El doctor Pablo

Revisión medica anual en mi empresa.

En ese día debía pasar mi reconocimiento médico anual en la empresa. Como todos los años.

El doctor, Armando Pablo es muy atractivo, lleva pasando esas revisiones por lo menos seis años y fantaseo a menudo con él. Mi esposo no lo sabe.

Aunque nunca pensaba confesarle mi tremenda atracción, creo que en las pocas veces que pasé por la consulta, él se ha dado cuenta de mi enamoramiento.

Miércoles por la mañana 14.00 horas.  Entro en la clínica diez minutos antes de mi cita, necesitaba rellenar los datos.

"Buenos días, Carla", saludó amable la recepcionista. "Le diré al Dr. Pablo que estás aquí".

Me sorprendió ver que me recordaba. Raramente necesito ver al doctor aparte de mi revisión anual. La clínica está en el interior de la empresa, apenas va gente, y la recepcionista no tenía demasiado trabajo así que probablemente podía haber usado un poco de su tiempo en revisar mi  historial, por eso sabía mi nombre. Pensé.

Me senté en la sala de espera y cogí una revista para leer mientras esperaba. Pero apenas tuve tiempo. Pronto salió la enfermera que trabaja con el doctor Pablo y me llamó. "Carla Jiménez, sígame"

La seguí hasta el pasillo contiguo a la consulta. Su culo era perfecto, se adivinaba un tanga de hilo bajo la bata blanca.

"¿Cómo se encuentra, Carla?", Me preguntó.

"Estupendamente. Entre muy bien y excelente” contesté.  "No puedo quejarme “.

“Empezaremos con tu peso y altura". Me condujo a un área abierta a la mitad del pasillo. Una vez allí, ella dijo: "Quítese los zapatos, por favor". Me descalcé y me puse de pie sobre la balanza con la enfermera del culo perfecto observando mis movimientos. Una vez que tomó nota de mi peso en su portapapeles, me indicó que pegase mi espalda contra la pared, había una de esas reglas con un tope corredizo. Anotó mi estatura y dijo: "Sígame, por favor". Cogí mis zapatos y la seguí a una consulta vacía. "El doctor vendrá en breve", dijo mientras giraba para salir de la habitación. "Ponte cómoda".

No pude evitar pensar que el doctor Armando Pablo veía aquel culo bajo la bata todos los días y me pregunté si habría conseguido tocarlo, o quién sabe si tal vez algo más...

Esperé solo un par de minutos antes de que la enfermera del culo perfecto volviese a entrar. "Necesito tomar su presión arterial y pulso".

"Si es necesario", dije, me aburren insuperablemente los reconocimientos médicos de sociedad. Pasamos como una piara a la que van a desinfectar. Completó su tarea con el reconocimiento de mi vista y oído. No paraba de tomar nota de todo en su portapapeles. Luego encendió el ordenador y tecleo la información.

Cuando terminó, me dijo: "El doctor la verá pronto." Salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella.

Unos minutos más tarde, el Dr. Pablo entró. Se veía tan atractivo como yo lo recordaba. Tendría uno ochenta y cinco de estatura, más o menos. Pesando no más de ochenta kilos. Era un hombre delgado para su altura. Tenía el  cabello oscuro con unos ricitos estilo romano en el flequillo que le dotaban de un atractivo bestial. Su cabello era castaño oscuro hasta casi los hombros y grandes ojos azules brillantes. No suelen gustarme los hombres con el pelo largo, pero con el Dr. Pablo es distinto. Sus ojos me tenían cautivadita, con aquella mirada adulta, madura, con sus cristalinos sonrientes permanentemente en aquel maravilloso tono azul. Su nariz era estrecha y ligeramente puntiaguda al final. Tenía los labios delgados. Yo  estaba aterrada, ante la idea de pasar otra ocasión sin que pasase nada entre Pablo y yo.

El doctor me invitó a ponerme un uniforme de color verde. Me quedaba algo pequeño, Mis tetas apretaban la tela verde y mis contundentes curvas se destacaban sinuosamente bajo la fina batita de nailon. Me sentí una pervertida cuando noté que en sus pantalones también se dibujaba la zona del pubis del doctor con muchos más detalles morbosos de lo que un simple pantalón suele exponer. Una cosa que me confirmó que soy una cerda insaciable fue  un detalle que a otra hubiese pasado por alto. La cremallera de la bragueta del doctor Pablo no cerraba del todo. Sonreí pensando en que era problema del tamaño de su dotación entre pernil.

Un tamaño grande es para nosotras las mujeres una imagen deseable  por un lado, pero temible por otro. Se le notaban con detalle los testículos y el pene. No me suelo equivocar al juzgar un paquete.  Sobresaliente, sin duda.

El  Dr. Pablo asentó su hermosísimo cuerpo en una silla de ruedas. Se colocó y me dijo: "¿Cómo está, Carla? ¿Está todo como la última vez? ¿No ha tenido problemas de salud durante el último año?"

"Ningún problema", respondí.

“¿Estás siguiendo la dieta que le puse? "

Maldición. Sabía que tendría que preguntar lo. Pero, si le mentía, seguro que lo notaba.

"No del todo...A veces me la salto un poco"

"Carla, cariño, déjame decirte algo. Estás rellenita, tu tensión está algo más alta y el colesterol, no alarma, pero preocupa”

Asentí, avergonzada. He sido redondita toda mi vida. Mi peso, de hecho, había subido en el último año en lugar de lo que tenía que hacer, que era bajar.

"Si pierdes algo de peso, con suerte podríamos bajar alguna talla y se encontraría mucho mejor, de salud y de agilidad. ¿Me hará caso este año?".

“Le prometo intentarlo más en serio, doctor”

Tenía razón, más razón que un santo.

