El Dios de Ébano
Mi nombre es Sergio, tengo 21 años y trabajo para una popular cadena de comida a domicilio, y, a pesar de lo que pueda parecer, jamás imaginé que algo como lo que me pasó podia llegar a sucederme.
Empezó como un día más o menos corriente de verano, caluroso y pesado, de los típicos de Madrid. La mayoría de mis amigos y mi novia se habían ido de vacaciones y yo había tenido que quedarme en la ciudad, debido a mi trabajo.
Mi nombre es Sergio, tengo 21 años y trabajo para una popular cadena de comida a domicilio, y, a pesar de lo que pueda parecer, jamás imaginé que algo como lo que me pasó podía llegar a sucederme. No soy demasiado alto, ni tampoco demasiado fuerte, aunque tengo espaldas anchas y mis brazos y piernas son fibrosos debido a mi pasión por el futbol y por el tenis, se podría decir que soy un chico mas bien tirando a delgado, lo cual genera problemas ya que a veces algún segurata idiota piensa que soy mas joven de lo que realmente soy. En mis ratos libres me gusta patinar, creo que llevo practicando skate desde que tenía 16 años y así fue como conocí a mi novia, siempre he sido muy ligón y nunca he necesitado mas que una tabla, un bordillo y mi pelo rubio natural ondeando al viento para conquistar a una mujer, pero creo que ya me estoy flipando bastante…
Lo menciono solo porque…Solo porque a veces uno se encuentra en una situación….En fin, solo porque algunas cosas…Bueno, tal vez entendáis a lo que me refiero, o tal vez no…Simplemente estoy escribiendo esto porque necesito compartir mi experiencia, y dar salida al torrente de pensamientos que invaden mi mente.
Esta historia empieza hace algunos días, cuando me vi obligado a llevar una pizza a un cliente, era un dia caluroso como el infierno, y la dirección estaba algo asi como en Mordor, en una de las intrincadas callejuelas que se pueden encontrar en el centro de Madrid, como os he dicho mi novia y mis amigos se habían ido y estaba solo, aburrido, acalorado y de mal humor. La dirección resultó ser un viejo edificio de Principe Pío, sin ascensor y convenientemente alejado de cualquier cosa que pudiese ser de utilidad.
Aparqué mi moto en un lateral de la calle y entré en aquel edificio ruinoso y destartalado, subiendo por aquellas escaleras oscuras hasta llegar al piso adecuado, un quinto nada menos. Apreté aquel timbre polvoriento y oí refunfuñar en su interior algo en francés.
Me abrió la puerta un hombre negro, de unos treinta años, vestido únicamente con unos bóxers del Carrefour, que se apoyaba en el marco mientras se rascaba la cabeza, torpe y somnoliento. No puede evitar contemplar a aquel ejemplar de hombre sorprendido por mi propia fascinación, aquel tipo era un auténtico portento tallado en ébano. Su cuerpo era robusto pero bien proporcionado, con una espalda formada y musculosa que soportaba el peso de unos brazos gruesos y poderosos, bajaba en la clásica forma de uve hacia sus caderas curvandose en unos aductores perfectamente moldeados sobre sus glúteos, que se perdían en las profundidades de su ropa interior. Poseía dos pectorales macizos y carnosos, perfectamente definidos y abombados, como dos tetitas de puro macho, coronadas por sendos pezones marrones, completamente erectos, que parecían invitar a lamerlos como si no hubiera un mañana. Su rostro era agraciado, de mirada profunda, labios carnosos y pelo rapado, sus piernas, por otra parte, eran gruesas y fuertes como dos columnas y, entre ellas, aquellos boxers baratos parecían retener a duras penas uno de los mayores trozos de carne que había visto en mi vida.
Y no porque hubiese visto pocos penes, a decir verdad, he visto unos cuantos de la cantidad de compañeros de equipo y situaciones de vestuario que habia vivido a lo largo de mi vida, he de decir que nunca había sentido atracción por un hombre, no me dedicaba a mirar penes en los vestuarios, pero tampoco habia visto hasta el momento ninguno tan grande y que me provocase semejante fascinación.
-Su…Su Pizza… -Balbuceé, con las piernas temblando. Mi mirada no podía dejar de ir de aquel pecho macizo a aquel bulto sobrehumano- …Se…Serán 15’90€
-Pasa –Dijo, con acento francés, invitándome a adentrarme en el salón, y se retiro al fondo de la casa, dejándome una estupenda vista de su trasero y su perfecta espalda- Quédate aquí.
