El diario sexual de Jenny

De como mi primera vez con un madurito calenton fue mucho mejor de lo que yo esperaba.

Ahí estábamos Erica, Claudia y yo, caminando en la feria sin ningún hombre que nos protegiera de aquellas vulgares insinuaciones que los hombres nos hacían y que tanto nos gustaban.

Yo llevaba un top azul marino que dejaba ver mi ombligo, una falda negra por encima de la rodilla y zapatos negros; Erica llevaba una blusa de tirantes blanca con pantalones vaqueros y Claudia llevaba una blusa de manga larga y una falda.

Subimos a todos los juegos, esperando conocer a alguien, pero la mayoría de los chicos iban con sus novias, y los que no, iban con sus familias, así que nada podían hacer.

Estábamos a punto de retirarnos, frustradas y derrotadas por no haber conseguido nada esa noche, cuando vimos a un par de hombres que nos dejaron impresionadas. Uno de ellos debía tener 40 años, y a pesar de ello llevaba el pelo teñido de rubio, el otro se veía más joven que su amigo, de unos 25 años le calculé.

A pesar de su edad, Alejandro, el mayor de ambos, se mantenía en perfecta forma, al igual que Eduardo, pero se notaba por encima de la ropa que pasaba más horas en el gimnasio que este. De inmediato se acercaron a nosotras y nos buscaron plática, seguramente se dieron cuenta de lo interesadas que estábamos en ellos, pues nuestras miradas no se despegaron de ellos por varios minutos.

Cenamos en uno de los restaurantes que provisionalmente se ponen en la feria, amablemente se ofrecieron a pagar nuestra cuenta y nos invitaron algunas cervezas.

Pronto Alejandro hizo su primer movimiento, y me abrazó para que no sintiera frío, aunque solo fue un vil pretexto, el calor característico de Mérida predominaba aquella noche; aun así no me resistí. Sus brazos eran fuertes y duros, el olor a hombre mezclado con la colonia que usaba y un poco del aroma a cerveza me encantaba, era un macho en todo el sentido de la palabra.

Nunca antes me había sentido atraída por un hombre maduro, pero no me podía resistir a los encantos de Alejandro. Su torva faz me fascinaba, aquellos ojos penetrantes adornados por unas cuantas arrugas a los lados me atemorizaban un poco, haciéndome totalmente sumisa ante él.

Mientras yo me derretía en los brazos de Alejandro, mis amigas platicaban a gusto con Eduardo, que para ese entonces ya había besado a Claudia, aunque claro, fue un rápido e inocente besito de su parte, como un coqueteo.

Pasaron varios minutos antes que abandonáramos la mesa para ir a recorrer la feria. Con unos tragos encima, Eduardo ya estaba lo suficientemente desinhibido como para tener a cada una de mis amigas de cada lado, abrazándolas por encima de los hombros mientras ellas lo hacían por la cintura, y yo iba de la mano de Alejandro, cosa que no parecía importarle a la gente.

Nuevamente pasamos por los juegos, por los restaurantes, por la infinidad de puestos donde vendían y remataban cosas, y por fin llegamos a la exposición ganadera.

Un gran olor a mierda abundaba en las caballerizas, donde tenían amarrados a los toros, vacas, becerros y demás animales que estaban ahí para su venta o intercambio, y también para que la gente los pudiera ver, sobre todo los niños.

Alejandro me abrazó por la espalda mientras veíamos los caballos, y Eduardo debió hacer algún comentario gracioso, pues las inconfundibles risas de mis amigas se escucharon a lo largo del pasillo.

Para ese entonces ya estaba muy caliente, y el bulto de Alejandro restregándose en mis nalgas empeoraba el asunto, así que tenía que dar el próximo paso, de verdad quería sentir la verga de ese hombre maduro entrando y saliendo de mi concha una y otra vez.

¡Mira el tamaño de esa cosa!-dije señalando el miembro del caballo-¡Es una monstruosidad! Me pregunto como lo aguanta la yegua

Pues yo estoy casi así

No te creo

En serio, si no me crees te lo muestro aquí mismo

¡Ay no, como crees, no te la saques! —dije, aunque por dentro me moría de ganas por verle la polla

Vamos a otro lugar entonces, ¿Te parece?

Bueno, pero que conste que es por simple curiosidad

Ahora estaba totalmente segura de que no podría resistirse más. Conozco a los hombres del tipo de Alejandro, y sé que no dejan pasar la oportunidad para coger a una mujer, mucho menos si se trata de una chava de 19 años como yo.

