El diario secreto de mi hermana (4)
- MI PADRE - He descubierto el diario secreto de mi hermana en el cual ella relata, en los mas mínimos detalles, sus experiencias sexuales y demuestra la muy zorra que puede llegar a ser.
He descubierto el diario secreto de mi hermana en el cual ella relata, en los mas mínimos detalles, sus experiencias sexuales. Se llama Claudia, tiene 20 años, es rubia, con el pelo largo y ligeramente ondulado, ojos azules y risueños y labios carnosos. Aunque se trata de mi hermana, he de reconocer que es muy muy guapa y tiene un cuerpo muy bonito y cuidado. La verdad es que nunca me había fijado en ella hasta que empecé a leer su diario, excitándome con cada pagina, pajeandome pensando en ella y descubriendo la muy zorra que podía llegar a ser. Transcribo sus paginas tal como las escribió Claudia, cambiando lo nombres y añadiendo explicaciones, para que os puedan proporcionar todo el placer que he gozado con su lectura.
Por fin lo he conseguido. Y ha sido estupendo.
«No sabes lo que haría para follarme a mi padre» le dije a Bianca aquel día ( Bianca es la amiga brasileña de mi hermana, la diosa sexual ).
Se lo confesé así, sin rodeos, como hago con todo lo que le cuento. Y descubrí que también ella se lo tiraría con gusto. No era un secreto que le gustaba pero nunca hablábamos de acostarnos con nuestros respectivos padres. Hasta aquel día.
Bianca tenía razón: no era una cosa imposible porqué un padre, al fin y al cabo , es un hombre con todas las debilidades de la categoría pero evidentemente sería mucho mas complicado que ligar con un chico cualquiera. Y fue hablando con ella cuando me vino la idea.
Claro que si se lo hubiera propuesto directamente o insinuado sutilmente mi padre se habría negado rotundamente pero sí que podría acostarse con Bianca sin casi ningún problema y, si quería hacerlo con ella, tenía que hacerlo también conmigo. Le expliqué mi plan a Bianca y ella aceptó sin pestañear.
«Tú me conoces, me dijo, si hay buen sexo de por medio yo siempre me apunto». Un domingo que mi madre estaba trabajando (e s azafata de vuelo y pasa muchos días fuera de casa ) Bianca estaba en mi casa como un día de tantos pero le dije de vestirse de manera provocativa y sexy, como acostumbramos cuando salimos de fiesta, y se presentó con un pantalón negro elástico muy ceñido que le resaltaba su precioso culo y sus perfectas piernas torneadas y hasta le marcaba el diminuto tanga que llevaba por delante y por detrás, y con una camiseta ajustada con un escote tan profundo que casi se le salían las tetas. Estaba esplendida. Me daba envidia por lo guapa que estaba.
Noté como mi padre la miraba con disimulo, observando cada detalle de su precioso cuerpo. Bianca se marchó y yo me senté en el sofá junto a mi padre cuando estaba a punto de acabar el partido que estaba viendo y de terminar su (creo) cuarta cerveza.
«Bianca es muy guapa, ¿verdad?»
«La verdad que sí, es una chica de una belleza extraordinaria» ( aunque parezca extraño, tenemos la suerte de tener unos padres muy abiertos y juveniles, con ellos se puede hablar de cualquier cosa sin problema ).
«¿Te acostarías con ella?»
«¿A que viene esta pregunta?»
«Nada, es hablar por hablar»
«A ver Claudia, es verdad que tu madre y yo siempre os hemos incitado a ser abiertos con nosotros y a hablarnos de cualquier tema que os preocupara pero ésta me parece una conversación entre dos chicos en la barra»
«No me lo puedo creer, te da corte hablar de ello!»
«No, no se trata de eso. Quizás este tema lo he afrontado más con tu hermano que contigo. No puedo contestarte porqué si lo hiciera relegaría a Bianca a una condición de mero objeto sexual que me proporcione placer. Esto no va conmigo y, sobretodo, tu amiga es mucho más que un objeto, ¿no te parece?»
