El doctor usa su terapia en el ascensor

Una enfermera cuenta como se paró el ascensor y el doctor tuvo que usar su mejor terapia para tranquilizarla...(era una verga impresionante la metí entera en mi boca y sentí como se estremecía de placer).

EL DOCTOR USA SU TERAPIA EN EL ASCENSOR

Soy enfermera en un hospital de Barcelona, trabajo en el turno de noche por voluntad propia desde hace tres años, porque por las noches el salario es bastante más elevado, algo que francamente me viene genial pues soy una mujer de gustos muy caros, además de madrugada hay bastante menos faena puesto que la mayoría de los pacientes duermen y apenas hay movimiento por los pasillos. Me gusta trabajar cuando todo está en calma y dedico una gran parte de mi tiempo a leer, pues es muy relajante cuando reina el silencio.

Anoche estaba sentada en el control leyendo tranquilamente cuando llegó un médico de traumatología que está situada en la octava planta, dejé mi libro sobre la mesa y le pregunté si podía ayudarle en algo, me contestó que necesitaba algunos materiales de nuestro botiquín y le pedí que me acompañara, me extrañó verle porque cuando necesitan algo suelen enviar a alguna enfermera o a algún celador. Al llegar al pequeño almacén le dejé pasar y le dije que se sirviera mientras yo anotaba en el libro de salidas las referencias que él iba diciéndome. Al terminar me firmó el albarán con todo el género que se llevaba. Iba tan cargado que me pidió una silla de ruedas para poder transportarlo todo, le dije que no teníamos ninguna y que si quería le podía ayudar yo. Me sonrió y me dijo que me estaría muy agradecido, yo le devolví la sonrisa y le dije que me esperase un segundo mientras avisaba de mi ausencia a las otras enfermeras. Volví enseguida y la compañera que se quedó en mi puesto me guiñó un ojo de manera cómplice al ver al médico, supuse que era el tipo de hombre que le gusta a ella y mientras nos dirigíamos al ascensor le miré un par de veces de reojo.

Era más alto que yo, me sacaba casi un palmo así que calculé que debía medir al menos un metro noventa, a mí desde mi metro setenta me pareció altísimo. Llegamos al ascensor y me cedió el paso, entró tras de mí y le dió al piso número ocho. Dentro del elevador aproveché para mirarle mejor (mientras él observaba la copia de la nota que me había firmado), y tuve que admitir que aunque no era guapo, si tenía algo que le hacía resultar atractivo, quizá fuera su altura, o su bata blanca, o quizá fuera eso que llaman carisma. Dejé de observarle cuando el levantó sus ojos hacia mí sin percatarse de que yo le había estado mirando de pies a cabeza.

.- "¿Hace mucho que trabajas aquí?" me preguntó amablemente intentando entablar una conversación. Antes de poder contestar a su pregunta un golpe seco me hizo caer de rodillas, el ascensor se quedó a oscuras y le escuché decir "No te asustes, nos hemos quedado atascados", acto seguido se encendió la luz de emergencia, él me ayudó a levantarme y dijo "¿Estás bien?, no te preocupes nos sacarán de aquí en menos de cinco minutos". Quise creerle, pero la verdad es que me asustan los espacios cerrados, y le pregunté que pasaría si se acababa el oxigeno antes de que nos sacaran, el se rió de mí y me dijo que eso no era posible, me habló del sistema de ventilación, y sobre como varias personas se habían quedado encerradas la semana anterior durante una noche entera y nadie se había asfixiado, sus irónicos comentarios lejos de tranquilizarme hicieron que me pusiera más nerviosa. Pulsé frenéticamente varias veces el botón de emergencia, mientras pensaba que sucedería si no funcionaba el sistema de ventilación, miré aterrada la rejilla del aire porque sentí que a mis pulmones les estaba costando mucho trabajo respirar, al mismo tiempo mi corazón triplicó sus pulsaciones y noté que me estaba ahogando. Cuando escuchamos por el altavoz que tardarían al menos media hora en sacarnos porque el apagón había sido general, mis piernas flaquearon y me caí al suelo, enseguida me dí cuenta que estaba teniendo un ataque de ansiedad, sin poder hablar intenté hacerle saber por gestos que me ahogaba, gracias a Dios supo entenderme sin palabras, con mucha calma se agachó y me levantó, volvió a decirme con voz tranquila que no me asustara, que eso que estaba sintiendo era una crisis nerviosa, y que por favor le perdonara lo que iba a hacer. Pensé que iba a darme una bofetada y en lugar de eso me abrazó, yo intenté separarme, pero él me aprisionó con fuerza entre la pared y su cuerpo. Se quedó quieto unos segundos y viendo que yo no paraba de forcejear me dijo "Puede que esta no sea la manera más ortodoxa de tranquilizar a alguien pero es la única que tengo, voy a besarte, intenta no pensar en nada más que en mi beso" sus palabras me dejaron atónita y consiguieron que me quedase quieta.