Para ese momento ya debía tenerlo a punto de explotar. Me hizo dar la vuelta para mirarme a los ojos, me dedicó una de esas sonrisas que provocan que las comisuras de su boca reluzcan, dándole una apariencia de picardía a su cara.

Acercó sus labios a mi oreja, y mientras rozaba "accidentalmente" uno de mis senos con su mano, me susurró:

Si tengo razón me vas a tener que dar una sobadita...con tus labios

Alejé mi cara de la suya, sonreí y le acaricié el fuerte pecho, entonces bajé la palma de la mano hasta su vientre.

Solo si de verdad estás casi tan grande como el caballo

Sus fuertes y toscas manos bajaron hasta mis nalgas, apretándolas y sobándolas mientras me presionaba contra su cuerpo con gran facilidad para que pudiera sentir su verga rozando contra mi monte Venus. El calor de mi vientre me quemaba las entrañas, necesitaba algo para que ese lujurioso incendio que me consumía por dentro se extinguiera.

Mientras me manoseaba y manejaba como si fuera una muñeca volteé a ver a mis amigas, estaban muertas de la risa junto con Eduardo a pesar de que él les apretaba las tetas, en ese momento supe que esa noche nos divertiríamos mucho más que en el antro.

Eduardo notó lo que Alejandro y yo hacíamos, así que se acercó junto con Claudia y Erica.

¿En tu casa o en la mía? —preguntó a su amigo

En la mía mejor, ahí los vecinos no son metiches

Nosotras trajimos carro —dijo Érica— nos vamos en caravana y los seguimos

Está bien, ¿Te vas conmigo o con tus amigas, muñeca?

Con ellas —le dije a Alejandro

Sentí la mirada morbosa de Eduardo recorriendo mi cuerpo de abajo hacia arriba, y no me molestó, a decir verdad también tenía ganas de que me atravesara con su vara, pues el bulto que se le formaba entre las piernas denotaba un generoso y gran miembro.

Nos dirigimos al estacionamiento aun abrazados, las "calles" de la feria estaban casi vacías en su totalidad, aun había gente cerrando sus puestos. Las luces ya estaban apagándose, no sé cuanto tiempo habíamos estado ahí.

Los únicos carros en el estacionamiento eran los nuestros y tres más, en verdad se nos había hecho tarde, bueno, teniendo en cuenta que mis amigas y yo somos unas muchachitas serias y decente.

Antes de abordar nuestros respectivos autos, Eduardo les dio un beso a Claudia y a Érica, sin importarles a ellas compartirlo. Alejandro hizo lo mismo conmigo, pero además de meterme la lengua casi hasta la garganta, cosa que hizo comprobar el largo de su miembro bucal, me chupó una teta por encima del top, dejándolo húmedo y de color oscuro por la saliva.

Claudia condujo, siguiendo al par de autos de esos machos que por fortuna habíamos encontrado esa noche de la forma más inesperada.

Me imaginaba a ese hombre maduro montándome como todo un semental, bombeando dentro de mí con fuerza mientras su cuerpo brillaba por el sudor.

El camino hacia casa de Alejandro se me hizo eterno, me alegré mucho cuando los autos de detuvieron en una hermosa casa de dos pisos. Dejamos el auto estacionado fuera de la casa, pues el garaje solo tenía espacio para dos autos, el de Alejandro y el de Eduardo.

Presurosas corrimos hacia nuestros hombres, nos esperaban ya en la puerta abierta. Yo me lancé a los brazos de Alejandro, que me recibió con un fuerte abrazo mientras metía la rodilla por debajo de mi falda, acariciando mi coñito que comenzaba a abrirse para él.

Pasen preciosas —les dijo a mis amigas— Están en su casa

En medio de risas, mis amigas entraron con Eduardo para preparar unas bebidas, y Alejandro y yo nos quedamos unos minutos afuera en la cochera.

Entré de la mano con Alejandro solo para ver a Claudia y a Érica besándose, paradas frente a Eduardo mientras él les acariciaba el culo.

Las botellas y los vasos estaban sobre una pequeña mesa de sala, puesta justo en medio de los muebles.

Alejandro cerró la puerta, y yo pronto me uní a mis amigas para hacerlos calentarse más.

Me coloqué justo detrás de Érica, le hice a un lado los largos y rubios cabellos que cubrían su nuca para besársela, luego bajé mis labios hasta sus hombros, y entonces sentí las manos de Claudia acariciándome las nalgas.

Excitados por nuestras caricias mutuas, Alejandro y Eduardo se quedaron quietos, sentados uno junto del otro sin decir nada, limitándose a disfrutar del espectáculo al tiempo que bebían sus tragos.