Aquel piso era sobrio y no demasiado cuidado, estaba claro que era un piso de alquiler, y no había gran cosa salvo un par de sofás, una televisión y un par de revistas de culturismo en el suelo. El hombre apareció al poco rato con el dinero y creí morir al ver que en esta ocasión, ya no llevaba ropa interior, sino su pedazo de nabo al aire bamboleandose de un lado para otro según los caprichos de la gravedad, y casi creí notar mi mandíbula inferior golpeando contra el suelo de la sorpresa. El hombre se acercó entonces a mí, completamente desnudo, hasta quedarse a dos palmos frente a frente.
-¿Qué pasa, blanquito? –Me dijo, socarronamente, mientras sonreía, mostrando una dentadura perfecta y blanca como la nieve- ¿Nunca has visto una como esta?
En aquel momento hubiese deseado salir huyendo, pero una parte de mi me obligó a permanecer allí.
-No…- Acerté a decir, balbuceante
-He visto como la mirabas –Me dijo, con aquel extraño acento francés- ¿Te gustaría tocarla?
Intenté decir algo, pero su mano se posó sobre mi brazo y lo arrastro hacia aquel gigantesco miembro, eran unas manos grandes y sorprendentemente suaves, aquel hombre me miraba con una sonrisa encantadora, completamente arrebatadora, mientras colocaba mi mano sobre su rabo. Al principio simplemente frotaba mi mano suavemente contra su rabo, pero luego no necesité su ayuda para empezar a acariciar aquel falo con las yemas de mis dedos, mientras le miraba a los ojos. Estaba completamente aterrorizada ante una situación nueva y desconocida, y lo que es peor, excitante y morbosa.
-¿Ves? No pasa nada, no hace nada –Me dijo, cariñosamente, mientras acariciaba mi nuca con una de sus manos, suaves y cálidas, revolviendo mis cabellos rubios.
Mi mano recorría la piel de aquel rabo, estaba caliente, y tenía una textura curiosa, blanda, suave, agradable. Mi mano se cerró sobre el y noté el grosor de aquel nabo de puro macho de raza, él se rió y me guiñó un ojo.
-¿Ves, como no pasa nada? –Me dijo- Anda, pasa
Cerró la puerta tras de mi y nos colocamos en la misma posición, solo que el esta vez se encontraba apoyado sobre una pared. Comenzé a hacerle una paja lentamente, mientras observaba sus reacciones, a veces cerraba los ojos y comenzaba a respirar hondo, mientras sus pectorales subian y bajaban según el ritmo de la respiración, y a veces el, cuando notaba que los observaba mucho, los flexionaba y hacia que bailasen, lo cual era algo que me resultaba hipnótico y fascinante. Continuó acariciándome la nuca suavemente, mientras presionaba sutilmente para acercarme a el, hasta que me di cuenta de que estaba frente a frente sobre una de sus tetillas, con mi mano envolviendo su rabo, y aquel efluvio de macho invadiendo mis fosas nasales, y me pregunté por unos segundos que estaba haciendo y como había llegado a aquella situación, pero en seguida la aparté de mi mente y abrí mi boquita para envolver con mis labios uno de aquellos pezones erectos y suculentos. Lo masturbé largo rato mientras jugueteaba con su tetilla, y lamí aquel pezón de todas las formas posibles, le daba toquecitos con la lengua en la punta, lo succionaba, lo lengüeteaba, lo mordisqueaba, y aquel hombre, aquel dios de ébano, solo lanzaba gimoteos de vez en cuando mientras saboreaba su cuerpo, su piel suave, tersa y de color oscuro como el chocolate, el placer adulto de aquella marca de chocolates debía referirse a aquello.
Me estaba dejando llevar por el embrujo de aquel semental africano cada vez mas, mientras hundía mi nariz entre aquellos pectorales, los besaba, los lamía, apretaba un pezón mientras lamia el otro, así durante mucho rato hasta que su mano me fue empujando hacia abajo, por aquel abdomen que no tenía unos abdominales especialmente marcados o manifiestos, era mas bien liso y los músculos tan solo se podían intuir, pero era duro como una roca y no tenía ni un gramo de grasa. Bajé hasta encontrarme frente a frente con aquel falo gigantesco, aquella maravilla de la naturaleza. Su olor en seguida invadió todos mis sentidos y miré hacia arriba con algo de miedo, pero aquel hombre me guiño un ojo gentilmente y supe lo que tenía que hacer.
