buen día y me contó toda la historia con aquel tipo. Le agradecí su sinceridad, pues me dijo que en realidad a ella le atraía bastante, pero que mis detalles la habían conquistado aun más, y me confesó que Deme había sido muy respetuoso con ella, tanto que ella misma se había quedado con las ganas de llegar a algo más con él.

Siempre me he distinguido, tal vez por mi trabajo, por saber cómo sacarle la información a las personas, y ese día la fui llevando poco a poco hasta que me platicó que su ex amigo era bastante miedoso a la hora de "meter mano" , y que cuando mucho había llegado a manosearle las nalgas y las tetas sobre la ropa. Aquella conversación la terminó con algo que en ese entonces me dio mucha risa, pero no pude evitar recordarlo cuando nos volvimos a encontrar con él; me dijo: "Lo único que si me acuerdo de él es que se le notaba un monstruo debajo del pantalón…. Lástima que nunca pude verlo" Ambos nos soltamos una carcajada y luego el tema se cerró.

Entramos en el consultorio del ex novio de mi esposa, ahora el traumatólogo familiar para mi desgracia, y después de dos o tres escuetas preguntas sobre nuestro matrimonio y nuestros hijos, se dispuso a pedirle a mi ella que se recostara sobre la camilla, y a mi que por favor permaneciera a un lado. Era claro que aquel tipo no quería problemas, asi que a fin de cuentas le agradecí que me pidiera quedarme ahí.

Morboso a fin de cuentas como siempre he sido, no dejé pasar la oportunidad de mirarle la entrepierna al doctor para ver si en realidad tenía tanta carne como mi esposa me había dicho, pero bajo el pantalón de tela holgado que llevaba no pude ver nada fuera de lo común.

Mi esposa se recostó boca abajo en aquel sillón. Me quise morir de nueva cuenta; En otras circunstancias no hubiera habido problema, pero al solo ver como sus nalgas lucían redondas y a merced de aquel tipo me hizo hervir la sangre, y por si fuera poco, aquellos interiores tipo short que se había puesto ese día, se marcaban a la perfección a la mitad de sus nalgas debajo del pantalón de tela beige que traía puesto. Sin más ni más – aunque ese es su trabajo – el tipo le puso ambas manos a mi esposa en la espalda baja, comenzando a sobarla de arriba abajo, subiendo su blusa hasta descubrirle media espalda, y bajando sus pantalones hasta descubrirle los interiores.

¿Aquí duele? Preguntaba el tipejo mientras con sus dedos pulgares le presionaba justo donde la raja de las nalgas termina. Mi esposa contestaba que no, y el tipo seguía buscando de un lado a otro manoseándola a placer mientras yo lo miraba de reojo. Mi esposa mantenía su cara apoyada casi completamente en la camilla, asi que no podía ver su expresión al estar sintiendo de nuevo aquellas manos sobre su cuerpo, y para mi mala suerte, tampoco podía verle la expresión al doctor, quien seguramente se estaba deleitando mirándole las nalgas a mi mujer mientras la apretujaba buscándole de dónde venía aquella molestia.

Me tuve que aguantar mirando como el doctor tocaba a mi esposa hasta que por fin le encontró el punto dolorido, le dio una palmadita muy cerca de las nalgas como indicándole que ya se podía levantar, y luego se giró hacia mi para decirme que el problema no era de la columna, sino muscular – valiente diagnóstico que yo ya sabía, pero a fin de cuentas doctor – Cuando por fin me disponía a descansar de mi letargo de celos, se me ocurrió mirar hacia abajo un segundo, suficiente para quedarme helado mientras mi esposa se levantaba y se arreglaba la ropa después del masajito de su exnovi - me vino de inmediato a la mente su comentario - pues efectivamente, a aquel tipejo parecía habérsele despertado el libido mientras tocaba a mi mujer, y una tremenda salchicha se marcaba colgando de su pantalón mientras caminaba rápidamente hacia detrás de su escritorio para no ser descubierto y poder sentarse a elaborar la receta.