Érica volteó para estar cara a cara conmigo, y entonces nos dimos un apasionado beso, tan sexy y sensual que los calientes hombres gritaron de emoción.

Claudia no se podía quedar atrás, así que le quitó la blusa a Érica y después el brassier para poder tener acceso a sus jugosas tetas y sobarlas a placer. Los senos de Érica son frondosos y redondos, con unos pezones tan sensibles que con el solo roce de la tela se ponen duros.

Me recliné un poco para alcanzar los ricos pezoncitos de mi amiga, haciendo a un lado las manos de Claudia para que dejara de sobarlos y me diera oportunidad de chuparlos. Los sentí calientes y duros, con mi lengua acaricié aquellas pequeñas cimas de carne, luego las chupé con fuerza mientras apretaba el resto de las tetas.

Las tres hacíamos sonidos guturales para excitar más a nuestros machos, que esperaban el momento adecuado para intervenir y montarnos salvajemente.

Fue mi turno, y yo misma me quité el top mientras Claudia se quitaba la blusa, agitándola en el aire y riendo.

Claudia se acercó a Eduardo, y sin permitirle que metiera las manos, dejó que le chupara las tetas por encima del bra, para después quitárselo y dejar que oliera sus bien formados senos.

Ahora sí, estábamos todas topless, pero no era suficiente, así que Érica se tendió en el piso para que Claudia y yo le quitáramos el pantalón, así, lo desabotonamos y jalamos cada una de una pierna.

Mientras Érica se ponía de pie, Claudia y yo nos quitamos mutuamente las faldas, primero yo a ella y luego al revés, para entonces ya teníamos a nuestros hombres como queríamos, con las vergas tan duras y paradas que ni siquiera sus pantalones podían contener su erección.

Pero todavía no terminábamos, aun faltaba lo mejor. Nos unimos en un triple beso, extendiendo nuestras lenguas para que las puntas se tocaran.

Érica y yo nos pusimos a los lados de Claudia, y entonces chupamos y mordisqueamos delicadamente sus pezones, lamiéndolos después para aliviar el dolor en caso de que hubiéramos provocado alguno.

Y entonces pasó, nuestros hombres no resistieron más. Alejandro fue el primero en reaccionar, y se levantó para tomarme en sus brazos y besarme vorazmente, como si estuviera comiéndome la boca.

A pesar del beso no pude dejar de ver a Eduardo, y vi cuando se bajó el pantalón hasta los tobillos junto con su bóxer para dejar libre una verga grande y algo ancha, sus huevos cubiertos de vellos descansaban deliciosamente sobre el sofá, y mis amigas no pudieron resistirse a tal visión, se lanzaron de inmediato a devorarlo.

El suertudo de Eduardo tuvo el placer de tener a mis dos amigas, a Claudia entre sus piernas y a Érica a su lado, cada una chupando y besando respectivamente. Las manos del conductor apretaban y sobaban desesperadamente las grandes tetas de mi rubia amiga, y ella acariciaba su velludo pecho, pellizcando en ocasiones sus pezones.

Pero el placer que me brindaba esa erótica escena no era nada con el que sentía al estar siendo manoseada por Alejandro. Apretándome las nalgas, me atraía a su cuerpo, presionándome tan fuerte que casi me dejaba sin aliento para seguir besándolo. Ahora sí podía sentir su miembro en su totalidad, era tremendo, y eso que aun tenía los límites de la mezclilla.

Se apartó de mí únicamente para quitarse la playera, y fue entonces cuando pude notar lo bien que se conservaba. Un abdomen de lavadero, pecho duro como la piedra, brazos gruesos, e incluso tenía bien definida esa V que marca la cintura.

Lamí su abdomen, besándolo y chupando sus cuadritos mientras mis dedos acariciaban sus pezones, rozándolos y sobándolos con las yemas.

Él me dejó hacer todo lo que quería, incluso recorrí su cintura con la lengua, y aprovechando que estaba ya de rodillas, dejó caer su cinturón junto con su pantalón para dejar salir el tremendo monstruo aprisionado.

Su miembro dio un salto en el aire, él tenía razón, la tenía casi tan grande como la de aquel caballo que sin saberlo había iniciado todo. Gorda, larga y venosa, con una cabeza ovalada y roja que clamaba ser tocada.

Tomé la polla con mis manos, y aun quedaba una parte sin cubrir. Lamí su glande lentamente, y luego me concentré en su tronco, chupándolo y recorriéndolo con la lengua de abajo a arriba, como si lamiera una paleta.