Agarró su nabo y lo colocó encima de mi cara, era pesado, cálido y suave, como si me hubiesen colocado un globo de agua caliente, solo que algo más duro y consistente, estaba flipando, aquel miembro era casi tan largo como mi cara, y pesaba un quintal, notaba sus huevos en mi barbilla mientras su capullo lanzaba precum sobre mi cabello rubio y entonces se resbaló hacia un lado y volvió a su posición, bamboleándose de un lado a otro. Estaba circuncidado y su capullo se veía ligeramente más rosado que el tronco, y más grueso que el mismo, rebosante de pre. El hombre se reía desde lo alto.
-¿Te gusta? –Me dijo
-Es muy grande… -Respondí yo desde el suelo, arrodillado ante la masculinidad de aquel ejemplar natural de macho.
-Pruébalo –Me dijo.
Abrí mi boquita y me introduje aquel gigantesco capullo en ella, fue una sensación de lo mas extraña. Era la primera vez que se la comía a un tío y no me sentía tan asqueado como cabría esperar, lo cierto es que su sabor me pareció magnifico, y no pude dejar de lamerlo, en la medida que aquel trozo de carne me dejaba margen de maniobra en el interior de mi boca. Mi mandíbula se encontraba prácticamente forzada para alojar aquel mastodonte y mi lengua hacia lo que podía para recorrer su superficie, mientras el empujaba lentamente su rabo contra mi interior, haciendo que cada vez tuviera la boca mas llena.
-Hmmm…Si…Sigue así, putita… -Le oí decir- Lo estas haciendo muy bien
Mire hacia arriba, con la boca llena, y pude ver su cuerpo musculado desde abajo, su abdomen y sus pectorales moviéndose al ritmo de su respiración, y su rostro disfrutando de las sensaciones que mi boca estaba produciendo. Continuó metiéndomela lentamente, hasta que su capullo golpeó mi campanilla y comencé a toser y a sentir unas arcadas espantosas, así que ahueque la garganta para evitarlo y aquel capullo acabó alojándose en ella, hasta que finalmente aquel par de colonazos golpearon contra su barbilla y mi nariz se hundió en el mar de olores de su vello púbico. Entonces comenzó a retirarla lentamente para luego volver a meterla, y yo apenas podía contener mas la saliva, con cada sacada un chorro de saliva mezclada con precum se deslizaba por el tronco de aquel rabo y por mi barbilla, dejando mi camiseta perdida de fluidos.
Aquel machazo comenzó entonces a follarme la boca con fuerza, de forma que yo casi no podía controlar sus embestidas, mientras me acariciaba la nuca, removiendo mis cabellos rubios con cariño. Saco su rabo de mi boca lentamente y lo dejo caer, húmedo y pringoso, sobre mi cara, y sentí un vacío tal que en seguida me lancé contra aquel nabo como alma que lleva el diablo, comenzando a lamer su tronco desde la base hasta el glande, sus gemidos eran mas fuertes cuanto mas le chupeteaba el glande y mas profundo cuando le lamia las pelotas, que colgaban de su rabo como dos pelotas gigantescas y cargadas de leche. Le lamí aquel vergajo gigantesco durante largo rato hasta que descargó su carga de esperma sobre mi, cubriendo mi rostro y mi pelo de espesa leche blanca, al principio no me hizo ninguna gracia que se corriera sobre mi pero después, la idea de imaginarme a un blanquito rubito, algo pijo, como yo, arrodillado frente a un semental negro como aquel y recibiendo su esperma en todo el jeto me excito muchísimo, y recibí cada chorro de lefa como una bendicion y un agradecimiento por parte de aquel macho.
Después de aquella mamada y de haberme cubierto por completo de su leche me invitó a ducharme, y sin pensármelo dos veces accedí. Philippe, como luego me explicó que se llamaba, acabó de desnudarme en menos que canta un gallo y corrimos a ducharnos juntos. Nos metimos en aquella ducha minúscula, los dos, donde apenas había espacio, y menos contando el volumen que caracterizaba al cuerpo de Philippe, con lo que nuestros cuerpos desnudos rozaban el uno con el otro continuamente. Era una delicia poder observar el agua de la ducha fluir a través de los suculentos músculos de Philippe, y de aquel rabo majestuoso que hacía un rato había estado dentro de mi boca y de aquellas pelotas que sin duda volverían a estar rellenas de aquel sabroso jugo.
