El dios Placer
Ay, Placer, Placer, desde hoy me declaro tu más fiel servidora
Ay, Placer, Placer, desde hoy me declaro tu más fiel servidora.
Ven a mi desde las profundidades de la tierra, sulfúrame con tu ingenio, rompe mi razón, sacude el buen juicio y aplácame con firmeza.
Ángel caído adorador del fuego, firmaré mil y un contratos, te juraré lealtad. Seré como el ave Fénix que arde, sucumbe y renace una y otra vez. Préndeme para que ilumine el mundo con la luz del pecado. Llenaré tu regazo de almas con las que jugar, amo mío.
Si a ti se han rendido dioses ¿no voy a rendirme yo, simple mortal? Te cedo los días que me quedan, aún si mi belleza se marchita, que no se seque la fuente, que no se enfríe jamás la calentura de los pensamientos que me inspiras, que siga la sangre hirviendo en las venas, hasta el fin de los tiempos. Amén.
Ay, Placer, Placer, vertiré en cáliz de arcilla el agua tibia de mi matriz como ofrenda. Seré tu ninfa coronada de canela y bailaré con espasmos adorando tu nombre. Y si la maldita flecha me hiere, que sea para honrarte mejor.
Te ruego no perdones mis faltas. Si las malas influencias me apartan de ti, castígame con el delirio de desearte y no encontrarte. Arrójame desnuda al Ártico, roba mi voz, lléname el vientre de culebras y de desespero la mirada. Y al final, acógeme amorosamente en tu seno, padre, como la más arrepentida de tus hijas.
Para ti mi palabra.