Olí sus vellos púbicos, esa abundante selva negra desprendía un fuerte olor a hombre que me hacía delirar, y no me quedé con las ganas de lamerlos, quería verlos brillando, húmedos por mi saliva. Luego bajé hasta sus huevos, acunándolos en mis manos les di un beso a cada uno, y luego los metí a mi boca para succionarlos con gran fuerza, lográndole arrancar un gemido a mi hombre.

Regresé a la verga, y ahora la devoraba con los labios. Me metí a la boca cuanto pude, sentía como la cabeza tocaba el principio de mi garganta, pero gracias a la experiencia había aprendido a controlarme, y no me dieron ganas de vomitar en aquella ocasión.

Eso, atragántate con mi pollo, cómetelo todo

Metía y sacaba, bajaba y subía mi cabeza para mamar esa rica verga, y para no descuidar el resto, chupaba de lado lo que no podía tocar de frente.

Desvié la mirada al trío, Érica ahora era la que le chupaba la verga a Eduardo, y Claudia dejaba que este le chupara las tetas.

Alejandro detuvo la mamada poniéndome las manos bajo las axilas, y con gran facilidad me levantó en el aire para ponerme de pie.

Ahora yo

Dijo sonriente antes de recostarme sobre el sofá, justo a un lado de Eduardo. Me quitó la tanga negra y separó mis piernas, tuve que poner una encima de la de Eduardo para más comodidad, y entonces comenzó a comerme el coño.

Su lengua recorrió mis labios mayores, acariciándolos gentilmente una y otra vez hasta que mi concha se terminó de abrir para él, entonces me penetró con la lengua, y luego con los dedos al mismo tiempo que chupaba mi clítoris.

Succionaba tan fuerte que parecía que quería tragárselo, eso me producía más placer. Arqueé la espalda, gemí como una loca, comencé a sudar como nunca antes, y entonces mis jugos brotaron en abundancia, los cuales Alejandro bebió en su totalidad como si se tratara del más delicioso elixir.

Mientras yo recuperaba el aliento, él restregaba su verga en mi pucha, metiendo ocasionalmente la cabeza, pero sacándola de inmediato.

Cógeme —le pedí mientras se recostaba encima de mí sin importarle tocar por el hombro a su compañero— Quiero tenerte dentro de mí

¿Segura, preciosa?

Sí, hazme tuya, quiero que me destroces con esa gorda vara que te mandas

Me levantó del sofá, y nos dirigimos a su recámara. Me tendió sobre su cama, y luego se monto sobre mí, separándome las piernas con las suyas.

Colocó la punta de su miembro en la entrada de mi coño, y empujó con fuerza para penetrar en él.

Sentí que me partía en dos, nunca imaginé que una verga pudiera hacerme sufrir tanto, pero valía la pena tener aquella colosal tranca dentro de mí.

Comenzó a bombear lentamente, incrementando la velocidad con el tiempo. Sus arremetidas eran rápidas y fuertes, casi bestiales. Tenía razón en suponer que era todo un semental, pues desde mi perspectiva se veía como todo un macho moviendo las caderas a un ritmo tan agitado que pronto comenzó a sudar por todos los poros.

Su cara se tornó colorada, y su respiración se agitó, al igual que la mía. Los gemidos llenaron la habitación, y en ese momento no pensaba en más nada que no fuera el inmenso placer que sentía por esa verga entrando y saliendo de mi concha.

¡Toma! ¡Toma! —decía mientras apretaba mis tetas con fuerza para atraerme cuando clavaba su duro pene en mí— ¡Siénteme dentro de ti!

¡Sí, papi! ¡Que rico!

Mi mirada se perdió, el placer era tanto que ni siquiera noté cuando Eduardo entró con mis amigas a la habitación, me di cuenta de su presencia cuando miré a Claudia a mi lado, gimiendo por estar siendo clavada al igual que yo.

Con dificultad por mis propios gemidos, escuché también los de Érica. Busqué a mi amiga por todos lados, y la encontré solo cuando levanté un poco la cabeza para verla tendida del otro lado de Claudia, que tenía las piernas abiertas para que Eduardo la cogiera con los dedos.

Sentí que el caliente pito de Alejandro tocaba mi punto g una y otra vez con insistencia y violencia, y entonces, al tiempo que me venía, dejó salir todo su semen dentro de mi coño, inundándome con él.

Nuestros orgasmos se fusionaron, y al terminar lo esperé sobre mí para recibirlo cansado y exhausto, pero para mi sorpresa no fue así, y en ves de eso me embarró los muslos con el poco semen que continuaba saliendo de su pito.

Reclinó su cuerpo sobre el mío tan solo para lamerme los pezones y acariciarme el sudado rostro, yo le acaricié el cabello teñido de rubio y no dejé que se apartara de mis senos.