Dejó su brazo izquierdo anclado en mi cintura y con la mano derecha comenzó a recorrer mi cuello mientras sus labios se posaban despacito sobre los míos, dispuesta a obedecerle me centré en saborear aquel beso, entonces él se separó un segundo, sonrió al verme preparada y volvió a besarme con infinita dulzura, sus besos eran lentos y suaves, sus labios eran una delicia y abrí mi boca para disfrutar al máximo de aquella terapia, su boca sabía a clorofila, besarle era como chupar un caramelo de menta, suave y fresco a la vez. Las caricias de su lengua me estaban estimulando de un modo increíble, cuando dejó de besarme me susurró con voz ronca que le perdonara por haberse extralimitado, y mirándome a los ojos me preguntó si estaba más tranquila, mi voz se quebró cuando le dije "No, ahora estoy peor, por favor, no me dejes así" su respuesta fue un "uff" que lo decía todo, volvió a apretar su cuerpo contra el mío y noté a la altura de mi vientre un gran bulto en su entrepierna, aquel descubrimiento hizo que me mojase entera, mis manos descendieron por su espalda hasta llegar a sus nalgas que rodeé para poder acariciar su miembro. Verme tan entregada le excitó aún más y con voz ahogada me preguntó si quería llegar más lejos, mi mirada lujuriosa le dijo que sí y mi cuerpo deseoso le provocó a seguir adelante, su boca volvió a apoderarse de la mía, ahora con besos húmedos y profundos, nuestras lenguas se abrazaban y se enredaban ávidas de placer, la pasión iba en aumento y nuestras manos buscaban nuestros sexos, él levantó mi bata, yo bajé su pantalón, sus hábiles dedos comenzaron a acariciar mi rajita que estaba completamente empapada, mientras una de mis manos acariciaba sus testículos y la otra le masturbaba, entonces me pidió que parara, me dijo que era mejor ir por partes, y que me quedara quieta, me tumbó y se arrodilló entre mis muslos, separó mis labios íntimos con las caricias de su lengua y ascendió hasta el clítoris, allí se quedó un buen rato, chupando y mordisqueando mi botoncito, apretándolo con sus labios y lamiéndolo con su lengua, nunca me habían comido el coño con tanta intensidad, sentí calambres de placer recorrer mi cuerpo, empecé a temblar, mis jadeos eran roncos parecía una perra en celo, jamás había tenido un orgasmo sin ser penetrada y estaba a punto de sentirlo, quise esperar a tener su polla dentro, pero era tanta la excitación que no podía esperar más estaba a punto de correrme y se lo dije, su respuesta fue tajante "regálame tu orgasmo preciosa" esas palabras junto al ardor que sentía dentro me hicieron explotar en un orgasmo tan intenso que pensé que me moría.

Él no dejó de lamer mis rincones más íntimos hasta que mi éxtasis hubo pasado, entonces me besó y me dijo si quería algo más, yo le miré de manera viciosa sin decirle ni una palabra le tumbé a mi lado, le besé en los labios y descendí por su torso sembrándolo de besos hasta llegar a su miembro. Me encantó verle tan erguido, con una gotita brillando en la punta, comencé a acariciarle los testículos, eran gordos, duros, calientes, parecía que iban a explotar, mientras mi mano izquierda masajeaba sus huevos, la derecha que es más lista agarró su polla y empezó a subir y a bajar desde la punta del glande hasta la base, la puntita se puso roja parecía que fuera a reventar, mientras mi mano subía y bajaba el prepucio mi dedo gordo se desmarcó y comenzó a deslizarse por el rojo capullo, era una verga impresionante, y la tenía a mi merced, él no dejaba de jadear, y eso me alentó a lamer aquellas gotitas que asomaban tímidamente, la suave piel del pene me animó a chupar aquella cabeza, la metí entera en mi boca sentí como él se estremecía de placer, lentamente empecé a succionarla, jugando con la lengua, apretando con los labios, engulléndola cada vez más, mi boca estaba llena y mi lengua no paraba quieta, cuando la noté llegar a mi garganta abrí la boca un poco más y me la tragué hasta dentro, al ver que me la había metido entera él empezó a tener sacudidas de placer, quiso sacarla de mi boca pero yo la aprisioné contra el paladar, atrapándola con fruición, consiguiendo que estallara dentro de mi garganta, su abundante eyaculación vino acompañada de una especie de gruñido de aprobación, cuando por fin la deje salir de mi boca estaba limpia y reluciente.

Nos quedamos tumbados descansando de tanta pasión, al rato oímos ruido fuera, volvió la luz y nos vestimos apresuradamente, el ascensor se puso en marcha y salimos de el como si no hubiera pasado nada. Dejamos las cajas en su almacén y me dijo en voz bajita con picardía "Seguro que mañana se atasca otra vez a eso de las cuatro de la mañana, ¿te parece bien?" yo le contesté que estaría encantada.

Dentro de un rato comienza mi turno, y sé que voy a volverle a ver, estoy nerviosa y excitada, me espera una noche movidita, no sé lo que va a pasar, pero lo que suceda… ya os lo contaré.