«Bueno padre, corta el rollo, que sólo quería saber... eh... en base a que los hombres eligen a las chicas». Dije lo primero que se me vino a la cabeza,
«Más bien son las chicas que los eligen. Deberías saberlo a tu edad. Pero si te refieres a la belleza, pues sí, juega un papel importante»
«¿Eso quiere decir que te acostarías con Bianca?»
«Pero, Claudia!¿Qué te acabo de decir?»
«Bueno sí, es que...»
«El sexo entre dos personas es algo estupendo pero, si se basa únicamente en la atracción física, decae y se empobrece rápidamente. Hay muchos más factores de tener en cuenta...» y siguió hablándome durante un buen rato sobre la importancia de proporcionarse placer mutuamente, química, factores anímicos y más cosas que según él había que mirar. Yo le dejaba hablar, mirando sus brazos musculosos e imaginándolos alrededor de mi cintura apretándome fuerte contra su cuerpo, levantándome la falda, besándome con sus labios carnosos, acariciándome la entrepierna con su enorme mano...
«¿Entiendes?». Volví a la realidad.
«Eh... sí, sí... entonces... si Bianca cumpliera todos...eh...los requisitos que acabas de decir, ¿te acostarías con ella?»
«No te irás hasta que hayas obtenido una respuesta satisfactoria, ¿verdad?». Sonreí y puse cara de niña buena y un poco ingenua.
«Vale, de acuerdo. Pues, sí, me acostaría con ella»
«Y si yo cumpliera todos los requisitos?»
«¡Claudia, qué soy tu padre!...».
Quizás había llegado demasiado lejos para ser el primer día. Me acerqué a mi padre apoyando mi mano encima de su dura pierna y le dí un beso, rozándole la comisura de los labios.
«No te enfades padre. Me voy a repasar inglés. Hasta luego».
Aquella conversación me sirvió para averiguar lo que me interesaba: primero, que mi padre se habría acostado con Bianca si se daban las circunstancias y, segundo, que, aún teniendo una mentalidad muy abierta, difícilmente se acostaría conmigo. Pero no me preocupaba más de lo debido: hasta la fortaleza más inexpugnable tenía su punto débil.
Hablé con Bianca para desarrollar mejor mi plan. Ella tenía que excitar mi padre al máximo, provocando en él un deseo insoportable de poseerla, mientras yo tenía que borrar el concepto que mi padre tenía de mí, tenía que conseguir que empezara a verme como una mujer y no como su hija. Aún así puede que no accedería a acostarse conmigo, pero sería incapaz de rechazarme si continuara el trabajo empezado por Bianca en el punto en que todos los hombres se rinden y están dispuestos a hacer lo que tú le pidas con tal de acabar: unos momentos antes de correrse.
Bianca empezó, pues, a venir a mi casa y a quedarse más tiempo de lo habitual siempre vestidas con vestidos y faldas muy cortas y escotes profundos que resaltaban las bonitas curvas de su cuerpo. Siempre que tuviera la ocasión, se agachaba, enseñando el pecho o exponiendo su trasero, o, si estaba sentada, abría y cerraba las piernas continuamente y despacio, ofreciendo a mi padre una visión privilegiada de sus partes íntimas.
Un día Bianca se quedó a dormir en mi casa y coincidió, obviamente no fue por casualidad, con mi padre en la cocina. Nosotras acabábamos de llegar de fiesta y mi padre, en pijama, acababa de despertarse. Bianca llevaba como pijama un baby doll corto negro y transparente y nada más. A través de la tela diáfana se podía apreciar su cuerpo en toda su preciosidad: sus senos túrgidos y redondos, su vagina completamente rasurada, sus largas piernas rectas y torneadas... A mi padre le pareció gustar el espectáculo que le dio el buenos-día ya que Bianca vió como su miembro empezó a abultar debajo del pijama.
Mi padre empezó a ceder. Había que dar el siguiente paso. Mientras tanto yo comencé a pasearme por la casa semi-desnuda y a ducharme con la puerta abierta cuando mi padre estaba en casa: quería aprovechar la excitación que Bianca provocaba en él, enseñarle mi cuerpo e intentar que sintiera la misma excitación.