Salí de ahí intentando parecer de lo más tranquilo delante de mi esposa, hablamos sobre la tremenda coincidencia de haberlo topado de nuevo, sobre el hecho de que no tuviera fotografías familiares en su consultorio, y por obvias razones, aproveché cada momento para en tono de burla preguntarle a mi esposa si había disfrutado sintiendo las manos de su exnovio de nuevo por su cuerpo. Ella se reía nerviosamente cada vez que yo lo preguntaba, y se limitaba a contestarme en tono de burla también que las extrañaba mucho, y que se había excitado cuando él la había tocado de nuevo. Justo antes de llegar a la casa y como para cerrar ya con aquel tema, le dije que debería de concertar una cita más, pero en esta ocasión ella sola, y que aprovechara para verle más detenidamente su "bulto". Mi esposa se soltó riendo, y como siempre ella sola me soltó la información sin que se la pidiera. Me contestó: ah ¿tu también se lo viste?, y todavía tuvo el descaro de decirme: bueno, yo no tengo la culpa de que el tipo tenga un monstruo ahí abajo. Y antes de que pudiera contestarle nada, se acercó a mi oído y mientras me susurraba que para ella solo existía yo, me dio tremenda sobada en el bulto por encima del pantalón que de inmediato me bajó los celos y me puso a tono para lo que más tarde pasaría.

Al día siguiente mientras trabajaba frente a mi computadora no me podía quitar de la cabeza aquella escena, y no conforme, yo mismo dejaba volar mi imaginación y continuaba la película en mi cabeza, una película en donde mi esposa giraba su cabeza y le desabrochaba el pantalón a su amigo para disfrutar primero con la mano, y después con la boca, de aquella verga que 8 años atrás se había quedado con las ganas de conocer. Lo peor del caso, es que en menos de lo que pensé, estaba teniendo una erección en mi oficina pensando en mi esposa gozándola con otro.

Los siguientes días casi no salió el tema en nuestras conversaciones, sin embargo la poca mejoría que mostraba mi esposa en su espalda me hacía pensar que inminentemente habría la necesidad de otra cita, aunque ella estaba renuente a comentarlo.

Finalmente un día me llamó mi esposa a la oficina para decirme que haría una nueva cita con el médico, y antes de que pudiera decirle nada, ella se excusó diciéndome que intentaría hacerla después de las 7 de la noche para que la acompañara. Le dije que no se preocupara, que yo no tenía ningún problema con su visita al doctor, y que la hiciera cuando él pudiera. Finalmente me llamó media hora después para decirme que la cita era ese mismo día a las 6:30 de la tarde, y que si quería podía pasar después de la oficina para ver qué le recomendaba el doctor.

Debo confesar que pasaron mil cosas por mi cabeza en las siguientes dos horas; desde la opción de caerles de sorpresa y ver qué hacían, hasta el dejarlos solos para saber qué tanto podía confiar en mi esposa. Todavía estaba pensando en qué hacer cuando dieron las 6 de la tarde, y aunque normalmente nunca me salgo a esa justa hora, ese día cerré mi laptop sin apagarla y salí como rayo hacia el estacionamiento.

CAPITULO II – LA POSIBLIDAD

Lleguéa la clínica a las 6:40 de la tarde, entré como demonio, y para mi suerte la secretaria del doctor ya se había ido, asi que no tuve que anunciarme. Me detuve frente a la puerta y pensé en tocar, pero nuevamente el destino me dio por mi lado y vi que estaba abierta de par en par, lo suficiente como para poder ver hacia dentro. Poco a poco me fui inclinando para asomarme através de la rendija; en esta ocasión mi esposa no estaba acostada, sino sentada dando el frente a la puerta mientras el doctor le revisaba la espalda. Tuve que ser muy cuidadoso, pues me podía descubrir espiándolos, sin embargo ahora si pude ver claramente las expresiones de mi mujer mientras su exnovio la exploraba por detrás. No se si la expresión era de placer, pero si pude notar como cerraba sus ojos durante largos ratos mientras él la tocaba de un lado a otro y le preguntaba cosas.

