El dios

Una historia de conquista en la América del XVI

EL DIOS.

El dios abrasaba su piel desnuda cuando la poseía una y otra vez. Su padre la había ofrecido como garantía de paz. Así los perros NO atacarían a sus hermanos, ni la bestia de cuatro patas destrozaría las cabañas.

La poseyó la primera noche, le arañó la piel con su pecho de hierro. Luego fue peor, la tomaba en la larga siesta, y su cuerpo duro ardía, quemando su piel cobriza.

Hernán de Sangüesa fue perdiendo el miedo a ser apuñalado mientras gozaba de la guaraní. Esa tarde , al verla en natura, tan hermosa, decidió sentir en su piel la suavidad del terciopelo de la muchacha.

Se quitó el peto, las calzas y desnudo como ella, la penetró hasta que de su arcabuz no salió una bala.

La muchacha se dio cuenta que no era un dios, era sólo un hombre con más vello en el cuerpo que sus hermanos, y agradeció desde lo más profundo que no la volviera a coger un dios de hierro ardiente.

Cuentan las crónicas que tuvieron muchos hijos de hermoso color.