"Ahora, vamos a ponerte sobre la silla de observación y mirarte un poquito. Fuera esas medias y las braguitas".

Me quité las medias y las metí en uno de mis tacones. Al quitarme las bragas me sentí como una zorrita. Me subí a la silla. Me hizo todos los controles normales; Escuchó mi corazón y mis pulmones, verificó los reflejos en mis pies, me miró los oídos, los ojos y la nariz. "¿Hace cuánto tiempo te hicieron una mamografía y un reconocimiento de útero?"

"La mamografía hace pocos meses pero del reconocimiento de útero hace ya dos años", respondí.

"¿Deberíamos hacerle un examen hoy?"

"Si lo cree necesario... ".

"Sí, creo que es necesario", se rió entre dientes.

Siempre me da morbo ponerme en esos sillones con los apoyos para las piernas en las que quedas como si estuvieses dispuesta a que te folle todo el hospital.

Me senté mientras el Dr. Pablo se ponía los guantes y lubricaba un par de dedos. Estaba inclinado sobre su silla giratoria, frente a mí coño.

"Ahora, relájate Carla. Sin duda, te alegrarás de tener hecho el examen de tu útero”

Desde el reconocimiento de hacía dos años había soñado con frecuencia, fantaseando sobre esa situación. En el último reconocimiento Pablo no consideró oportuno revisar mi rajita. El doctor sonreía mientras deslizaba con cuidado sus dos dedos engrasados ​​por el coño.

No sabía cómo hacer que Pablo olvidase su lado profesional e hiciese salir su masculinidad.

“Doctor, me da un poco de apuro hacerle una pregunta”

“Carla, nos conocemos por lo menos desde hace cinco años. Dispara no seas tonta”

Me alegró que comenzase a tutearme.

“Veras…últimamente tengo el clítoris menos sensible que antes”

“¿Tienes tiempo o te vas a comer ya?

“No” contesté “Tengo el tiempo que necesites”

“Tengo un tratamiento particular para clítoris insensibles que me suele funcionar muy bien”

Me dijo con una sonrisa picarona. Casi me muero de excitación.

Pablo se incorporó. Me parecía que estaba más erecto que antes, mi intuición no falla en esas cosas. ¿Sería por el perfume que había puesto en mi monte de Venus?

Colocó unas cortinillas que iba sobre rieles justo a la altura de mi vientre, de forma que dejé de verme las piernas y de verle a él.

“Por suerte tú eres la última paciente de esta mañana, ya son las dos y podré ocuparme de tu problema sin prisas”

El Dr. Pablo comenzó a pellizcar alrededor del área de mis ingles. Sus manos estaban frías y yo daba pequeños saltitos cuando me tocaba. Sus pinchazos alrededor de mis muslos causaron una reacción no deseada. Mi coño comenzó a dar las señales de excitación, mis labios se abrían y mi rajita se supuraba. "Lo siento, doctor. No esperaba que eso sucediera ", me disculpé azoradísima.

“Es natural Carla. Relájate y no te preocupes por nada”

Pasó su mano fría pero muy suave entre mis dos nalgas. Mansamente las yemas de sus dedos acariciaron mi ano hasta presionarme un poquito. "¡Mmm ... tienes resistencia ¡" Sus dedos parecían querer entrar  mientras comenzaba a acariciar lentamente mi carne anal ya temblorosa.

El Dr. Pablo se acercó al borde de su silla. Noté como sus dedos me abrían el coño.

“He de comprobar la sensibilidad del clítoris ahora. No te extrañes”

Gemí sin querer. Él ya sabía que su paciente Carla no iba a oponerse a nada y yo casi me corro en ese mismo instante, cuando sentí la lengua de Pablo lamerme mientras sus manos me abrían más y más las carnes rosadas y húmedas me mi chocho.

Mis pezones rápidamente se volvieron duros y sensibles. Yo no podía verle, pero sabía que el calor en su entrepierna se estaba haciendo más patente. Moví mi mano para llevarla a mis pechos. Aproveché que no me veía, abrí la batita verde, desabroché mi sujetador, que se cierra por delante y empecé a pellizcar y amasar mis senos mientras Pablo  succionaba y lengüeteaba mi clítoris sin descanso.

El Dr. Pablo continuaría con su polla dura como una roca, yo estaba segura, lamiendo el coño de su paciente Carla durante varios minutos. "

“Notas ahora el clítoris, Carla”

¡Vaya si lo notaba, estaba a punto de reventar!

Gemí al responder “Siiiii, doctor, sii lo noto”

El doctor no estaba a mi alcance visual, pero supe que se masturbaba mientras me lamía por los movimientos de la silla.

“Doctor, voy a tener un orgasmo” Avisé casi gritando.

“Para eso estamos aquí Carla, para recuperar esa sensibilidad, no tengas miedo y avísame cuando te vaya a venir tu orgasmo”

No tarde ni quince segundos en gritar de nuevo “Ahora Pablo, ahora”

La cabeza de Pablo apareció sobre la cortinilla, sentí su falo rozar mi clítoris, el glande duro y rojo masajear mi raja de arriba abajo durante en mi orgasmo y en ese mismo momento descargó su esperma sobre mi raja y mi monte de Venus.

Su semen caliente escurrió entre mis nalgas goteando en el suelo.

Me limpió cuidadosamente con toallitas húmedas y aún me dio algún beso de propina.

Volvió a tratarme de usted.

“Vera Carla” me dijo cuando ya me había vestido, antes de despedirnos “ Si en alguna otra ocasión cree volver a perder sensibilidad, no dude en volver a mi consulta.

Agarré a Pablo del paquete.

“La próxima vez me devolverá la sensibilidad con esto”

“Adiós Carla”

“Hasta la próxima”