Todo parecía subjetivamente normal hasta ese momento, sin embargo cuando el tipo terminó de hacer su revisión, pude ver claramente como sujetó a mi esposa de las caderas de una manera que no era normal, dejando sus manos ahí por un buen rato mientras algo le decía muy cerca del oído. A pesar de que ella no sabía que yo la observaba, no noté ninguna reacción en ella, sin embargo en él, la reacción fue ahora más notoria que la última vez. Se alejó del camastro y su verga se notaba demasiado en el pantalón, y como era de esperarse, en esta ocasión no caminó a su escritorio, sino que fue justo frente a mi esposa para seguir dándole indicaciones y con la única meta – estoy seguro – de que ella pudiera verlo allá abajo. Su reacción no se hizo esperar, pues mientras ella se arreglaba la blusa de la espalda vi claramente como dirigió la mirada al paquete del doctor y luego la levantó rápidamente para que él no la descubriera mirándolo. Conocía a mi mujer a la perfección, desde novios la había descubierto muchas veces mirando mi paquete o el de otros tipos, y debo confesar que después de 5 años de casados ya no me molestaba, pero en ese momento verla como en cada distracción del doctor bajaba la mirada para ver el calibre de su amigo, me hizo estremecerme en más de una ocasión.

Observé atentamente el comportamiento de ambos mientras él le entregaba otra receta ya sentado en su escritorio. Al final del cuento él se puso de pie, y ella se despidió de mano con una sonrisa en la boca. Salí casi corriendo del consultorio y me escondí en el pasillo para que ella no me viera, y más tarde que llegué a casa, le pregunté cómo le había ido con el doctor, a lo cual se limitó a responder que bien, y a decirme que le había recetado una nueva medicina.

Más tarde me pareció que mi esposa se tardaba más de lo común en la ducha, y no pude evitar pensar que como una adolescente se estaría tocando mientras pensaba en su amante imposible… hasta ese momento.

Al día siguiente le llamé por teléfono a media mañana y conversamos durante un buen rato sobre los niños y sobre el clima; era una mañana tranquila, asi que podía estar en el teléfono por largo rato. Dejé pasar varios minutos y después le saqué al tema a su exnovio; Ella pareció no molestarse por el hecho de que lo mencionara, asi que pudimos hablar abiertamente sobre la conversación que habían tenido. Me dijo que él le había preguntado sobre nuestro matrimonio, y le había dicho que el suyo había fallado, pues tenía ya 6 años de divorciado. Le pregunté de la manera más tranquila si en realidad había sentido algo al volverlo a encontrar, y ella me dijo muy segura de si misma que no me preocupara, que estaba todavía perdidamente enamorada de mi, pero que no podía evitar sentirse extraña al encontrarse con alguien que en el pasado le había movido el tapete. ¿Te dan ganas con él? Le pregunté. Ella hizo un silencio y luego me contestó que no, que en realidad jamás se acostaría con otro hombre. ¿Pero te llama la atención como sería terminar lo que dejaron pendiente verdad? Agregué. Y ella se limitó a contestarme: puede ser, aunque eso jamás lo sabré.

Esa noche llegué a casa con la única meta de darle a mi mujer una tremenda noche de amor, asi que apenas se durmieron los niños, y me le acerqué por detrás sacándole un tremendo suspiro – contrario a como era normalmente, no tardó ni 30 segundos en ponerse a tono y comenzar a quitarme la ropa de encima – Aquello me hizo quedar claro en el hecho de que su doctor le mantenía la mente caliente, pues normalmente ella no se ponía tan rápido como esa noche, y la verdad, apenas y me dio tiempo de tener una erección cuando ya estaba subiéndose encima de mi.

