El dios Romeus

Me acaricia el clítoris con movimientos circulares y echo el sillón para atrás para facilitarle la maniobra mientras, observo un camión que pasa a nuestro lado cuyo ocupante se queda perplejo al ver nuestra escena.

Son las once, miro por el retrovisor y veo como vamos dejando atrás al resto de coches. Romeo, a mi lado, conduce con una mano nuestro coche mientras me acaricia la cara interna del muslo, yo hago lo mismo. Nos miramos unos instantes y sonreímos pícaramente.

Me acerco a él y le beso en la mejilla. Su mano sube cada vez más por mi muslo y bajo mi mini comprueba que no llevo tanguitas. Me acaricia el clítoris con movimientos circulares y echo el sillón para atrás para facilitarle la maniobra mientras, observo un camión que pasa a nuestro lado cuyo ocupante se queda perplejo al ver nuestra escena.

Subo mi mano hasta su ingle cerciorándome de que su pantalón se encuentra abultado por mis caricias. Le desabrocho la cremallera del pantalón y dejo salir su sexo para que pueda respirar. Lo miro entusiasmada por su tamaño y me acerco para darle un besito de buenos días al cual responde dando saltos de alegría. Miro la cara de Romeo, sigue concentrado en la carretera pero con la boca semiabierta, quizás debido a su excitación.

Un dedo se introduce en mi vagina, se mueve durante unos instantes dentro de esta y sale cubierto de mis jugos. Me acerco de nuevo al pene de mi marido para volver a besarlo con la boca semiabierta para dejar paso a mi lengua y él me empuja la cabeza hacia abajo consiguiendo que la cabeza de su pene quede dentro de mi boca.

Romeo reduce la velocidad y me levanto para comprobar que hay cola en la carretera. Vuelvo a mi trabajo y saboreo una vez más el líquido que se desprende de su pene. Primero paso la lengua a lo largo de él para luego chuparlo buscando las últimas gotas de esa sustancia.

Mientras lo introduzco en mi boca, pienso un nombre para ponerle porque para mí es un dios al que debo adorar, así que después de mucho pensar decido llamarlo Romeus en honor al nombre de mi marido.

Romeus se mueve en el interior de mi boca inquieto por lo que hace mi lengua con él ya que con ella lo lavo y mi saliva actúa como un jabón para él.

Muevo mi mano a lo largo de él cada vez más rápido al mismo tiempo que introduzco en mi boca su cabeza. Romeus está cada vez más excitado, se mueve el mismo y cuando va a estallar mi marido retira mi boca de su pene esparciendo su semen por toda mi cara.

Me incorporo y busco en mi bolso unos pañuelos con los que poder limpiarme la cara. Mientras, observo por la ventanilla el camión que está a nuestro lado que se trata del mismo que había visto hacia unos minutos. La ventanilla del conductor tiene unas manchas blancas y éste me observa sonriente.

  • Hoy he hecho una buena acción- pienso. No sólo le he hecho pasar un buen rato a mi marido sino que he conseguido que un completo desconocido se corriera con sólo mirarme.