Philippe colocó sus manos entonces en mis caderas, y comenzó a acariciarme el pene, suavemente, y yo no pude sino dejarme hacer por aquellas manos cálidas y suaves mientras me masturbaban lentamente.
-Eres un chico hermoso y delicado –Me dijo Philippe- Y me gustaría tenerte siempre conmigo, para darte rabo y leche, y darte por ese precioso culito de nene…
Philippe me acerco entonces a el, colocándome frente a frente, y me planto el mejor beso de mi vida. Su lengua caliente invadía mi boca para encontrarse con la mia, e iniciar una lucha frenética y apasionada mientras nuestras manos recorrían nuestros respectivos cuerpos, acariciándonos y dejándonos llevar por la mas apasionada de la lujuria y el eroticismo.
Después de la ducha Philippe se recostó sobre su cama, y yo me acosté encima suyo, con la cabeza acomodada entre sus pectorales, Philippe me acariciaba el culo mientras me explicaba que el en realidad no era nativo de África, sino de Francia, que sus padres habían sido inmigrantes senegaleses y que había estado casado con una mujer por imposición de sus padres, pero que la había dejado al comprender y asumir que lo que a el siempre le habían gustado eran los hombres. Philippe es informático, y había venido a vivir a Madrid por cuestiones de trabajo, me dijo. Yo le conté de cómo nunca había sido un buen estudiante, de cómo acabe aceptando esta mierda de empleo para pagarme la carrera…
-Sergio… -Me dijo, mientras me magreaba el culo- Me gustaría follarme ese agujerito
-No, lo se… -Dije yo, asustado- Nunca lo he hecho y tu…tu la tienes muy grande y me harás daño.
Philippe se rió
-Tranquilo –Dijo- Seré gentil contigo, como si fueses una nena en su noche de bodas.
Yo no supe muy bien que hacer ni como reaccionar, no estaba del todo convencido, pero antes de que pudiese decir nada, Philippe ya estaba manipulando mi culito. Primero masajeo mis nalgas, les daba una palmada de vez en cuando mientras las apretaba y las estrujaba, lo cual me ponía muy cachondo por algún motivo y en seguida mi polla se activó otra vez, entonces comenzó a masajearme el ano suavemente, mientras me masturbaba con la otra mano, su mano era como la de un ángel, y me estaba haciendo una de las mejores pajas de mi vida, con cada tres sacudidas me venía un espasmo y entonces mi culo se abría un poco, lo cual aprovechaba para introducir su dedo.
Entonces Philippe soltó mi rabo y se agachó sobre el, empujándome hacia atrás y dejándome recostado sobre mi espalda, y comenzó entonces a hacerme una mamada. Mi novia me la había chupado en otras ocasiones, pero siempre actuaba como si le diera asco y realmente nunca pude saber lo que era una mamada de verdad hasta que no recibí aquella de Philippe. Se manejaba con mi rabo con absoluta maestría, succionándolo, chapándolo y lamiéndolo mientras me follaba el culo con su dedo, de vez en cuando utilizaba su otra mano para acariciarme las pelotas o masajearme el perineo mientras me la chupaba o me pajeaba mientras me lamía las pelotas, era algo maravilloso e indescriptible, tenía a un macho de los pies a la cabeza dándome placer, y vaya si me lo estaba dando.
-Ah…-Dije, gimoteando- Basta, harás que me corra
-Fíjate –Me dijo- ya he conseguido meter tres dedos en tu culo, tienes un culito muy tragón ¿De verdad crees que no soportarás mi polla?
Me fijé y era cierto, tenia tres dedos de la mano insertados hasta el fondo, con razón lo estaba sintiendo tanto, pero no sentí dolor alguno.
Philippe se enfundó entonces un condón y empezó a untarlo de un líquido antes de colocarlo en la entrada de mi orificio
-¿Estas preparado? –Me dijo
Asentí, y entonces comencé a notar el enorme capullo de Philippe haciendo fuerza para entrar, me invadió un dolor terrible y comencé a gritar
-¡Oh, dios mio, esta sangrando! –Dijo Philippe
-¿Qué? ¡Quitamelo, quitamelo! –Empecé a gritar yo, histérico
-¡Tío, es broma! –Respondió, riéndose- ¡Esto esta entrando de maravilla! ¡Tienes un culo para esto, muchacho!