CAPÍTULO III – LA FANTASÍA

Estuve realmente tentado a decirle a mi esposa que ese día los había visto en la consulta, pero no me animé. Y una semana después el destino me volvió a dar la oportunidad, pues mi esposa me dijo que había hecho cita para checarse con el doctor, y me pidió que la acompañara ese día a las 7 PM. Yo dejé pasar la mitad de la tarde, y luego llamé a mi esposa para decirle que fuera ella sola a la cita, pues tenía que ver un cliente que me iba a llevar hasta alrededor de las 9 de la noche.

Tal como la última vez, salí de mi oficina antes de tiempo para estar listo a la cita. En esta ocasión la vi desde que estacionó su coche en en la clínica. – Tremenda cachonda que me había salido mi mujer – Se bajó del coche vistiendo esos pantalones de tela blancos que tantas veces me habían arrancado el comentario de "que buen culo se te ve", y debajo de ellos, tal vez pensando en no ser demasiado puta, unos interiores tipo boxer que le llegaban casi hasta debajo de las nalgas, pero a fin de cuentas se veían a través del pantalón. Llevaba una blusa ajustada, color rosa y que le llegaba apenas a la pretina del pantalón – tal vez pensando en que su doctor no batallara en subírsela mucho – La seguí sigilosamente un par de metros atrás, a fin de cuentas eran las 6:30 y su cita hasta las 7, pero justo cuando ella entró en el consultorio, la secretaria salió con su bolso en la mano.

Caminé lentamente al consultorio por si mi esposa seguía en la sala de espera, y cuando vi que ya no estaba ahí, me fui acercando a la puerta nuevamente hasta poder ver hacia dentro. Ahí estaban los tortolitos conversando de pie y riéndose de no se que tantas cosas. El doctor estaba de frente a mi en esta ocasión, y mientras hablaban, sus ojos se paseaban de arriba abajo por todo el cuerpo de mi mujer de una manera poco común. Y como era de esperarse, no pasó mucho tiempo sin que el desgraciado le pidiera que se acostara boca abajo en la camilla.

Aquel espectáculo fue atroz para mi; estoy seguro de que mi esposa se acostó de manera en que las nalgas le quedaran un poco más levantadas y que él las pudiera disfrutar más, y por su parte el doctor, no daba crédito de lo que tenía enfrente mirándola de pies a cabeza mientras mantenía las manos a la altura de su propio estómago como esperando atacar. Yo no sabía ni que hacer, a fin de cuentas era un hecho que mi esposa se estaba buscando aquello al ir vestida de esa manera, y sobre todo en el día en que sabía que yo no iría con ella a la cita. Pronto acabó la espera, pues el tipo puso sus manos suavemente sobre la espalda baja de mi mujer, causando que se estremeciera visiblemente y comenzando a masajearla de una manera que más parecía romántica que terapéutica.

Aquello ya era un descaro completo, pues el tipo se daba gusto apretando sus manos contra el cuerpo de mi mujer y llevándolas desde la misma base de sus nalgas hasta la mitad de la espalda y subiéndole la blusa poco a poco hasta que el elástico de su bra quedó al aire. Pude ver las intenciones del tipo cuando sus manos rozaban el sostén de mi esposa de desabrochárselo en ese momento, pero creo que aun no se animaba a llevar aquello más adelante – o cuando menos hasta ese momento – Sus manos bajaban lentamente apretando los pulgares por toda la columna de mi esposa mientras ella se retorcía de vez en cuando sobre la camilla, y sobre todo, cuando sus dedos llegaban justo a donde la raja de sus nalgas comenzaba moviéndole su pantalón hacia abajo y dejando al descubierto el encaje blanco de sus interiores.

Pronto me di cuenta de que yo ya había perdido en ese juego, pues mientras los veía con coraje en la mirada, mi pene comenzó a crecer debajo de mi pantalón y tuve una erección de nuevo, pero en esta ocasión no fue pensando en como alguien tocaba a mi mujer, sino mientras veía como alguien la tocaba en realidad.