Cuando por fin me recuperé de la tremenda cogida noté que su miembro ya estaba erecto de nuevo, suponiendo que alguna vez se le hubiera puesto flácido. De verdad estaba asombrada, nunca esperé que tuviera tanta resistencia alguien de su edad, y mientras pensaba eso, mi amiga Érica terminaba con Eduardo a mi lado para darle oportunidad a Claudia de tener su pichón adentro, en verdad eran un par de sementales aquellos dos hombres.

Ahora te voy a dar el chiquitazo

Me dijo con una sonrisa pícara dibujada en los labios. Con gran facilidad me dio vuelta para tenerme boca abajo y, tomándome por la cintura, me obligó a elevar mi culo para después abrir mis nalgas y comenzar a lamer mi anito.

Mi ano se dilató por las húmedas caricias que le brindaban la punta de esa larga y gruesa lengua que se movía juguetona por todo mi ariete para después adentrarse por el centro.

Aun se escurría el semen de mi vagina cuando mi ano recibió la saliva de Alejandro, que escupía con fuerza dentro de mi abierto agujerito para lubricarlo.

Cuando comenzó a meter su miembro sentí que me temblaron las rodillas, y de no ser porque me sujetaba por la cintura hubiera caído al colchón.

Al principio tuvo cuidado de no lastimarme, pues no sabía que en realidad tenía más experiencia en el sexo anal que en el normal, y al ver que resistía bien el dolor que me provocaba su miembro incrementó la intensidad de sus entradas.

Veo que tienes experiencia, eres toda una putita a pesar de que estás apretadita

Vigorosamente me montaba, cogiéndome incluso más rápido que por la vagina. Sus arremetidas eran violentas y despiadadas.

Me atraía hacía él al tiempo que iba a penetrar nuevamente en mí para que sintiera mejor su poderoso miembro, pero para entonces no sentía la textura suave y pegajosa de su pollo, como él llamaba a su miembro, en su lugar sentía un constante placer que extendía mis músculos anales.

Era tanto mi gozo que ahogué mis aullidos mordiendo las sábanas, y cuando terminó llenó mi culo con otra generosa descarga de semen.

Sacó su miembro de entre mis nalgas, y pasó la cabeza de su pene por mi ano, bajando por el área que une a mi culo y a mi concha para terminar en ella.

Mi vientre azotó contra el colchón cuando me soltó, y creí que ya había terminado por esa noche, en realidad lo deseaba, pues estaba exhausta, aunque muy contenta por haber tenido esa vergota dentro de mí.

Aun con la respiración entrecortada me di vuelta para observar como iban mis amigas, y miré como Eduardo mojaba los senos de Érica con su semen.

Claudia yacía cansada también a mi lado, así que la abracé y le di un beso en la boca mientras recuperábamos juntas las fuerzas.

Érica se unió momentos después a nosotras, las tres nos abrazamos y nos besamos en la boca mientras Alejandro y Eduardo se levantaban de la cama para observarnos sonriendo por la gran cogida que habían tenido.

Triunfantes, nos acompañaron en la cama y se acomodaron entre nosotras, de modo que Eduardo estaba entre Érica y Claudia, y Alejandro entre Claudia y yo.

En medio de caricias y risas logramos conciliar el sueño, afortunadamente la cama de Alejandro era muy grande como para contenernos a los cinco.

Al día siguiente la luz que entraba por la ventana me despertó. Nuestros hombres ya no estaban, solo nosotras seguíamos desnudas en la cama.

Mi concha y culito estaban pegajosos, sensación que me gustaba, y así me levanté para vestirme.

Una vez que terminé de ponerme mi ropa desperté a mis amigas, que hicieron lo mismo que yo, y cuando nos disponíamos a salir vimos entrar a Alejandro por la puerta.

¿Ya se van?, esperaba que cogiéramos esta vez nosotros cuatro solos

No, nos deben estar esperando en nuestras casas

Lástima, pero entiendo que tengan que llegar. Cualquier cosa que se les ofrezca esta es su casa

Gracias, eres muy amable

Se despidieron de él dándole un beso en la mejilla, pero yo fui más atrevida, y le di un beso en la boca mientras le sobaba el paquete.

Cuando nos alejábamos en el carro me arrepentí de no haber tomado su teléfono, luego recordé que no hacía falta, sabía donde vivía, y si tenía ganas de repetir aquella maravillosa experiencia solo tenía que ir a buscarlo.

Esa fue la primera vez que un maduro me hizo gozar, y a partir de ahí fue como si algo dentro de mí se hubiera detonado.