Los días pasaban y Bianca empezó a insinuarse con más descaro. Ahora pedía a mi padre si le podía llevar a casa en coche y él, que siempre satisfacía a regañadientes favores que le pedía mi madre, accedía entusiasta. Sé muy poco de lo que pasaba en el coche entre ellos; Bianca me contaba que no ocurría nada, que a la hora de despedirse ella apoyaba su mano en el muslo de mi padre y le daba dos besos; cada día acercaba más su mano al paquete de mi padre y rozaba cada vez más sus labios con los de mi padre. Lo cierto era que algo iba cambiando en él.
Cada vez que me duchaba mi padre empezó a pasar por el lavabo, que me preocupaba de dejar con la puerta bien abierta, y se quedaba mirando mi cuerpo desnudo bajo el agua pero cada vez que volvía mi cabeza hacía él, se marchaba. Tenía que trabajarlo más.
Unos días después Bianca me contó que mientras se despedían en el coche dejó caer adrede su móvil en el suelo del asiento de mi padre y se agachó enseguida para recogerlo. Tardó más de lo que necesitaba: refregaba sus pechos contra la pierna de mi padre, acercaba su cara a su miembro, movía las piernas, fingiendo estirarse para alcanzar el móvil que en realidad ya tenía en la mano, para que se le subiera la falda... en fin, que quien hubiera pasado por allí habría dicho que mi amiga estuviese haciendo una mamada a mi padre.
Bianca se incorporó y miró sonriente a mi padre que se había quedado inmóvil y con la boca entreabierta. Se la cayó otra vez el móvil, esta vez sin que fuera adrede, que terminó entre las piernas de mi padre. No dudó ni un segundo en meter la mano para recogerlo. Sintió el calor que emanaba la entrepierna de mi padre y, sobretodo, sintió la dureza de su miembro en erección.
«¡Tu padre la tiene que tener muy grande!, me dijo, le he puesto la mano en el paquete y no he entendido si estaba tocando cerca de la punta o de sus huevos. ...y mira que he tocado muchas pollas...»
«¿Mejor para nosotras, no?, y nos reímos, me muero de ganas de verlo» añadí.
La que más se moría de ganas era Bianca que, ayudada por unos cubatas que nos tomamos en mi casa, tomó la iniciativa y se lanzó, acelerando el desarrollo de nuestro plan y corriendo el riesgo de arruinarlo todo. Aquella misma noche mi padre la acompañó a casa en coche, como iba siendo habitual, y Bianca, a la hora de despedirse de él, buscó directamente los labios de mi padre que afortunadamente, en beneficio de nuestro plan y de nosotras, no opuso resistencia y recambió el beso.
Bianca no tardó mucho en meterle la lengua y tardó aún menos en acariciar la polla de mi padre por encima de los pantalones que, con su mano experta, consiguió rápidamente desabrochar para luego sacar su miembro erecto que comenzó a pajear. Dejó de besar a mi padre y se agachó, metiéndose su polla en la boca y empezando a mamar voluptuosa. Según me contó, mi padre le manoseaba el culo con una mano mientras que con la otra le agarraba la cabeza imprimiendo el ritmo de la mamada. Tuvieron que pararse enseguida porqué un coche se detuvo a su lado y aparcó detrás de ellos.
«Tu padre tiene la polla más grande que he visto jamás», me dijo mi amiga.
Y sentí celos de ella. Enseguida hice que Bianca me prometiera que, pasara lo que pasara, no se dejaría penetrar por mi padre ni dejaría que él se corriera ni en su boca ni en su mano. No lo entendía del todo pero me lo prometió. Las veces siguiente que mi padre le acompañó casa, siempre acababa chupandosela, pero Bianca conseguía pararse a tiempo, dejando mi padre a dos velas.
«No aguanto más, ¡me voy a volver loca!, me dijo después de tres días, me pone a cien, necesito su polla, necesito sentir tu padre dentro de mí».
«Ten paciencia, tía, te prometo que tendrás la mejor follada de tu vida, pero todo a su debido tiempo».