Realmente pensé que aquella tarde terminaría en sexo para la furtiva parejita. Sus movimientos eran cada vez más claros, y mi esposa no presentaba resistencia alguna, y de pronto, el doctor del pasado perdió todo pudor y decidió llevar las cosas más allá: Se detuvo un momento en la espalda baja de mi mujer, y después apretando fuertemente, fue bajando sus manos sin detenerse hasta postrarlas por completo sobre las sus nalgas – Pude ver como ella apretó el puño de su mano que colgaba del otro lado de la camilla – Él por su parte intentó no perder el profesionalismo, pues no estaba abiertamente dándole un "agarrón" sino que masajeaba sus nalgas por la parte externa sin acercar sus manos entre ellas, pero disfrutándolas de una manera que desde lejos se podía ver que no era una cuestión clínica.

De pronto mi esposa comenzó a removerse en la camilla y a hacer el intento por levantarse. El tipo la soltó de inmediato pensando que se había molestado, y yo por mi parte estaba seguro de que ella se estaba incorporando para continuar con aquel jueguito del reencuentro. El espectáculo hubiera sido inigualable para cualquier otra persona, pues el tipo tenía una tremenda erección que se le desbordaba de los pantalones, y mi esposa pintaba sus pezones totalmente erectos mientras se arreglaba la ropa mirando al piso. Se sentó de nuevo en el camastro de frente a él, y sin ningún tapujo miró aquella verga que parecía cruzar de lado a lado sus pantalones apuntando a una de las bolsas – estuve seguro que ella lo besaría en ese momento – sin embargo me equivoqué, pues después de ver el paquete lo miró a los ojos y le dijo algo. Él asintió con la cabeza y comenzó a acercarse a ella, pero mi esposa puso su mano derecha sobre su pecho alejándolo un poco, luego se puso de pie, y mientras el doctor le decía algo con una sonrisa en la boca – imagino que le recordaba lo guapa que se veía – ella se dio una vuelta sobre su propio eje levantando un poco sus nalgas para lucirlas, y luego se acercó a él para despedirse con un beso.

Me replegué un poco pues no sabía si realmente ella se despediría ya, pero aun asi, alcancé a ver como mi esposa se pegó al cuerpo del doctor y se mantuvo ahí durante unos segundos, luego levantó su cabeza y lo besó tiernamente en la mejilla. Las manos del doctor fueron a la espalda de mi esposa y bajaron un poco a sus nalgas, y después como despedida final, mi esposa sonrió de oreja a oreja y llevando una de sus manos al paquete del tipo, le tomó la verga sobre el pantalón y se la acarició desde la base hasta la punta como llevando a cabo su fantasía de volver a tocarlo siendo ya una mujer casada, luego se dio la vuelta y caminó hacia la puerta.

Salí como desesperado para que no me descubriera. Desde el pasillo alcancé a ver como ella salió sola del consultorio y se encaminó al estacionamiento. La seguí a unos metros detrás, y la vi subirse al coche e irse. No sabía lo que sentía en ese momento, quería regresar a golpear hasta la muerte a ese doctor, pero a fin de cuentas se necesitan dos personas para jugar un juego asi; y lo peor del caso, era que yo como tercero en discordia, parecía estar disfrutando bastante del jueguito.

CAPÍTULO IV – LA CONFESIÓN

Esa noche mi esposa se limitó a decirme que el doctor ya la había dado de alta, por lo que mis opciones se cerraban, pues bien se verían a escondidas, o ya no se volverían a ver.

Pasé toda una semana tratando de averiguar más mediante las actitudes y comentarios de mi mujer, y sobre todo, con una curiosidad que me quemaba las entrañas por saber si habrían vuelto a ver. Lo único de lo que podía estar seguro era de que ella se sentía culpable, pues contrario a como normalmente era, ponía un gran ahínco en complacerme en el sexo, ella misma me decía que saliera con mis amigos, e incluso hubo un día en donde me preguntó si alguna vez había ido a un club desnudista, y sin que le hubiera respondido aun, me dijo que a ella no le importaría que fuera. La pregunta era si la culpabilidad la sentía por lo que había hecho aquel día, o por algo que había hecho después sin que yo lo supiera?