Me la siguió metiendo, lentamente, y el dolor inicial pronto desapareció para dejar paso a una sensación extraña, como la que uno tiene mientras le ponen un supositorio, solo que este era mas grande y mas largo, mucho mas grande y mucho mas largo. Philippe estaba encima de mí, respiraba fuerte y su cuerpo permanecía en tensión mientras acababa de penetrarme, hasta que finalmente llegó a su tope, y sus pelotas golpearon contra mi rabadilla. Permaneció ahí un buen rato mientras mi culo se acomodaba a aquel pedazo de trozo de carne y me besó, le devolví el beso con furia y me agarré a su poderosa y ancha espalda cuando empecé a notar que aquel vergajo estaba volviendo a moverse dentro de mi culo, concretamente hacia fuera.
-Uff…nene, no sabes el culo que tienes –Me dijo Philippe en un tono que me puso realmente cachondo
El rabo de Philippe empezó un leve bombeo y noté que el dolor y la incomodidad anterior habían desaparecido para dar lugar a una sensación curiosa, era una sensación a medio camino entre cuando uno acaba de evacuar y cuando uno se esta corriendo, solo que mas larga, mas profunda y mas agradable. Me agarré aun más fuerte de su espalda y Philippe comenzó a follarme cada vez mas rápido, a medida que mi respiración iba volviéndose mas agitada.
-Uff…Umm…Como me pones…-Decía Philippe, gimoteando- Toma, cabron…Toma, zorrita…
Me solté de su espalda y me dejé caer sobre el colchón, Philippe me levanto entonces las piernas y comenzó a darme una follada cada vez más brutal, mis suspiros se convirtieron en gemidos, y mis gemidos pronto se convirtieron en gritos de placer mientras observaba (y sentía) a aquel pedazo de macho taladrándome con su poderosa verga, la piel color chocolate de sus pectorales se encontraba ahora perlada de gotas de sudor mientras sus caderas propinaban embestidas sin piedad a mi culo, Philippe tenía una cara de vicio impresionante mientras me follaba y desde mi posición disfrutaba de una visión espectacular de aquel cuerpo apolíneo penetrándome.
-Hm…¿Querías mi rabo? ¿Querías mi rabo, no es así? –Me gritó Philippe- Desde que te vi en la puerta supe que eras una maricona comepollas ¡Pues toma rabo! ¡Toma, Toma!
Me propino tres fuertes azotes en la nalga que me hicieron gritar de puro extasis. Yo estaba en aquel momento gimiendo como una zorra, como la mas guarra de todas las perras en celo mientras aquel semental me enseñaba lo que era un hombre de verdad. Ni siquiera habia necesitado pajearme, mi rabo se encontraba en perfecta ereccion expulsando grandes cantidades de precum.
Philippe me la sacó entonces del culo y se puso a un lado, colocándome el rabo en la cara mientras se pajeaba a todo tren, y yo, comprendiendo lo que quería hacer, comencé a hacer lo mismo mientras Philippe me tiraba del pelo hacia atrás para que abriera bien la boca. Cayeron cuatro trayazos de espesa leche sobre mi cara y mi lengua que saboree como el mas exquisito de los manjares, aquel sabor extrañamente amargo inundo mi boca y cuando hube saboreado hasta la ultima gota de leche derramada en seguida me lancé a limpiar el rabo de aquel macho en busca de mas, lo cual complació mucho a Philippe. Yo me corrí al poco rato y Philippe recogió cada gota de mi leche con su lengua de mi abdomen para después dármelo a probar en un beso de los mas húmedos y pringosos, pero también de los mas morbosos y excitantes que había tenido en mi vida.
Después de este suceso pienso dejar a mi novia en cuanto regrese a Madrid. Philippe me ha mostrado una nueva faceta entera de mi mismo, no deseo otra cosa en el sexo que sentir su nabo enterrado en mi culo o llenándome la boca de leche. Cuando follaba con mi novia era muchas veces puro trámite y casi siempre estaba deseando acabar lo antes posible, Philippe me hizo entender lo que era disfrutar de verdad del sexo. Además, a diferencia de mi novia, el siempre tiene ganas, nunca me pone malas caras si le digo que me la chupe o cosas así y es cariñoso, atento y amable. A veces me folla suavemente, como si fuese una delicada princesa, y otras veces me folla con la fuerza y la rabia de un toro. Aun es pronto para hablar de nada más, lo único que se es que es que, bien, a lo mejor no soy el hombre mas masculino del mundo pero se lo que soy y estoy orgulloso de ser un hombre. Y eso es lo que es Philippe.