El disfrute de mi mujer con dos hombres
Al fin mi esposa goza con dos hombres jóvenes en mi presencia.
Con mi esposa habíamos tenido algunas experiencias sexuales con otras personas y en verdad habían sido muy ricas, pero nunca había estado del todo satisfecho, siempre la ansiedad de disfrutar a todo dar experiencias excitantes en donde todos los sentimientos prohibidos salieran a relucir y se desarrollaran en toda su deliciosa perversión había quedado pendiente.
Una de las cosas que deseaba experimentar era ser testigo de la maestría de mi esposa en dar placer a algún o algunos adolescentes u hombres jóvenes. Mi esposa al igual que yo es madura, pero hermosa y elegante y con una extraordinaria maestría en la boca a la hora de dar placer oral. Es una gran dama y despierta en hombres jóvenes el deseo y desafío de poder poseer a una mujer con sus características, pero no encontrábamos la manera de llevar a cabo esta fantasía sin lesionar nuestra imagen en la comunidad.
La oportunidad comenzó a gestarse sin casi proponérnoslo. Conocimos a dos muchachos entre los 23 y 25 años de edad que jugaban básquet y pelota en la cancha deportiva debajo de nuestra ventana. Nos saludábamos cada vez que nos cruzábamos y noté la mirada de evaluación de las condiciones de estos dos jóvenes por parte de mi esposa. También el trato muy amable de ellos hacia ella y algunos cuchicheos maliciosos entre ambos cada vez que coincidíamos en cualquier área del condominio.
Una vez, al calor de algunos tragos y en la cama conversamos de la posibilidad. Serían los apropiados para llevar a cabo nuestra fantasía.
Hasta que se dio la oportunidad.
Un sábado por cualquier razón logramos meterlos en nuestro apartamento. Les brindamos algunos tragos y nos fuimos ganando su confianza, la cual estaba ya algo avanzada por previas conversaciones y amabilidades nuestras hacia ellos.
Dada nuestra experiencia fuimos llevando la situación a áreas calientes. Algunos abandonos estratégicos míos de la escena daban oportunidad para que mi mujer fuera haciendo lo suyo, insinuando algunas cosas de manera inteligente para no asustarlos y ver burladas nuestras expectativas. Encontraba la manera de rozarlos de manera distraída y encender la pasión natural en hombres jóvenes.
Fue acortando la frecuencia de llenar sus vasos pero con cautela, de manera de no emborracharlos y que después en alguna situación eventual no pudieran funcionar. Fue llevando la conversación al campo de las fantasías, hasta que logré escuchar desde la cocina la confesión de mi mujer de mi deseo y disfrute de ser testigo de su goce con otras personas, del gran deseo de verla cogiendo con dos o tres hombres jóvenes sin ningún tipo de restricción y de la excitación que esto en ella producía.
Nuestros amigos habían ya sentido la nota por los aires y no pusieron mucho problema para que las cosas fueran avanzando hasta el punto que queríamos.
Cuando advertí que las manos de mi mujer ya acariciaban como distraídamente los muslos de ambos hombres, hice una vez más una retirada estratégica de modo de no entorpecer sus audaces avances. Desde algún resquicio oculto me quedé observando hasta que comprobé con gran satisfacción que ya mi esposa los besaba alternativamente en la boca y acariciaba sus penes sobre el pantalón.
Aparecí en la escena con los vasos llenos y con aire de inocencia. Mi mujer fue arreglando la situación de manera de que todos nos diéramos por enterados del pie en que estábamos y me dijo de sopetón que ahorita mismo comprobaríamos si lo que yo decía era cierto, de mi supuesto placer de verla disfrutar con dos hombres a la vez y que yo no participara, salvo, eso si, de fotografiar, filmar o cooperar con lo que fuera sucediendo de acuerdo a sus pedidos.
Los jóvenes me miraron para ver mi reacción, y al ver mi tranquilidad y excitación frente a lo que prometía suceder, fueron sintiéndose relajados y ya acariciaban los muslos, los hombros y las tetas mi esposa sin mayor problema.
Con picardía me comentó del tamaño y dureza de ambos penes, de lo que iba a disfrutar chupando y me pedía que mirara cuando lo estuviera haciendo, hasta que se arrodilló frente al sillón, abrió sus cinturones, les bajó el pantalón y extrajo desde el interior los miembros endurecidos de ambos.
Volvió la vista hacia mi y comenzó a lamer alternativamente ambos penes. Chupaba golosamente sus cabezas y recorría los glandes con la lengua.
Estremecida de gozo absorbía los miembros, los exprimía con su boca experta y me iba comentando de lo rico que era, del sabor que sentía en su lengua, de la humedad que ambos, por la excitación, producían por la uretra.
Luego me pidió que lamiera su culo. Le parecía exquisita la situación de sometimiento a la que yo voluntariamente me sometía. Yo también gozaba mucho, metía mi lengua e intentaba excitarla de manera de preparar una eventual y soñada penetración anal en mi presencia, hasta que advertí un estremecimiento en uno de los hombres, sospeché lo que venía y puse mis ojos lo más cerca posible de la boca de mi esposa, hasta que el joven aferró su cabeza y en medio de quejidos acabó copiosamente. Parte del semen se derramaba de su boca el cual recuperaba con los dedos, los que lamía y luego tragaba sin perder ni una gota mientras me miraba gozosa.
Luego el otro quiso también disfrutar de tan deliciosa experiencia y metió apurado su miembro en la ansiosa boca que lo disfrutaba en medio de quejidos, hasta que también acabó, llenando de leche su boca golosa, la que tragó manifestándome su inmenso placer.
Estremecido de gusto y una vez que los vi recuperados les pedí que la penetraran por atrás. Protestó mi mujer por el temor al dolor, pero ante la masturbación que yo le hacía aplicándole una crema apropiada, fue relajando su ano y comenzó a moverse rítmicamente hasta que ya era obvio su deseo.
Les pidió que la cogieran por ambos lados.
Aprendiendo de las películas que siempre veíamos se puso cómoda de manera de que ambos pudieran penetrarla fácilmente.
Gritaba de gozo y me pedía que mirara, me decía que era rico, que lo tenían rico, me decía que filmara para poder mirar siempre lo rico que lo estaba pasando. Después de diferente posturas y cambios y de repetidos orgasmos de mi esposa. Ambos quisieron nuevamente acabar y me miraron. Les dije que por favor lo hicieran en su boca lo cual a ella la excitó sobre manera. Acogió sus penes en su boca golosa, recorrió su glande con gran maestría con su suave lengua hasta que provocó la salida copiosa de semen de ambos penes mientras me miraba con ojos turbios y perversos, se relamía y tragaba.
Luego la noche llegó a su fin, los jóvenes se marcharon, quedando los cuatro de acuerdo de repetir y mejorar cada vez más la deliciosa experiencia que habíamos vivido.
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