La segunda semana ya no soportaba la duda, estaba decidido a visitar el consultorio para hablar claro con la secretaria del doctor y ofrecerle un soborno a cambio de información, sin embargo esa misma noche mi esposa me disipó todas las dudas.

Durante toda la cena la noté callada, un poco aislada tal vez, y cuando terminamos mandó a los niños a dormir más temprano que de costumbre. Sabía que algo raro pasaba, sin embargo no podía imaginarme lo que venía. Nos acostamos a ver televisión como casi todas las noches, ella vestía la pijama de franela más vieja que tenía, por lo que pude imaginarme que no se trataba de una noche de sexo lo que planeaba. Vimos medio programa, y después ella tomó repentinamente el control de la TV y lo apagó.

Le pregunté qué pasaba, y ella se limitó a contestarme: tengo que confesarte algo.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, estaba seguro que me diría que había estado viendo a su exnovio y disfrutando de pasionales sesiones de sexo, pero a fin de cuentas tenía que esperar a que ella me lo dijera, asi que me limité a fruncir el ceño y preguntarle de qué se trataba. – No era la primera vez que pasábamos por eso, pues un par de años atrás ella entre un mar de lágrimas me había confesado haber ido con sus amigas a una despedida de soltera donde actuó un stripper al cual había tocado, en aquella ocasión me causó risa, pero ella estaba tan arrepentida que lloraba como loca – En esta ocasión no soltó una sola lágrima, simplemente me miró a los ojos y me dijo:

"Tiene que ver con Demetrio. Pero quiero que sepas de una vez que yo te sigo amando como el primer día, y que nada ha pasado entre nosotros" ¿Entonces? Le pregunté. " Pues como sabes fui a dos citas más en donde tu no me pudiste acompañar, y en esas citas comenzamos a hablar de nosotros, y a recordar viejos tiempos; y él pues tenía que masajearme la espalda para aliviar el dolor como tu sabes" La detuve en ese momento y le pregunté directamente: Por favor ve al grano, dime que pasó.

Mi esposa hizo un silencio durante algunos segundos y luego me dijo: Por favor no lo culpes, pero se pasó de largo con sus manos a mis nalgas, y yo no lo detuve. En ese momento comenzó a llorar aunque muy poco comparado con años atrás. – Sabía a la perfección que esa no era toda la verdad, asi que no me quedé tranquilo - ¿Y qué más pasó? Le pregunté. "No pasó nada más, eso fue todo". ¿Estás segura?, le dije muy seriamente. En ese momento las lágrimas se convirtieron en un llanto incontrolable, y con palabras entrecortadas, me dijo: "si quieres saberlo está bien: ¡lo toqué!, lo toqué por encima de los pantalones, pero nadamás eso, nadamás lo toqué y ya".

Intenté permanecer lo más calmado posible. La miré a los ojos, y luego le pregunté: ¿Sentiste alguna otra cosa, o solo placer?. Ella me contestó que no de inmediato, que ni siquiera placer había sentido. – No podía olvidar la sonrisa en su boca cuando lo tocó, asi que no me quedé conforme con aquella respuesta - ¿Y si no sentías placer para qué lo tocabas? Le dije. En ese momento el llanto paró, luego me miró fijamente a los ojos y me dijo con una voz firme que pocas veces le había escuchado: "Me dejé llevar, me transporté mientras me masajeaba, perdí el control y de pronto sentí deseos de tocarlo y algo más; pero te juro que solamente eso pasó… y no tengo porqué esconderte la verdad, ¡si sentí placer!, sentí placer como una mujer que soy, y perdóname por favor".