Si mi amiga, que tiene muchas horas de vuelo, estaba así, igual, si no peor, debía estar mi padre: había llegado el momento de hacer desaparecer Bianca.
De pronto mi amiga dejó de venir a mi casa y mi padre empezó a volverse nervioso y ansioso. Se acercaba a mi habitación, cosa que jamás hacía antes, para ver si estaba sola o menos, y era el primero en llegar al telefonillo si alguien picaba a la puerta, esperando y deseando la llegada de Bianca. Parecía un adolescente.
«¿Ha pasado algo con Bianca?» un día decidió finalmente preguntarme.
«No, ¿porqué?»
«Hace mucho que no os veo juntas y he pensado que a lo mejor habíais litigado»
«No, que va, para nada, Pronto llegan los exámenes y hemos decidido ponernos las pilas»
«Cierto, los exámenes...», y se quedó pensativo.
«No será que la echas de menos?»
«¿Echarla de menos? ¿y porqué dices esto ahora? ¿Simplemente porqué te he preguntado acerca de ella? ¿Siempre hay que tener un segundo fin?». La echaba de menos, mucho de menos.
«Vale, vale, para. No te pongas así»
«No me estoy poniendo de ninguna manera, simplemente me da rabia que...»
«Papá... papá... Tranquilizate. Oye, no hace falta que disimules. Lo sé todo»
«¿Todo de que?»
«Se lo que pasó en el coche entre Bianca y tú»
«¡No ha pasado nada entre Banca y yo!»
«Papá, que es mi mejor amiga, nos contamos todo»
«Todo...» se quedó otra vez pensativo. Era mi oportunidad. Me acerqué a él y le abracé.
«No te preocupes, no me molesta ni me avergüenza; al revés, estoy orgullosa de que mi amiga se sienta atraída por mi padre. Hasta me da envidia». Me lanzó una mirada interrogativa.
«Que quiero decir que... no todas pueden presumir de un padre guapo y atlético como tú». Sonrió.
«Si es por mamá, no te preocupes, yo no he visto ni sé nada. Te lo prometo.». Me miró fijamente en los ojos.
«A cambio...»
«Lo sabía, me das miedo»
«No temas. A cambio solo me debes un favor»
«¿Qué favor?»
«Ninguno en particular, simplemente tendrás un favor pendiente conmigo-»
Estaba sorprendida por lo mucho que mi padre estaba prendido de Bianca; en una situación normal no me habría dejado jamás coger las riendas de la conversación. Unos días después, viendo que mi padre seguía nervioso y ansioso (Bianca no había vuelto a pasar por casa aún), decidí hacerle un regalo.
No había nadie más que él y yo en casa: me fui a duchar dejando como siempre la puerta abierta. Cuando me di cuenta que me estaba observando desde el umbral, no me dí la vuelta como las veces anteriores para evitar que se marchara. Comencé a enjabonar el pecho masajeandolo más de lo debido; después bajé lentamente acariciándome el vientre y seguí bajando llevando la mano a mi vagina.
Empecé a frotarme suavemente. La idea de masturbarme delante de mi padre me excitó muchísimo: enseguida estaba muy húmeda. Me penetré con el dedo medio que se deslizó dentro sin ningun problema y lo moví dibujando circulitos. Me apoyé en la pared de la ducha para que mi culo quedara levantado: así mi padre tenía una visión perfecta de mi vulva penetrada por mi dedo.
Acababa de tener un orgasmo cuando escuché a mi padre subir deprisa las escaleras hacia su habitación. Salí enseguida de la ducha, me sequé lo mejor que pude, fui a mi habitación ( nuestras habitaciones están en el piso de abajo, la de nuestros padres en el piso de arriba ), puse musica para que mi padre pensara que estuviera allí y subí las escaleras sin hacer el más mínimo ruido.
Tenía el presentimiento de que mi padre se estaba masturbando y quería ver su miembro, su gran polla, de que tanto me había hablado Bianca, echarme encima de él y terminarle la paja. Pero me quedé con las ganas: llegué demasiado tarde. Mi padre se había efectivamente masturbado y alcancé a verle de espaldas en el lavabo mientras limpiaba con un trozo de papel el semen de su verga.
La decepción de haber llegado tarde fue compensada con la satisfacción de haber sido el motivo de la masturbación de mi padre y la adquisición de la consecuente certeza de que su postura hacia mí empezaba a flaquear. Ya podía empezar la fase final de mi plan.
Bianca volvió a pasar mucho tiempo en casa, mi padre a llevarla a la suya en coche y mi amiga a dejarle empalmado, aumentando su calentura. Unos días después, cuando mi madre estaba volando y mi hermano en los entrenamientos ( ¡joder, cuántas cosas me he perdido por culpa de los putos entrenamientos! ), le dije a Bianca de dejarme unos apuntes en casa; mi amiga sabía perfectamente que yo no estaría y que solamente encontraría a mi padre. Creí que la primera vez tenía que ser solo para ellos dos: Bianca era el premio para mi padre, y ella se lo merecía por todo lo que hizo, y que iba a hacer, por mí . «Tenías razón, me dijo el día siguiente, ha sido la mejor follada que he hecho nunca».
Ahora me tocaba a mí. Una semana después, aprovechando la ausencia simultanea de mi madre y de mi hermano, Bianca volvió a pasar por mi casa encontrando de nuevo solamente a mi padre. Me hizo una perdida, como habíamos quedado, cuando se disponían a subir a la habitación de mis padres, donde también lo hicieron la primera vez. Entré en casa sin hacer ruido. Me fui a mi habitación y me desnudé mientras escuchaba los jadeos provenientes del piso de arriba. Subí las escaleras despacio y me coloqué para poder ver sin ser vista. Empecé a tocarme mientras veía como mi padre de espaldas penetraba Bianca por detrás. El sudor hacía brillar los músculos de mi padre, tensos y bien marcados; mi amiga recibía cada embestida con un gemido breve y agudo; mis flujos vaginales empezaron a gotear a lo largo de mis muslos.
Se pararon para cambiar de postura. Mi padre se tumbó boca arriba en la cama y fue entonces cuando la vi en todo su esplendor . Era larga, perfectamente recta, gruesa, con las venas hinchadas que la marcaban a lo largo del tronco, la cabeza roja y luciente que parecía estar a punto de estallar: era la segunda polla más grande que había visto en mi vida, parecida a las que se ven en las pelis. Bianca se sentó encima y la acogió despacio, toda dentro de su vagina. Avancé hacia ellos, agachada, siempre detrás de mi amiga que le tapaba la vista a mi padre. Le acaricié las nalgas. Bianca se estremeció un poco pero sabía que era yo: era nuestra señal. Se agachó para comerle los morros a mi padre y yo empecé a acariciarle los huevos. Tuvo que pensar que era la mano de Bianca porqué ni se inmutó. «¡Me voy a correr!» dijo al fin mi padre. Enseguida le agarré la base de la verga, se la saqué de la vulva de Bianca y me la puse en la boca, mamándola a la vez que la pajeaba con la mano. «¡Qué coño pasa!» Bianca trató de callarle volviendo a besarle pero mi padre se la quitó de encima con una mano. Y me vio. «¡Claudia! Que.... ¿Qué estás haciendo?»
Su cara delataba la llegada de un orgasmo inminente. le sonreí maliciosa.
«¿Quieres que pare...?», con la otra mano volví a acariciarle los huevos, rozándole el ano con el dedo índice.
«¿...o que siga?»y volví a lamerle el miembro.
«¡Claudia...! Aaghh... me...¡Me corroooo...!»
Mantuve su polla en la boca engulléndola lo más que podía: mi padre descargó una gran cantidad de leche espesa, caliente y salada que no conseguí tragar toda.
«Claudia...»
Le miré sonriente y satisfecha mientras su esperma me goteaba por las comisuras de los labios hacía el mentón. Bianca no se demoró ni un segundo: se acercó y empezó a lamerme la cara limpiando los restos de los fluidos de mi padre. Me gustó muchísimo cuando pasó su lengua encima de mis labios, despacio, recuperando hasta la más mínima gota de esperma. Abrí la boca y le ofrecí mi lengua y el semen que no había tragado.
Aquel beso nos excitó a las dos y comenzamos a acariciar cada rincón de nuestros cuerpos desnudos y calientes. Sina casi darnos cuenta nos estábamos lamiendo el coño mutuamente ofreciendo a mi padre un espectáculo sin par. Los dedos expertos de Bianca ayudaban y complementaban su lengua, deslizándose hasta el ano que, tan bien estimulado, se dilató enseguida al contacto con sus yemas.
Mi vulva estaba ardiendo, me estaba volviendo loca de placer. Bianca me penetró a la vez la vagina y el ano con sus dedos y sentí mis piernas flaquear y la sangre bullir en las venas. Le hice lo mismo para darle el mismo placer.
Mi padre dijo algo; estaba demasiado ocupada en gozar con Bianca que no lo entendí pero hizo que volviera al centro de mi atención. Se había quedado todo el rato cerca de nosotras, observándonos callado; llevé mi mano hacia su pelvis para descubrir que Bianca se me había adelantado: pajeaba la verga de mi padre que volvía a estar erecta. La ayudé en la labor y sentí como aquel pene enorme se ponía aún más duro y enhiesto. Me lancé a chuparlo mientras Bianca se acercó más hacia él y empezó a comerle los morros. Mi corazón palpitaba muy deprisa: no me lo podía creer, estaba a punto de follarme a mi padre.
Me incorporé, le hice tumbar en la cama y me senté a horcajadas encima de él, cogiéndole la polla y guiándola en mi vagina para después bajar lentamente sobre ella. Mi padre dejó de besar a Bianca y me miró. Era una mirada que no comprendí bien, una mirada que delataba que por su cabeza estaban pasando muchas cosas; me agaché y le besé en los labios para tranquilizarle. Pero no respondió al beso.
«Claudia...», dijo con un hilo de voz.
Me puse recta y lo seguí cabalgando con un ritmo suave mientras que con la mano izquierda empecé a jugar con sus huevos que estaban empapados de mis fluidos. Notaba mi orgasmo muy cerca. No se decir lo que sentía en aquel momento. No solo me excitaba aquella enorme verga dentro de mi golpeándome las paredes del útero: el hecho de que aquella verga era de mi padre por sí solo simplemente me volvía loca; era una sensación maravillosa, indescriptible, comparable solamente a lo que prueba un hijo penetrando su madre.
Finalmente mi padre superó el bloqueo: sentí sus fuertes manos tocarme el culo que acabaron agarrándolo con más ahinco a la vez que iba aumentando el ritmo del bamboleo de mis caderas. Le volví a besar y esta vez me correspondió, buscando mi lengua con la suya.
«¿Es esto lo que quieres?». Mi padre me dio la vuelta sin salirse de mí y colocándose encima. Llevaba el ritmo de las embestidas y seguía agarrándome por el culo.
«¡Eres más puta que tu madre!»
El padre tierno y cuidadoso dejó el sitio al macho vigoroso y vulgar. Pensar que estaba haciendo perder el control a mi padre haciéndole gozar me hizo estallar: tuve un orgasmo fuerte e intenso, creo el mejor que he tenido hasta ahora. Lancé un gemido que se parecía más a un grito mientras apretaba a mi padre con toda la fuerza que tenía en mis brazos. No tardó mucho en correrse, descargando dentro de mí lo que le quedaba de leche.
Se tumbó a mi lado, me dio un beso en la frente y me sonrió a la vez que me acariciaba el pelo.
«¿Era esto tu "favor pendiente"?»
Solamente entonces nos dimos cuenta de que estábamos solos: Bianca había bajado y podíamos oír como se estaba duchando en el lavabo de abajo. ¡Qué pedazo de amiga tengo!
«¿Te ha gustado?», le pregunté a mi padre.
«La verdad es que ha sido estupendo. Solo faltaba tu madre para que fuera perfecto».
"A mí también me encantaría, ¿porqué no lo hacemos?" quise decirle, pero me callé. Solamente quería saborear y disfrutar de aquel sublime momento.